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jueves, 27 de enero de 2011

3105.- MARGARITA LASSO


MARGARITA LASSO, Quito (Ecuador), 1963
Poeta y cantante de música ecuatoriana popular y de vanguardia. Colaboradora de revistas como Cultura del Banco Central del Ecuador y Letras del Ecuador de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Varios de sus textos constan en algunas antologías editadas en el país. Ha grabado más de siete discos; Luna Desnuda, Villancicos y Canciones de Cuna, Más bueno que el pan, entre otros. Consta en la antología: Poesía erótica de mujeres: Antología del Ecuador, Quito, 2001.






aunque la franja que te atraviesa el pecho es negra
será blanco el esternón cuando te mueras
no la flor de taraxaco y sus flechas de sol crío
no la piel de mirlo que tienes en los ojos
no las venas en la mama de la mama que amamanta
no lengua de minero que come moras y mortiños
no el chasquido del coito en tus riñones
será blanco el esternón será blanco
en cambio la aflicción que te devuelvo astillas de esternón
que lastimaste
será negra
no lágrima de lagartaleche
no las mamas de la mama y su pezón de uvillas
no el aliento de la loba en la cavidad de la neblina
no el sable de la luna ni su boca
no el chasquido del coito en tus riñones
será una franja negra la aflicción será negra





I

y tus besos
como el órgano de la catedral
como sus tubos
largos
como el dejo de sus bajos
tus besos hondos
graves como la octava de pedales
cuyas lentas vibraciones son las últimas que escucha
el oído humano

fértiles como el teclado de tierra
y la resonancia de sus pesados temblores



II

tus besos
guaitambos de carne y jugo
el acento de la incertidumbre en cada movimiento
suave la nave de la lengua
las teclas de madera o de marfil
la exhalación del fuelle y sus columnas de aire
el órgano de la catedral
esófagos y pliegues lánguidos
como las algas del lago que se extinguen
los altares laterales
las alturas oscuras del coro
la cúpula húmeda de los besos
la cúpula de la hembra rezumante
la cúpula del hombre que rezuma
las válvulas de la vulva como un corno nocturno
la piedra estremecida con el intercambio de óleos




III

la catedral de cal
desde los muros escupe el frío
y apaga el candelero

la organista mitiga las pasiones tubulares

en el tumbado frescos de tus buenos designios

contratalones la cicatriz de caudas y cráneos
que fueron arrastrados y rodaron

el portón y su chirrido de gallo degollado

largas la aldaba y la nostalgia
y el ahogo

un hongo en el atrio
la sombra que te nombra

la catedral contrita
resuella
como una flor de hollín
como sobre la arena
una ballena
entre caballos

De, El trazo de las cobras, 1997 South St. Seaport, N.Y.




Al fondo una vieja ciudad sorbe los seres que mueren. Sobre las torres, ámbar cae y lame ventanas y antenas. Lejos de los puentes y las construcciones, en el horizonte, flota un dirigible. Carga oxígeno frío y humo, neblina oblicua, gas para ángeles y alturas. La densidad del aire es su envoltura al vuelo.

A la vista de barcos y botes, el dirigible, cometa con que juega el transatlántico. En su armadura hilos metálicos sujetan arcos de tafetán. Enorme lámpara china, cuando atardece, luciérnaga, el dirigible.

Magia en los ojos y agujas ¿por qué no estás?
La ráfaga helada endura mis pezones.

El dirigible pende del verano que muere y se aleja fatigado. Al muelle no llegan los mensajes que traslada pero mi corazón de gas pesa y cavila como el suyo:

es lento mas no desconfiado acaso pasea

Contemplo el muelle, mar y madera. El agua chacotea y charla.
No refleja la quietud del puerto.

Y las embarcaciones, cuerdas y lonas enroscadas, se dejan mecer libres en las múltiples hamacas azulámbulas.
No reflejan la quietud de este costillar.

En el puerto he dejado la parte de mi sombra que contuvo luz.

No tengo yemas. No tengo dónde remojar el horizonte que tu amor me regala, con qué palpar el astro que crepita y se oculta. Apenas sé condenar la quemadura que fija en mi retina.

Este es un puerto enorme éste es mi corazón que viaja.

Desde el andén no he visto pájaros ni me he quejado. Los que habitan este espacio pescan -como yo- solo la vista de los puentes.
Y helos ahí: albatros de acero que sujetan con cables la isla de Manhattan.
Pero nada vuela.
Solo el dirigible.
Inflamable corazón que se va.



Publicado por Dicción Desnuda

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