José Icaria
José Icaria nace en Almería (la última capital republicana en rendirse a las tropas franquistas), un día del mayo francés: ¿signos premonitorios? Hijo de inmigrantes, despierta a la vida en Barcelona, “la botiga més gran del món”, donde transcurren la mayor parte de sus días hasta el momento. Perpetuamente expulsado de las clases, primero en el colegio, después en el instituto (donde es obligado a firmar una orden que textualmente reza: “cualquier comentario –de índole verbal o mímica- que sea calificado como irrespetuoso por parte de sus profesores -sean cuales fueren las razones que lo motivaron- será causa de expulsión automática”, después de ser sometido a una especie de juicio sumarísimo), finalmente en la universidad, donde encuentra grandes dificultades para desarrollar un pensamiento original: había que hacerlo dentro de los marcos fijados por los grandes filósofos (algunos de sus exámenes ni siquiera se corrigen). Finalmente abandona la Facultad de Filosofía e ingresa en ese largo viaje hacia la nada que supone el mercado laboral. Sucesivos contratos temporales y estancias en el paro se encadenan a través de más de veinte años de abusos y precariedad (siempre resonantes las palabras de un viejo sindicalista, que pronunciara justo antes de jubilarse: “todo lo que nosotros conseguimos a través de años de lucha, lo dilapidaréis vosotros enseguida…”) Trabaja de pintor, repartidor de guías del teléfono, soplador de vidrios, encofrador, prensista,… diseñador de páginas web, y también de cartero, como Bukowski.
Malestar en el Paraíso
Durante el invierno del 2003 escribe Malestar en el Paraíso, durante dos meses febriles auspiciados por una nueva estancia en el paro.
Malestar en el paraíso muestra el interior de la máquina tragaperras: los distintos carruseles, donde los premios se ensartan, para delirio de la población, y las tripas inmundas, donde el dinero se almacena hasta el momento de la periódica recogida.
La historia presenta, a menudo, instantes en los que es posible ver -a través de la niebla- la cruda verdad, el interior de la máquina. Uno de esos momentos privilegiados sobrevino en el invierno del 2003: quedaba claro, para cualquiera que tuviera ojos y oídos, que la destrucción y la mentira constituían el fundamento y la argamasa primigenios de nuestra ensalzada civilización.
También había un espacio -por pequeño que este fuese- para la esperanza, siquiera en el otro lado del eje de simetría. Pero he ahí la fuerza, la dinámica de contrarios, que nutre y configura nuestro universo.
Destrucción, mentira y una pequeña dosis de esperanza, constituyen los tres planos sobre los que se alzará esta especie de libro desplegable de nuestro tiempo, caracterizado por la precariedad, que afecta, no sólo a las condiciones de vida, sino también, y más íntimamente, a nuestra propia esencia humana.
(El libro fue publicado durante el invierno del 2009, de forma totalmente autogestionada –junto a otros, de diferentes autores- por el Grup Aude, que se constituía en una pequeña editorial, del mismo nombre, gracias a la colaboración de una pequeña imprenta del barcelonés barrio de Gràcia).
El Grup Aude
Durante dos años, José Icaria integra –junto a otros artistas: músicos, poetas, performers- el Grup Aude, del que es cofundador, formado en Barcelona a principios del 2008 con el objetivo de compartir y promocionar la obra poética de sus componentes.
Aude crea y gestiona su propio sello editorial, del mismo nombre, y distribuye sus libros sin intermediarios y a unos precios asequibles que el mismo grupo establece y controla -precios que hacen posible únicamente la financiación del proyecto, no el lucro económico-. Asimismo, hace llegar sus publicaciones a una red de librerías, centros cívicos, asociaciones sociales y culturales, bibliotecas…, que considera entidades sensibles a un proyecto de esta naturaleza.
Al mismo tiempo, Aude presenta su obra en actuaciones que se distancian del formato clásico de recital poético: se trata de representaciones en las que interactúan diversas disciplinas artísticas tales como la poesía recitada, la música o la danza-teatro entre otras.
Aude publica también publica una revista trimestral con artículos, poemas, fotografía artística, información añadida sobre el grupo, etc.
