Marçal Aquino nació en 1958, en una hacienda en el estado de São Paulo, BRASIL en donde vivió hasta los seis años. Allí entró en contacto con las primeras narraciones, a través de las conversaciones de empleados y peones que alcanzaban sus oídos. La televisión aún no había llegado hasta ese lugar y el entretenimiento nocturno se producía con los cuentos que todos tenían para contar, que eran, por lo general, relatos que involucraban fantasmas o hechos heroicos, y, claro, no necesariamente eran ciertos. Estas historias acababan siempre modificadas y embellecidas tras cada repetición, según las habilidades de quien las contaba. Allí nació en Marçal el deseo de contar historias. Sólo quedaba por definir la forma de expresión. En su juventud, el escritor, a quien siempre le gustó dibujar, coqueteó primero con narraciones en forma de historieta. Sin embargo, hubo un momento en que los libros lo conquistaron definitivamente. Escribir pasó a ser lo que de verdad quería en la vida.
Marçal trabajó algunos años en periodismo, terreno que él considera tan sólo otra forma de contar historias. La experiencia como reportero policiaco en São Paulo le permitió tener contacto con una fauna humana que, más adelante, estaría presente en su obra.
Hasta el día de hoy es en las calles de la ciudad que el escritor se encuentra todos los días con sus personajes, y con fragmentos de narraciones que consecuentemente servirán de punto de partida para sus libros y también para los guiones que escribe para cine y televisión.
Prosa
O Invasor (Relançado pela Cia Das Letras em 2011, na coleção Má Companhia)
Faroestes
O Amor e Outros Objetos Pontiagudos (Prêmio Jabuti 2000)
As Fomes de Setembro (Prêmio V Bienal Nestlé de Literatura – Conto (1991)
Miss Danúbio (Prêmio do Concurso de Contos do Paraná)
Cabeça a Prêmio (2003)
Famílias Terrivelmente Felizes (2003)
Eu Receberia as Piores Notícias dos seus Lindos Lábios (2005)
Poesía
Abismos – Modo de Usar
Por Bares Nunca Antes Naufragados
Cuentos
O Mistério da Cidade-Fantasma
O Jogo do Camaleão
O Primeiro Amor e Outros Perigos
A Turma da Rua Quinze
Coleção Sete Faces
Scripts de TV
Força Tarefa
Scripts de cinema
Os Matadores
Ação entre Amigos
O Invasor
Nina
O Cheiro do Ralo
Eu receberia as piores notícias dos seus lindos lábios
SALMO
Lo cierto es que veneramos la destrucción.
Cualquier cosa que esté llegando a su fin: he ahí lo que nos interesa.
Fotografiamos ruinas y coleccionamos imágenes de casas enfermas,
desahuciadas por el tiempo,
y apreciamos el turismo en aldehuelas decadentes,
prestas a desaparecer del mapa.
La imagen de la implosión del viejo edificio
nos mantiene cautivos ante el televisor.
Lo que mueve la herrumbre no es un misterio para nosotros:
conocemos ese hambre, y la respetamos.
El árbol enfermo del paseo nos interesa
más que los niños desaparecidos.
Conmovidos, llegamos a abrazar la vieja higuera amenazada,
pretextando solidaridad.
Pero no somos solidarios, no te engañes.
Sólo queremos estar cerca en la hora final.
Lo cierto es que apreciamos la destrucción.
Las parejas nos hablan de crisis, de la recta final, del borde del precipicio.
Oímos interesados los pormenores de la autopsia conyugal,
queremos saber en qué momento
las vísceras del encanto dejaron de cumplir su papel,
queremos conocer todo lo que hizo que el deseo fuera
moho, mancha agónica, verdín.
¿Existe un desamparo mayor que el de un
viejo coche entregado al polvo junto al bordillo?
El disco rayado y el libro que perdió hojas y palabras
son nuestros entes queridos.
El amigo que celebra su aniversario recibe nuestras felicitaciones
porque dio un paso al frente, rumbo al fin.
Vamos a velorios de parientes y conocidos
con un ojo rojo de consuelo, otro verde de curiosidad:
¿a quién visitaremos inerte la próxima vez?
Amamos lo corroído (puentes, trenes, viaductos),
lo que está a punto de perderse.
Respetamos lo desgastado, lo roto,
lo que se hizo polvo, majestuoso.
Y esperamos.
Porque algo ha sido puesto en marcha,
algo está en camino.
Traducido por Sergio Colina
Poema com putas
Ontem
morreu a puta mais velha
da vila.
Tinha cabelos brancos,
um dente de ouro
e uma foto adolescente.
Nunca reclamou do tempo,
do governo
e do preço das coisas.
Mas, desconfio, tinha desertos dentro de si.
Foi vista um dia
Olhando uma nuvem.
Gostava de um vestido vermelho
que nem lhe servia mais.
Quando ela morreu
dois negrinhos barrigudos
olhavam o incêndio
num monte de lixo.
Dizem que foi a paixão
de um importante político
nos anos 40.
Teve jóias,
roupa nova,
convite pra festas
e pneumonia.
Sobraram-lhe as rugas:
michê de fim de expediente.
Votou em Getúlio
e sempre respeitou a sexta-feira santa
Paixão ela teve duas
Um manco de bigodinho
e um outro que voltou pro Norte.
O esmalte no dedão descascava
Como descascam certos dias
e a gente não vê.
Morreu só
a puta mais velha da vila. E uma doença
que quase a matou. Um cara perguntou
se ela era feliz. Outro, por que não casou.
E ela sabia
que um Domingo
rodeada de netos no subúrbio
é também uma prisão.
Preferiu a cerveja morna
e o São Jorge sobre a cômoda.
Morreu velha essa puta na vila.
Sem saber a idade ao certo
mas dos setenta chegou perto.
Morreu numa tarde anônima
com criança olhando incêndio
e cachorro magro
passeando na vila. Tarde comum
com tédio de vestido vermelho
e de varal de vila.
o mesmo tédio
de que é feita a fúria da primavera
e a esperança das putas.
O olho esquerdo
a fronteira
entre a noite e o dia
é um galo
que alguém aqui perto
exilou num quintal.
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