Antonio Daganzo Castro (Madrid, 1976) es poeta, escritor, periodista especialmente vinculado a la comunicación cultural, y comentarista musical. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido distinguido en diversos concursos literarios nacionales e internacionales; entre otros logros, fue Segundo Seleccionado en el V Certamen Nacional de Cuentos “La pluma exacta” (Ayuntamiento de Pinto, Madrid, 2001), y obtuvo una Mención de Honor en el Concurso de Cuentos Xicóatl “Wolfgang Amadeus Mozart”, concedida desde Austria por la Asociación “Yage” (Salzburgo, 2005/2006). Ha sido incluido en varias antologías narrativas y poéticas, como la que el Café Libertad 8 de Madrid preparó para celebrar su 30º aniversario (Agua: Símbolo y memoria, Editorial Slovento, Madrid, 2006). Como narrador, ha sido traducido al alemán, y, como poeta, sus versos han aparecido publicados en revistas literarias como “Turia”, “Dulce Arsénico” y “Prima Littera”. A finales de 2004 apareció su primer poemario, Siendo en ti aire y oscuro (Editorial Slovento, Colección Poesía, Madrid); y a principios de 2007, el segundo, Que en limpidez se encuentre, (Ediciones Vitruvio, Colección Baños del Carmen, Madrid). Su tercer poemario, Mientras viva el doliente (Ediciones Vitruvio, Colección Baños del Carmen, Madrid, 2010), ha obtenido la mención de Libro recomendado por la Asociación de Editores de Poesía.
Bitácora digital:
http://sinfoniadelaspalabras.blogspot.com/
Ojos capaces de la espada
desenvainados así, brillo pacífico.
Anhelando el ataque,
la ilusión como el aspecto fiel del desangrado,
y en la espera los vértigos seguros,
dónde la muerte,
vaticinios que yerran del acero.
Tus ojos mansos
que, al exigirme herido
cuando, por fin, decidan clavarme su mirada,
entenderán que la esperanza es suficiente razón
para abdicar del mundo.
(De Siendo en ti aire y oscuro, 2004)
El más grave error de quien olvida
es creer que el olvidado hará lo mismo.
Imagino, pues, tu rostro,
su expresión de sorpresa
o más bien desconcierto,
o mejor ira sorda,
al saberte vencida en la batalla,
que al muerto que mataste
aún le resta podredumbre de amor
para vivir.
La nota has recibido,
qué tal, qué haces, cómo sigues,
esencia de victoria y destrozado,
soy feliz.
(De Que en limpidez se encuentre, 2007)
Recreada música
A Carolina Paz Barreira.
No es canto sólo,
no es tu nombre que vive únicamente
renaciendo a cada nota palpitada:
el corazón del agua fluye fresco,
eterno de hontanares,
mas desconoce la altura de las venas
y la mecánica imposible de los sueños.
Pues yo te evoco
como una música plena, inabarcable,
libre de toda lógica
y que en sí misma volara
resonándome nueva de tan tuya.
Te recreo
e inventas para mí la omnipotencia:
milagros que repito irrepetibles
soñándome entre nubes
compositor continuo de tu alma.
(Incluido en la antología poética Agua: símbolo y memoria, 2006,
conmemorativa del 30º aniversario del Café Libertad 8 de Madrid.)
Un final de Prokofiev
(A propósito de la "Quinta Sinfonía")
Recordaste el comienzo.
Debía ser la partitura
"expresión de la grandeza del espíritu humano",
como tú definiste
para interno consumo,
dicha de gerifaltes
y preservar tu cuello.
1945, Unión Soviética:
dogmatismo festivo o amenaza,
experimentos nunca.
Pero te pudo el genio, el lenguaje
tan arduamente conquistado
y no otra cosa,
y, por si dudaban todavía
del libérrimo compás hacia la nube
que un viento dirigido no desgarra,
al punto propusiste el "Allegro giocoso",
el clarinete en vena,
los payasos del pueblo equivocando notas,
y al final la retórica sarcástica
de la coda que abjuraba de sí misma,
reiteración una y mil veces,
lugares conocidos muy poco conocidos,
qué hermosas disonancias burlándose de todo.
No te lo perdonaron, Sergei:
estabas fuera del júbilo,
no pueblo sino artista que disfruta en los flancos,
y la celebración devino fiesta loca,
alboroto.
"¡Formalista!", gritaron,
y te cubrieron de vergüenza marchitos los honores.
Hoy aturde tu música como el vodka a raudales.
(DE:QUE EN LIMPIDEZ SE ENCUENTRE)
Suena el amor...
Suena el amor cual viento castigado
que a la música tuvo por camino
hasta el arder, ceniza ancha de espino,
fuego tras luz que muere así quemado;
amor sin pies buscaba, convocado
al poema, rumor de senda y vino
y embriaguez del concepto, mas su sino
era vientre, temblor y maculado,
noticia de la carne que abolía
posesiones del mito, la inocencia.
El amor y la música, armonía
jamás tras el rigor de la sentencia:
ni el aire estructurado bastaría
para darle al amor la sola esencia.
(DE QUE EN LIMPIDEZ SE ENCUENTRE)
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