La creación y gestión de un sello propio –con precios muy por debajo de la media- así como la representación de actuaciones abiertas al arte y la cultura en general, responden no sólo a una manera de hacer propia, sino también a una intención: que la poesía pueda llegar a derribar ciertos obstáculos que en la actualidad la separan de una buena parte de la sociedad.
Aude -que significa ‘atrévete’ en latín y que proviene de la cita de Horacio: ‘Sapere Aude’: ‘atrévete a saber’- cree en el poder transformador, tanto en lo individual como en lo colectivo, de la poesía y del arte en general, y apuesta por esta vía no sólo porque sea su vía expresiva natural, sino también porque confía en su poder transformador.
Quizá la experiencia más decisiva –sin menospreciar diversas acciones de calle- fue la obra “Miedo”, en la que confluían la poesía, la música y la danza-teatro.
El miedo, una sensación tan intrínsecamente humana, se halla en el centro mismo de nuestra experiencia, tanto individual como colectiva. Instinto básico responsable de nuestra supervivencia puede ofrecernos, en determinadas situaciones, una cierta sensación de confort y seguridad, pero puede también llegar a convertirse un serio lastre que nos impida crecer (no en los términos económicos, sino del conocimiento y del espíritu).
El miedo a lo indeterminado se transforma, a menudo, en una eficaz herramienta del poder que acaba reduciendo a los individuos a una retórica del tipo "qué se le va a hacer", paralizados por una agobiante sensación de impotencia.
El espectáculo se propone nombrar el miedo, los miedos, y encararlos, encararnos frente al espejo; mostrar las distintas luchas internas que reprimen y coartan nuestra libertad. Pero también propone una salida, la conquista de una cierta paz interior. Es una apuesta por la libertad a través del valor del autoconocimiento. ¡Atrévete a conocerte!
Actuación en Harlem Jazz Club:
http://www.youtube.com/user/audevideos#p/u/3/wIJg9ZQf63g
Meteoritos, poesía, fuego, piedra
Actualmente, José Icaria presenta, bajo el título de Meteoritos, poesía, fuego, piedra, una antología de su obra poética, tanto la publicada como aquella que permanece tercamente inédita. El recital, acompañado de música de saxo compuesta por el propio autor, consta de tres partes, dedicadas respectivamente a poemas sociales, de amor y metafísicos.
http://www.youtube.com/watch?v=UQTjcsFRRN8
(Este recital de poemas de JOSÉ ICARIA fue realizado en los locales de VEÏNS DE LA BARCELONA VELLA programado por GENTE DE TEATRO dentro del ciclo de poesía" A golpes de voz". Más información en http://www.teapoe.blogspot.com).
Sucesivamente verán la luz tres libros de poesía y dos de cuentos, uno de ellos para niños de edades avanzadas. Pero sin prisa…
Blogs, etc.
Blog personal: http://joseicaria.blogspot.com/
Lectura de poemas de JOSÉ ICARIA en los locales de VEÏNS DE LA BARCELONA VELLA programado por GENTE DE TEATRO dentro del ciclo de poesía" A golpes de voz": http://www.youtube.com/watch?v=UQTjcsFRRN8
Grup Aude: http://www.grup-aude.net/
“Miedo” en Harlem Jazz Club: http://www.youtube.com/watch?v=wIJg9ZQf63g
Arranqué de mi pecho el corazón y lo ofrecí al mundo
Con un postrer esfuerzo,
arranqué de mi pecho el corazón
y lo ofrecí al mundo.
Y el mundo era un pez globo
que, con indecible indolencia, lo tomó,
ajustó convenientemente su lente
de joyero y, sin gran interés,
lo examinó desde diversos ángulos.
Después, meneando negativamente
la cabeza, volvió a depositarlo
sobre mi pecho sangrante;
y se alejó de allí,
pensando tal vez en la familia,
en el trabajo, o quizá, en esos
viajes, esas fiestas, que no están
al alcance de cualquiera.
