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domingo, 12 de diciembre de 2010
2643.- MARIO FLORIÁN
Mario Florián Díaz . Perú. (1917-1999) nació en Nanshá, Contumazá, departamento de Cajamarca. Estudió en Contumazá y Cajamarca y luego en la Universidad de Trujillo y en la de San Marcos en Lima. Destacó desde muy temprano como poeta y en 1940 ganó los juegos florales universitarios con su libro Tono de fauna. En 1944 obtuvo el premio de Fomento a la Cultura del Perú con su libro Urpi, que le dio justa fama. En 1976 obtuvo el Premio Nacional de Literatura que compartió con Luis Alberto Sánchez y Emilio Adolfo Westphalen. Su poesía, publicada muchas veces en plaquetas y opúsculos ha sido recogida en compilaciones como Pequeña antología (1945), Antología poética (1957) y Poemas (1979).
Mario Florián es un poeta andino. Entendemos por esta expresión que reivindica en su escritura los valores de la cultura del ande en el Perú. Él mismo se denomina juglar andinista, y esta última palabra, "andinista", fue el vocablo que utilizó Ernesto More en el prólogo a s propio libro Hésperos de 1918 para reclamar una poesía que expresase no la añoranza del imperio incaico sino que muestre interactuantes en un espacio a la naturaleza, los animales y los vegetales. Así Florián, como antes los poetas del grupo Orkopata de los años treinta, Mercado, Peralta, Churata. De Rodrigo, en su poesía postula los valores colectivos por encima de los individuales: la solidaridad, la reciprocidad, la camaradería, la amistad, el amor. De otro lado, Florián, en su vida y en su obra es testimonio de un hecho muy significativo en la vida de los peruanos: la condición de migrante. El juglar andinista en la ciudad se transforma en un poeta popular. Florián deja que su castizo español que maneja muy bien, con reminiscencias de Machado y de Miguel Hernández, sea poroso al sustrato quechua, no solamente con la incorporación de peruanismos que provienen de nuestra lengua aborigen, sino en el aspecto sintáctico. En los años cuarenta Florián formó parte de los "poetas del pueblo", con Gustavo Valcárcel, Luis Carnero Checa, Guillermo Carnero, Eduardo Jibaja, Felipe Neyra; en los años sesenta del pasado siglo, Florián se convirtió en un símbolo del magisterio y orientó su poesía a servir a los maestros. Eso lo llevó a escribir poesía para niños y para jóvenes y a escribir otros textos que reivindican las necesidades del magisterio.
Poesía
Arenga al peruano
No te sientas pequeño, hombre común peruano,
Peruano de estos días: confirma tu grandeza
Delante de tu huésped, delante del foráneo
Que llegó de muy lejos a comer de tu mesa;
Que llegó de muy lejos a vivir en tu espacio,
Y a hablarte de su origen y a hablarte de su fuerza.
Tu desciendes del puma, tu desciendes del rayo.
Y en tus músculos duerme colosal fortaleza.
No te humilles. Despierta. Elévate peruano.
Erígete. Ya es hora. Revive tu ejercicio
De amansador de Mundos, de continentes bravos,
De forjador de imperios sobre precipicios.
Levántate peruano. Pisa otra vez tu tierra...
Que el horizonte vea tu figura broncínea
De semidiós, de cóndor. Despliega tu mirada
Y el poder de tus alas y tu aptitud antigua.
Vindícate en la tierra... Porque estás en tu tierra
Desde hace eternidades... Y tu tierra te adora.
¡Exprésate peruano! ¡Exprésate de nuevo!
¡Sé heroicidad, destino! ¡Levánte! ¡Ya es hora!
Yo soy un pastorcito
En este campo verde,
donde retoza el sol,
pastoreo mis lindas
ovejas de blancor.
Yo soy un pastorcito,
yo soy un buen pastor.
Hago salir de mi honda
pedrusco volador.
Al pie de mi rebaño,
silbando una canción,
a la majada vuelvo
con poncho bicolor.
Y a la majada llego
cuando declina el sol,
silbando, modulando
mi pastoril canción:
-Yo soy un pastorcito,
pero, con mi honda, yo
hago correr al puma,
al zorro y al halcón...!
Canción vegetal
De las espigas,
la más soñante
te traeré,
y en la kantuta
de tus dos trenzas
la prenderé.
Y, ante los ojos
de cielo y aire,
palomitay,
fingirás una
planta de trigo
florida ya.
Sumaq espiga,
de aroma de oro
inundará
tu cabellera
y tu sonrisa
y tu soñar.
Espiga que habla,
musicalmente,
te contará
cómo sollozo,
y, entonces, tú
sollozarás...
Sembré la chacra
del trigal mío
por cosechar
sólo una espiga
que te perfume
y que te adorne
hasta expirar.
Y ya elegida
la espiga de oro,
nada de nada
me importa ya
que sobre todos
los llenos trigos
caiga el helar...
Espiga dulce,
la dulce espiga
de tu cantar,
espiga dulce
la de tu paso,
espiga dulce
la del trigal...
Serás, paloma,
la chakra de oro,
la azul cosecha
que tendré yo,
cuando te sieguen
mis puras hoces
de corazón...
Niebla
¿Por qué enamorada
de la hermosura del cerro...?
Trasciende a música de arpa
tu sueño.
Ya llegas, flor de quebradas.
Ya subes. Ya das al cerro
una afección incendiada
de invierno.
Pastorala
Pastorala.
Más hermosa que la luz de la nieve,
más que la luz del agua enamorada,
más que la luz danzando en los arco iris...
Pastorala.
Pastorala.
¿Qué labio de kukuli es más dulce,
qué lágrima de quena más mielada
que tu canto que cae como lluvia
pequeña, pequeñita, sobre flores?
Pastorala.
Pastorala.
¿Qué acento de trilla-taki tan sentido,
qué gozo de wifala tan directo
que muden en cenizas las entrañas,
como quema a mi pecho tu recuerdo?
Pastorala.
Pastorala.
Al gavilán le dije que te quiera,
y a zorro y a puma que amen tus ovejas.
Y puma y gavilán y zorro, desde
entonces, son palomas que te cercan.
Pastorala.
Pastorala.
Por mirar los jardines de tu manta,
por sostener el hilo de tu ovillo,
por oler las manzanas de tu cara,
por derretir tu olvido: ¡mis suspiros!
Pastorala.
Pastorala.
Por amansar tus ojos, tu sonrisa,
perdido entre la luz de tu manada,
está mi corazón en forma de alqo,
cuidándote, lamiéndote, llorándote...
Pastorala.
Pastorala.
Es una pena la mía
pastor andando, pastor
que modula, en su andarilla,
no sé que acento de amor.
Y desciende la montaña,
y sube, pronto, el alcor:
bufanda al cuello, y, al fondo
del corazón, un amor...
¡Qué te importa la majada,
si eres la pena, pastor,
que anda buscando sólo una
muerta andarilla de amor...!
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