Enrique Falcón (Valencia, 1968). Ha publicado los libros El día que me llamé Pushkin (Sevilla, 1992), La marcha de 150.000.000: «El Saqueo» (Rialp, Madrid, 1994), La marcha de 150.000.000: «El Saqueo» y «Los Otros Pobladores» (Germania, Valencia, 1998), AUTT (Crecida, Huelva, 2002), Nueve poemas (Universidad de Valencia, 2003), Amonal y otros poemas (Idea, Tenerife, 2005) y El amor, la ira: escritos políticos sobre poesía (4 de Agosto, Logroño, 2006).
Más referencias: http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/falcon/
PROTECCIÓN DE TESTIGOS
«La conciencia de que esta ecuación era posible: dolor que finalmente deviene rabia. La conciencia de que esta ecuación era aplicable a todo o casi todo».
(Roberto Bolaño: 2666)
Poco deben importarle
la disolución del pentotal en los días de trabajo
y la lenta inhalación de estrellas por su espalda.
Le pagaron por callarse
la dirección de las palomas, el remite en las postales
certificadas de tan lejos, la piel de una mujer
que él no ha visto y no ha besado,
—el corazón de los inviernos—,
las sedes comunistas, su necesidad de ir ardiendo
por una extremidad de la cara.
Toca apenas con los dedos
nuestro inútil portal, y la luz de todos los aullidos
que pincelan la tarde, por encima
de muertos y estaciones,
a un paso sólo del domingo
vuelve a casa, toma de su llave
se maquilla una lágrima con cuchillas de afeitar.
(De: Amonal y otros poemas; Idea, Tenerife, 2005)
VIENTRES DE MADRID Y DE BAGDAD
[13 de marzo de 2004]
«(…) la lógica de la guerra a todos sus niveles conduce al hermanamiento de todas sus víctimas civiles, sean éstas del bando que sean: un inesperado cordón umbilical parece unirlas todas y dejan sin argumentos, y completamente solos, a los señores canallas de la guerra».
(Eugen Drewermann: “Contra la injusticia”)
Sólo entonces
os he visto.
En la nuca partida del suelo iraquí.
Y en la sangre bramando por la grava de Atocha.
Y en el Pozo:
izando sus calambres tras una siembra triste,
los ombligos de los hombres
abiertos y a cuchilla por los perros del Amo.
Yo cuido de los vientres de las novias perdidas
—los hombros de los niños se han quedado sin hora;
cuido de las oraciones cansadas de la tierra
y del largo cabello de todos nuestros muertos.
Soy el pueblo sin puñal y tres veces devastado,
el silbo de una cuenta enmudecida.
Yo cuido de las flores y los peines:
soy un hombre en la altura de todas vuestras muecas.
Y escarbo en las costillas de la bestia
besando lo imposible que habla en vuestra sangre:
soy el hombre que cuelga de un ombligo,
la cólera enterrada en los pozos del mundo.
Y os digo:
que la lumbre tronará por los espejos
que un caballo volteará por vuestra boca
que siempre las heridas
de todos estos hijos
saldrán casi estallando por un fundado cielo.
Sólo entonces
os he visto,
a los unos y a los otros, sangre terca unida ahora.
Desde entonces sea el hombre:
yo bramo en vuestro propio
cordón umbilical.
(De: Amonal y otros poemas; Idea, Tenerife, 2005)
AMONAL PARA UNA FOSA COMÚN
«…en 1996 subían por las urnas
los supervivientes de una dictadura…»
Uno se desnuda al paso
cuerpo añico adentro de las tardes tontas,
y se mira en las estatuas
compadece en sus masacres
todo cuanto hiciera sin salida.
Así uno se desnuda, se despoja de muertos
y ventila el cuarto
con un suave saludo de desaparecido.
Vamos a decir que no ocurriera
que no están vivos todavía
y ocupando despachos y brindando en sus fiestas
por todos los muertos felices.
Vamos a decir que ya han perdido,
que se les tira palomas en todos los zoológicos,
comenzando sus caras
a no ser demasiado,
a cubrirse de helechos y a vengarse las víctimas.
Uno se desnuda y enloquecen los trajes
al saber del aullido de los presos, las fosas,
—al
esqueleto amarillo
ya podéis odiarlo.