Ausente perforado
Ausente perforado
en tantos y tantos lugares
mudo
recorrido
por sombras de antiguos pesares
Callada la noche
viene y gobierna
la vastedad de una sombra sin tregua
Cano el día
restalla
y rasga
las telas sucesivas
(burdo escenario en la cruel tragicomedia)
donde pululan espectrales formas vivas
Cómo puede la ausencia
volverse espacio,
volverse materia?
Yo camino y paso
a través de calles, a través de humanos
cuando mis miembros (insoportable lepra)
se separan y alzan y estallan
unos metros más arriba
hasta volverme puramente nada.
Pero, al día siguiente, despierto en mi cama
intacto,
y con el alma vacía.
El beso de la Muerte
Un estremecimiento de gozo
-en el dolor-
sacude entero mi cuerpo,
como un campo de trigo
mecido por el viento.
Es el beso de la Muerte.
Mi vida, un pasadizo angosto y frío
Mi vida, un pasadizo
angosto y frío,
crudamente iluminado,
que no lleva a parte alguna.
Galerías y corredores
-laberínticos y circulares-
excavados en la roca,
donde sólo transitan
fugaces, tenues fantasmas,
y sonidos subacuáticos
de inframundo:
cañerías,
muebles,
que crujen en la noche.
Recuerdo tu rostro
-lo he visto en algún frasco-:
el verde, el amarillo cadavérico,
y las facciones abotargadas,
apelmazadas contra el cristal.
Estalactitas y estalagmitas de dolor,
paredes que rezuman sangre,
insectos, parásitos,
caen de todas partes,
y a nuestros pies,
un denso río de vómito
y aguas fecales.
...ya pasé por aquí, en otra circunvolución:
está mi graffiti -grabado en piedra-
y el de alguien, que me precedió...
Once de Septiembre, año 2001
Han caído las Torres
sobre el tablero del mundo:
once de septiembre,
año dos mil uno.
Devoradas por las llamas,
ardieron
durante horas insoportables.
Los gritos demenciales
casi destacaban
sobre los gritos habituales.
Al final, frente a todo pronóstico,
se desplomaron a media tarde.
Compendio de horrores, compendio de males
-harto frecuentes en nuestra historia-
caídas, en vez de alzadas
-entre humos, entre huesos, entre escoria-
como un aciago monumento,
como una cruda advertencia,
en los albores de un nuevo siglo,
que nace,
sin excesiva fe en sí mismo.
Han caído reyes,
han caído cientos de peones:
la sangre mana, sin cesar,
a borbotones.
Pero, ¿dónde está la solución?
La raíz del problema, ¿dónde?
Yo me niego a seguir esta comedia, este horror,
esta tragedia,
de niños consentidos que invariablemente,
apoyan siempre al más fuerte.
Alfiles enajenados,
corroídos por el odio y la ambición,
envían caballos alados
dispuestos a inmolarse,
ansiosos de arrojar excrementos incendiarios
sobre la inerme población.
Y, al final, cuando ya no quede nada,
nada,
-salvo jirones de humo y arcilla seca,
derruidos termiteros, esqueletos inciertos-
sobre la yerma cuadrícula del tablero,
¿quién habrá ganado la fenomenal batalla?
-¡Gana la banca!
...?
-Ni blancas ni negras,
¡Gana la banca! -reirá la muerte,
cabalgando jocosa una ilusoria L
sobre el tablero desolado:
-JAQUE MATE.
Nuestros demonios aúllan fuera
Nuestros demonios aúllan fuera,
y las ventanas tiemblan pavorosas,
en la larga noche corrompida
de las verdades temblorosas,
hechas al fin verbo, al fin carne, al fin trueno,
y,
ja, acostumbrados como estábamos
al traje cómodo y recién planchado
de las cosas que van bien,
y de repente, otra vez,
con los huesos a la intemperie,
y la muerte, socavando nuestros pies.
El mejor de los mundos posible
Nacer
a un mundo
donde las suertes han sido ya asignadas.
(Partir
con desventaja).
Pasar
por la infancia
como un juguete roto.
(Sufrir, del adulto,
el impune robo).
Brillar
y arder fugazmente
en la rápida hoguera adolescente.
(Llevar
bridas y ser
salvajemente domado).
Acceder
al trabajo,
perder todo derecho, volver al paro.
