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domingo, 12 de diciembre de 2010

2641.- MARTÍN ADÁN


Martín Adán
Rafael De la Fuente Benavides, Martín Adán, poeta peruano.
Rafael de la Fuente Benavides, (*Lima, 27 de octubre de 1908 - † 29 de enero de 1985) fue un poeta peruano cuya obra destaca por su hermetismo y hondura metafísica. Es considerado, además, como uno de las grandes representantes de la literatura vanguardista latinoamericana.
Desde muy joven mostró dotes literarios, los que compartió con sus compañeros de clase Emilio Adolfo Westphalen y Estuardo Núñez. A medida que pasó el tiempo, vivió con creciente estrechez económica y sufriendo de un fuerte alcoholismo. Buena parte de sus últimos años los pasó en sanatorios, hasta su muerte en 1985.
Allen Ginsberg se mostró interesado en su obra y en su persona. Por ello, aprovechando su paso por el Perú con el objeto de conocer la ayahuasca, logró entrevistarse con Martín Adán.

Obra
La primera obra de Martín Adán fue la novela La casa de cartón (publicada en 1928), cuando el autor tenía solo 20 años, influenciada por el vanguardismo. Fue una de las mejores obras de la narrativa peruana de esa época y que destaca por su evocación del balneario de Barranco, con una trama apenas esbozada, que transcurre a través de cuadros de las vivencias y reflexiones de un joven. Por su temática y estructura narrativa innovadora, esta novela puede considerarse precursora de las del Boom Latinoamericano.
El resto de su obra está formada por su poesía. Ésta destaca por la gran profundidad de su reflexión filosófica, que suele hundirse en los misterios de lo eterno y lo trascedente, expresada a través de una sucesión de imágenes y metáforas (entre las que destaca siempre la rosa), de un carácter hermético y con claves simbólicas. Mezcló en sus poemas un uso novedoso del lenguaje con el cultivo de las formas poéticas tradicionales como el soneto. El tema de la realidad y la identidad es también común en su poesía.
Con su obra poética pretendía lograr una creación total (la poesía absoluta) y afirmar el poder divino y omnipotente del poeta creando realidades.
Uno de sus creaciones se dio, cuando Celia Peschero --colaboradora de Borges-- escribió a Martín Adán la carta que sigue: Martín Adán: ¿El motivo de esta carta? Además del simplemente afectuoso, que es el más importante, este otro: pedirle a usted datos sobre su propia vida, si es posible, contados con toda la sal que usted sabe poner en cuanto dice y escribe, porque he ofrecido un artículo sobre usted en La Nación... yo recién comienzo a publicar allí y quiero escribir un artículo humano, en el que se sienta su sangre y su piel... Sé que todo este asunto puede resultarle muy fastidioso. Pero en nombre de la simpatía que nos unió en cuanto nos conocimos, en nombre del cariño que yo le tengo, en nombre de mi profunda admiración por usted, por favor acceda a mis ruegos. Deje usted de lado toda su bohemia o vuélquela íntegra en lo que me escriba y... hábleme de usted. ¿Lo hará? A lo cual Martin Adan respondio con un gran poema que tituló "Escrito a Ciegas"
Poemarios:
La Rosa de la Espinela (1939)
Sonetos a la Rosa (1931-1942)
Travesía de Extramares (1950)
Escrito a Ciegas (1961)
La Mano Desasida, Canto a Machu Picchu (1964)
La Piedra Absoluta (1966)
Mi Darío (1966-1967)
Diario de Poeta (1966-1973)
Reediciones y obras publicadas recientemente:
La Casa de Cartón México: Textofilia Ediciones, 2009.




Martín Adán, tradición y modernidad

Poesía

SOL

El sol brincó en el árbol.
Después todo fue pájaros.

Lejos, aquí, llovía
el cielo de tus manos,
un cielo pequeñito,
profundo, solitario.
Hora todo es distancia,
ceguedad, aletazo.

El sol tiene en el árbol
inquietudes de pájaro.