(De: Amonal y otros poemas; Idea, Tenerife, 2005)
PASAPORTE SOVIÉTICO A JACQUES MONARD
Sin su regreso y su desgaje
adopta ante la lluvia cualquier pose de muerto,
o matador de osos
nostálgico de hierbas y películas mudas.
Viene a verle su bestia
a limpiarle el betún de la boca
o a esconderle el alma en los roperos,
no importa. Quizá sí le preocupe
si vengo o no vengo con todos mis aullidos
a romperle la cara,
su mesa, el estropicio
de vasos y tormentas con nombres de niña.
Para saludarle
todavía hay que buscarse en la espalda
si quedan las astillas, si los trenes de entonces.
(De: Amonal y otros poemas; Idea, Tenerife, 2005)
CUIDADO CON EL PERRO
Y con el amo.
Huele a padre de la novia, a
tejado a revisar trimestralmente
cuando faltan camas
en los depósitos para transeúntes de los urinarios,
cuando falta la estricnina en su corazón de buque.
Las uñas se escurren por los nombres entonces
tocando madera,
y al perro le bautizan Alicia,
otro hombre dispara.
Cuidado con el perro. No se admiten apuestas
para ver sobrevivir a los quiénes,
los cuálos,
los que han de morir
y etcétera.
(De: Amonal y otros poemas; Idea, Tenerife, 2005)
CIENTO CINCUENTA MILLONES
Carta a Lunacharski, 6 de mayo de 1921, publ. en Kommunist nº 18/1957.
“Absurdo, idiota, una estupidez rematada
y una excesiva vanidad”. Escribe Lenin
a propósito (desde luego) de una tirada de cinco mil ejemplares
de 150.000.000 —Maiakovski—.
Atravieso, por mi parte, el tiempo
a una escala primaria de tres mil años luz, mil
novecientos 21 con esporas en la sangre y pesa
tanto la noche y se derrumba el canto.
Apenas lugar para el delirio,
para la desubicación del agua en sus disparos
fuera ya del mar.
Ya no hay miedo.
Extrae la fuerza de la voz
por encima los fusiles reescriben sus enigmas
de matanza inútil en los meses sin circo:
ignoro por tanto la réplica que habrá de traerme
mi inservible canción
—la
radiación en el laboratorio la apagaron las bengalas
y quizá sea muy tarde para no apagar la luz.
(De: Amonal y otros poemas; Idea, Tenerife, 2005)
MÓDULO SEIS
No ha perdido sin embargo sus garantías constitucionales
que le permiten pasar de una espora a otra
como si no hubiese comenzado nunca
la persecución.
Le toleran hasta tres llamadas
comunicarse con su dios y luego empeñarse
en ser réplica inocente de todos los incendios.
Con
una sola perforación en sus fosas nasales
podría destrozar el mundo y volverse idiota
para así no tener que desdecirse
y darles la razón a los verdugos.
(De: Amonal y otros poemas; Idea, Tenerife, 2005)
CUANDO VENGAN A BUSCARLE
Que le den un niño a cada árbol del bosque
para hacerse menta.
Que les pongan pies a las cruces del luto
y salgan, increíbles, a esperar a las visitas.
Que se escapen las novias
a su incendio de uñas pintadas.
Yo recuerdo su rostro encendido
en un arpa de tijeras y tormentas tropicales.
Que le vuelquen las manos
por detrás de la mortaja,
que señale al asesino, para que no vuelva
para que no espere
para que no salga.
(De: Amonal y otros poemas; Idea, Tenerife, 2005)
LA MARCHA DE 150.000.000
(Canto XIX)
Ya han venido los niños, los
150.000.000
con sus cabelleras de risa y su pánico de luces,
ascos de vientre en las matanzas públicas y
dame a este niño con crines del secuestro oh sí los niños
vienen sembrando algas y hambres de rastrojo
con arpones infinitos en sus bocas
danzan, viento nuclear, con los heridos y
hierro de ondas-luz sobre el refugio: —da-
me un niño que se sepa cumbre
y asco de pesebre, mi revolución del día.
