AMALIA IGLESIAS
Amalia Iglesias Serna nació en Menaza, Palencia, en 1962, aunque pasó su juventud en Bilbao y hoy vive en Madrid, donde es jefa de redacción de Revista de Libros. Licenciada en filología hispánica por la Universidad de Deusto, escribe poesía desde muy joven. Entre sus libros de poemas destacan: Un lugar para el fuego (Rialp, 1985), con el que obtuvo el premio Adonais en 1984; Memorial de Amauta (Endymion, 1988), premio Alonso de Ercilla del Gobierno Vasco en 1987; la plaquette Mar en sombra (Málaga, 1989); Dados y dudas (Pre-Textos, 1996), accésit del premio Jaime Gil de Biedma en 1995, y Lázaro se sacude las ortigas (Abada, 2005). Sus poemas han aparecido también en antologías como Las diosas blancas (Hiperión, 1985), Ellas tienen la palabra (Hiperión, 1997), Poetas de los ochenta (Mestral, 1988), Antología de la poesía española 1977-1995 (Castalia), Canción de canciones (Mario Muchnik), etc., y el pasado año publicó la antología Antes de nada, después de todo (Universidad del País Vasco), que reúne todos sus libros editados hasta el momento.
Discípula y amiga de María Zambrano durante sus últimos años de vida, ha preparado la edición de Algunos lugares de la pintura de la pensadora malagueña y acaba de publicar Poetas en blanco y negro (Abada, 2006), una recopilación en la que se reúnen poemas de 230 poetas españoles, portugueses e hispanoamericanos que han ido publicándose en la sección «Contemporáneos» del suplemento cultural de ABC a lo largo de los últimos años. En 2004 la Real Academia de Poesía de Córdoba le concedió la Medalla de Oro Don Luis de Góngora y en 2006 ha obtenido el premio Villa de Madrid «Francisco de Quevedo» por Lázaro se sacude las ortigas. En estos momentos tiene inéditos los libros de poesía La sed del río y Tótem espantapájaros.
El sueño de los caballos muertos
A Sylvia Plath
La noche esconde espuelas, atesora secretos
para el viajero que se aventura a solas hacia rutas insomnes;
cuando el sueño se acuesta a la deriva
y una embriaguez antigua vuelve a cercar los ojos
-caballos que se despeñan cada noche
y luego recobran vida para volver a suicidarse- .
Alta bóveda abierta
sobre la cicatriz que deja el golpear de los cuerpos remotos
y el galopar penúltimo pradera adentro,
semejante al ruido aquel de las puertas abatidas contra el otoño.
Y preguntar a dónde van cada día sus ojos aún calientes,
el alucinado mirar de los adioses
si desde algún lugar
suplicando su gemido inaudible.
Por la grieta del aire
-cerradura del mundo donde la muerte acecha
apostada en el umbral del sueño útil-
el galopar de los caballos que van a despeñarse
y caen desfiladero abajo,
arrastran la impotencia,
la ingravidez de mis muslos apretados.
Por el alma se adensan los recuerdos en ámbar,
la resina que desprenden pesadillas de entonces,
sólidas como la sangre del cristo crucificado
donde se clavaban mis ojos de niña al salir de la siesta;
gigantescos helechos golpeándome el rostro
mientras mis manos temblorosas apartaban las nubes
para encontrar el mundo
que nunca estaba al otro lado de la niebla.
Detrás vendrá el abismo con su imán desatado,
presiento en el galope su voz más poderosa:
la palabra embrujada, las palabras rotundas
y el galopar constante en los cristales,
su galopar constante...
Luego el vacío, el cenit.
Por la órbita de los caballos muertos
un sopor sin escrúpulos me conduce hasta el alba.
De Memorial de Amauta 1988
El prado, el paraíso, el sol poniente,
las llamas de la infancia en el centeno,
las formas que resuelven nuestros pasos
en torbellino de universo y sus detalles.
Todo es pasar despacio la espesura,
esquivar el barro y la maleza,
y esa lluvia de abril que nos abre los ojos,
de par en par memoria en su intemperie.
Para que nada estorbe la canción de la cima
vienen después pájaros de la tarde
con la luz ceñida en su sosiego,
viene impaciente la tierra
a rezar su silencio a nuestro lado.
Todo el tiempo del mundo
anuncia un interior
de náufrago que espera.
Hoy es tarde todavía
y no se ha roto el rumor que nos quedaba.
CAVAR UNA FOSA...
Cavar una fosa.
Edificar una casa.