QUARTA RIPRESA

Bien sabe la rosa en qué mano se posa.
Refrán de Castilla

Viera estar rosal florido,
cogí rosas con sospiro:
vengo del rosale.
Gil Vicente

-La que nace, es la rosa inesperada;
La que muere, es la rosa consentida;
Sólo al no parecer pasa la vida,
Porque viento letal es la mirada.

-¡Cuánta segura rosa no es en nada!...
¡Si no es sino la rosa presentida!...
¡Si Dios sopla a la rosa y a la vida
Por el ojo del ciego... rosa amada!...

-Triste y tierna, la rosa verdadera
Es el triste y el tierno sin figura,
Ninguna imagen a la luz primera.

-Deseándola deshójase el deseo...
Y quien la viere olvida, y ella dura...
¡Ay, que es así la Rosa y no la veo!...







POESÍA, MANO VACÍA

Poesía, mano vacía...
Poesía, mano empuñada
Por furor para con su nada
Ante atroz tesoro del día...

Poesía, la casa umbría
La defuera de mi pisada...
Poesía la aún no hallada
Casa que asaz busco en la mía...

Poesía se está defuera:
Poesía es una quimera...
¡A la vez a la voz y al dios!...

Poesía, no dice nada:
Poesía se está, callada,
escuchando su propia voz.







Esquizofrenia

Manicomnio del alba, asilante un lucero
friolero, adormilado, tan ave todavía…
-Apenas la tarde se pone luz ap-te-ro,
cuerdo, inmóvil, etcétera, a toda celestía.

En la rama cimera de un arbógeno aguacero,
estrellín, estrellón, anoche se dormía,
el pico bajo el ala, a un grado bajo cero,
sin hembra al lado, al lado de un viento que rugía.

Hora aletea torpe con las alas rociadas;
loco de soledad, se ignora estrella y pía
en tema de ave y topa con las brisas cerradas.

-Avestrella, delirio, patetismo mentales…
Los anteojos de Núñez deploran tu manía
en ciegas adherencias de orvallos lacrimales.








Urbanismo

Extramuros; meaban tufillos de ganado;
el sol, viudo, fregábase la marmilla de cobre,
y un ficus malarioso, paupérrimo, baldado,
ingería la purga de un regato salobre.

Ketty; sus ojos agros ya se han urbanizado;
Ketty, yanquis elevan hierro y cemento sobre
sus pupilas palustres; postrero parvo prado
de la corbata verde de algún amigo pobre…

En seda vegetal salvo el color extenso
que ingenieros albinos, mascando chicle, a tenso
cordel y a teodolito, van hurtando a mi pena:

-Viento agudo mondaba la tarde, que era una
manzana madurísima, y el plato de la luna
colmábase de tiras de cáscaras morena…








