Roberto Corea Torres
Corea Torres nació en el Océano Pacífico (1951), asistido por el médico de un barco carguero anclado en Puerto Morazán, Nicaragua. Su padre, agente de ventas azucarero a mediados del siglo XX, lo llevó con su madre a Chichigalpa, para allí registrarlo. Hace sus estudios de primaria, se inicia en la lectura y la poesía. Cursa el bachillerato en Managua y la carrera de Ingeniería Química en la Universidad Autónoma de Puebla, México. Durante 22 años ejerce la ingeniería en la industria del papel y continúa leyendo. Ingresa a talleres y seminarios, cristaliza su sueño de escritor. En un acto amoroso con la literatura comienza a crear poesía y narrativa. Inicia la publicación de sus textos.
Ha publicado Miscelánea erótica (Poesía colectiva, 2007), A veces la razón (Cuento, 2001. 3er. lugar V Concurso Mujeres en vida, Filosofía y Letras, UAP). Fue autor de la columna Solentiname del diario Intolerancia, Consejero Editorial de la revista Quimera (UDLA). Autor de las secciones Librofilia, La República de los Libros, del programa Sin corbata, Radio Tribuna 1250 de AM. Ha colaborado en la revista virtual carátula, en los suplementos Catedral y Cámara, de los diarios Síntesis y Cambio.
Ahora es maestro de talleres de .creación literaria, asesor de proyectos, escribe sobre libros en la revista MOMENTO de Puebla, colaborador de El Nuevo Amanecer de El Nuevo Diario y poeta por vocación.
Ahora que ha llovido
Poemas de Corea Torres
mirada
es así de sencillo:
la luna aparece ciertas noches;
langostinos, champaña y caviar
se sirven sobre
mesas privilegiadas. Una flor estalla rojo a la luz del sol,
Vientos de amargura azotan el jardín del despojado.
El muerto de hambre naufraga en un mar de basura.
Un cementerio recibe al nuevo difunto (que es el mismo).
La noticia se vuelve pasado en segundos,
mientras
mariposa y susurro comparten hueco
y
dos labios se buscan en algún escondrijo urbano.
doctrina Monroe
I
Que te fuiste a paso alado
donde pernocta el viento.
Vi.
Que amaste sin ver caras
esperando besos verdaderos.
Sentí.
Que odiaste
sabor de hiena en el corazón,
baba pendiente en los labios,
rencor vidriando la mirada.
Lo sé.
Desde entonces vivo aferrado a tu saliva
al regalo abundante de una bilis
siempre existente en el paladar.
Desde entonces me zambullo
en ese cráter que es tu boca
para encontrarte fresca
al otro borde de las gladiolas
donde el paso alado te llevó.
Que te han regresado.
Te tengo.
II
Las jaurías con sus dentelladas
de ácido puntiagudo
rasgaron vestidos,
regaron sangre y pus,
destazaron tu vientre,
quemaron la fama,
te llevaron al ostracismo de un cuarto envenenado.
a la punta erecta de la masculinidad presidencial,
y a apagar velas de cumpleaños con soplo divino.
III
Cuerpo rosado único de calendario.
Virgen sacrosanta
alabada masturbación de soldados.
Vestido de vuelos.
Stand by a media pierna.
Guante del beisbolista.
Amor a cuatro tiempos del teatrero.
Novia de la locura.
Exudación de la muerte.
IV
En las palabras está el retorno,
reinventado.
Aquí estoy en el presente de los tiempos,
soy la vindicación.
Mis manos gozarán,
reina vencida.
Te llevarán a la pared de grafitis ultrajados
a la vieja juventud de mi poema.
V
Modernas y añejas guerras se acomodan.
Explotan misiles cual fuegos artificiales.
Llueven barras y estrellas
azules y rojos de bandera.
Caen del cielo imágenes de televisión
y noticias como confeti.
El dólar tiñó de verde la faz de la tierra.
No me importa.