Sobre las ruinas de las ruinas,
ahora y siempre por los siglos de los siglos,
la vida siempre en obras.
Un basurero atesora
la indiferente memoria de los días.
Quién reciclará nuestros despojos,
quién regalará fascículos
con nuestra colección de instantes,
qué teletipos darán noticia
de la simulación de un sueño,
quién archivará cuidadosamente nuestros nombres
y hará el penúltimo inventario,
en qué autopista o hiperespacio habitaremos.
Qué Internet hacia Dios por si lo escucha.
Entre derribo y derribo,
cavar una casa,
edificar una fosa.
De "Dados y dudas" 1996
CENIZA
Sólo aguas en tregua
nacidas para ser ceniza múltiple del viento.
Ya ves qué paradoja
amor, qué despropósito,
quería ser ave fénix,
amor, qué engaño,
qué fraude sustentaba mi proyecto,
quería volver como un corcel glorioso,
como un crepúsculo de llama
recurrente
y amanecer contigo en lo absoluto.
Me he muerto tan despacio como el humo
y mis alas de barro no sabían volar.
De "Un lugar para el fuego" 1985
CERTIDUMBRE DE AUSENCIA
Regreso al mismo café.
Las horas lentas que pasaron en vano
atraviesan conmigo la puerta giratoria.
Y al fondo, entre las mesas,
una sonrisa tuya me mira como entonces.
Pero otra vez esos labios extraviados
tampoco son tus labios,
no hay sonrisa y el mármol de esta mesa
certifica en mis manos un mensaje de frío.
Inédito
CUANDO QUISE LEER LA CALIGRAFÍA DE LAS BRASAS...
Cuando quise leer la caligrafía de las brasas,
las palabras sin certezas hacían un ruido de celofán
entre los dedos, ya entonces alguna brecha abierta,
arrugas que no supe interpretar. Las manos de un
alfarero loco modelaban mi sombra y el orfebre puso
a secar mi corazón encima de la empalizada.
De "Dados y dudas" 1996
DE LUNA ACUÁTICA Y BALLENAS
A Unica Zürn
y Luisa Castro
Noche profunda de luna acuática y ballenas.
Escuchas
cómo nutre a las piedras esta luz aturdida;
el viento tiembla
-tremor de lecho sobre el lomo del mar-
entre sus lentas fauces
otras voces rozan apenas tu pozo de ansiedad,
leve murmullo.
Profunda luna de noche acuática y ballenas.
La claridad renace como una grieta en la penumbra,
tal vez desciende del otro lado
de unas manos abiertas para ti,
la densa irrealidad que tibia ondea
tu sueño más anónimo.
Y aún seguirás en la playa
a la hora en que se duerman los albatros,
predestinada a recoger eternamente la lujuria del agua
y un laberinto de algas ascendiendo a tus sienes
cuando toda la sed es muerte inaplazable.
Oyes tu desnudez,
oyes nadar más lejos su imperio ensimismado
-la luna está besando sus grandes ojos tristes-
y susurras un nombre: "Moby Dick"
con el agua en los labios,
ahora que todavía sabe a sal su piel de luna
más profunda de noche acuática y ballenas.
De "Memorial de Amauta" 1988
DESASOSIEGO DE OTOÑO
Tampoco tienen fecha las hojas de este otoño
y acaso no es verdad que su mundo agonice.
Ni queda amargura en sus grietas
ni sus arrugas aguardan la soledad del invierno.
Es sólo levadura, madriguera,
lazada de luz cuando reposa,
cuando cierra los ojos
para buscar los nombres de lo oscuro.
Pergaminos, venas izadas,
nervios que han excavado la piel,
los profundos ríos de montaña
que se dibujan en tus manos.
No hay desembocadura en este instante
detenido en la pared de un día,
en los muros de una casa que no existe,
el limbo del soñador y sus iconos.
Caminos superpuestos,
desde el Austral al Ártico,
sólo el imán del útero en letargo,
el jirón de inquietud que te faltaba
para soñarte sin gravedad.
De "Lázaro se sacude las ortigas" 2005
DESDE EL PISO DIECINUEVE DE UN RASCACIELOS...
Desde el piso diecinueve de un rascacielos
el lago Michigan helado, lápida de cristal,
un blues para la noche desde arriba.
Pensar si no habré muerto a miles de kilómetros
y el purgatorio sean diez grados bajo cero,
esos puentes alzados como cruces
o esta soledad de nieve contra el rostro.
De "Dados y dudas" 1996
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