Antonio Serrano Cueto
Cadiz,1965.
Profesor Titular de Filología Latina en la Universidad de Cádiz.
Ha publicado una cuarentena de artículos y trabajos de investigación, entre ellos los libros “Polidoro Virgilio. Libro de Proverbios” (Madrid, Akal, 2007); “Fernando de Arce. Adagios y Fábulas” (Alcañiz-Madrid, C.S.I.C, 2002).
El libro de microrrelatos "Fuera pijamas" (DeBarris-Montcada, 2010) y el poemario "No quieras ver el páramo" (Isla de Siltolá, 2010), así como relatos y poemas en varios libros colectivos y en espacios de la red. Fue ganador del V Premio de Microrrelatos El Basar de Montcada (2008).
Herrumbre (o fuego en oriente medio)
Nace esta luz primeriza de enero
con herrumbre de antaño.
¿Por qué nadie cierra las puertas orientales
del templo de Jano?
Sobre su efigie bifronte
(un mirar bien de frente bastaría)
se arraciman pájaros de arena.
¿Y los niños, por Dios,
dónde están los niños
que le tiraban nueces a la cara?
Nace muerta esta luz primeriza de enero.
EL VUELO
Dos maniobras de vuelo
y llega a cumplimiento
la vida.
Sobran empuje y pista en el despegue,
parece sobrar ámbito en el cielo.
¡Qué ocupados los ojos en gozar las alturas,
en medir los espacios verticales!
¡Qué placer percibir la rasgadura fugaz
del aire que las nubes cicatrizan!
Volamos supendidos
merced a ignotas fuerzas y ajenos albedríos…
Mas poco nos importa.
Sólo cuando dejamos la horizontalidad
del venablo certero, ya entrevista
la urbe anochecida,
sentimos cómo oprime el cinturón
que desapercibido nos ciñó a la salida.
Dos maniobras de vuelo,
sube y baja la vida.
CANCIÓN NUPCIAL
¡Oh!, Himeneo, Himeneo, ven,
en casa de la novia se requiere tu presencia.
El padre sin descanso te apremia,
y te apremia el novio, vigoroso como Ares.
¡Oh!, Himeneo, Himeneo, ven,
ven con antorchas, Himeneo, que doren
las espiras de tus bucles,
siembra de luminarias el camino negro
que conduce a la casa del novio.
¡Oh!, Himeneo, Himeneo, ven,
el cortejo aguarda dispuesto tu guía,
mientras mozas casaderas tejen guirnaldas
con cánticos festivos y desvergonzados.
¡Oh!, Himeneo, Himeneo, ven,
llévala al fin hasta el tálamo florido,
donde Venus ya apareja dardos, escudos,
lances y treguas para el primer asalto.
RESISTENCIA
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando…
J. R. J.
Lo acepto: quede el aire, quede el agua,
quede la tierra hollada por los años,
quede el fuego que alienta, queden pájaros
y trinos en la bóveda celeste,
quedes tú más allá de todo viento…
Pero aceptar que queden esta mesa,
este viejo sillón y esa ventana
después de mi partida,
¡cómo cuesta!
cantando…
J. R. J.
Lo acepto: quede el aire, quede el agua,
quede la tierra hollada por los años,
quede el fuego que alienta, queden pájaros
y trinos en la bóveda celeste,
quedes tú más allá de todo viento…
Pero aceptar que queden esta mesa,
este viejo sillón y esa ventana
después de mi partida,
¡cómo cuesta!
"No quieras ver el páramo". Ediciones de la Isla de Siltolá, 2010
EL POETA ACECHA EN LA NOCHE
Hay instantes que giran
sobre su gozne...
Rafael Guillén
Tu instante liminar está en la noche,
nos lleva de la mano a lo escondido.
Gran experto en las artes fronterizas,
maestro en la inocencia sigilosa
que repta acariciando,
cuando prende en nosotros
la llama turbadora de tu voz,
ardemos como teas en las cumbres,
caemos como ascuas al abismo.
Es la noche su espacio
En la cabalgadura de la noche
lentos jinetes cruzan
en pos de torreones y almenaras.
La luna, las estrellas, las montañas
y el rizado cabello de los árboles
ensanchan los extremos del camino.
Es la noche su espacio,
la anchurosa llanura donde pierden
las horas su compás y disciplina.
Ahí se verifica la mudanza
en lo que somos: ser lo que queramos,
estar en los lugares del antojo,
desvivirnos en otras vidas nuestras.
Lo inverosímil llega con el día.
(col. Poesía-Siltolá, 12)
EL POETA ACECHA EN LA NOCHE
Hay instantes que giran
sobre su gozne...
Rafael Guillén
Tu instante liminar está en la noche,
nos lleva de la mano a lo escondido.
Gran experto en las artes fronterizas,
maestro en la inocencia sigilosa
que repta acariciando,
cuando prende en nosotros
la llama turbadora de tu voz,
ardemos como teas en las cumbres,
caemos como ascuas al abismo.
Es la noche su espacio
En la cabalgadura de la noche
lentos jinetes cruzan
en pos de torreones y almenaras.
La luna, las estrellas, las montañas
y el rizado cabello de los árboles
ensanchan los extremos del camino.
Es la noche su espacio,
la anchurosa llanura donde pierden
las horas su compás y disciplina.
Ahí se verifica la mudanza
en lo que somos: ser lo que queramos,
estar en los lugares del antojo,
desvivirnos en otras vidas nuestras.
Lo inverosímil llega con el día.
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