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miércoles, 29 de diciembre de 2010

2875.- PHILIPPE JACCOTTET


Philippe Jaccottet (Suiza, 1925)
Poeta suizo en lengua francesa nacido en Moudon. Después de cursar estudios de letras en Lausana, vivió durante algunos años en París como colaborador de la editorial Mermod. Casado en 1953 con la pintora Anne-Marie Aesler, se instaló en Grignan (Francia), donde vive desde entonces. En ese mismo año aparece su primer libro de poemas, L'Effraie et autres poèmes, a los que han seguido, El ignorante (1956), Airs (1964), A la luz del invierno y Pensèes sous les nuages. En sus últimos libros, Cahier de verdure y Después de muchos años, combina la prosa y el verso. Está considerado uno de los poetas actuales más importantes en lengua francesa.




La voz, de El Ignorante

¿Quién canta ahí cuando toda voz se calla? ¿Quién canta
con esta voz sorda y pura un canto tan bello?
¿Será fuera de la ciudad, en Robinson, en un
jardín cubierto de nieve? ¿O es ahí, muy cerca,
alguien que no sospechaba que se le escuchase?
No nos impacientemos por saberlo,
pues no de otro modo precede al día
el pájaro invisible. Tan sólo permanezcamos
en silencio. Una voz sube, y como un viento de marzo
restituye su fuerza a los bosques cansados, nos llega
sin lágrimas, más bien sonriendo ante la muerte.
¿Quién cantaba ahí cuando se apagó nuestra lámpara?
Nadie lo sabe. Pero sólo puede oír el corazón
que no busca posesión ni victoria.

Traducción: Rafael-José Díaz





Tú estás aquí

Tú estás aquí, el ave de viento gira
Dulzura mía, herida mía, amor mío.
Viejas torres de luz se desvanecen
Y la ternura entreabre los caminos.

La tierra es ahora nuestra patria.
Entre la hierba y las aguas avanzamos,
Del lavandero donde brillan nuestros besos
Al espacio que fulminará la guadaña.

“¿dónde estamos?” Perdidos en el corazón
de la paz. Aquí, bajo nuestra piel,
bajo la corteza y el barro, sólo habla.

Con su violencia de toro, la sangre
Fugitiva que nos confunde y nos conmueve
Como esas maduras campanas sobre el campo







Ahora sé

Ahora sé que no poseo nada, ni siquiera
Ese oro hermoso hecho de hojas marchitas,
Ni esos días que vuelan del ayer al mañana
Con grandes aletazos hacia una feliz patria.

La emigrante mustia , la belleza liviana, huyó
Con ellos, con sus falaces secretos,
Envuelta en brumas. Sin duda la conducirán
A otro lugar,; a través de estos bosques lluviosos.

Como antaño, me hallo en el umbral de un invierno
Irreal, donde canta el pardillo, obstinado, única llamada
Que no cesa, como yedra . Mas ¿quién puede decir

Cuál es su sentido? Veo mi salud disminuir,
Semejante a ese leve fuego de más allá de la niebla
Que un frío viento aviva, apaga... Ya es tarde.







Interior

HACE mucho tiempo que intento vivir aquí,
En esta habitación que aparentemente amo,
Con la mesa, los objetos indiferentes, la ventana
Que se abre al final de cada noche a otro ramaje,
El corazón del mirlo late e la hiedra sombría,
En resplandor consume en todas partes la antigua oscuridad.

Yo también acepto creer que todo es aquí dulce,
Que estoy en mi casa, que el día será hermoso.
Pero justo al pie de la cama está esa araña
(A causa del jardín) que no he pisoteado
Bastante, y se diría que aún fabrica
La trampa que espera a mi frágil fantasma




Fragmentos de agosto

I

Rosa, de pronto como una rosa
surgida en la estación fría.
No hay nieve,
pero si mucha agua animosa por las rocas
y violetas en medio del sendero.

Agua verde a causa de la hierba.

Rosa, puerta del año.

Como la rosa furtiva en la mejilla,
la nieve que se borra antes de tocar el suelo,
bienhechora.


II.

Tarde en la noche de agosto,
el ojo de Tauro se enrojece
como si fuera a sembrar la tierra.

Sabe que acabarán con él tarde o temprano
y que en este lado del cielo
ninguna vaca pasta.

¿De qué hoguera han escapado estos abejones?

Cuando mis pensamientos arden,
sé por qué es.


III

En esta noche,
en este instante de esta noche,
creo que incluso si los dioses incendiaran
el mundo,
de él seguiría quedando una brasa
para volver a florecer como una rosa
en lo desconocido.
No soy yo quien lo ha pensado ni lo ha dicho,
sino esta noche de invierno,
sino un instante, ya pasado, de esta noche de invierno.


IV

Orden a los pastores ausentes:
que retengan a las ciervas que se escapan,
mal aconsejadas por las nubes,
que desaten una a una las trenzas de los arroyos,
que protejan las hierbas raras de la cañada
y que hagan tañer el marfil de las piedras
en la montaña en que cada árbol se dobla como lira.

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