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jueves, 11 de octubre de 2012

8180.- EMIRA RODRÍGUEZ





Emira Rodríguez (Porlamar, Isla de Margarita, Venezuela, 13 de enero de 1929) es una poeta, narradora, pintora y artesana venezolana.

A temprana edad se traslada a Italia, donde reside durante un largo período de su vida. Comienza a escribir a escondidas de su primer esposo. De regreso a Venezuela, en 1963, trabaja en la revista Zona Franca como administradora. En 1967 se casa con el poeta, ensayista, folklorólogo y crítico literario Juan Liscano. A partir de 1970, después de un viaje por España, comienza a publicar poemas y relatos en las revistas españolas Cuadernos Hispanoamericanos, Papeles de Son Armadans y otras publicaciones venezolanas. Es hermana del narrador Renato Rodríguez. Actualmente vive en Porlamar.

Poemarios publicados

Relaciones. Cuadernos Hispanoamericanos, 1971. (Plaquette de poemas posteriormente incluidos en La casa de Alto)
La casa de Alto. Caracas: Tiempo Nuevo, 1972. (Reeditado en Fondo para el Desarrollo de Nueva Esparta, 1986 y Alcaldía de Porlamar, 1991)
Malencuentro, pero tenía otros nombres. Caracas: Monte Ávila, 1975. (Reeditado en 2008 por la Fundación Editorial El Perro y La Rana)
Como sueños ajenos. La Asunción: Fondo Editorial Biblioteca del Estado Nueva Esparta, 2001.

Sobre su obra

Resultan escasos los textos críticos sobre la poesía de Emira Rodríguez. Juan Liscano menciona que el único comentario que recibió Malencuentro… al momento de su publicación fue por parte del poeta Luis Alberto Crespo (En Lecturas de poetas y poesía. p. 138). Pero también el ensayista y poeta argentino Manuel Ruano escribió una reseña de este libro en el momento de su aparición para el "Papel Literario" del diario caraqueño El Nacional. La audacia verbal de los poemas de Malencuentro... de Emira Rodríguez ha sido adjudicada a filiaciones surrealistas o la influencia del poeta venezolano nacido en Guanape, estado Anzoátegui, Rafael José Muñoz (1928-1981). Los poemas de este libro, según Julio Miranda en Poesía en el espejo, intentan desprenderse de la lógica lineal, narrativa, para instaurar una “lógica onírica” (p. 38). Ana Teresa Torres y Yolanda Pantin, en la antología El hilo de la voz, dijeron sobre su obra:
Un caso muy especial es la poesía de Emira Rodríguez (1929-), difícilmente clasificable dentro de las tendencias descritas. Generacionalmente anterior a la mayor parte de las autoras mencionadas, publica sus dos poemarios en la década de los setenta. Malencuentro pero tenia otros nombres (1975) es un libro que pareciera abrir líneas de continuidad con proposiciones igualmente radicales en poemarios muy posteriores de Laura Cracco (1959-) y Manon Kübler (1961-). En una primera lectura se ofrece como una versión extrema de los mitos de creación del Nuevo Mundo. En todo caso, se trata, ciertamente, de un texto adánico con expresas influencias del movimiento surrealista, y especialmente del poeta venezolano Rafael José Muñoz, a quien dedica, por cierto, uno de los textos más delirantes. Emira Rodríguez inaugura, al nombrarlo, un “nuevo mundo” verbal. Así es ella también –utilizando su expresión- una “transformadora” del discurso que expone su alucinada mirada. Pero, en la medida en que el poemario avanza, se va haciendo menos hermético, como si en el proceso de su escritura, la autora se hubiese aligerado del peso de sus mitos personales y fantasmas, de los miedos y deseos a los que el aluvión de su lenguaje había dado tan perturbadora consistencia. Después de ese sostenido esfuerzo de la imaginación, pareciera, también, haber quedado vacía de sí, al punto que, en el último poema, pide, como si se tratara de una oración, y no tuviera nada más que ofrecer, “danos un rostro danos”. En Emira Rodríguez, como en Mariela Álvarez, Yolanda Capriles, Mary Guerrero, y quizá en Manon Kübler, cuya poesía comentaremos más adelante, encontramos lo que podrían llamarse rarezas usuales, valga el oximoron. No es infrecuente en la literatura venezolana, y menos en la producida por mujeres, que aparezcan nombres que inauguran sensibilidades, tratamientos, problemáticas, en breves obras o escasas publicaciones que, por distintas circunstancias editoriales y vicisitudes personales, desaparecen luego de la escena, dejando lo que podría considerarse una escritura incompleta en su desarrollo pero también un importante legado de creación y una prefiguración de nuevas estéticas'' (p. 102).







hagamos un día de color insano
de caña de maíz
vayamos con las migraciones de palacio en palacio
por las rutas los ríos subterráneos
como si ya fuera el tiempo de la siega
espigados de fiebre inútilmente alertas
con hacederas de metal fundido con olor a tabaco
en la vivisección de los cadáveres opulentos
con olor a fenol a esencia de cambur
derrotados de antemano y vivos
en deslizamiento ciertos a rastras, no se debiera.
no es esta la morada
cuando aprendí a volar se fueron todos
te dije cómo podíamos invocar aquellos muertos
se habían quedado rezagados con pájaros nocturnos
en la anticipación de los espejos sabíamos todo
del reino sabíamos
por las calles por el río que no nos dejó nunca
excesivo
llenando los aledaños el puerto de la noche
los elementos de maraña la gran piedra
supimos todo del reino
no se debiera malencuentro no se debiera






