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lunes, 22 de noviembre de 2010

2232.- CAMILO DE ORY


Camilo de Ory nació en Segovia y en 1970, aunque vive en Málaga. Es licenciado en Psicología por la Universidad de esta segunda ciudad, si bien, por una cuestión de ética y responsabilidad civil, nunca ha ejercido.
Ha publicado los libros Cosas con la lengua (Arguval, 2002) y Lugares comunes (Pre-Textos, 2006, Premio Internacional de Poesía Emilio Prados).
En la actualidad es columnista del diario La Opinión de Málaga, y mantiene un blog en Internet.
La pasión por la literatura no le he hecho renunciar a su verdadera vocación: la de perceptor de becas y subsidios.

WEB DE CAMILO DE ORY




FRONTERA SUR

Oiga, con mi caballo
nada me queda lejos;
llaneo bien, campeo,
sé que puedo alcanzar

Pecos en un suspiro;
llegar antes que usted,
bañarme en un barreño
-dejar el agua negra-,

mandar la ropa al tinte
a que la lave un chino
y esperarla en la cama,
fumándome un cigarro.


(Inédito en libro)




ASÍ EXISTE ESTE AFECTO

Igual que el agua quema
si hierve,
como el descanso agota
y el no comer acaba con el hambre
y una cerveza quita la resaca;

como termina el viaje
al alcanzar el punto de destino;

como da sed el vino,

como es posible hablar sin decir nada;
como crecen las uñas de los muertos,
existen los afectos.


(Inédito en libro)





ERAS DE RISA FÁCIL

Eras de risa fácil y también
llorabas fácilmente. No tenías
pudor con esas cosas. Cada día
era una peripecia que tu piel

sabía celebrar. Ser para ser.
Vivir para vivir. Muerte dormida.
Odié como una boba consentida
tu afición a las flores de papel

y a otras formas teóricas de engaño.
Negabas tu intención de hacerme daño.
Hay que negarlo todo. Me abrumaba

tu terca propensión a los extraños,
tu más que inexorable entrar en años,
tu forma de mirarme. Casi nada.


(Inédito en libro)

Publicado por las afinidades electivas - España






BUENOS AMIGOS

Tres hurras por el óxido
que devuelve
la dignidad perdida
al objeto
vilmente repintado
y dota
de salvadora pátina
al que
nunca
la tuvo.

Por qué sólo beso a las estatuas
(II Premio Internacional de Poesía
Francisco Villaespesa. Renacimiento, 2009)






HE SIDO UNO DE ELLOS

Yo los miro jugar con el respeto
absurdo con que todos los adultos
contemplamos los juegos de los niños.
En la risa inocente
de los niños
late el presagio de lo inevitable.
Crecerán hasta ser algo peor.
Lo llevan en la sangre y es probable
que la letra no llegue a entrarles nunca.

He sido uno de ellos. Los conozco.
Sé que muchos aceptan cigarrillos.
Algunos no controlan sus esfínteres
y todos se declaran insolventes.
Lo lógico sería sentir miedo:
yo nunca les dirijo la palabra.

(De Por qué solo beso a las estatuas)






NADIE EN EL ESPIGÓN

En este punto un mundo
invade el otro mundo.
(Me resisto a creer
que el mar sea otro mundo.)

Nadie me dio jamas un primer beso
aquí. En estos tiempos
los besos nunca son primeros besos.
Miro morir las piedras
que dejan de ser piedras.
Miro pasar los barcos,
despacio, como barcos.

Las olas se repiten
como si fueran olas.
El mar, por repetido,
deja de ser hermoso.
Estas rocas permiten
que andes hacia la nada
y que entres sin entrar
en el mar que no cesa
de ser mar, de ser nada,
que siempre se repite.


(De Lugares comunes)






ERA LA ANATOMÍA

Por dentro somos negros,
el corazón, las tripas,
los recovecos íntimos:
jamás entró la luz ahí,
nunca esclareció un rayo
las cosas y posó
su dedo en un color de la paleta.
Un pulmón sano es negro,
tan negro como lo pueda
llegar a ser el de un
fumador inveterado.
Tu corazón, amor, es negro,
y no cazas en África elefantes
ni tocas blues en un tugurio
con humo y con el resto
de los aditamentos de rigor.
Oscuros seres somos, y tan sólo
la herida que se abre nos revela
de algún modo irisados
y pinta blanco el hueso,
aproximadamente rojo el músculo.
Otorga al cuerpo,
o a la parte de éste que ha quedado
bendita por el golpe y por la sangre,
cualidad de cuerpo imaginario,
y deja que se acerque al ideal.
Es en la autopsia,
si es que nuestra forma
de muerte da lugar a que la haya,
cuando el forense, ahora
ya despreocupado de cuidar
que se mantenga estanco
el humor de la vida,
abre con alegre bisturí
la caja que se dice que es el tórax
y da entrada y salida a los colores:
la muerte, así la feria, nos redime,
y nos caracteriza, da al adentro
la apariencia real de lo de afuera.
Va la luz
y enciende las estancias de la casa
que nunca por completo viera nadie
iluminada y franca. Le concede
tono a la piel interna, como un niño
que llenara, novato y aplicado,
un dibujo del cuaderno escolar,
velando por no salir del borde.




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