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miércoles, 24 de noviembre de 2010

2289.- ALEJANDRO SCHMIDT

ALEJANDRO SCHMIDT. Nació en Villa María, Córdoba, en 1955. Publicó, entre otros, Serie americana (1988), Dormida, muerta o hechizada (1993), El diablo entre las rosas (1996), El patronato (2000), Silencio al fondo (2000), Esquina del universo (2001), La vida milagrosa (2005), Llegado así (2005), Casa en la arena (2006). Dirigió la revista El gran dragón rojo y la mujer vestida de sol (1987-1991), las carpetas de poesía Alguien Llama, la editorial de poesía Radamanto y, actualmente, la colección de poesía de Ediciones Recovecos, en Córdoba.






silencio al fondo

con pocas palabras
puede escribirse todo
pero al escribir todo
algo se borra

lo comprendemos por
el vacío que aparece
y su tajo
donde
-como una mano que
saluda al ausente-
hundimos la lengua.

Silencio al fondo Ediciones Salido, J
unín, Buenos Aires/ ediciones radamanto,
Villa María, Córdoba, 2000.






Oyendo el corazón de las vacas

no
yo no me fui
soy de los que se quedaron acá
oyendo el corazón de las vacas
rompiendo los vidrios del espacio
para que pase la noche
y se desangre.






Mi corazón era un hotel

mi corazón era un hotel
vestidos de fiesta
los huéspedes se iban sin pagar
a los portazos

es cierto
a veces
una mujer lloró en sus ventanas
hasta cansarse

es cierto
yo era el que lustraba los zapatos

es cierto
hubo temporadas malas
problemas de humedad
palmeras muertas

todo eso es cierto
también la luna
y el loco que cantaba

mi corazón era un hotel
ahora parece una casa

una casita blanca.


(Esquina del universo Alción Editora,
Córdoba, 2001)







El predestinado

Con los dedos en punta
me tocó la poesía
me sacudió con repugnancia
y algo de curiosidad.

No digo que llegó a pesarme, medirme
a contarme los ojos
tampoco me abandonó en la calle
con un lápiz rojo y un baúl

¿qué se creerá?
tanta soberbia, todo el día de aquí para allá
con la boca tapada
si después de todo
no la invita nadie
ni llega a ningún lado


me alzó sobre el pozo del mundo
esa señora
y me soltó

(La vida milagrosa. Ediciones Recovecos,
Córdoba, 2005)










Colegiales de la noche

¿Flotan los muertos?
su agua
¿es el temor?
¿qué pasaría si fueran tu mesa?
¿si no se corrompieran
y bailaran?
¿si fueran colegiales de la noche?
¿si el alma fuera un mapa comido por la arena?
¿cómo aprenderíamos la oscuridad?
¿hasta dónde podríamos mirar?

Si entre la muerte de todos
y la muerte mía
sólo vos estuvieras
viva
tropezando con cantores de madera
con las raíces muertas del mar
con nubes de piedra
puerta tras puerta
y atrás
muy atrás de tu verde corazón
el viento
impulsara
en papeles de oro
barcos y leones muertos
donde viven las palabras
¿sólo una vez?

Y entonces
con los poderes que otorga
la ignorancia o el amor
abrieras los labios
y el silencio cayera en mis manos
¿alguien más sería estremecido
o nuevo
como una gota?

¿y si el silencio estuviera muerto?
¿y si la luz estuviera muerta?
¿y si caminaras hacia mí
como otras veces
y pudieras alcanzarme y sonreír?

¿y si eso fuera todo?
¿y si la muerte no existiera?
¿y si fuera una idea del tiempo
mientras aguarda bajo el hielo
su remo y sus batallas?

¿Adónde van
envueltos en hojas
en campanas?

¿Adónde reúnen sus espumas?

¿Y si dieran la felicidad?

¿Y si completaran el sol?

(Llegado así, Ediciones Recovecos,
Córdoba, 2005)







Inmenso

Todo se llevó algo de vos

la tierra
el cielo
el aire mismo

yo escuché las bárbaras canciones

la suma del despojo

y así quedaste

inmenso.






La abnegación

Si yo supiera ciertamente que
sin mí
tendrías otra vida
feroz o fervorosa pero
completa aún
podría darte entonces
con un tajo
esto que tuvo
tantos nombres y formas y distancias
y quedarme sin mí

y descansar.







Otra música

No nos lleves decían las palabras
dejanos nuestra casa
el pan
que da el silencio

¿pueden servirte nuestros ojos cerrados
esta boca colmada de insectos y coronas?

ya escribe el deseo
y otra música se entrega a los abismos

dejanos aquí

la casa es pequeña
vacía
y luminosa.

Buscá la luz.

Todo lo que aprendí de la luz
no está
a la luz.






Luz
un cuarto de espejos
vacío.
No entres.







Repleta de hambre
iba esa luz
a ciegas.





El fondo de la luz
es un espejo.
El fondo del espejo
no es la luz.






A no mirar ayudaba
el exceso
de luz.






No pidas a la noche
una lección de luz
ni al día
un suspenso terminado.







Le han dicho

Porque ahora
todo lo que usted puede esperar
es el silencio

apure su ahogo
su mentira

y escriba

no hay otro modo
de pasar el tiempo.







Sancti Spiritu

En la paloma
se hunde
la paloma
abre del agua
palabras.

Dan luz los artefactos
hacen
sombra.

¿Y después?

El sol
las distracciones…








Ventarrón

Acá dejáme
en días parecidos
numeritos tomados de la mano

estas paredes
la ciudad
son inocentes de toda mi alma

lentos animales
donde ruges
acá

provincia

oscuro alambre de silencio.








Los días, el dolor

¿No te das cuenta?
Es luz
no el viento
lo que llega
a la ciudad

y esa hoja
arenillas
la última pluma del sol

no son afrentas
fuerzas
o el por qué…







La torpe escritura

los días

el dolor.

La hora

Queridos compañeros
es la hora

hay un vaso de agua y una puerta
pero no hay

no hubo nunca

una casa
una sed.









Salir temprano

El perro final
árboles llegando de otro cielo
música manchada de fantasmas

para quien camina solo

esas lámparas

apenas
son el alba.







Descubro, a veces

Descubro
a veces
un gallo rojo
adentro

el se da cuenta

mira

y no amanece más.








La fiesta

Ese niño apretando
su globo final

la máscara colgando de una rama

se parecen a mi soledad
son mi soledad

papel picado

silbatos rotos.







Lo que el burro sabe

Entre el burro que algo sabe
y el puro, puro, burro
una diferencia hay

el burro puro, puro
solamente rebuzna
y a veces

incluso

dulcemente.








De niebla

¿Qué pasó con el poema
del poema?

¿Qué hizo después
lo dicho
de aquello
lo no dicho?

Borbotón de niebla
esa belleza
un corazón dispuesto

¿Qué hicimos?
¿Qué hizo de nosotros
la palabra?






Última palabra

Ni en París con aguaceros
ni pidiendo más luz
o morir mirando lejos

las últimas palabras
¿a quién?

La muerte
nunca
escucha nada.

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