Antonio Cordero (Madrid, 1963) pertenece por derecho propio a la Generación Perdida de los 80. Poeta, escritor, viajero, habíamos seguido con dificultad su interesante obra poética por publicaciones de culto como Delta 9 THC y otras como Los Cuadernos del Matemático o La Factoría Valenciana. Asimismo, su firma ha aparecido regularmente desde hace unos años en la prestigiosa revista de viajes Altair, donde el autor de En el hangar cromado da cuenta de sus largas y a veces erráticas, pero nada desatinadas, travesías a lo largo y ancho del planeta.
Ahora la editorial Varasek Ediciones, dentro de su colección Buccaneers, arranca su prometedora andadura con En el hangar cromado, que, además de contar con el elegante diseño de Santiago Carballal, se ve acompañado por las magníficas instantáneas que la conocida fotógrafo Beatriz Ruibal realizó durante algunos de los viajes compartidos con el poeta.
Antonio Cordero siempre ha dicho que “puedes ser nihilista, pero ante todo vitalista”, y esa afirmación nos conduce a aseverar de paso que “literatura y vida tienen que ir en el mismo paquete”; de lo contrario, pueden convertirse en una carga insoportable. En ese sentido, en este libro encontramos precedentes legendarios como el inconformismo poético y vital de Rimbaud, el ansia de orbes nuevos de los viajeros del siglo XIX, el mundo justo y anarquizante de los piratas, las carreteras secundarias de la literatura norteamericana que nos enseñaron a recorrer los miembros de la Generación Beat o la rebeldía elegante de los mods.
Porque En el hangar cromado es, ante todo, un poemario con clase pero, al mismo tiempo, inclasificable, decididamente contemporáneo de lo extemporáneo que resulta, y una de sus virtudes es que no le debe nada a las corrientes dominantes de la poesía española actual. Como mucho, podríamos hablar de un regusto a Leopoldo María Panero, pero más que en la letra, en el espíritu, y quizá habría que ceñirse al Panero de Así se fundó Carnaby Street o al que nos lleva de la mano hasta Baudelaire, Poe y a la mejor literatura fantástica y de aventuras del siglo XIX. Por no hablar de que Thoreau subyace en cada punto y aparte de estos poemas: “Son noventa kilómetros de costa/y sólo un instante/para decidir el camino”.
Siguiendo al salvaje ilustrado o al ilustrado salvaje, además de “caminar hacia el oeste”, hay que hacerlo erguido, con dignidad y lucidez. Y este libro lo hace con la cabeza bien alta por el Pantanal de Brasil, el Salar de Uyuni boliviano, por el Aden de Rimbaud y, sobre todo, por el austero y rotundo paisaje castellano, que Antonio ha recorrido incontables veces en su moto de aliteraciones
Texto: Enrique Mercado
En el hangar cromado
Antonio Cordero
Varasek Ediciones, 2009
CASTILLA 1 (INVIERNO)
Lentejas
cielo abierto
humo en la piel
surcos
cielo abierto
frío
Lentejas.
1.
En todas las islas
hay días plácidos para disfrutar de la piel
y extraños días de tormenta
para salir de ella
viajar en el cuello del viento
hacia Aden
2.
Liberados todos los cabos
ahora solo el castigo del viento
al gritar olvidadas canciones
que niegan
los puertos y los mapas.
Mison bebe en la garganta de Bristol
desnudo
arracimado de cuerpos y aceite
en la arena malgache
usurpa el lecho
y espera
la llegada de Celine
en un bimotor negro
3.
Los elefantes son piedras enormes
en la India
momentos quietos
que Ganesh ha olvidado
en su sueño de carne
Con su trompa perfecta
y perdida
en el cielo redondo
bajo la cuadrada tierra
del mandala
caminan hacia el mar.
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