Alfredo Piquer Garzón.- ( Madrid 1951). Licenciado en Filosofía y Letras (Historia Antigua), Graduado en Artes Aplicadas (Litografía) , Doctor en Bellas Artes (Esp. Grabado). Es Profesor Titular de Universidad en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid donde desempeña labor docente e investigadora. Ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas nacionales e internacionales. Obtiene varios premios de Pintura y Grabado. Actualmente dirige y coordina el Grupo de Poesía del Círculo de Bellas Artes de Madrid donde ha sido Premio de Poesía de la Institución en 2002.
Otra historia.- ( A Homero, confiando en su indulgencia)
Durante muchas noches soñé sobre cubierta
que tejías paciente el sudario de Laertes
en el telar antiguo donde urdiste
nuestra historia de amor ;
que en silente secreto deshacías lo hecho
engañando el apremio infame de tus pretendientes.
A través de las islas y en el tedio espantoso
del océano frío y la lluvia de invierno
que empapaba las tablas de la ligera nave,
pude escuchar el canto dulce de las sirenas
que volaban en torno al alto mástil
donde me ataron firme los viejos camaradas
y que alivió el terrible tiempo de soledad
y vacío que me dejó tu ausencia.
Decían que eras fiel, que me habías amado
sinceramente y me amabas aún y me esperabas
anegada de mi mismo vacío, con los ojos en lágrimas.
Y nunca llegué a Itaca,
a comprobar fehaciente tu explicación extraña,
la traición que ocultaste a aquel poeta ciego
que contó nuestra historia;
el relato imposible que sobre las rompientes
susurraron piadosas las aladas sirenas
de tu fidelidad tejida y destejida
de sudor y de besos y de olvido de lotos
y constantes huídas como golpes de océano;
a constatar de cerca tu delirio de amantes;
a destejer yo mismo la complicada urdimbre
de toda tu mentira, el oleaje adverso,
el viento veleidoso, oscuro y el silencio
con que alejaste siempre mi nave de la patria.
Al vent
Aquella fue realmente una época fúlgida
sembrada de ilusiones y proyectos y sueños.
Una generación entera constataba la inercia
de la España caduca sesgada y sometida.
Yo fui uno más, quizá atemorizado
hijo burgués de familia católica
al que dijeron que los hombres son iguales,
la dignidad humana la mas alta,
la inteligencia y la cultura los valores,
el amor, la esperanza: las premisas del mundo
y que creyó firmemente aquel mensaje.
Romántico? De sobra, por fortuna.
Pero acusadme solo de haber sido estudiante
en los últimos años del franquismo.
Sensibles como poetas a los vientos del pueblo
que llevan y que arrastran
Empezamos a oir que era Mayo en París;
que en el puente de Carlos tenía Praga
un horrísono estruendo de cadenas de carros
de combate aplastando amapolas;
y en el cañón de los fusiles portugueses
brotaban los claveles como anuncios
de libertad bella y apasionada.
Profesiones de fé cantares emotivos
que hablaban de no vender el alma
jamas, aunque fuese mas fácil,
encontrar en el mar las rosas anheladas.
Éramos estudiantes, de vocación traperos,
tal vez titiriteros, como Serrat algo poetas,
dispuestos a tirar tu por aquí yo por alla,
y hacer caer la estaca y podernos liberar.
Y el poeta fue él, bajando estrellas rojas
al firmamento negro de la boina
y del pelo crecido de heróico gruerrillero
y a un diario escrito allá en la sierra alta
de Bolivia, allí y aquí dejándonos su clara
su entrañable presencia, comandante,
hasta la victoria siempre, comandante.
Y eran simples y hermosas las máximas
del presidente Mao en el librito rojo
pasado en la frontera escondido en la ropa
Por la curva del “edificio B” a Filosofía
bajan los “zetas” infestados de “grises”
David multiplicado, la trenca y la bufanda
larga y negra con la franja azul claro
desde escasos tres metros lanza eficaz la piedra
directa al parabrisas del Goliat metálico.
Por la curva del “edificio B” en Filosofía
aguantando a pié firme, inamovibles
con la piedra en la mano
el galope veloz de los caballos
aquellas porras largas de temor y de saña.
Esparcidos por tierra los apuntes, los libros
de Anatomía, de Poesía, de Historia
Latín, Filosofía; derribados por tierra
los libros de Aranguren o de Herbert Marcuse.
Desalojábamos las asambleas, los cantos,
las cajas rasgueadas de las viejas guitarras
inquiriendo respuestas que aun flotaban al viento.
