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miércoles, 28 de septiembre de 2011

5030.- ALBERTO DA COSTA E SILVA


Alberto Vasconcellos da Costa e Silva (São Paulo, 1931), uno de los más notables poetas brasileños contemporáneos, hijo del poeta simbolista Antônio Francisco da Costa e Silva, hizo sus estudios de primaria en un colegio de Fortaleza y de secundaria en Rio de Janeiro donde se diplomó en el Instituto Rio Branco en 1957. Doctor Honoris Causa en Letras de la Universidad Obafemi Awolowo de Nigeria, ha servido en su larga carrera diplomática a su país, en diversos destinos como Lisboa, Caracas, Washington, Madrid, Roma, Lagos, Bogotá y Asunción, y en dos ocasiones ha presidido la Academia Brasileira de Letras.
Obras do autor

Como poeta
O parque e outros poemas, 1953
O tecelão, 1962
Alberto da Costa e Silva carda, fia, doba e tece, 1962
Livro de linhagem, 1966
As linhas da mão, 1978 (Prêmio Luísa Cláudio de Souza, do Pen Club do Brasil)
A roupa no estendal, o muro, os pombos, 1981
Consoada, 1993
Ao lado de Vera, 1997 (Prêmio Jabuti, da Câmara Brasileira do Livro)

Como historiador e africanólogo
A enxada e a lança: a África antes dos Portugueses. Edições 1992/96
As relações entre o Brasil e a África Negra, de 1822 a 1° Guerra Mundial. Ed.1996
A manilha e o Libambo: A África e a Escravidao, de 1500 a 1700. Ed.2002.
Um Rio Chamado Atlântico, 2003
Francisco Félix de Souza, Mercador de Escravos. Ed.2004

Como ensaísta
O vício da África e outros vícios, 1989
Guimarães Rosa, poeta, 1992
Mestre Dezinho de Valença do Piauí, 1999
Castro Alves: um poeta sempre jovem, 2006

Como memorialista
Espelho do Príncipe, 1994.





Fragmento de Heráclito

Todos los días son iguales – el griego
y el niño que fui
siempre lo supieron.

Él lo pensaba; yo lo vivía,
amargo.

El sol
cegaba, en los techos.
Pero el niño de ayer, hoy,
cantaba.






Soneto a Vera

Estabas siempre aquí, en el paisaje.
Y en él sigues, en medio de este asombro
del tiempo que tan sólo es lo que fuimos,
un cielo quieto sobre el mar del día.

Súbitamente en despedida vives,
calma de sueños, simple visitante
de aquello que te cerca y lo que queda
inmóvil en lo que es breve, poco e humano.

Las regatas al sol, de la penumbra
donde abría ventanas. Y de entonces
voy al campo de trébol, a tu espera.

Lo que pasa persiste en lo que tengo:
la ropa en el tendal, muro, palomas,
todo es eterno cuando lo miramos









5 de septiembre

Cuando nos crearon,
las manos del dios ya estaban
cansadas.

Por eso,
somos frágiles y mortales. Y amamos,
para rescatar lo que en el dios
fue sueño.









Imitación de Botticelli

Como la luz en una caja de naranjas,
o la lluvia sobre la mesa de verduras en el mercado,
desciende la mañana en este jardín, descalza,

y las flores que trae, en la involuntaria belleza,
parecen, contra su cuerpo de verano inflado,
musgo, limo, herrumbre, las heridas que los pájaros

abren en la corteza lisa y perfecta de un fruto.










A un hijo que cumple dieciocho años

Antonio,
los dioses pintan mariposas
mas nosotros sabemos como
en los hombres sueñan
y sangran.

Existe el río.
Existe el campo. Existen
amapolas y un cielo temprano.
Existen el no y la páscua y la noche obesa
y el ocio furioso. El iluminado
gusto de la fiebre y la herida existen.
Existen lo eterno y la sombra
de un cielo fosco y desierto
sobre cuando lo olvidamos.

Existen
veleros y sonámbulos, el día,
las escamas del pez, la alegría.
Existen la soledad – zambullimiento, asombro –
y el soñares contigo.
El dolor existe.

**

Antonio,
enséñame a no tener miedo
de caminar despierto
y a recibir el azote del éxtasis.

Devuélvame el espanto
frente a la iniquidad
y al rugir de la fiera.

Repón en mi la fuerza
de resistir a la fatiga
de tanto cielo y abismo.
Perdóname la tristeza,
como si fueras mi padre
y no mi hijo.
Usciamo
a riveder le stelle.

