Ha sido fundador de los proyectos editoriales: Editorial Guaymuras, Editores Unidos y Ediciones Librería Paradiso, así como de las revistas Alcaraván e Imaginaria.
Obras publicadas: En el Lugar de los hechos (1974); Las cosas por su nombre (1978); Materia prima (1985); Fuego lento (1989); La estación perdida (2001). Es coautor, junto con Roberto Armijo, de la antología Poesía contemporánea de Centroamérica, publicada en Barcelona en 1983.
Lección de amor
Si te ves al espejo
y no pareces como te viste ayer (mejor que nunca),
si te ve con desdén, como si a nadie viera,
el que por ti vivía
viéndose en el espejo, encendido de amor,
no te quejes del tiempo, no te duela tu cuerpo.
Ahora es cuando eres.
Sabiduría / belleza se juntan en tu nombre.
A punto están las dotes mejores de tu huerta.
Lo que ayer diste tierno, falto de calidad,
urgida por los tontos,
pasó sin hacer mella, pasó sin darte cuenta.
Entrégate a la vida, a pecho descubierto,
hoy que sabes blandir, como pocas, el alma.
Descubre lo que tienes debajo de los años,
lo que está a medio andar en mitad de tu vida.
Si te ves al espejo
estás mejor que nunca.
Vieja canción
En mi pecho tenía un corazón.
Y para mí tensaba sus cuerdas, el teclado
a una señal tuya,
al acorde más leve de los dos.
Era un haz de sonidos,
una grana gozosa y trepidante,
como un astro, al comienzo,
que estallara a la vida al mando de tu verbo.
Tenía un corazón.
Y yo lo oí cantar cuando tú estabas.
Como una elegía
Mamá ya tiene canas, mal humor y biznietos,
se levanta más tarde,
confunde días y fechas,
habla sola,
oye menos,
se le quema el arroz,
no ve sin los anteojos,
se sabe de memoria las telenovelas,
camina a duras penas
y sólo sale a misa.
Señora
(piedra viva
en mitad
del camino de la muerte)
yo la quiero como a una quinceañera.
Monte de venus
Tierra fértil
bañada por la miel
de un lago legendario
buena
para el cultivo
del gusto / del tacto / del olfato
rica
en secretos yacimientos
de donde ciertos héroes
extraen el metal de su armadura
(campo de juego y de retozo)
orilla del oleaje
que estalla
bajo sábanas
este es el monte
lugar donde todos los caminos llevan
Memoria del solo
¿En qué ajeno paraíso abandonaron
mi humeante corazón, quemado vivo, las mujeres que amé?
¿Bajo que cielorraso se desnudan
y muestran victoriosas el reino que perdí?
Yo, en cambio, nada guardo: ni dicha ni rencor.
Una a una me dieron la gloria merecida
y derrotado fui con sus mejores armas.
El amor es la única batalla
que se libra en igualdad de condiciones.
yo no pude escudarme, devolver las palabras
con la misma osadía, sin cuidar mis entrañas,
y los más leves golpes
me alcanzaron de lleno, a la altura del pecho.
Dado ahora a morir en cama extraña
(orgulloso de mí, en paz conmigo),
cierta gloria atesoro, ciertos nombres,
como el viejo guerrero que alivia sus heridas.
Entre nos
Debajo de tu falda
se oyen ruidos extraños
algo se mueve allí / entre tus piernas
como sombra en el monte
Se ven ciertas señales de vida en tus adentros
(conchas algas espuma y mensajes de náufragos a salvo)
toda esa tierna herencia de las altas mareas
un viento favorable
desordena el secreto follaje de tu cuerpo
y a veces pareciera
que hace buen tiempo
en los alrededores de tu cama
tengo la sana intención
de aclarar esas dudas
una noche de estas
Arcano
Algo en pie quedará
de este reino de furia: seres, brasas, semillas
guardan fresca memoria de otro tiempo
que hoy se estanca entre ruinas.
Sangre fértil
estalla
en algún lugar de Centroamérica.
No tardará en llegar el verde de los días.
Mester de huerfanía
¿A quién espero aún, a quien espero
cuando vuelvo mis ojos al claror de otros días?
En vano me deleita este sueño de abril,
el lúbrico artificio de sus nimbos.
A una beldad yo busco,
a una beldad perdida en otro tiempo, lejos,
dueña y señora de mi orfandad y de mis llagas.
A ella espero aún, a ella espero
como a la vida espera un condenado.
Fábula
Sus alas
como brazos
su plumaje
como ancha cabellera
su canto
como un nombre
su vuelo
como el gesto nervioso de tus piernas
cuando voy yo por ti
de cacería
mi ave
o María
Elogio de la gordura
Loada sea la gordura, su grasa
llena de gracia, la curva
tensa y relumbrante de sus contornos.
Dichosos sean los seres de ancho follaje,
donde todo el que quiera
halle puesto seguro para pasar la noche.
Gocen de buena fama
esos seres flamantes, exagerados,
vivos retratos de la abundancia.
Ábranles campo por donde vayan;
no los hagan perder
el tiempo, el peso, la vida.
Convídenlos a la mesa, a la cama
(sin mayores recatos ni privaciones)
y celebren en público, a sus anchas,
los deliciosos fastos de la gordura.
Mar adentro
A Rafael Rivera
Ya los barcos doblaron
la esquina de las aguas
que miramos unirse
el cielo arqueado y hondo.
Apenas unas manchas se divisan,
pero aquí, entre nosotros,
presas del abandono,
manos y voces se alzan todavía amorosas.
Los viajeros, en proa, no verán hacia atrás.
Otro mundo despunta, otro mundo alto y fresco
en la cabeza de todos los viajeros.
Noche y día ojearemos las crestas del aguaje.
Talvez el viento arrastre un olor, un silbido,
algo de cuanto asimos fuertemente a los pechos
que hoy vibran apartados.
Cómo áspera maleza crece el mar en nosotros.
Su falso azul revienta en los peñascos
y sólo nos devuelve restos de lo perdido.
Igual,
la vida nos envía
sus rápidas señales,
a su paso,
muy lejos de esta orilla.
Prez del irredento
¿Mi hora,
última hora,
ha de llegar
inesperada, impía?
Funesta, inmerecida
no la espero.
Hora feliz y tabernaria
en la que un ángel de verdad
ha de velarme
en los pliegues jugosos de su sexo,
quiero.
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