(De: La marcha de 150.000.000: «El Saqueo» y «Los Otros Pobladores»;
Germania, Valencia, 1998)
ENSAYANDO UN GRITO
POR DETRÁS DE LA TORMENTA
“(…) Quiero hablarte de él, porque creo que el anarquismo es la cosa más preciosa y más grande que el hombre ha pensado nunca…”
(Alexandr Berkman)
—para Antonio Orihuela,
poeta libertario
En este lugar
la marea se nos come los dedos:
apenas en cuclillas
nos avisan los muertos su tardanza azul.
Tú y yo buscamos, Antonio, mientras tanto que pare
la mentira del mundo,
el miedo en nuestras uñas,
el cansancio por pasar cuando vuelvan los disparos.
Por detrás de las tormentas bailan nuestros muertos
en un canto imposible de heridas y lianas:
fértiles deshechos
que nos han de crecer brutalmente en la boca
y entonces irrumpir al final de los poemas.
Encendemos antorchas por detrás de la montaña
hasta que, mudos, nos quemamos la lengua
con la cal aún ardiente de todas estas víctimas:
de ellas no más somos
su misma caída o su espera impenetrable.
Y así nos queremos, mientras hay la resistencia:
tensos e increíbles arañando la calle:
—ensayamos un grito por detrás de la tormenta,
—ensayamos un grito por detrás de la tormenta.
(Del libro Codeína)
ESPAÑA Y POESÍA VIEJITA Y REGAÑADA
con la complicidad de Eladio Orta
En mi país cocido de lejos buenamente con las tripas afuera
los poetas comen jeringuillas con leche
carne de avestruz
brotan de las cuevas con un poco de saliva
se derraman por el campo como niños sin dientes.
En mi país cuchillo en las trenzas de los buenos empresarios
no hay huelgas generales:
los poetas las evitan con un trapo en la boca
brotan de las cuevas con temblores de piel
y lamen los cercados de los hombres ricos.
En mi país castigo en periferia de los barrios más bellos
se prohíben cosas que no sean de madera:
con blancos mondadientes se arrancan los colmillos
los poetas honestos de todo el país
brotan de las cuevas con los párpados mudos
para luego calmarse con trescientos espejos
los poetas honestos de todo el país.
Mi
verdadero conflicto:
que me muerden mis versos,
que no tengo país.
(del libro: Codeína)
FALSEANDO ALTERNATIVAS
¿La justicia no es anónima,
nombre y dirección?
Bert Brecht
( para jorge riechmann )
Ocurre que al amor le sigue
un rubor de tierra tras tu patio.
Ocurre que existe la injusticia,
su sal en el aullido
sin más temblor que la esperanza.
Ocurren las dos cosas
en el mismo tiempo que ambos preguntamos.
Y est?por decidir
sobre qu?posar la lengua
el poema que viene.
(del libro: Codeína)
HOLA DE CONQUISTAS
a Diana Bellessi y Eliana Ortega
las mujeres enfermas que jugaron con burros
las que cavaron tumbas en las palmas de un trueno
las sólo voz dormidas en los centros solares
las hambrientas de todo
las preñadas con todo
las hijas del golpe y de los sueños mojados
las que fijan continentes que dejaron atrás
las niñas con pimienta en sus quince traiciones
las de pan-a-diez-céntimos sin cafetería
las del turno de visita con oficios de muerte
las madres eternas de los locutorios
las arrasadas, las caratapiadas, las comepromesas
las terribles solitas en las salas de baile
las clandestinadas pariendo futuros
las oficinistas que ahogaron sus príncipes
las acorraladas
las desamparadas, las sepultureras
las del polvo sobreimpuesto y el trago a deshora
las poquito conquistadas
las niñitas vestidas con mortajas azules
las que cosen el mundo por no reventarlo
las mujeres con uñas como mapas creciendo
las hembras cabello-de-lápida
(todavía más grandes que su propio despojo)
las corresquinadas, las titiriteras,
las que tierra se trajeron atada a los bolsillos
las nunca regresadas
las nunca visibles
las del nunca es tarde
las del vis-a-vis sin un plazo de espera
las reinas en los parques y en los sumideros
todas ellas las mujeres que me llegan con todos sus cansancios,
todas, en sigilo: las amantes
y mis camaradas.
(del libro: Codeína)
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