Roja la propia sangre, la de los compañeros
también ensangrentados cuando las gruesas puertas
de cristal del hall se desplomaron
por la presión y el miedo reducidas a añicos.
A la carrera; detrás el terror cierto
de los grises, los golpes y las detenciones;
salvando terraplenes de inexplicables saltos
como teniendo alas allá en la Complutense.
Y las porras cebándose por un mísero sueldo
de los esbirros ciegos , los perros del sistema
siempre los perros , de gris, azul o sepia.
Sin importarles cual, los perros del sistema.
Antes Julian Grimau, despues tú Enrique Ruano:
el día que la político social subió a tu casa
tenías previsto casualmente el suicidio.
Volaban también por las alturas los obreros
de Standard Eléctrica y Marconi
muertos por disparos efectuados al aire.
Del abrigo de Pedro Sanchez, amigo y compañero
surgieron los panfletos contra Nixon
donde paraba “el F “ en Reina Victoria.
Le detuvieron los “sociales”, sabeis lo que era eso?
De la melena rubia le agarraban para tumbarle al suelo
en Sol, la D.G.S., y entre una y otra patada
alguno le decía: “tu madre es una puta, ayer me la he tirado”
No os exagero nada. Aunque cuento tan solo
personales y pequeñas anecdotas.
Quizá por pocos años no vivisteis aquello.
La experiencia consciente de la época
todavía cercana que hoy vuelve a la memoria
en los que era arriesgado charlar sobre política,
y el acorazado Potemkim atracaba en un piso
escondido en un proyector de dieciseis milímetros.
Fue el tiempo de la fé, la fé en el hombre
La justicia social, la igualdad y el progreso
La paz entre los pueblos, el tiempo del espíritu,
que late aun como rescoldo vivo
en la memoria, el corazón, y el sueño.
Quién hubiese siquiera sospechado
tras las banderas tan brevemente enarboladas
este otro tiempo de regresión oscura
a la prebenda, la clase, el privilegio;
este tiempo terrible de opresión y de guerra,
de genocidio , de tortura en masa,
la despiadada “razzia”, desatada y salvaje,
el saqueo voraz, furor capitalista ,
la prepotencia cínica de los poderosos
de los depredadores campeando a sus anchas,
la revancha falaz, reaccionaria de la derecha infame.
Y aunque ni el mismo Esquilo dé fé como testigo
no muere aun la ciudad arrasada;
caida Atenas pero vivos sus hombres,
palpitante en el alma aun el proyecto
irrealizado de solidaridad y de justicia.
Sensibles como poetas a los vientos del pueblo,
el rostro al viento, los ojos, las manos, el corazón
al viento de juventud, sincero, ilusionado,
como sangre renovada de la historia del mundo
Todavía son rojas nuestras rosas
son rojas nuestras venas, nuestra sangre
encendida, son rojos nuestros sueños.
Para poder pisar las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada
Y resistir otra vez este taimado asalto,
calado el casco y en la mano el arma,
como Allende lo hizo en la Moneda.
Y si levanto el puño cuando entono
aquellas viejas canciones de combate,
profeso la poesía y la esperanza,
rechazo el desencanto que os hace estar de vuelta,
el pragmatismo que ha roto vuestros sueños;
y aun siendo mas ingenuo cada día,
para escribir los versos que son mas necesarios
me queda la memoria aun incorrupta
y la impronta en el alma
de aquella juventud generosa y rebelde,
ya nunca derrotada.
Alfredo Piquer.
(Escrito bajo el gobierno Aznar)
No me llames, renuncio a tu palabra,
huyo con la marea, claudico, retrocedo,
ya no habrá mas acoso de nuevas pleamares.
Vuelvo hacia atrás, soy anónima umbría
en los azules pazos que hoy invade la niebla;
donde ya solo cunde este llanto callado
de escoria y de ceniza
y se han tomado en piedra las pálidas sirenas
que proclamaron mi nombre en la resaca ;
que un día sostuvieron mis blasones de espuma.
Como las tristes alas del silencio este dolor de fuego
es ya solo el fantasma que crepita en los bosques
y ha vestido la tierra de luto riguroso,
de una extraña marea de ajados vegetales
como las cruces de un ocre cementerio.
No me llames, porque ya he regresado
a la tiniebla helada del granito,
al lodo desolado del lecho portuario,
donde el alcohol de cobre de viejos alambiques
adormece la ardiente memoria del fracaso.
Aquí yacen las naves de fingida inocencia
que traficaron con mis sueños de amor,
que arrojaron al agua con prisa delincuente
incontables alijos del polvo de mi nombre.