(Padecer
la confabulación de ineptos y enchufados).
Enmudecer,
malvivir atado de pies y manos,
mientras otros hablan y toman las decisiones;
habitar un gélido supermercado,
erigido sobre los restos de antiguas poblaciones;
y saber,
que en la trastienda de cada Banco,
una oscura trampilla se abre
al despacho de inmundos dictadores.
Humo, viento, polvo, cenizas, nada.
Coágulos de mentira y falsedad.
La fetidez de la carne, pudriéndose al Sol.
Ríos de hambre, ríos de sangre.
Reproducirse
(reproducir el error). Y
morir,
y morir. Y morir. Y: ¿hasta cuándo?
Una sana costumbre
Cuando volvíamos de vacaciones,
mi padre tenía la sana costumbre
de castigarnos sin motivo,
no fuésemos a pensar
que la vida era una fiesta.
Como un terrorista de Hamás
Si yo pudiera
estallar,
como un terrorista de Hamás
-pero sin necesidad de explosivos-
simplemente
fff – fff – fff,
hincharme como un sapo,
en un hartazgo
de tristeza
o alegría
-eso, a fin de cuentas,
importaría bien poco-
y
fff – fff – fff,
boooouuuummm,
explotar, explotar, explotar,
y llover sobre los demás
en forma de petróleo y lluvia ácida,
para toda esa miseria autocomplaciente,
para todas esas caras recortadas
del anverso de un euro
que se pasan el día
repitiendo por favor y gracias,
siéntese, no le atenderé si no se calma;
explotar, explotar, explotar,
y llover sobre los demás
en forma de semen, maná,
lluvia dorada,
para todas esas miradas lujuriosas
que chisporrotean junto a uno al pasar;
explotar, explotar, explotar,
y llover sobre los demás
en forma de estrellas
y pétalos de rosas y besos
profundos, voluptuosos,
para toda esa gente cuyas miradas
son como faros para el navegante,
cabezas mecidas por una suave
brisa de notas ondulantes
que jamás perdieron la limpieza
de un cielo de agosto
y el alegre tintineo de las
sonrisas infantiles.
Sólo por vosotros,
sólo por vosotros,
el mundo conserva sus colores,
sus aromas,
dos o tres corales no blanqueados,
cierto número de árboles
que aún mantiene
la costumbre de florecer en primavera
y la pureza incorruptible
de cada nuevo amanecer.
Explotar, explotar, explotar,
y desgajarme como un higo abierto
o un tomate partido por la mitad,
para que tú te me untes
sobre el pan moreno de tus nalgas,
tersas y aromadas.
Y vaciarme para siempre en la nada,
reverberando sincopadamente en el espacio
antes de disolverme en una nube
de gas y polvo,
acordes, armonía,
risas femeninas,
tormentas de agosto,
cortinas de polen y plancton
y aromas de almizcle y ambrosía.
Las últimas ondas en el estanque.
Y, finalmente,
nada.
El mar
El mar
con furia
rudamente
copula
contra las rocas.
Después
lánguidamente
se retira
a dormir su siesta
de mareas bajas,
mientras
la Tierra,
mecida aún por el ensueño
que rememora
cálidamente
el furioso encuentro,
sonríe
y exuda
un sinfín
de flujos milenarios.
He decretado la felicidad
He decretado la felicidad
(mangas cortas para el frío)
por absoluto y necesario,
imprescindible
imperativo vital.
De todo, yo me río,
preciso -siquiera unos instantes-
brillar
en la tibia aurora evanescente
del incipiente
sol primaveral.
Mientras Europa arde,
Mientras Europa arde,
¿a qué esperas para manifestarte?
Después dirás, como los progres,
que corrías ante los grises,
que no fuiste un cobarde.
Pero tus hijos se preguntarán
por qué no saliste antes,
por qué se te hizo tarde.
Gana la banca y oscuros
vampiros se relamen.
Las calles te preguntan:
Mientras Europa arde,
¿a qué esperas para manifestarte?
Poesía para manifestantes
Piensa que toda esa furia
que ahora arde en tu interior,
será más tarde lluvia,
será más tarde amor.
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