Invento de nuevo la búsqueda
para rezar,
pedir,
implorar,
exigirte,
me descubras
los talones de seda en zapatos tacón de aguja,
tus labios apretados en punta de amor,
la nívea barrera de tu sangre,
las golosas montañas traseras
y tu esplendente pubis oxigenado.
muchacha del verano catalán
Debajo del alero:
ojos claros escudriñando,
la espera, ella
ni siquiera imagina otros ojos
apropiándose de sus latitudes.
Nunca estas miradas
harán reunión.
Entre el polvo de los edificios
se cuelga el murmullo,
un vino tinto
recorre los monumentos, salobre.
Aguarda muchacha
los menjurjes en la cara
no quitan tu verdad de niña,
escuálido cuerpo
temblando
entre el Mediterráneo y el vallés.
Sí diablilla, date cuenta:
no es la silueta de hilo,
no es tu cintura,
no son las exiguas caderas,
sólo es la mirada triste de infancia
desde que te conocí,
sólo es el color de tu piel
el reflejo dorado que
amarro como horizonte,
sólo es tu imagen
reverberando en el pavimento
de esta ciudad que me llama,
que me lleva por tus callejas
arroyo de letra
La palabra no está dicha.
La palabra es aún proyecto:
Tienes que volver de la sabana
ya abigea de los feligreses del sonido.
¿Quién de tus meretrices,
arcones de piélago
aullará sin litoral?
¿Quién serpiente de signos
hará valer tu veneno
en los túneles?
¿Será que el cielo baje
con su cotejo de nubes
arrastrando un firmamento de lumbre
para descarnar los huesos,
nacerlos imagen de fósforo
en el incendiar de ojos?
Te amanezco.
Te amanezco todos los días,
sobre ti distraigo
mis crudas madrugadas de caracol,
secuencia
que trasudé en tu entrepierna:
galerón,
lentitud mohosa estero
mareas.
Quisiera destruir el arrebol de tus mejillas
donde se amoratan los deseos
y se hacinan las tormentas.
Quisiera desentrañar palmo a palmo
el espacio que gangrenas
yerbamaestra del alma enropada de miel.
Quisiera deshebrar las tinieblas
médula terrible de icores
y embadurnarlas de luz.
Te deseo en mi patio.
Quitarte los trebejos que anuncian el desuso,
y aunque la milagrería sea incierta,
y el carmín no derrote
el desierto blanco de tu rostro,
aventuro escudriñarte
con el fervor de un niño.
Quedo mudo ante tu ausencia
ya raíz de árbol nuevo.
Te anochezco.
Te anochezco y me aquieto,
entonces adivino
el gesto de tu mano
queriendo tocar mis cabellos,
azuzar mis balbuceos
para pronunciarte.
días de guardar
Si he de evocar... lo haré,
tenlo por seguro,
aunque al decir los nombres
se dibujen los pecados,
aun pague o no las delicias del banquete.
Y si es preciso herir... sangraré,
muy me duela el dolor,
pero tú voraz blanquecina:
no te alzarás con el triunfo,
no será mi extenuada memoria
el pendón que cuelgue en tu lanza de guerrera.
No, hambre de las horas.
No.
No te quedarás con mi recuerdo.
mudanza
Habrá que reemplazarnos,
decir:
mira, me voy
y sin embargo ya hay alguien
y ni siquiera siento
ser sustituido,
porque me deslizo
sobre la pátina
de los jóvenes que llegan.
Ellos, mis hijos,
tendrán los suyos,
y se volverán viejos,
y estarán alegres de haber sido,
y tendrán su tiempo
para ser reemplazados,
y se tendrán que ir,
como yo ahora
siento que me estoy yendo.
ahora que ha llovido
Amanecer en cualquier parte
no me importa,
interesa a mis manos
asir el amarillo del sol
y aventárselo a la melancolía
cuyo sino es llevarme
a la infancia
Tal vez siga royéndome carne y huesos
tal vez continúe merodeando mi memoria
con su olfato de roedor
y consiga desmoronar los recuerdos
-conozco bien su deseo de llevárselos-
hasta escapar con ellos.