***

Aparceros, Antonio, en secreto,
así de amor se viste el cuerpo.
Así se acuesta el cuerpo en la tristeza.
Así recoge el tiempo flores, en brazadas.

Todo es silencio, al reverso. La vida
es una vieja cansada. La vida encobre
el sol.
Siempre ha sido pobre
la mano que traza este surco en el día,
este surco en lo oscuro,
incomprensible e inútil
como llevar un buey a pastar en la playa.

(Mas los dedos de la vieja mueven los bolillos,
y la luz vuela.)









El niño a caballo

(Fragmento 3)

La mano de mi padre en papel dibuja,
de un solo trazo, casi, el niño a caballo.

Sale de su mano mi mano a hacerle señas,
y va sobre el papel el niño en el caballo.

Lloro sobre le regazo del triste, ciego y huérfano
a todo lo que estaba atado a la vida, vivo,

mas sin sueño y sin carne, a hablarme sin nexo
sobre un cielo y un sol de que fue desterrado,

mas que ponía alrededor del niño a caballo.

El rostro largo y sólo, rasgado de arrugas,
la mirada a rever lo perpetuo que tenía

y que nunca me ha dicho, en su pensar cortado
del día en que vivía ( en convivencia rara

con la silla de brazos, el pijama, sus pájaros,
la ceniza y la rutina de estar muerto y despierto),

en el papel unía la mano a dibujar
a la mano que hacía señas al niño a caballo,

en este adiós en que estoy, desde entonces, a su lado,
el niño que vuelve, a llorar, a caballo.

Traducciones de Izacyl Guimaraes Ferreira.

http://www.arquitrave.com/poetas/da_costa_silva/poeta_da_costa_silva.html







FIumen, fluminis

Escuchemos el fluir de este curso de río
entre viejos muros inmóviles de fatiga
ni siquiera meras lajas limitadas y cenicientas
sino piedras tristes y tranquilas
entre las que se escurre el límpido silencio
del agua que fluye sobre la desnudez
pura de la muerte

en njnguna otra fuente, el cansancio
de ser mañana cuando la noche se inclina
sobre nosotros, sufriremos
pues tan extravíos seremos el murmurio
de sus aguas veladas
a la música que nada anuncia que no sean primaveras
como ahora, anhelantes, nos reclinamos
sobre el líquido móvil de este río que lleva
hacia el mar distante e ignorado
estas formas maduras y tranquilas
este soplo perfecto
de eso que fue apenas el huidizo y precario polvo








La despedida de la muerte

Hablo de mí porque sé que la vida
lava mi faz con sudor de los otros,
que también soy, pues todo aquello soy

que alrededor se calla, y piedra o agua
murmura apenas: —Tu tiempo es la traba
que te impide tener la calma clara

del suelo de lajas que el sol recubre,
este esperar por todo lo que no corre,
ni para ni apura, y sólo es estado,

y ni aún murmura: —Lo que te traen
es la risa y el lamento, el ser amado
y el rozar cada día tu morir,

que no repone en ti el, sin pasado,
yacer en tu oscuro, pues heredaste
y legas susurro, ruido de pasos,

una sombra, un contemplar el paisaje,
memoria, caldo, humus, y he aquí que el mundo
nada rechaza, siendo pobre y triste

en el lustre que nos da. La madrugada.









Soneto

Una ausencia de mí por mí se afirma.
Y, partiendo de mí, en la sombra sobre
el suelo no mío, en el césped simple
el otro ser que soné se echa y sueña.

¿Lo soñé o me soñé? Me soñó el otro
—y el mundo que me circunda, aire, flores,
las bichos bajo el sol, la lluvia y todo-
o fue el sueno de los demás que sueño?

Me vistió la epidermis de la vida,
o breve imaginar de un ocio inútil
se irguió de la sombra a mi carne, o soy


un capullo de tiempo, centro y soplo
del otro ser absorto que de mí habla
y que, sanando el mundo, en mí se acaba.









Imitación de Botticelli

Como la luz en una caja de naranjas,
la lluvia sobre la mesa de verduras en el mercado,
desciende la mañana en este jardín, descalza,

y las flores que, trae, en la involuntaria belleza,
parecen, contra su cuerpo de verano hinchado,
musgo, limo, herrumbre, las heridas que los pájaros

abren en la corteza lisa y perfecta de un fruto.



[Traducciones de Carlos Germán Belli]

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