Poemas Underwood

Prosa dura y magnífica de las calles de la ciudad
sin inquietudes estéticas.
Por ellas se va con la policía a la felicidad.
La poesía gafa de las ventanas es un secreto de costureras.
No hay más alegría que la de ser un hombre bien vestido.
Tu corazón es una bocina prohibida por las ordenanzas
de tráfico.
Las casas rumian sus paces de buey.
Si dejaras saber que eres un poeta, irías a la comisaría.
Límpiate de entusiasmos los ojos.
Los automóviles te soban las caderas, volviendo la cabeza.
Cree tú que son mujeres viciosas. Así tendrás tu aventura y
tu sonrisa para después de la cena.
Los hombres que tropiezan tienen la carne encallecida de
oficina.
El amor está en cualquier parte, pero en ninguna está
de otro modo.
Pasaban obreros con los ojos resentidos con la tarde, con la
ciudad y con los hombres.
¿Por qué había de fusilarte la Checa? Tú no has acaparado sino
tu alma.
La ciudad lame la noche como una gata famélica.
Y tú eres un hombre feliz, quizá el único hombre feliz.
Tienes camisa y no tienes grandes pensamientos de ninguna
clase.
Ahora siento cólera contra los acusadores y los consoladores.
Spengler es un tío asmático, y Pirandello es un viejo estúpido,
casi un personaje suyo.
Pero no he de enfurecerme por pequeñeces.
Mil cosas han hecho los hombres peores que sus culturas:
las novelas de Víctor Hugo, la democracia, la instrucción primaria,
etcétera, etcétera, etcétera, etcétera.
Pero los hombres se empeñan en amarse los unos a los otros.
Y, como no lo consiguen, acaban por odiarse.
Porque no quieren creer que todo es irremediable.
La polis griega sospecho que fue un lupanar al que había que
ir con revólver.
Y los griegos, a pesar de su cultura, fueron hombres felices.
Yo no he pecado mucho, pero ya sé de estas cosas.
Bertoldo diría estas cosas mejor, pero Bertoldo no las diría
nunca. Él no se mete en honduras -y está viejo, quiere paz y hasta
apoya a los moderados.
El mundo no está precisamente loco, pero sí demasiado
decente. No hay manera de hacerle hablar cuando está borracho.
Cuando no lo está, abomina de la borrachera o ama a su prójimo.
Pero yo no sé sinceramente qué es el mundo ni qué son los
hombres.
Sólo sé que debo ser justo y honrado y amar a mi prójimo.
Y amo a los mil hombres que hay en mí, que nacen y mueren a
cada instante y no viven nada.
He aquí mis prójimos.
La justicia es unas estatuas feas en las plazas de las ciudades.
Ninguna de ellas me gusta ni poco ni mucho -no son diosas
ni mujeres.
Yo amo la justicia de las mujeres sin túnica y sin divinidad.
En punto a honradez, no soy de los peores.
Como mi pan a solas, sin dar envidia a mi prójimo.
Nací en una ciudad, y no sé ver el campo.
Me he ahorrado el pecado de desear que fuera mío.
En cambio deseo el cielo.
Casi soy un hombre virtuoso, casi un místico.
Me gustan los colores del cielo porque es seguro que no son
tintes alemanes.
Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi
nada hombre.
No estoy muy convencido de mi humanidad; no quiero ser
como los otros. No quiero ser feliz con permiso de la policía.
Ahora en las calles hay un poco de sol.
No sé quién se lo ha llevado, qué mal hombre, dejando
manchas en el suelo como un animal degollado.
Pasa un perrito cojo -he aquí la única compasión, la única
caridad, el único amor de que soy capaz.
Los perros no tienen Lenin, y esto les garantiza una vida humana
pero verdadera.
Andar por las calles como los hombres de Pío Baroja -(todos
un poco perros)-.
Mascar huesos como los poetas de Murger, pero con
serenidad.
Pero los hombres tienen posvida.
Por eso dedican su vida al amor del prójimo.
El dinero lo hacen para matar el tiempo inútil, el tiempo
vacío…
Diógenes es un mito -la humanización del perro.
El anhelo que tienen los grandes hombres de ser
completamente perros. Los pequeños hombres quieren ser
completamente grandes hombres, millonarios, a veces dioses.
Pero estas cosas deben decirse en voz baja -siento miedo de
oírme a mí mismo.
Yo no soy un gran hombre -yo soy un hombre cualquiera que
ensaya las grandes felicidades.
Pero la felicidad no basta a ser feliz.
El mundo está demasiado feo, y no hay manera de
embellecerlo.
Sólo puedo imaginarlo como una ciudad de burdeles y
fábricas bajo un aletazo de banderas rojas.
Yo me siento las manos delicadas.
¿Qué soy, qué quiero? Soy un hombre y no quiero nada.
O, tal vez, ser un hombre como los toros o como los otros.
Tú no tienes las ojeras demasiado grandes.
Yo quiero ser feliz de una manera pequeña. Con dulzura, con
esperanza, con insatisfacción, con limitación, con tiempo, con
perfección.
Ahora puedo embarcarme en un trasatlántico. E ir pescando
durante la travesía aventuras como peces.
Pero ¿a dónde iría yo?
El mundo me es insuficiente.
Es demasiado grande, y no puedo desmenuzarlo en pequeñas
satisfacciones como yo quiero.
La muerte es sólo un pensamiento, nada más, nada más…
Y yo quiero que sea un largo deleite con su fin, con su calidad.
El puerto, lleno de niebla, está demasiado romántico.
Citeres es un balneario norteamericano.
Los yanquis tienen la carne demasiado fresca, casi fría, casi
muerta.
El panorama cambia como una película desde todas las
esquinas.
El beso final ya suena en la sombra de la sala llena de candelas
de cigarrillos. Pero ésta no es la escena final. Pero ello es por lo que
el beso suena.
Nada me basta, ni siquiera la muerte; quiero medida, perfección,
satisfacción, deleite.
¿Cómo he venido a parar en este cinema perdido y humoso?
La tarde ya se habría acabado en la ciudad. Y yo todavía me
siento la tarde.
Ahora recuerdo perfectamente mis años inocentes. Y todos los
malos pensamientos se me borran del alma. Me siento un hombre
que no ha pecado nunca.
Estoy sin pasado, con un futuro excesivo.
A casa…