Atrancaré todas las puertas, taparé rendijas
impediré a toda costa su salida,
no quiero ver como los esparce
sobre la blanda tierra que hollamos
y de ellos nazca
-ahora que ha llovido-
la nostalgia.
fotografía
En la piel de la culebra
se deposita el polvo
traído desde el tiempo primero
amamanta la fortuna del desaparecido
iluso calendario
estrato de cenizas
sigue repitiéndose
Es el polvo que no cesa
la punción quirúrgica
al cuerpo de la promesa
El reptil es conciente de su muda
viaja convencido
hasta la guarida: ahí deja
el retrato
ahí se queda
el ahogo de la voz
La piedra reaparece joven
en cualquier jardín
polvo amalgamado anuncia el origen
enlarva en los domicilios
plasma de círculos
rescoldos de una antigua quemazón
y se pertenece:
un mismo ombligo
un mismo faro
equidistante a todos los puntos del dolor
La existencia como cualquier cosa
cabe en la vasta oquedad
de una semilla
ayer comenzó el desvelo
Estar en el lugar donde se nace
sin esconder el barullo del descubrimiento.
Explorar.
La semilla germinará
donde haya sol y viento
olvidándose de su raíz de mar.
Ayer comenzó el desvelo.
Mirar con ojos pelados la noche
resucita las sombras
aún desconocidas de los parientes.
Las piedras, persisten,
serán familiares en su consabida presencia.
Sin asideros,
acarician la realidad
y la enseñan
como si nunca hubiera pasado nada sobre ellas.
Islotes en un mar de tiempos
comunes a los ojos,
testigas,
compañeras,
vehículo.
Allá fuiste a dar con ellas.
Se sobreponen al olvido,
caminan
y
caminan
porque esa piedra
habla del sitio,
del moho debajo de su estancia.
El árbol dobla las ramas
mece los sueños
y su raíz va más adentro
un tanto en el fondo
otro afuera,
pero la otra
¿cuál otra?
la raíz que da al aire
y
se deja llevar por el céfiro:
es ardor en los pies
resonancia de la piedra,
eco del lodo, gota de tarde olvidada
resplandor de lluvia del verano algarabía de la arena
susurro de los habitantes
de la noche
que dicen:
este es tu lugar.
exilio
Salir, una estancia del dilema.
Dentro se fenece o se duerme.
Dentro pareciera la vida
y el sueño la materia del camino.
El hombre en el medio
despelleja su pensamiento,
las diferentes capas de su inteligencia
se barajan
suponen un azar de magisterio irrepetible.
El hombre sale,
consigo, también quimeras
del derredor
son equipaje.
Luz de experiencia amenaza las retinas
pulso alterado; el dolor por tanto caminar
se esparce en las moléculas del hombre,
y le amanece, de hoy en adelante
en la oscurana de la madrugada.
Un día más agranda el amasijo
poros y sangre sucumben
ante el aura cotidiana,
queda el abandono,
la sensualidad de la pena.
El tiempo acuna
sin dejar su misión
de atesorar polvo.
La memoria no desfallece
no se permite arribo al cementerio.
El hombre afuera
queda con menos ensoñación
que aquel de adentro,
ha aprendido a desmenuzar la realidad,
da cortes precisos
heridas como labios
boca ofrecida vertiendo sangre.
La pulsión de la nostalgia
lo regresa al hogar del nacimiento
quisiera haber permanecido
pero verse las manos con la textura del exilio
lo cimbra:
otra vez el dilema,
tierra insalvable, lluvias torrenciales,
el olor de los hermanos
la savia legañosa del roce,
el sándalo apetecido en la caída de la nuca
la aventura que se corre en la carne,
la riña a pedradas,
y después, con el enemigo
beber leche al pie de la vaca,
arrugas y más arrugas en la escritura
de la madre mayor,
todo se ha ido retrasando
mientras más lejos...más cerca,
mientras más viejo...más la inocencia del recuerdo.
Y el hombre afuera
pensado ínsula,
reconocido en su sufrimiento,
escarnio de sus propias andanzas
no tiene remedio:
padecerá, otra vez adentro:
el delirio del retorno
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