padre nuestro wanadi
para que no vayamos siempre gimiendo para encontrar
el fondo de la ausencia para ser buenos por dentro
para sabernos padre nuestro wanadi
en torno a mí de cara al sol los hombres danzan
se alejan de este paraje extático vamos naciendo
quisiera regresar a la laja del río mirar pasar las
velas sin marcharme tras ellas oír los signos y las
cosas sonidos sordos
los helechos gigantes miraron el vuelo de otros
pájaros un sol mortecino los faros de la niebla
una gran persistencia la ciudad del puerto
la ciudad del río
una gran mancha sobre las paredes
estamos recubiertos de barro barro mismo una
inundación de sangre
tiempo detenido ¡oh dioses! tiempo detenido
seguimos modelando arcilla salimos de la tierra el río
volvió a su cauce, las aguas arrastrando lotos
¿fue en agosto?
no podíamos pronunciarnos ante tanta codicia
el desvarío de tantos eché los dados
tú lo sabías padre nuestro
sin artificio
tú lo sabías







los hombres querían matar los tábanos
los hombres amarillos
los hombres usaban las hojas de tabaco
empulpecidas ensalivadas para matar los tábanos
si – kar y el humo sobre los cuerpos soplaban
dicen las voces lo cuentan todavía
dicen gotas de agua en hileras de gotas de agua
amarillas donde están todavía
los no nacidos donde estaban antes que se escapara
la noche de la gran calabaza
bajaban el curso de los ríos así dicen
los desana lo dicen y la gente de wanadi
el bueno en una serpiente canoa
con color negro con ramas
a través de la piedra horadada
por los raudales
vaina musácea con semillas dentro
en hileras canoa serpiente con hombres
no nacidos adentro en gotas de agua
en semillas de gotas de agua

Poemas del libro Malencuentro pero tenía otros nombres (1975)






DE PROPIA SANGRE

Fue así como la luna destituyó la ausencia
moría un esclavo a su manera
las notas amarillas tomadas por si acaso
acaso ¿sabíamos decirnos algo, acaso, de los ritos
ígneos? vuelta la mirada al proceso primero
hacia los forjadores de los destellos
los del encuentro súbito
los del mañana incógnito
rocas de fractura sedimentaria
el bosque petrificado y las conquillas substituidas
por la arena cefalópodo extinto convularia
el de las huellas fósiles
en éxtasis frente a los jaguares vivos con ágatas
musgosas en la mano
mano de cinco dedos
apéndices parecen inútiles
sin dardos con que fijar crisálidas
la falena ágata del brasil la día hilandera
de los hilos de amianto latomía
invisible a través del cobalto
rojo escarlata intenso al fuego los esqueletos
escamados rocas de fractura en cubos de cristal
de mica jade láminas exfoliadas
óxido ferroso el de los martillos el de la forja
el de aquellos laminadores peregrinos
cada esclavo moría a su manera

ya me voy malencuentro
el vacío no cabe en ninguna parte un vacío
como una pedrada tú dijiste metejón
y las viejas meciéndose en las sillas de viena
a las cuatro de la tarde y los limeños perfumando
hasta en la desembocadura
calle abajo
ya me voy lejos de estos soles opacos
que parece que no estuvieras en ninguna parte
y ese silencio espeso
en la laguna de unare retozan las mojarritas
ya me voy malencuentro
yo no sabía que todo esto iba a durar tanto tiempo
me eche a dormir de puro miedo
como una proyección como una cama blanda 

cuatro dos uno siete dos conclusos con perfiles
de plumas sagitarias giran las cometas
malencuentro te llaman cara cortada
bejuco amarillo colinas de capricornio
en mil novecientos setenta
éramos siete caballos y una cometa
boquerón agrietado, no lo sabremos malencuentro.
xochitl la flor ya te habrá perdonado
entre cuchillos
¿cómo hace uno dime cómo hace?
¡Qué absurdo qué ausencia!
dices todo para adentro paz
es todo. la mia bella dama yo te decía que no debías
pensar en ello
ella juega, ella también, los bancos
atestados y todos atentos al juego
entonces cierra las cortinas cierra los velorios
y conserva bocanadas de ira contra nuestros dioses
nuestros piaches ocultos
malencuentros

euphorbia caña del mundo
silencio el poeta desanudó todas las sangres
los niños han muerto chupando el néctar de las flores
no se diga nada de aquellos sucesos fue el rito
de los oleandros rojos
rojos por toda la calle hasta las salinas
parecía un incendio
y tantas veces quisimos encenderlo de nuevo
por toda la calle por las ventas
por las puertas abiertas de todas las casas
hasta los patios alargados
en el sambuco negro
no parecía
y se borró el poblado largo el pueblo blanco
de las berberías también de la historia larga
con pergaminos
que cansancio datura.








nomeolvides flor de caujaro blanca nomeolvides
trinitaria jazmín clavel de muerto prendido en los
cabellos nardos senos azules lívidos
con dos insectos cárdenos posados flor papagayo
del hombre prendida en las rodillas poinsettia
papagayo poinciana durante tantas horas
terciopelo bella de noche putica corona de cristo
penetrando en la carne última tarde
de febrero ¿o de agosto?
luz del amanecer rompiendo en botón de oro nomeolvides
magnolia grandiflora desparramas pistilos en tapices
violáceos jacarandá luz del amanecer bajo las ramas
nomeolvides diamelas cuarentonas estoy triste
tara palo maría cayena nomeolvides
nomeolvides carackas ave del paraíso flor de las berberías
lenta serpiente negra nomeolvides
chaparrillo morado palo sano con olor de vainilla
nomeolvides clavel de galipán
diego de noche ixora flor de yeso
floripón estoy triste bajo las ramas nomeolvides
nomeolvides camelia de metales pálidos falcón
de enredadera clavellina
malva noche de insomnio mal amor
no me olvides

(del libro "Malencuentro pero tenía otros nombres", 1975)






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