(de Itinerario de primavera)








Antro

¿Cómo, Cosa, así… vacía,
A cima de espina y pena,
Como ninguna… serena:
Deshumana todavía?
¿Dónde el dios y su agonía!…
¿Dónde la tumba y la esposa!…
¿Dónde la lengua gloriosa!…
¿Dónde el azar que a ti se eche!…
¿Dónde la sangre y la leche!…
¿Dónde, Capullo de Rosa?…







Cincel

El pétalo, que palpita.
Entallando intensidad,
Tiró a brío y brevedad
La materia hermafrodita.
Sexo de forma infinita,
En un ejemplo que crece,
Va a parecer do perece:
Con millonésimo escorzo,
Curvo y crispado en un torso,
Mútilo de belvedere.








Punto

At length the man perceives it die away,
And fade into the light of common day.

WORDSWORTH

Pues la rosa venidera,
Próspero seno errabundo,
Fruto y flor y amante y mundo,
Lírica, acoge si espera.
Punto en que pulula esfera
De épico tacto, futura,
La facción de la hermosura
Va, derechera y estable,
Derrota inconmensurable
De celestial singladura.

(de La rosa de la espinela)








Ottava ripresa

How many loved your moment of glad grace,
And loved your beauty with false love and true,
But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face…

YEATS

Je sais qu'une âme implique un geste
D'où vibre une sonorité
Qu'harmonieusement atteste
La très adequate clarté.

GIDE

-No eres la teoría, que tu espina
Hincó muy hondo; ni eres de probanza
De la rosa a la Rosa, que tu lanza
Abrió camino así que descamina.

-Eres la Rosa misma, sibilina
Maestra que dificulta la esperanza
De la rosa perfecta, que no alcanza
A aprender de la rosa que alucina.

-¡Rosa de rosa, idéntica y sensible,
A tu ejemplo, profano y mudadero,
El Poeta hace la rosa que es terrible!

-¡Que eres la rosa eterna que en tu rama
Rapta al que, prevenido prisionero,
Roza la rosa del amor que no ama!

(de Travesía de extramares)







Todo lo ignoras porque eres de piedra…

Todo lo ignoras porque eres de piedra,
Todo lo ignoras porque es otro el día;
Todo lo ignoras porque es otro el río
Y sigue siendo así todavía.
Nada es realidad sino de enfrente,
Y con mi mano encima, encallecida.
¡Cuando tú sepas por qué fue la ojera,
Cuando tú sepas lo de mi camisa,
Cuando lo sepas todo, piedra noble
Si lo sabes, piedra caída!
Vivían todos porque ya vivían
¡Que todo caiga, Piedra!
Todo reviva,
Todo sea,

La otra vez, el tiempo
El tiempo de minúscula e idea,
Este cuerpo de estar
Y de amor de belleza
¡No reparar en rima,
Todo sea del pie a la cabeza!

¡Toda la letra que no se interpreta
Todo será en un día,
Mi sudor de verano,
Y mis pies sucios,
Y mi vida por de fuera
Todo lo que no soy y que me viva
Ya lo sé, yo enfermo de mi primavera!

(de La mano desasida)

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