Seré el último muerto en la Quintana
detrás de aquella fábrica de piedra atormentada
donde el sol del crepúsculo pinta dorados líquenes
y detienen sus rutas circulares los astros.
y seré piedra rota, talla decapitada
de un anónimo apóstol de arquivolta.
Me perderé en la playa
para trazar finales trayectorias oscuras
que conducen hacia el único norte,
hacia el mar que ilumina con brasas minerales
el brillo plateado de los seres marinos.
Hasta que ya no puedas soportar por más tiempo
la ausencia de mi nombre entre en tus labios
el sonido perdido que solo tú convocas
como creciente flujo de aguas que te cercan
y atraes como la luna;
hasta que vuelva a crecer en tu boca
y me llames y digas: eres tú la palabra
el fuego y el olvido, el nombre que no ceja
como el mar que siempre se renueva
y vuelve, y vuelve, y vuelve
y vuelve para siempre.
II.-
Bomarzo.-
Porque los dioses permanecen mudos
bajo el musgo y el liquen de la piedra
y los gigantes paran su enconado combate
para hacerlo perpetuo.
Este jardín fantástico fue el sagrado bosque
donde mi antigua nobleza de duque enamorado
esculpió la quimera de un falso paraíso
de deidades antiguas tornadas en engendro,
donde se abren ocultas las desdentadas fauces
de la puerta grotesca que conduce al infierno.
Tú, enfebrecida Euménide que hiciste de esta fronda
pesadilla sombría, pétreo laberinto de ennegrecida hiedra.
Mi apostura que, erguida, iluminó tus ojos
no es ya sino joroba que ha menguado mi talla
y me ha hecho repulsivo.
Porque pasado el tiempo,
han surgido los monstruos en los rincones fríos
del parque abandonado cada vez mas oscuro
de los días. Solo bestias extrañas
pueblan hoy los senderos del antiguo cortejo.
Oh parque de misterio donde el amor
fue presa de dragones de ira y atroces cancerberos ;
en donde las Erinias ofrecían impúdicas
la oquedad tenebrosa de su sexo viscoso
descargando crueles su némesis de saña.
Donde un turbión de hojas levantadas de pronto
en frenética danza de viento enfurecido
y la lluvia violenta que empapaba la tarde
reclamaron de pronto el espacio vacío
donde los monstruos viven, espantoso
y eterno, su infinito silencio.
III.-
“Un corcel de penumbra atropella su sangre
de tigre y mariposas”
(Oscura Hueste. Santos Dominguez Ramos.
Las Provincias del Frío.)
De que me serviría que dijera
que aunque tu no lo sepas
hay un tigre que rampa en el abismo
de mi pecho
si son, desfallecidas, mis manos
las que ya no podrían, mariposas, tocarte
De qué me serviría que dijera
que mi amor está intacto
que se alimenta todavía del escombro del tiempo
y los días quebrados empapados de llanto;
que dijese, cuando se haya borrado mi memoria
y yazga en el olvido de la tierra
que aun tengo veinte años.
De que me serviría si mides todavía los sueños
con un reloj de arena que supusiste eterno
si el niño que se esconde en mi impaciencia
mi prisa contumaz, mi falta de cordura
aun sigue detenido ante el escaparate
que fascinaba sus ojos infantiles
sin advertir que han pasado los años a su espalda
contemplando el tren sobre las vías circulares
que llevaría su vida hacia ninguna parte.
Y tu eras solamente la muñeca de trapo
con el pelo de lana
donde sonaba una música exigua de cajita
que se apagó hace tiempo.
Oscura hueste de días olvidados, de sueños destruidos
está donde la infancia,
en el escaparate del escombro del tiempo
donde tu ya no existes,
donde el mundo ha pasado
y solo un horizonte de océano sombrío
se atisba en la penumbra
y un antiguo rumor sordo y continuo
como de olas vencidas
se escucha por la tarde.
IV.-
“No llores Poseidón
si por tu vida ya pasaron
todos los bueyes más granates…”
Angela Reyes.
En mi sueño vivía tu llanto desolado,
el tiempo de tu periplo solitario,
el vacío callado que habitaba tu alma
en lo más escondido del océano.
Y tus lágrimas eran, Poseidón, las mías,
mezcladas de oleaje desabrido y salobre,
perdidas en lo inmenso de la nada
sombría y sin sentido…
Porque solo el silencio absurdo
y el mar ensombrecido
frío e inacabable consuelan el fracaso
culpable de los dioses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario