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miércoles, 31 de marzo de 2010

379.- ANÍBAL NÚÑEZ


Poeta español nacido en Salamanca en 1944.
Estudió Filología Francesa en la Universidad de Salamanca. A pesar de su muerte temprana a la edad de 43 años,
dejó una importante obra poética y un gran archivo de traducciones de poetas como Rimbaud, Mallarmé, Nerval,
Eugenio de Andrade, Catulo y Propercio, entre otros.
Publicó en vida algunos libros de poemas como «Fábulas domésticas», «Alzado de la ruina», «Taller del hechicero», «Estampas de ultramar» y «Clave de los tres reinos», y dejó inéditos o parcialmente publicados otros como «Cristal de Lorena», «Naturaleza no recuperable», «Cuarzo», «Definición de savia», «Primavera soluble» y
«Figuras en un paisaje», que han ido apareciendo después de su muerte.
Su escritos sobre poética, de gran lucidez e inteligencia, son fundamentales para comprender su concepción de la poesía que él mismo definió así: "No creo en una poesía que valga por su mera intención de ser confesión, y sí, en cualquier
intervención que se atenga al lenguaje, que renueve la fantasía o la crónica con un previo compromiso con la palabra instrumental."
Falleció prematuramente en 1987.




2.000 light years from home

The Rolling Stones

Náyade imperceptible emerges poco antes
del desayuno en sueños imposible
de guardar en las páginas del libro
de cabecera
Sota de la baraja rota
en la que mato el tiempo haciendo solitarios
gritando soliloquios trazando planetarios
viajes para los dos en un metro cuadrado

Nereida suburbana flor entre los escombros
sé de sobra el color que no tienen tus ojos
sé de sobra el sabor que tiene la presencia
de dos guardias civiles en cualquier estación
y fauno ciudadano sigo y sigo tu pista
y la pierdo en un charco de luces de... mercurio
o en una mala esquina que da a ninguna parte

En un astro lejano a dos mil años luz
hay dos platos dos velas y champán para dos

No sé cómo decírtelo dónde se meten las
cosas que ya te iba a decir y no digo...
...aunque de todos modos es igual:
he olvidado el camino
y el champán bostezando -no llegamos- explota
y las velas ya queman el mantel y los platos
-ya platillos volantes- cansados de esperarnos
se han largado y han vuelto
cada uno por su lado a su antigua alacena.

Enero, 1971







AA. en una esquina

Aquí, al volver el sol, han confluido
mi sangre con tu sangre de noviembre:
verde seco es vasija de otro verde
seco que abarca toda la costumbre
de renacer -cenizas son
los días diecinueve y cada noche
en que Saturno manda en las estrellas-

No hay lugar para ti y para mí juntos
en esta ciudad rota en la que somos
tú y yo, no lo mejor de cada uno
sino tú y yo. No hay sitio.
Hay una esquina
que, aunque lugar de citas imposibles,
es el único punto que nos queda
para que la belleza del encuentro
y el dolor consecuente a la belleza
dignifiquen al menos nuestra ausencia.

Noviembre, 1974








Amiga te contemplo mientras suena

lusi indescai uiz daiamons
tus dos trenzas nostálgicas
del colegio de monjas caserón
donde el amor tendiera sus acechos
en los libros de misa las señales
que te dejó en la frente varicela
te veo la boca amor acantilado
donde rompe tu voz...
y como veo también
las señales del tiempo consumido a mi lado
-la música cesó- recojo la mirada
y la vuelvo pasando por tu brazo
por tu muñeca donde son
las siete de la tarde
y la llevo hasta el cielo inanimado
que hoy amenaza lluvia.

Marzo de 1970







Ángel en tres lugares

Espera en aquel banco
que llegue hasta ella un ángel
-soy el único
(y no soy de este mundo)
que se sienta a su lado y no pregunta nada-.

vuelve y ya no está ella:
y le hace reverencias a su ausencia brillante.








Aquella música que nunca...

Aquella música que nunca
acepta su armonía es armonía:
arpegios que se miran en la luna,
trinos que se regalan el oído
son sucia miel, no música

Tienes ejemplos en las olas
que saben que su próxima batida
en el acantilado no es la última
ni la mejor de todas
y en la lluvia
que da su aroma a tierra agradecida
y no puede sentirlo

De la lucha
contra tus propios ídolos
nace toda, la única
armonía celeste: lluvia, olas
son insatisfacción, son melodía,
inagotable música.

De Definición de savia







Bien que te gustaría confiésalo lanzarte...

Bien que te gustaría confiésalo lanzarte
de bruces al abismo devorar para siempre
esas terribles ganas que humedecen tus sueños
y en tus pechos habitan enjauladas...

Dale suelta a ese inmenso poder embalsamado
momia viviente abre las compuertas:
verás cómo florecen dos volcanes
en el lugar que el hielo
cerrara la clausura y perdiera la llave...
Encárate al ariete que reclama en tu puerta
la entrada por lo menos en cada primavera:
verás cómo te llenas de caballos salvajes
y de luz que produzcan tus turbinas de sangre...

Pero, antes, mastica la medalla
de dirección prohibida que cuelga de tu cuello.

Marzo, 1970







El oráculo

-¿Pandora volverá?
-Pandora vuelve:
polvo de plata esparce el viento
por bosques y abalarios.
Un esquife resbala
por el lago inclinado:
Otra especie
que se nos va: el saberlo
no oculta al sol: Que sea bienhallada
la hija de lo múltiple.
Más cerca
ya el azul sin reproches, el todo sin dolor:
el paraíso
Nunca se hubo perdido. La memoria nos
sobra
cuando vuelve, regresa
la que sembró de mal el pensamiento-







Encuentros

Tibio yeso tus ojos tienden sobre
mi corazón en ruinas: rapidísima
reconstrucción de un templo a ti advocado.

"Taller del hechicero" 1979







Epitafio para la foto del baile:

Un fotógrafo fue quien cogió, al vuelo
de los pasos del rock, como un espía
de convenios de amor, la simetría
reciente de tú y yo: baile en un cielo.

Ya frente a la inminencia del pañuelo
del adiós prometimos: sólo había
que esperar que picase en el anzuelo
la hora de recobrar la compañía.

Mas todo se ha quedado en el tintero:
nuestro común proyecto de alegría
y el concertado rumbo compañero.

Hoy yace nuestra fiel fotografía
en un cajón -yo fui el sepulturero-:
6 x 9 de muerte de aquel día.

Mayo, 1963







Flechazo místico de Colt

Felicidades ante todo te
elijo a ti la de la fila
tercera casi al centro
un poco a la derecha
desde el espectador
cabello rubio ni
largo ni corto no
es buena pista claro ni asimismo
la de los dientes de conejo todas
las yankis los tenéis no te lo tomes
a mal la de los ojos
la de los ojos tiernos
de carnero miopes que yo ayer
en el segundo banco a tu derecha
con gabardina clara
y cara de zapatos
nuevos qué más te da:
tú estarías a lo tuyo
siguiéndole las yemas a miss eva...-
que yo ayer y tu boca
quisiera haber tenido
para no mancillar.
Sí, tú, la misma
que vestía como todas
pero de otra manera blusa blanca
y falda hasta los pies
Nobody knows ni tú que te miraba

yo -el de la voz tomada el descreído
el sádico el mordaz el asesino-
con miradas furtivas sin embargo
cuajadas casi sólidos
vistazos que yo quise
fueran bolas de nieve
almohadones de plumas como esas de vosotras
cuarenta y siete ángeles de carne
y hueso como todos los que han sido.
Gracias por vuestras voces por tu voz
unida entrelazada
en la polifonía el oleaje
que en la concha rompía del ábside románico.
Gracias por ese amén
que despertó mis hematíes
estancados y gracias
por ese aire que ahuyentó el incienso
los rastreros madores
de la pobre parroquia:
las matabais cantando
como quien lava albas
con alegría manípulos
amitos corporales
sobrepellices sucios de santidad de mira
me y no me toques Áuf!
acallando los quiries gorigoris
de feligreses cluecas con incluso
el miserere que cerró la parte
primera y me dejó tan boquiabierto.
El miserere más alegre
que jamás escuché pues te miraba
y no queria perderme (por nada de este mundo)
tu tan ingenuo júbilo escolar
con el que me engañaste que aún me dura
tu sonrisa canora y me contagia.
Marzo, 1973







Fumando espero al hombre que yo quiero

Tu represión de niña emancipada
te hace empuñar
con asco amortiguado la boquilla
del rubio que apresuras
en consumir para quemar el tiempo
de la espera
-la pantera se aburre en el acecho
a cuestas con su espléndido pelaje-
para llenar las tardes de volutas
como tejía Penélope
la ausencia de su hombre
el mal presagio
SINTIENDO ESE PLACER
DEL HUMO EMBRIAGADOR
QUE ACABA POR PRENDER LA LLAMA ARDIENTE
DEL AMOR
para acabar volviendo
con una arruga más en el anzuelo
a tu tiniebla íntima
-te agarras a la almohada-
superpoblada de hojas amarillas
(nadie viene a quemarlas a incendiar
el cuarto de los trastes abrumado
de irremediables juanas
de arco a edulcorar
tus ganas
de salirte de madre
de que salten las lunas del asediante armario)

y no divisas moscas -como último recurso-
dispuestas a quedar presas de patas
en la miel cenagosa de tu rimmel.








Gormaz a sangre y fuego

1
Soterradas semillas
cenizas hácense
bajo cimientos rotos

2
Gesto de la doncella
en quebradizos pomos;
sangre la mano de los asaltantes

3
Harina calcinada.
impronta de azulejos,
huella de las vasijas;
el perfume voló cuando entraron los cuervos

4
Bóveda del aljibe;
los jóvenes cadáveres
por el brocal cayeron

5
Recogidas señales
para bajar al rio
un día sin merodeos
que no llegó

6
Mimbres y sedas:
todo ardió en la cruel alba,
nítida la victoria en el signo del garfio

7
Los remaches del yelmo,
el pecho de los mozos
saltaron. Dura muerte
escribió la inicial del viento inconsolable.

1982







He metido las manos en el fuego...

He metido las manos en el fuego
por saber si era cierto su suplicio
y supe -el si era o no lo supe luego-
que el saber esperar ya no es mi oficio.

Y lo es desesperar, quiera o no quiera,
y es el seguir no hallándote en lo oscuro
de esto que llaman llanto por ahí fuera
y yo de que es mi vida estoy seguro.

Y aunque tu mano tarda, a mí me duele
como si no llegara nunca. ahora
me entretengo en trenzar melancolía.

Después vendrá la pena como suele
venir: para avisarme que es su hora;
y el estar solo a hacerme compañía.

Enero de 1962







Hermosas ninfas que en el río metidas...

"Hermosas ninfas que en el río metidas
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de Vidrio sostenidas..."

...echad la llave no salgáis ya más a la ondulada piel de
la corriente grabad deprisa y para siempre el rumor de
las aguas -hoy contar podéis con aparatos de alta fidelidad-
haced acopio de imágenes de márgenes -sugiero que utilicéis
color en vuestras fotos- encerraros por siempre en
la morada dondo el jaspe sustenta diamantinas bóvedas
daros prisa mucha prisa
que vamos a soltar los sumideros
y el río sera ya en pocos segundos
dominio de la espuma detergente.

Y
seguirán diciendo es primavera
diciendo es primavera seguirán
es primavera seguirán diciendo es
lo más seguro pese a todo.








Inutilidad del poeta didáctico

La rosaleda del chalé mantiene
relaciones cordiales con la baja
maleza del camino

Esto bastaba
para hacer una fábula, un cuento edificante
sobre la abolición de las barreras
sociales por amor. Añadiríamos
que una abeja dorada es la correveidile
y que sin que lo sepa el jardinero
ha brotado un rosal al otro lado

La sola exposición de estos detalles
de por sí moraliza: de su mera
contemplación surgió la moraleja,
la urgencia de escribirla
y un precoz sentimiento de sonrojo
intentando variar sin conseguirlo
el vuelo de la musa moralista

Esperemos...
que el lastre de verdad que la corona
la haga precipitarse y vuele libre
cuando haya perdido la cabeza
...sentados.

De Definición de savia







Los deseos de Pilar

1
Mira de los tres ríos
ese nudo que forman confundiendo
aguas y nombres y depón la pértiga
de la barca en las jambas de la puerta arruinada.
Habrá nacido -dime- amarga hiedra
o trepadora correhuela
por los muros. Quién fuera
capaz de sostener al hacha y -ya ofreciendo
este sudor urbano a las aguas sagradas
o al viento que hace hablar a los álamos blancos-
tallar la viga firme, el puntal rezumante
para iniciar la obra.

Dime dónde
hubiéramos hallado barro bueno
para hacer los adobes. Necesito
la imagen del corral, una fotografia
de las viñas perdidas, una leyenda -aun breve-
sobre el poblado antiguo.
No haya nunca
tareas sin horizonte, ni entre los dos, palabras
de desaliento. Álzanse-
no sólo trigos- muros en la isla
de la casa invisible que tu solo deseo
levantó.
Una bandada
de palomas lo dijo.
lo escribió con reflejos irisados
sobre el cristal del dulce regadío.

2
Di si a tu corazón abarrotado
responden los vilanos tras el deseo y el soplo.
Mira si están ahí de cualquier forma
dispuestos por los prados en número cualquiera,
inertes ante agosto los que quedan, distinta
su configuración a las constelaciones
todas, aun disponibles
los infinitos puntos de vista. Necesito
que arranques uno o que lo caces
al vuelo y, si no sabes
un conjuro, es igual: sóplalo y pide
lo imposible. Sabré por lo que digas
cuando levantes el teléfono
si se ha cumplido tu demanda, aunque
me imagino que no ha de ser rotunda,
tímida como sigues, medio escondida aún
detrás del chopo aquél
de cuando tú querías ser bailarina. Pide
-¿será lo que hayas hecho?- ser bailarina; tiempo
tienes.
Yo sé que aunque te pesen
tanto veneno y golpe sobre tu cuerpo -tantas
veces compuesto y astillado-
hemos de verlo grácil, volador,
danzar sobre las penas sobre el estrado, puestas
a tus pies como pétalos.
Caza, caza un vilano,
agarra al vuelo un diente de león.

Agosto, 1984







Madrigal

Tus ojos de ese verde
que no sube la bolsa ni los corceles pastan
-corceles son caballos guerreadores-
Tus ojos
que me cuentan de fértiles inundaciones cíclicas

"Taller del hechicero" 1979








Morir soñando, sí, mas si se sueña...

Morir soñando, sí, mas si se sueña
Ilusión es la muerte, fe la vida,
Guerra la paz; y si la paz se olvida
El tiempo al fin de eternidad se adueña.
La desgana de ayer ¿qué nos enseña
Deshaciéndose en hoy? Abierta herida
El empeño de hacer que la aprendida
Ventana dé al vacío que se sueña.
No se matan los sueños con la muerte.
¿A qué representarla con tal ceño?
Morir es aprender lo ya sabido,
Vivir la vida no es negar la suerte.
No sabemos, Miguel, si es que te has ido
O sigues con nosotros en el sueño.

1986







Mudanza

Una palabra para hacer llover
está sobre el armario. No la toques
que lloverá en la estepa y los armarios
saldrán mañana a flote en los pasillos mudos.







Nacimiento de Venus

Diosa
si el filo de la espuma está conforme
con el diseño de tus labios,
tu sonrisa repite lo levísimo
del azul que te dio vida perenne
pero
no eres hija del cielo ni del azul siquiera
que el cielo presta al mar; eres espuma
y todas las palabras de amor se desvanecen
en ondas que entrelazan el engaño
de agua.







Nada queda de nuestro palomar blanco...

Nada queda de nuestro
palomar blanco, donde
sentimos el primer
vértigo nada queda
del almendro en el que
imaginábamos lianas
y éramos dos tarzanes nada queda
de la tapia que el mundo dividía
en territorio apache
y en territorio sioux nada queda
del cuarto de las ratas
que olía a viejas historias y tampoco
queda nada me han dicho
de la terraza ni de la
galeria de cristal donde el sol en invierno
se acurrucaba como un gato nada
queda de la escalera
de caracol ya nada
del jardín con castaños con acacias
con ¿qué? donde aprendimos a montar
en bicicleta nada
queda de nuestra casa
primera
Hay una valla
y detrás nada, los expertos
han medido el terreno con sus metros cuadrados
con sus gafas cuadradas han aojado el terreno
con sus zapatos negros han sumado la tierra
de nuestra infancia que hoy no tiene
dónde meterse:
está prohibido
el paso a los ajenos a la obra.

Diciembre, 1970








No solamente en Broadway

Carta a J.R.J.

Mínima aldea de muertos olvidada
sino por ti y por mí colgados de los árboles
-cipreses, claro-
con los ojos muy abiertos
entre terribles rascacielos entre
el sueño de los vivos
y el sueño de los muertos
que no se encontrarán: dos paralelas...

Entre todos los tráfagos de todas
esas actividades te fijaste en el viento
que barre de las tumbas agrietadas la nieve

Prosiguen sin embargo
las cuatro tapias concurridas fuera:
la tapia del taxímetro
la del paso elevado
las del tranvía y el metro con su escolta
de dorados & Cé mientras la alquimia
de las losas y el polvo contemplamos:
pobre pozo de muertos con campanas ahogadas
por los timbres burócratas
las bocinas silbatos y las excavadoras

Y aquí sí que no creo -se ha estrechado
el nudo desde entonces,
1916, bastante-
que valieran la pena como tú lo creíste
la escasa yerba y la flor roja
única que brotaban y de cuya hermosura
infinita quedaba, según tú,
la ciudad viva desterrada:
el tiempo
ha venido a decírmelo y mi soga,
por más nueva, aún resiste.

1973







Oh, náyade, nereida, ninfa, sirena, tía...

Oh, náyade, nereida, ninfa, sirena, tía
buena reproducida
todo color tamaño
casi natural muslos
apetitosos anunciando
un producto, pongamos,
anticongelante, verbi gratia
gratia plena de ganas de comerte
poseerte en pleno escaparate

lo malo es que sabemos que nuestro
atrevimiento
lo pagaría el seguro
y mucho peor saber que nuestro muerdo
no iba a encontrar una manzana viva
sino más bien sabor de cartonpiedra
y una falsa apariencia de relieve camal
en la litografía
y acabamos comprando cualquier cosa
en desagravio, buenas tardes,
por nuestros malos pensamientos.








Paradisaea papua

La hembra no tiene nada de notable
sus plumas pasan
del blanco al beige por gradaciones suaves

Ni por todo el oro del mundo
me tomaría la molestia
de examinar al macho y cuándo llega
a toda su belleza. Prefiero a este respecto
fiarme del testimonio de los nativos fieles

Estas aves
a pesar de haber visto alguna de ellas
en cautividad
inspiran el deseo de perseguirlas
en sus bosques natales

Pero para cazarlas, sorprenderlas,
es del todo preciso ir vestido de gris.

De "Estampas de Ultramar"







Pebetero

Que me traigan el humo dijo Ciro
y le trajeron todas sus victorias.

"Taller del hechicero" 1979









Perfume de las rosas

Tu más claro discurso
es tu jadeo erótico, Mademoiselle Descartes,
tu dios de mármol tu mayor esclavo,
tu ama de llaves la razón. Tus rosas
son tu blasón mejor, mas su perfume
sigue ininteligible
para vos y Clavet, pintor de corte
amigo de tu abuelo.







Rima

La vida es la ruleta
en que apostamos todos el amor es algo
maravilloso el tiempo
es oro nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir España
es una grande y libre
el trabajo es salud los sueños sueños
son obras son amores
y -aparte de poesía- qué eres tú?

Marzo, 1971








She's a rainbow

The Rolling Stones

Ella es un arcoiris:
es rojo su calor adolescente, por pocos años. Ella
es un arcoiris. Arnarilla
la flor que tiene nunca entre sus manos
-amarillo también el estropajo.
Roja es la sangre floreciendo. Gualda
la anemia omnipotente: roja y gualda.
Anaranjado es el crepúsculo
allá en el horizonte donde tampoco hay nada
que hacer. Verdes los trigos
que padre hacía crecer en vano. Ahora
en la ciudad extraña el verde es una aguja
en un pajar. Azul, el cielo muchas veces
-por poco tiempo. Siempre
azul en la fotonovela: en
paisajes imposibles. Ella es
un arcoiris. Azul, añil... el mono
azul el mono del hermano obrero.
Azul el manto de la virgen
y la pureza precintada -a pesar de
algún sueño. Violeta
el futuro seguro de las ojeras.
Ella
es y será, mientras la lluvia
coincida o no
coincida con el sol, un arcoiris.
Enero, 1971







Síntomas de vejez

Ya el poeta no hace como antes
boceto de sus lágrimas
ni refunde su canto hasta el poema

Ahora directamente como el liquen
sobre la piedra inerme
dispone las palabras a sabiendas
de que el tiempo ha dispuesto el cañamazo
de lo que va a escribir para el olvido.








Sólo el rayo no hiere a las ortigas...

Sólo el rayo no hiere a las ortigas,
se cubren en la sombra:
desde la luz ataca: su veneno
es su sangre -saeta- ¿de qué liban?
No sus nubes, tampoco de guadaña.

¿1976?







Soneto acróstico con figuras de insistencia...

(hallado en una botella de mezcal en "El farolito" y en donde -aunque esto sea lo menos importante-
se corrige un error léxico de Gustavo Adolfo Bécquer.)

Como de tu pupila la negrura,
Azul indescriptible tu iris, nunca
Tuve ocasión de ver: dulce espesura
Abierta a este habitante de espelunca.
Lago nocturno, superficie pura
Izó frente a su orilla la ya trunca
Nave desarbolada por la dura
Arribada otra vez a donde nunca
Mirabas tú llegar y nada había-
Antro mi herida [fue] no percibida-
Tibio a mis huesos y a mi voz perdida
Esperando escuchar, saber que oiría
Otro canto mi oído, derretida
Sirena y cera por tu voz de vida.

Enero, 1982








Soneto grisáceo

Te vistieron de gris con uniforme
te dieron una chapa y una porra
y saliste a la calle tan conforme
con permiso oficial de armar camorra

dispuesto a demostrar todo lo enorme
que es tu amor a la patria que en la gorra
viene representada aquiliforme
aunque en el fondo no es más que una zorra,

dejaste el azadón que hoy enmohecido
dormita en el corral que abandonaste
-se puede uno ganar bien el cocido
sin trabajar-: aquel maldito traste
áspero sucio feo retorcido
no es como la pistola: ¡qué contraste!

Noviembre, 1969








Todo fue sobre ruedas una mutua...

Todo fue sobre ruedas una mutua
corriente entre las tazas
de té inglés les iba enmarañando
-complicada una música de fondo
en el asunto- todo
todo a pedir de boca las sillas casi juntas
los corazones casi paralelos...
mas ese olor de la transpiración
inevitablemente percibido
la aureola indiscreta de la axila
convirtieron la afinidad en franca
retirada de él vergüenza en ella
y todo fue desvaneciéndose
en disculpas qué lástima
que esté tan ocupado esta semana
roto el hechizo bien pensado
no era para tanto
ella perdida
sintió una presa fácil
maldijo su pecado destruyendo
-ya de vuelta en su casa-
la cuidadosa trampa de su rostro con lágrimas
pero he aquí que una amiga
percatada de todo y sonriente
susurró unas palabras
mágicas en su oído
y todo se arregló desde que ella
adoptó nuestro estilo de atracción personal
emplea nuestro jabón desodorante
(las sillas se fundieron
definitivamente
en un fragante abrazo
y vivieron felices gracias a...)







Tríptico de la tristeza, de la melancolía y de la alegría

Sosiego: luce el élitro
bajo la piel de la manzana.

Es pulpa la tristeza, miel el dolor perdido:
tener ahora delante la fuente de aquel bosque
donde se baña la princesa y
no echar de menos su blancura, el rezo
de los enhiestos abedules
ni el cascarón de vieja que cuida de los gansos.
Luce sin resplandor justa tristeza,
larguísima tristeza que a la lejana estrella
nos une desde esta estancia en la que, sórdido,
disfrazado de espacios, el tiempo nos engaña.

2
Algo trazó unas letras: el ruido fue, ayudando
a un corazón turbado que se prolonga en dedos
sobre una caja yerta que contiene dibujos:
( )
una reyerta entre raíces, desfIladeros tensos,
vestiduras convulsas, damas en sepia, tenebrosos
monjes, monstruosidades en madera.
No hay silencio; rememorarlo se hace
imposible: se escuchan fugas, cursos,
desbocadas señales: no, el cristal
no descansa. Y la melancolía
ahoga a través del aire que se bebe el herbario,
dueña se hace en el ámbito donde todo es ajeno

3
Algunas desoladas veces
luce, débil: y lo que la sustenta
-filo de vuelo, piedra mojada en sol,
brote de primavera- vale
para representarla, de vacíos
que están los corazones desamueblados de ella.

Si no viniera a trozos
o a relámpagos, ¡Cómo
ibamos a cansarnos de repartirla! ¡Cómo
bajo su lluvia íbamos a dejar la guarida!

¿1978?







Tú tan aficionada a los pañuelos...

Tú tan aficionada a los pañuelos
habrás a la sazón hallado alguno
para tu desazón paño de lágrimas
bayeta de la tiza testaruda
que narra nuestro amor velo sagrado
en tu éxtasis de música y luciérnagas

Jirón venda bandera telaraña
y sábana su cuerpo sobre el tuyo
húmeda ¿Me equivoco?
-Si: sudario.

1974







Vulcano Eros Addatopem

1
De nuevo llueve y lunas
se suceden: el ara
en la espera se moja,
de hiedra se recubre,
de líquenes se llena
en la espera del fuego
ritual que era suyo.

2
Se repiten los soles,
calcinanse las yerbas
alrededor del fuego
ritual que, sin ara,
se purifica solo,
quema tiempo en la espera
del ara que era suya.

3
El ara se lamenta:
"Fuego, ¿por qué no vienes,
"por qué sólo consumes
"lentos atardeceres
"y destilas silencio?
"Necesito tus llamas
"aunque cegase el humo:
"sin tu sagrada lengua
"el sacrificio es vano.

4
Se justifica el fuego:
"Ara, calla, no es digna
"la piedra que otro fuego
"ha encendido, ni digno
"seré de sacrificio
"si no quemo el escombro
"de otras aras extrañas
"mi soledad templando.

5
El ara es pozo, el fuego
es arroyo: se seca
el lodo rojo; estanque
que refleja la tarde
lo que era torrente
en busca subterránea.

6
Es mina el pozo. es pico
el torrente de fuego.

7
Fue el tiempo necesario.
preciso fue el trabajo,
la fragua para el hierro,
para la greda el agua.

8
Herramientas abierta
la galería encontraron:
ajenas herramientas
donde la veta pura
inerte se ofrecía.

9
(El hierro se empeñaba
en canteras inútiles.
en falsos minerales
y mentidos filones)

10
Matente mina, pozo,
galería mantente,
ara, espera: algún día
el fuego, el hierro, el fuego
arroyará tu boca
y el lodo rojo, entonces,
dejará de ser polvo.

1973








Ya lo sabes, amada...

Ya lo sabes, amada
ahora podemos
realizar nuestros sueños imposibles
esa luna de miel en cielo exótico
viaje todo incluido
vistas al mar crepúsculos
íntimos revisados por expertos
a nuestro alcance todos
los silencios románticos
con el nuevo sistema de cómodos
pagos a plazos: a escoger
islas privilegiadas o lugares
de gran mundo -aquel sueño
ya es una realidad-
(o bien quedarse aquí junto a la brecha
al lado de la lucha que aún hay tiempo
de jugarse el pellejo para algo)
una de dos, amada mía, no olvides
que elegir es el único problema
que este sistema ofrece.

"Fábulas domésticas" 1972







378.- HEBERTO PADILLA


Poeta cubano nacido en Puerta del Golpe, Pinar del Río, Cuba, en 1932.
Es una de las figuras más relevantes de la poesía cubana contemporánea.
Estudió Derecho y Filosofía en La Universidad de La Habana, brillando desde muy joven en el panorama
intelectual de su país. Publicó su primer libro de poemas en 1948 bajo el título de "Las rasas audaces" y al triunfar
la Revolución Cubana fue nombrado corresponsal de Prensa Latina en Nueva York. Más tarde, de regreso a Cuba,
dirigió el periódico Revolución, fundó la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y fue director del Consejo Nacional de Cultura.
Obtuvo el premio Casa de las Américas por su libro "El justo tiempo humano" y varios meses después viajó a Rusia como corresponsal de la prensa cubana y representante del Instituto Cultural.
A su regreso, en 1964, se convirtió en centro de una larga polémica ideológica que terminó con su encarcelamiento en 1973, a raíz de la publicación de su libro "Provocaciones". No obstante, en 1966, le había sido otorgado por unanimidad
el Premio Nacional de Poesía, y en 1968 el "Premio de Poesía Julián del Casal". El resto de su obra está contenida en los volúmenes "El hombre junto al mar" 1981 y "Un puente, una casa de piedra" en 1998.
Gracias a la presión de importantes intelectuales y políticos internacionales, se le permitió salir del país en 1980, radicándose en Estados Unidos hasta su muerte, acaecida en septiembre del año 2000.


Autorretrato del otro

¿Son estremecimientos, náuseas,
efusiones,
o más bien esas ganas
a veces tiene el hombre de gritar?
No lo sé. Vuelvo a escena.
Camino hacia los reflectores
como ayer,
más veloz que una ardilla,
con mi baba de niño
y una banda tricolor en el pecho,
protestón e irascible
entre los colegiales.

Es que por fin
lograron encerrarme
en el jardín barroco que tanto odié
y este brillo de ópalo
en los ojos
me hace irreconocible.
El gladiador enano ( de bronce)
que he puesto encima de la mesa
-un héroe cejijunto y habilísimo
con su arma corta y blanca-
y su perra enconada,
son ahora mis únicos compinches.
Pero cuando aparezca
mi tropa de juglares
limaremos las rejas
y saldré.
¡Puertas son las que sobran!

Bajo la luna plástica
¿me he vuelto un papagayo
o un payaso de náilon
que enreda y trueca las consignas?
¿O no es cierto?
¿Es una pesadilla
que yo mismo pudiera destruir?
¿Abrir
de repente los ojos
y rodar por el sueño como un tonel
y el mundo ya mezclado con mis fermentaciones?
¿O serán estas ganas
que a veces tiene el hombre de gritar?
Las Derechas me alaban
(ya me difamarán).
Las Izquierdas me han hecho célebre
(¿ no han empezado a alimentar sus dudas?).

Pero de todas formas
advierto que vivo entre las calles.
Voy sin gafas ahumadas.
Y no llevo bombas de tiempo en los bolsillos
ni una oreja peluda -de oso-.
Ábranme paso ya
sin saludarme, por favor.
Sin hablarme.
Échense a un lado si me ven.

De "El hombre junto al mar" 1981







Berta

Estás contra mi pecho,
y sé que todo el aire desordenado
de mi vida
rinde ante ti los brazos, mujer mía.

Conmigo por tantas horas,
tú restauras mi profunda alegría
y la apuntalas a tu modo
en el mundo.
Y eres la fantasiosa que recorre
el delicado juego
de la encantada noche, mi poseída.

De "El justo tiempo humano" 1962







Día tras día

Cada noche me libras
de la corona turbia
que amenaza las horas de mi felicidad
y llegas en puntillas lentamente
y me arrancas los ojos de humanista
susceptibles al sueño
de modo que la muerte no puede seducirme
Definitivamente soy tu modelo azul
temblando en cualquier agua en que tú me sumerjes
La flor monumental para el salón de té
de las embajadoras que ignoran nuestros nombres

De "El hombre junto al mar" 1981







El hombre junto al mar

Hay un hombre tirado junto al mar
Pero no pienses que voy a describirlo como a un
ahogado
Un pobre hombre que se muere en la orilla
Aunque lo hayan arrastrado las olas
Aunque no sea más que una frágil trama que respira
Unos ojos
Unas manos que buscan
Certidumbres
A tientas
Aunque ya no le sirva de nada
Gritar o quedar mudo
Y la ola más débil
Lo pueda destruir y hundir en su elemento
Yo sé que él está vivo
A todo lo ancho y largo de su cuerpo

De "El hombre junto al mar" 1981







Entre marzo y abril está mi mes más cruel...

Entre marzo y abril está mi mes más cruel
Apretado a tus brazos
ascua feliz
el más tierno y salvaje
te dije:
éstos tienen que ser los brazos del amor
Puse tus ojos y tus labios abiertos
debajo de los míos
y caímos cantando en el sofá
fue la última vez en que pudimos amar
sin sobresaltos.
y en vez de libros
flores
y un hechizo calcáreo en la pared
con manchas
y la espuma de los muebles de mimbre
orlando tu aureola
abriendo abanicos de fuego
lanzallamas
y un cielo
y una constelación que se agigantan
muslos y vulvas inmortales
y mi oído en tu vientre
donde te late un nuevo corazón
y en tu entraña
ahora estás embarazada
en la abertura exigua de cada poro
el eterno deseo
la única escritura digna de nuestros nombres
y el retrato de Marx
junto al de nuestros padres
implorando
que arranquemos del mundo la tristeza
Nos alzamos
nos vestimos
le arrancamos al mundo la tristeza
sonreímos
te sentaste a mi lado
me miraste
y yo
el escueto y lógico
te grité
fuego mío, bruñido por la vida
laurel invulnerable
tacto
jadeo
gozo
Algo de eso te dije o te grité
con el horror de que pudieran acabarse
de pronto las palabras
Y continuábamos desnudos
cuerpos
debajo de un pantalón
de un vestido de lana
todo temblor
desnudos
Nadie que no seas tú
podría plegarse a la modulación urgente de mis días
te dije
en realidad quería susurrarte mis años
pero eso te alegró
y te dormiste
protegida
confiada
los libros
y la ropa
por el suelo
Cuando duermes parece que te ahogas o sufres
Me das miedo
Ése era yo
tú describiéndome
asustada con mi respiración
De modo que esperé a que durmieras
mucho rato
para que nada pudiera despertarte
nunca nada ni nadie
animales del siglo
enlazados desnudos
y el mundo entre los dos
¿o una cara del mundo?
¿Pero cuál?
Luego fueron zapatos burdos
apresurados
no en la yerba
en el suelo
en la penumbra
en el amanecer
yo vistiéndome adormilado
oyendo
no tu respiración
sino la orden
la más humana
desvistiéndome luego en otro sitio
audible de las voces
vuelto a vestir
con una tela del color de la tierra
un efecto sencillo en una sinfonía
Adelante camina
la más humana
de las voces
Golpetazos
aullidos
Yo subiendo
bajando escaleras
del color de la tela
Puertas
abriéndose
cerrándose
entre marzo y abril
un golpe de metal sobre metal
una cara del mundo.
¿Pero cuál?
Un mes oculto entre otros dos
¿el más cruel? ¿el más fiel?
Y la pared garabateada a punta de cucharas
nombres
fechas
despedidas
pedazos de oraciones
La litera es también color tierra como la tela
El techo y la letrina son también muy oscuros
del color de la tela.

De "El hombre junto al mar" 1981







Fuera del juego

A Yannis Ritzos, en una cárcel de Grecia


¡Al poeta, despídanlo!
Ese no tiene aquí nada que hacer.
No entra en el juego.
No se entusiasma.
No pone en claro su mensaje.
No repara siquiera en los milagros.
Se pasa el día entero cavilando.
Encuentra siempre algo que objetar.

¡A ese tipo, despídanlo!
Echen a un lado al aguafiestas,
a ese malhumorado
del verano,
con gafas negras
bajo el sol que nace.
Siempre
le sedujeron las andanzas
y las bellas catástrofes
del tiempo sin Historia.
Es
incluso
anticuado.
Sólo le gusta el viejo Armstrong.

Tararea, a lo sumo,
una canción de Pete Seeger.
Canta,
entre dientes,
La Guantanamera.
Pero no hay
quien lo haga abrir la boca,
pero no hay
quien lo haga sonreír
cada vez que comienza el espectáculo
y brincan
los payasos por la escena;
cuando las cacatúas
confunden el amor con el terror
y está crujiendo el escenario
y truenan los metales
y los cueros
y todo el mundo salta,
se inclina,
retrocede,
sonríe,
abre la boca
"pues sí,
claro que sí,
por supuesto que sí..."
y bailan todos bien,
bailan bonito,
como les piden que sea el baile.
¡A ese tipo, despídanlo!
Ese no tiene aquí nada que hacer.

De "Fuera del juego" 1968







Heinrich Heine

En una de estas tardes
me pondré guantes blancos,
frac negro,
sombrero;
iré a la calle Behren,
cuando nadie se encuentre en el café,
y no se haya formado la tertulia
y nadie me pueda reconocer
excepto Heinrich Heine,
pues debo hablar con él,
que sabe cuánto oculta la gloria y la ponzoña,
el exilio y el reino
(y que lo sabe bien).
Escéptico, burlón, sentimental creyente...
(Así lo describió Gautier)
Pero ¿de quién hablaba?
¿De nosotros o de él?
Porque ¿quién no ha opinado
contra sus sentimientos?
¿Contra quién no ha graznado
un cuervo de hiel?
En una de estas tardes...
Enfundaré los ojos de Teresa,
se los pondré delante a Heine
de modo que comprenda que también
supe de ellos y los desenterré.
Le diré que es mi modo de ser contemporáneo.
Haremos una larga reverencia
(son ojos de otro siglo,
descubiertos por mí...)

Esta tarde tal vez...
Cuando el brumoso mirlo
salte de rama en rama
y sólo Heine se encuentre en el Café,
y nadie pueda nunca saber
que anduve entre walkirias, nornas,
parcas del norte,
que yo también he sido un desenterrador.

De "El hombre junto al mar" 1981







La promesa

Hace tiempo te había prometido muchos
poemas de amor y -ya ves- no podía escribirlos.
Tú estabas junto a mí
y es imposible escribir sobre lo que se tiene.
Lo que se tiene siempre es poesía.
P ero ya han comenzado a unirnos cosas
definitivas: hemos vivido la misma soledad
en cuartos separados
-sin saber nada el uno del otro-,
tratando -cada uno en su sitio- de recordar
cómo eran los gestos de nuestras caras
que de pronto se juntan con aquellas
que ya creíamos perdidas, desdibujadas,
de los primeros años.
Yo recordaba los golpes en la puerta
y tu voz alarmada
y tú mis ojos neutros,
soñolientos aún.
Durante mucho tiempo me preguntabas
qué cosa era la Historia.
Yo fracasaba, te daba definiciones
imprecisas.
Nunca me atreví a darte un ejemplo mayor.

De "El hombre junto al mar" 1981







La vida contigo

Te levantas
y el día se levanta contigo
Se levanta todo lo que quedó
lo que salvó la noche
Y te mueves a tientas
parece que te unieras al mundo con cautela
como si hubiese que reaprenderlo todo
Y sin embargo
todo viene hacia ti
soy yo el que forcejea
el que pierde pie
el que cae al fondo
buscándote
No sé si eres la misma
que hace sólo un instante ha dormido conmigo
o ésa que nunca duerme :
muslos que fluyen
ojos que se apresuran
o aire tal vez
la masa transparente
la gran fiesta del pájaro

De "El hombre junto al mar" 1981







La voz

No es la guitarra lo que alegra
0 ahuyenta el miedo en la medianoche
No es su bordón redondo y manso
como el ojo de un buey
No es la mano que roza o se aferra a las cuerdas
buscando los sonidos
sino la voz humana cuando canta
y propaga los ensueños del hombre.

De "El hombre junto al mar" 1981







Llegada del otoño

De un rumor
creciente y voluptuoso
se llenan para mí los días.
Dispongo de este mundo
exasperado
para mi ocio más largo;
de la noche más cruel,
para el inevitable maleficio.

¡Llegadas
del Otoño, mis asiduas,
mis fieles!
Cuando en la pedregosa mañana
el mundo asume la delicia;
salto, busco los viejos ritos
en el viento; recurro
a madres que me ignoran,
llamo a sus criaturas
temblorosas
y hago lumbre en mi cuarto
gritando a voz en cuello:
¡Ancianos,
para mis ojos es esta flor
remota,
solamente para ellos!

De "El justo tiempo humano" 1962







Los viejos poetas, los viejos maestros realmente...

Los viejos poetas, los viejos maestros realmente
duchos en el terror de nuestra época, se han puesto
todos a morir.
Yo sobrevivo, lo que pudiera calificarse de milagro,
entre los jóvenes.
Examino los documentos:
los mapas, la escalada, las rampas de lanzamiento,
las sombrillas nucleares, la Ley del valor,
la sucia guerra de Viet Nam.
Yo asisto a los congresos del tercer mundo y firmo
manifiestos y mi mesa está llena de cartas y
telegramas y periódicos;
pero mi secreta y casi desesperante obsesión
es encontrar a un hombre,
a un niño,
a una mujer
capaces de afrontar este siglo
con la cabeza a salvo, con un juego sin riesgos
o un parto, por lo menos, sin dolor.

De "El justo tiempo humano" 1962







Madrigal

El sol ha cedido en la sombra
el mar encrespa de repente sus olas
Menea los manglares
donde flotan cientos de garzas
largas como preocupaciones
Y tú sales del mar
llenas
todo el centro del mundo
igual que el mediodía
Centelleas
contra el toldo del bar
donde leo el periódico
intranquilo
donde bebo
donde busco la orilla
de este siglo
de estos tiempos de lucha
de hermosura
y de escarnio

De "El hombre junto al mar" 1981







Para escribir en el álbum de un tirano

Protégete de los vacilantes,
porque un día sabrán lo que no quieren.
Protégete de los balbucientes,
de Juan-el-gago, Pedro-el-mudo,
porque descubrirán un día su voz fuerte.
Protégete de los tímidos y los apabullados,
porque un día dejarán de ponerse de pie cuando entres.

De "Fuera del juego" 1968







Pausa

Abro el periódico
las puertas
respiro
y conmigo respira este jardín
cerca del mar
y el árbol detrás de la ventana
se mueve
con el ritmo de mi respiración
El día de ayer
ya es ruina
y el espasmo de ayer:
piedras que tiemblan
ruinas.
Ahora duerme
a pierna suelta
el hombre rana
El espía desayuna contento.
despreocupado
-todas las claves fueron descifradas-
en tanto que
el radar gira en la torre
parece que aletea
contra la superficie impávida del cielo

De "El hombre junto al mar" 1981








Pero el amor

Sea la muerte de capa negra
y su aureola de un amarillo intenso
y tenga las costumbres que a ella le dé la gana;
pero el amor que sea
como se practica en los trópicos:
cuerpos en pugna con la tenacidad del mediodía,
espaldas aplastando la yerba calcinada
donde el verano esconde sus pezuñas de pájaro,
y humedades mordidas,
impacientes,
y el rasguño en cal viva
bajo el chorro solar.

De "El hombre junto al mar" 1981







Poética

Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después
deja que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta,
que la gente
se amontone delante de tu cuerpo
como si fueras
un prodigio o un muerto.

De "Fuera del juego" 1968







Que siempre exista tu cabeza...

Que siempre exista tu cabeza
a poca altura de la mía
Una ciudad soltando pájaros
bodas
en fin
gaviotas en la espuma
Que haya un tonel de vino negro
como tus ojos
y naves altas y limpias
como la noche
Y tú en medio de todo
juntando lo inconexo.

De "El hombre junto al mar" 1981







Siempre he vivido en Cuba

Yo vivo en Cuba. Siempre
he vivido en Cuba. Esos años de vagar
por el mundo de que tanto han hablado,
son mis mentiras, mis falsificaciones.

Porque yo siempre he estado en Cuba.

Y es cierto
que hubo días de la Revolución
en que la Isla pudo estallar entre las olas;
pero en los aeropuertos,
en los sitios en que estuve
sentí
que me gritaban
por mi nombre
y al responder
ya estaba en esta orilla
sudando,
andando,
en mangas de camisa,
ebrio de viento y de follaje,
cuando el sol y el mar trepan a las terrazas
y cantan su aleluya.

De "Fuera del juego" 1968







Técnicas del acoso

Pueden fotografiarlas
junto a un rosal
en un jardín etrusco
frente a la columnata del Partenón
con sombreros enormes
entre cactus en México
llevando los colores de moda
el pelo corto o largo
y boinas de través como conspiradores:
no cambiarán
no dejarán de ser las mismas
la barbilla en acecho
el rostro de óvalo
y los ojos cargados de un persistente desamparo
¿pero qué pensamientos
se agitan debajo de las melenas crespas
o lacias
de estas muchachas que ilustran
las revistas de moda?
Casi todas son pálidas
y están como cansadas
Las líneas de sus manos son estrictas y melancólicas
Mudan cada seis meses
de vestidos zapatos peinados y sombreros
y yo siempre descubro
un rizo fantasmal
bajo la onda bermeja
No importa que se cubran con pieles de visón
o lleven botas de vinilo
faldas de cuero
o usen nuevas pelucas:
siempre las reconozco
bajo cualquier disfraz
lo mismo que a un espía
Además
me persiguen en trenes o en aviones
sobre todo de noche
se benefician con la oscuridad
andan de tres en tres
a mi espalda
a mi lado
frente a mí
Dos trepan a los árboles
con la cámara en la mano
otra resbala debajo de un avión
con el ojo torcido de las agonizantes
y observan y miden mis reacciones
para indagar si tiemblo o lloro ante la muerte

Que sufra
tenga hambre o las desee
no les
importa

Su tarea
no es hacer el amor sino ilustrarlo

De "El justo tiempo humano" 1962







Última primavera en Moscú

Mira esta primavera que ha llegado corriendo
y gira sobre las estaciones.
Mírala cómo llena las plazas de Moscú.
¿Qué haces tú, solitario, que no vas a alcanzarla?
Gruñón, ¿qué estás haciendo
bajo la capa turbia de las imprecaciones?

Mírala levantarse en el botón reciente de la rosa,
energía del año, perfume entusiasta de los seres.
Con la pipa encendida del poeta,
tú recuerdas la hora siniestra del invierno
que hasta ayer aleteaba en tu hombro sin fuego.

Arden las casas en el aire nuevo.
Se vuelcan en el río los lastres del invierno.
La vida es el retoño que se abre lentamente
como se cierra una herida.

El abedul engendra su hoja ciega.
Están vibrando hasta los materiales
ocultos de los capullos,
contrarrestados por cada caminante sin edad.
Y el amor es el único elemento.
Con la súbita primavera los deseos despiertan
como los uros, muy silenciosos, muy sedientos.

De "El hombre junto al mar" 1981

377.- FRANCISCO PINO


Poeta español nacido en Valladolid en 1910.
Perteneciente a una importante familia burguesa, nunca se interesó por los intereses económicos familiares, y por el
contrario, apoyado por su madre, de quien recibió una estricta educación religiosa, se inclinó por el camino intelectual.
En 1927 comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Valladolid. Posteriormente viajó a Francia en 1930
donde cursó estudios de Filología Francesa y se involucró con el movimiento surrealista. En 1933 estudió en la Universidad de Londres, y regresó a España en 1935 para matricularse en la Universidad Central de Madrid.
Al finalizar la guerra civil, durante la cual sufrió traumáticas experiencias, continuó participando activamente en la vida intelectual, y produciendo de manera casi oculta una importante labor poética, de la que dan fe unos setenta títulos
que contienen su poesía experimental, visual y religiosa.
En 1989 recibió el Premio de las Letras de Castilla y León y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas de Madrid.
La Academia Castellano Leonesa de Poesía le entregó en el año 2000 un premio por el conjunto de su obra.
En Abril de 2002, pocos meses antes de su muerte, publicó su último libro «Claro decir, Canto a la vejez»





Advertencia

En silencio
como el río,
en silencio,

largamente
como el chopo,
largamente,

por tu amigo
el enemigo,
por tu amigo

vas a llorar
te lo digo
en silencio,
lar
ga
mente.

De "Versos para distraerme" 1982







Así, prendido de la espesa rama...

Así, prendido de la espesa rama
como a nuevo Absalón me viste atado.
Oh espesa rama que me tiene alzado
a un viento vivo que ternuras brama.

Oh viento! ¡Oh toro! ¡Oh llanto! ¡Oh luna! ¡Oh llama!
que a mi cuerpo con saña has castigado;
ya como vaso, de dolor sobrado,
mi corazón sangrando se derrama.

¿De qué torturas dulces eres río,
árbol crecido en tierras de desvío,
cielo con ramas de sutil locura?

Espero muerte viva, fuego frío,
de tu lanza de fino desvarío;
clavado corazón: dicha insegura.









Ausencia

Solitario campo.
Me encuentro conmigo.
Soy mi descampado.

Solitario cielo.
Me encuentro conmigo.
Soy mi desanhelo.

Solitario alud.
Me encuentro conmigo.
Soy mi multitud.

De "Versos para distraerme" 1982







El pañuelo

El pañuelo; te hallabas en un fondo
donde el trajín y un ruido de bielas
y corales, delfines, algas y
azucenas, acacias, te incorporaban para...

No, adiós no le decías
a nada; tu pañuelo
dormido reposaba en tus antaños,
sin futuro en su entraña.

Oías los murmullos, los silencios,
los grandes estruendos, explosiones,
tú, pero tu pañuelo que dormía
seguía sin decir adiós a nada.

Oyendo en la penumbra los corales,
oyendo en la penumbra las bielas,
oyendo en la penumbra las penumbras,
oyendo en la penumbra las acacias,

tu pañuelo, un Edipo, un dios y un asa
en el ayer te anclaba,
tan quietísimo.
¡Ay!, con qué adiós de mármol en su lienzo.

De "Claro decir" 2002







El pecho

Aquí cesa el clamor; ya nada canta.
Aquí el silencio su contorno imprime.
Sólo el pecho, nevado y tan sublime,
de pie puede servir a la garganta.

Ya, como con las albas, se levanta,
o, como con las tardes, se deprime;
su femenino día nos encanta;
con su esplendor de oscuridad redime.

El ritmo de lo humano él lo condensa,
cofre es de aquello que la mente piensa,
donde la eternidad se guarda breve.

Si el corazón se ofrece en esa altura,
respire en esa cima la ternura,
mitíguese mi ardor sobre esa nieve.







El soneto es tan ágil como un brinco...

El soneto es tan ágil como un brinco;
brinco de corazón o catarata
despeñada en un tiempo que delata
el deseo del curso hacia un ahínco

de no ser y de estar. En él afinco,
en vuelo, la ilusión más inmediata,
y así, en el mismo olvido, me retrata
desvanecido allí donde me hinco.

Alma de espuma y cuerpo de suspiro,
tomar pretende en mármol el respiro
como lo quiere el río en ese salto

blanquísimo, sonoro, ardiente y frío...
Mas sólo en el pasar mantiene el brío
y habrá de ser su piedra el sobresalto.







El soneto es tan ágil como un brinco...

El soneto es tan ágil como un brinco,
nadadora de noches perfumadas;
aquí, tu voz, tu risa, tus miradas,
esta rama de amor tejen espesa.

Desde el pálido gris a la frambuesa,
del cálido tabaco hojas doradas,
todas tus sombras rinden concentradas
aguas de una corriente que no cesa.

Oh lento surtidor que sombras mana,
tranquilas formas de figura humana,
en líquidos topacios ya resuelto.

Esta tu oscura piel de alga morena
cambia la espesa rama en fuerte vena,
y en yodo creces: surtidor esbelto.








En otro octubre

María, a nuestro lado, ¿qué rugía?
Luz de octubre encendía la mañana.
Mas luz de primavera en ti dormía,
y luz en mí, de primavera humana.

El Parque del Oeste en guerra ardía.
¿Qué importaba la muerte en tu ventana?
Amor era el fusil que pretendía
quitarnos vida con la más lozana.

¿Quién en la primavera, di, se muere?
¿Quién bajo de esta luz se moriría?
La muerte no era nada dentro y fuera.

Decías: Moriré por quien me quiere.
y yo: Por quien me quiere, repetía.
No hay muerte -ni aun muriendo- en primavera.







Esta tierra

No me busques en los montes
por altos que sean,
ni me busques en el mar
por grande que te parezca.
Búscame aquí, en esta tierra
llana, con puente y pinar,
con almena y agua lenta,
donde se escucha volar
aunque el sonido se pierda...







Esta vejez reposa...

Esta vejez reposa
sobre un aire de luna.
mónde huyeron los soles?

Apenas si se ve,
andas, ¿tropezarás?
Bien abiertos los ojos.

Esta vejez mil cimas,
subes, no llegas nunca.
Subir, ramo de rosas.

Esta vejez, mil simas,
bajas, ni te aproximas.
Bajar, un crisantemo.

Cimas, abismos llaman.
Quieres abrirles, mas
nunca encuentras las llaves.

Vejez, el detenerse
en el volar: vilano.
Que no le soplen nunca.

De "Claro decir" 2002








Generosa luz

¿Qué importa cuanto no es azul o rosa,
pequeño violeta o rojo suave?
¡Ay, lo que pasará, tal vuelo de ave,
conmueve la mirada más ansiosa;

lo que no volverá!... Tan nimia cosa
como el rubor de un rostro, que se sabe
que se habrá de olvidar, con la más grave
emoción sella el alma. ¡Oh generosa

luz del olvido y de la muerte: sombra
que da el volumen lírico a la vida,
nimiedad por la que el vivir asombra!

Di, en lo que ya no volverá ¿no anida
el porvenir más grato? ¿No se nombra
con lo que muere toda nuestra vida?







La cintura

Cicatriz de los hálitos; censura
como trémulo párpado; un rocío
del insomnio esculpido, tu cintura
de diminutas flores albedrío.

Es, tu cintura, tálamo de un río
exhausto en un suspiro sin holgura
-un gorjeo, una lágrima y un brío-
de minúsculos besos mordedura.

Su corriente me arrastra arrolladora,
nardo angustiado de sedosidades,
donde el pistilo es sol, dedal la aurora.

Son huellas de jilguero sus edades
y en un copo de nieve arde su flora
compuesta de rubor de eternidades.







La nariz

Aquí, sí, pulcritud de pulcritudes,
perfil al vuelo afin, nivel de ardides,
estás, oh mariposa que divides
cielos de nieve y rosas de laúdes.

Oh cuán lírica maga de altitudes
que fiel de reinas majestades mides,
oh muda augusta, en soledad, que impides
junto a ti, rosa impar, similitudes.

¡Ay, primorosa reina de jazmines
entre dos verdes fuegos encumbrada
a ser espada-atril de serafines,

símbolo de existir, nota encarnada,
la breve humana majestad defines,
dije de orgullo con revés de nada!







Las cejas

¿Quién ha escrito en tu frente esas leales
frases tan misteriosas, tan oscuras?
Fronteras para el nácar, nervaduras
de ónice en unos cielos aurorales.

¿Qué dicen, qué dirán esas geniales
de dos noches curvadas miniaturas?
Palabras bien trazadas, bien seguras
como dos de azabache arcos triunfales.

¿Firmas son o son sombras o son rejas?
Sólo sé que un dios niño entre esas cejas
se debate en prisión, ¡rejas morunas!

¿Qué firman? ¿Qué sombrean? ¿Qué aprisionan?
iQué importa! ¡Para el cielo que coronan,
blanco y verde, ellas son dos negras lunas!







Las huellas

¿Habrá algo más hermoso que quedarse sin huellas?
Sólo el pájaro sabe de esta gracia
y el horizonte aquel que de la luz se arranca
sin dolor, con un leve marcharse ajeno al tiempo,

al calendario triste que siempre deja huella.
Andar, andar, andar esperando que un día
la tierra no nos sienta; querer la lejanía
donde el hombre se evade de los ojos.

¿Así será la muerte? Si es así será dulce.
Diluirse en el aire, ser el después sin rastro
de una nube. Y andando seguir y ver la tierra,
al fin sin nuestras huellas, con nuestros propios ojos.

De "Cuaderno salvaje" 1983







Lenguaje

¿Dónde está la voz del aire?
Tú la escuchas. Es silencio.
Sus palabras son las nubes,
la luz y el viento sus verbos.







Los otros ojos

Mirar, pero no ver,
colocar otros ojos,
quizá los de aquel niño
que viejísimo mira.

Unos ojos perdidos
y hallados a diario
ciegos como ese río
que viejísimo mira.

Mirar es eso mismo,
un dolor, quizá un agua
que no ve y que, reciente,
qué viejísima mira.

De "Cuaderno salvaje" 1983








Los pies

Milagros de cristal, ciegos delirios
en rubios mares de fervor mojados,
rocíos de la aurora coagulados
en párpados de luz, silentes irios.

Broches del cielo, presurosos lirios
donde acaban dos ríos nacarados;
de plumas y de pétalos candados
para cerrar caricias y martirios.

Sellos blancos que firman tu figura,
llaves rosadas, rúbricas de albura:
¡oh dos recuerdos de ala disecados!

Aquí están, versos míos, rosas tuyas,
para siempre tenerte y que no huyas,
por la misma esperanza atenazados.







Metáfora imposible

Viene del paraíso
un pájaro sin cuerpo

llora
vaho vive
cilicio
qué caer ay sin peso
da en la tierra
inconcebible
víspera

esa luz que tú ves tan siempre sola
vestida
(desnudísima)
presente terrenal paradisíaca
ave
real gigante
en qué nido pupila
cabe
duérmese







No cabe historia

Has de quedar, así, dominadora
del tiempo y muy presente, aunque recuerde;
yo te digo, mujer, que no se pierde,
si fue de hermoso amor, ninguna aurora.

Como ahora has de quedar; no en otra hora;
los mismos años en tus ojos verdes;
las mismas primaveras que ahora muerdes
morderás para siempre como ahora

Porque la gloria de tu edad señala
como un ala en el aire, como un ala
un peligroso azar que no peligra.

No pienses que caerás en la memoria.
En gloria de verdad no cabe historia.
Juventud con amor jamás emigra.







No las oyes...

No las oyes
aunque corren...

(¿Llevan envueltos
sus pies en flores?)

No las oyes
aunque cantan...

(¿Llevas envuelta
su voz en alma?)

No las oyes
aunque gritan...

Callan sus lenguas.
¡Voz infinita!








Perdido

No sé de dónde venía,
ni nada me sostenía.
En sólo huir me entendía.

¿De un orto que no era un orto,
yo
remoto?

¿De una tierra, mas sin tierra,
yo,
una estela?

¿Aguilucho, mas sin nido,
yo,
perdido?

No s é de dónde venía,
ni nada me sostenía.
En sólo huir me entendía.







Perfección

Esa nube fue y se fue.
¡Qué limpio ha dejado el aire
la pureza de ese ser
que existió para negarse!







Ramo de lilas

Me han traído unas lilas...
...son blancas... y dan tan hondo olor...
...me llevan hasta mi mujer ya muerta...
...las plantamos los dos juntos al fondo
...del jardín.

...Sobre mi mesa están ¡Qué camafeo!
{unidas
... {cortadas en un búcaro
{dolidas

...penden, como ella misma, hacia el dolor...
...en mi dolor y el dolor
...del jardín...

...ya sin ellas..., ¡Sí, como ella, sí, este ramo!...
...el amor que la tengo a lilas huele tanto...
...a las lilas que blancas plantamos los dos juntos...
...para el recuerdo de hoy, el pulso
...del jardín...

De "Claro decir" 2002







Sima de amor

Resbalando por esta sima umbrosa,
yendo sin freno el pie tras la mirada,
la mano tanteando en piedra helada,
y presa la mirada en lumbre hermosa,

por esta sima voy. ¿Qué luz undosa
de antorchas te me muestra, mi ignorada?
¡Oh inofensiva unión y peligrosa
la de la llama a la pupila atada!

Todo al revés se ve, y a la deriva,
por esta oscuridad que luz trasciende
donde el misterio del amor estriba.

Y si la muerte siento que en mí prende,
también me gozo al verla ardiendo viva
si los caminos de tu alma enciende.








Símbolo

Te adoro nube porque eres
símbolo mío en la tarde,
púrpura que acaba en nieve,
nieve que acaba en el aire...
¡nada entre tanto combate!
Sangre que afluye a las sienes,
sienes que en sueño se abaten...
-¿Quién te venció sin rehenes?







Suite de amor

1. Amor naciendo

Arpa
deshojándose


2. Amor en concepción

Timbal
no hay clámides


3. Amor constante

Violín
¡qué estela!


4. Amor sin sol

Platillos
bodas blancos


5. Amor oscuro

Lira
clavicémbalos


6. Amor a tumba abierta

Su silencio
esa orquesta


7. Amor

Ese tobillo
el Himalaya

arrodillándose

con cítaras laúdes alabadle

De "Así que" 1987






Tiempo

Cielo,
pino,
agua,
Dios.
Cuatro
para
sólo
dos:
la
tarde
y
yo.

De "Versos para distraerme" 1982







Tiempo hacia el hombre

1. Tiempo-caricia

El dolor
de una piedra
aún más hondo que un sueño
quejido de unos siglos
bien tocados
bien dormidos
el siempre es su deseo
le tienes en la mano
piensas
crees

2. Tiempo-susurro

Hora
las seis alcoba de la tarde
se desnuda una diosa
¿lo sabían las hojas?
puntillas de ese cielo
piernas abajo líricas
el eco
de un azul que se quita
los oídos gozaban
el reloj sedas íntimas
ruidos
de algunos hilos encajes
las enaguas
sí esas hojas
sabían lo sabían

Recuento

Ay susurros en flor fru-frus de olimpo
unas piernas lascivas feminizan el tiempo

3. Tiempo-intimidad

Suavísimas miríadas
de palabras
moviéndose
sin deslizar ideas
te dijeron su nombre
¿repetirle?
imposible
supiste que latían
el corazón
la casa
los enseres
la muerte
lo supiste
¿su nombre? ¿quién lo oyó?

4. Tiempo-cerco

El laberinto ¿qué?
moríase en estela
mas ¿salidas? ninguna
vagar vagar el mundo
mirar mirar el orbe
el tímpano
el tic tac
insistía la huella
un nido
una amalgama
tierra tiema ese pulso que caía
frenético
frenética

El hombre estaba hecho
evasivo estridente
áncora de sí mismo
en él mismo enterrada pero huía
gimiendo

De "Así que" 1987







Transmutación

Escarcha tuya
brasa
de pronto
siento
que me ha besado
tu muerte
soy
relámpago








Y la vida

Y la vida, la vida es un instante
mas cual millones de mayos perdura,
cae pronto y se levanta
pronto. No es un olvido.

Quien ve amanecer ve lo bastante;
una luz, el rocío,
ese Dios que ahora calla
dentro. No es un olvido.

Un instante lo es todo si oscurece.
Quien ve oscurecer contempla como
la muerte de una rosa que no muere
nunca. No es un olvido,

es un rostro que ciego ve una flor.

De "Cuaderno salvaje" 1983






RAFAEL GUILLÉN [376]


Rafael Guillén

Rafael Guillén (Granada, 27 de abril de 1933) es un poeta español de la generación de los 50. Premio Nacional de Literatura de España en 1994 y uno de los autores más importantes de su generación, tiene una larga trayectoria artística y entre sus méritos figura el haber ayudado a recuperar la cultura poética en Andalucía tras la devastación de la Guerra Civil.

En sus primeras obras se nota la influencia neoclásica que pesó sobre otros miembros de su generación, pero la atracción de lo popular (Cancionero-guía para andar por el aire de Granada, 1962) pronto lo aligera y, ya en los años sesenta, abandona la rigidez del metro tradicional. Con la publicación de Moheda (1979), sorprende por su estilo desinhibido e innovador en la sintaxis. Sus temas no son leves: el amor y el erotismo suelen mezclarse con la elegía por la degradación inevitable del paso del tiempo, expresados en versos impregnados de un cadencioso fraseo musical.

Su obra en prosa se reparte entre narraciones de viajes, autobiografía, ensayos, conferencias y artículos.

Rafael Guillén fue uno de los poetas surgidos con el grupo "Versos al aire libre" en la Granada de la posguerra. Posteriormente fundó y dirigió, junto a José García Ladrón de Guevara, la colección de libros Veleta al Sur, única manifestación poética en esta ciudad desde 1957 hasta 1966. En 1982, con Francisco Izquierdo, inició la serie de fascículos sobre el barrio granadino del Albaicín "Los Papeles del Carro de San Pedro". En 1994 le fue concedido el Premio Nacional de Literatura de España en la modalidad de poesía por Los estados transparentes. Ese mismo año de 1994 quedó finalista del Premio Nacional de la Crítica y comienza a promover junto con otros escritores granadinos (Elena Martín Vivaldi, Antonio Carvajal) el establecimiento de la Academia de Buenas Letras de Granada, que finalmente es creada por la Junta de Andalucía en 2001. En el 2003 se le concede por unanimidad el Premio de la Crítica Andaluza. Antes había obtenido, entre otros muchos, los premios que en su época fueron más significativos: "Leopoldo Panero" 1966, "Guipúzcoa" 1968, "Premio Boscán" 1968 y el "Premio Ciudad de Barcelona" 1969. Así mismo, posee la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de Granada y es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada.

Hito significativo en su carrera literaria es la publicación en 2010 de sus Obras completas en tres volúmenes publicadas por Editorial Almed. Esta edición motivó, en 2011, la concesión del Premio de las Letras Andaluzas “Elio Antonio de Nebrija” por su destacada y polifacética labor en el ámbito de las letras.

En 2014, Rafael Guillén hace donación de su biblioteca y su archivo personal a la Biblioteca de Andalucía, con sede en Granada y dependiente de la Junta de Andalucía.

Poesía

Antes de la esperanza, introducción de J. M. Bugella, Granada, «La Nube y el Ciprés», 1956.
Río de Dios, Granada, «Veleta al Sur», 1957.
Pronuncio amor, Arcos de la Frontera, «Alcaraván», 1960; 2ª edición: Granada, «Veleta al Sur», 1961; 3ª y 4ª edición: Málaga, Clave, 1995; 5ª edición (facsímil de la 2ª): Diputación de Granada, 2014. ISBN 978-84-7807-202-6.
Elegía, Granada, «Veleta al Sur», 1961.
Cancionero-guía para andar por el aire de Granada, «Veleta al Sur» (Granada, 1962); 2ª y 3ª edición ampliada: Miguel Sánchez (Granada, 1970 y 1993).
Canto a la esposa, Granada, «Veleta al Sur», 1963.
El gesto, Buenos Aires (Argentina), Seijas y Goyanarte, 1964.
Hombre en paz, Madrid, Editora Nacional, 1966.
Apuntes de la corrida, Málaga, «Cuadernos de María José», 1967.
Tercer gesto, Madrid, Cultura Hispánica, 1967 (Premio Leopoldo Panero, 1966).
Amor, acaso nada, Las Palmas, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1968.
Los vientos, Madrid, Revista de Occidente, 1970 (Premio Ciudad de Barcelona, 1969).
Límites, «El Bardo» (Barcelona, 1971); 2ª edición: Alhulia. Prólogo de M. Ávila Cabezas y J. L. Ortiz de Lanzagorta (Salobreña, Granada, 2003).
Gesto segundo, Barcelona, Instituto de Estudios Hispánicos, 1972 (Premio Boscán, 1968; Premio Guipúzcoa, 1968).
Diez poemas terrales, Colección "Almoraduj", Publicaciones de la Librería Anticuaria El Guadalhorce (Málaga, 1977).
Moheda, Litoral, 85-86-87 (Málaga, 1979).
Veinte poemas risueños, Universidad de Granada, 1980.
Vasto poema de la resistencia, Granada, Diputación Provincial, 1981.
Azoteas en cal, Madrid, Azur (Los Papeles del Carro de San Pedro), 1982.
Mis amados odres viejos, Madrid, Rialp (Adonais), 1987.
Versos del amor cumplido, Colección Alhucema, (Almería, 1993). ISBN 84-604-5574-2
Los estados transparentes, Los Libros de la Frontera-El Bardo (Barcelona, 1993) ISBN 84-85709-94-2 Premio Nacional de Literatura, 1994; 2ª edición ampliada: introducción de F. J. Peñas Bermejo, Valencia, Pre-Textos / Diputación Provincial de Granada (Granada, 1998). ISBN 84-8191-197-6
Doce poemas cardinales, Carmona (Sevilla), «Palimpsesto», 1995.
Dos poemas noruegos, Motril, «Cuadernillos Torre de la Vela», 1995.
El manantial (Homenajes 1965-1996), Córdoba, CajaSur (Los Cuadernos de Sandua), 1996.
Variaciones temporales, edición de J. Ortega Torres, Granada, Dauro, 2001.
I´m Speaking, Editorial Northwestern University Press, (Evanston,USA, 2001). Antología en edición bilingüe con traducción al inglés de Sandy McKinney. ISBN 0-8101-1851-3
Las edades del frío, Barcelona, Tusquets, 2002 (Premio de la Crítica Andaluza, 2003). ISBN 84-8310-840-2
Catorce poemas de amor y tiempo, Badajoz, Aula Enrique Díez-Canedo, 2004.
Seis poemas elegíacos, «Desde el empotro (Tertulia literaria del Grupo A-7)», (Valdepeñas, 2004).
Los dominios del cóndor, E.D.A. Libros (Benalmádena, 2007).
Obras completas, Almed, 3 volúmenes (Granada, 2010). Premio Andalucía de la Crítica. ISBN 978-84-937644-2-5
Balada en tres tiempos (para contrabajo y frases cotidianas), con música impresa de Xavier Astor. Diputación de Granada (Granada, 2013). ISBN 978-84-7807-140-1
El otro lado de la niebla, Editorial Salto de Página (Madrid, 2013). ISBN 978-84-15065-51-7

Narrativa

El país de los sentidos (Prosas marroquíes), Granada, Caja General de Ahorros de Granada, 1990.
Tiempos de vino y poesía (Prosas granadinas), Granada, Port-Royal, 2000.
Por el ancho y pequeño mundo (Prosas viajeras), Málaga, Rafael Inglada, 2001.
Prosas viajeras (Selección), Granada, Dauro, 2003.

Ensayo

Renacer poético en la Granada de postguerra (Grupo «Versos al aire libre») (discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Granada), Granada, Academia de Buenas Letras de Granada, 2003.
Francisco Izquierdo: un nombre granadino para la Historia de las Letras y del Arte en el siglo XX (discurso de recepción como Supernumerario en la Academia de Buenas Letras de Granada), Granada, Academia de Buenas Letras de Granada, 2004.

Discografía

Los alrededores del tiempo (Rafael Guillén dice sus poemas). Producción de Xavier Astor. Edita Ficciones-Revista de Letras. JASS034CD/01 Granada, 2001.
La voz y la palabra (Principios de la neolengua II). Incluye "Madrigal para tu voz desmantelada" (extracto del CD "Los alrededores del tiempo"). Producciones Peligrosas. JA55044CD/2 Granada, 2002.

Estudios sobre su obra

La obra de Rafael Guillén ha sido objeto de numerosos estudios, entre ellos el de José Ortega, que le dedicó su memoria de licenciatura ("Aproximación a la poesía de Rafael Guillén")7 en 1971. José Luis Cano apunta una de las claves permanentes en la obra de Guillén con Un tema en la poesía de Rafael Guillén: la erosión del tiempo en el amor (revista Litoral, números 85, 86 y 87 de 1979). En la Historia Crítica de la Literatura Hispánica (Taurus), Vol. 21 "La poesía en el siglo XX (desde 1939)", Pilar Palomo lo estudia en el epígrafe "Poetas de los 50", tal como había hecho al ampliar la Historia de la Literatura Española (Gustavo Gili) de Angel Valbuena, quien ya en 1968 le dedicaba un extenso capítulo como a "uno de los mejores poetas actuales". Pilar Gómez Bedate en la Historia de la Literatura Española (Cátedra), Elena Barroso en Poesía andaluza de hoy (1950-1990) (Biblioteca de la Cultura Andaluza) y Angel L. Prieto de Paula en Poetas españoles de los cincuenta (Biblioteca Hispánica, de Ediciones Colegio de España, Salamanca), entre otros autores, lo incluyen igualmente entre los más importantes autores de su generación. Por su parte, Joaquín Marco, en la Historia y Crítica de la Literatura Española (Grijalbo) de Francisco Rico, lo sitúa genéricamente entre los "poetas de postguerra" y Emilio Miró, en la Historia de la Literatura Española (Taurus) coordinada por Díez Borque, entre los que "ocupan un puesto indiscutible en nuestro panorama poético". Sobre su obra existe una extensa bibliografía que incluye monografías y tesis doctorales.




Alicatado para una tarde de verano

Para traspasar las hojas,
la luz se pone de lado.
Se despereza el aroma
y hay un sopor que, despacio,
deshilachan las zumbonas
avispas del emparrado.
La paz del jardín se esparce
por el brillo del acanto
y la tarde se inaugura
al regarse el empedrado.

Hay rincones invisibles
con amores encalados
y persianas donde crece
la penumbra del verano.
El mirador se remira
en los reflejos más altos.
Alguna risa que llega
por el silencio rampando
y el agua, dueña y señora
por fuentes y por regatos.

El aire tiene un desgaire
de mimbre desangelado.
El arrayán cuadricula
la dicha de estar mirando.
Desde los poyetes, rastras
en macetas de geráneos
cuelgan hasta el arriate
buscando su olor mojado.
El silencio se despierta
picoteado de pájaros.

Las glicinias se retuercen
sobre sus pomos morados
y son de azulejo y frío
los zócalos y los bancos.
El chirrido del portón
anuncia el rito diario.
Las sillas, de recia anea.
El vino, de mano en mano.
La amistad, como beberse
la tarde de un solo trago.

"De Mis amados odres viejos"







Anclado en mi tristeza de profeta...

Anclado en mi tristeza de profeta
sé cuánto ha de valer lo que hoy recibo;
cuánto valdrá después esto que vivo
sujeto a este después que me sujeta.

Mi plenitud en ti quedó incompleta
y espera un no sé qué definitivo.
Mientras, cerca de ti, escribo y escribo,
poeta al fin, en tiempo de poeta.

Sé cuánto ha de valer; eso es lo triste.
Valdrá más de lo mucho que poseo
el recordar lo mucho que me diste.

Profetizado don, con que falseo
esta presente gracia que me asiste
y esa futura gracia que preveo.







Canto a la esposa II

Como un ángel en traje de faena
descompones la casa amanecida.
Las camas y las mesas se abandonan
sin recato, las faldas levantadas.
¡Sacude viejos pasos de la alfombra,
que tu amor no es posible sin nacer cada día!

El brillo soñoliento del barniz y del vidrio
despierta a la caricia puntual del plumero,
el reloj te presiente y acelera el latido.
La escoba te florece entre las manos.
¡Canta más alto y barre los recelos;
que quede el aire justo por los cuartos!

Hay una pausa siempre donde la sangre clama.
Es cuando se doblega tu maternal cintura
y un racimo de niños colgados de tu cuello,
pone a punto de risa la claridad del día.

Esposa del amor y la cocina,
de la sonrisa fácil y el pelo alborotado,
de las mangas subidas y la mirada casta.
Aún no sé si es mi paz ese diario
trajín, en el que envuelves
nuestro amor, o si es acaso
mi paz este mirarte atareada
como libando aquí y allá en lo nuestro.
O si es mi paz el vuelo de tu falda,
o el aire de domingo con que pones la mesa.

Dos pájaros te escoltan cuando sales al patio.
Las tapias encaladas te roban la limpieza.
¡Tiende alta tu blusa y mi pañuelo
para que puedan verse desde el mar!
¡Tiende al sol tu recato y tu blancura
y que se sequen pronto los recuerdos!

Esposa del amor y la costura,
del cesto y de la plancha, que apaciguas
constante mi inquietud, como serenas
el mar blanco y rizado de las sábanas.

Después, la mano umbrosa de la tarde vencida
apaga lentamente rendijas y ventanas;
mientras por una escala de palabras mimosas
se te suben los hijos a la altura del beso.
Pasa un silencio por la línea exacta
donde termina el día,
y la luz se deshace iluminando
pequeños universos interiores.
Es cuando tú, sentada y poderosa,
redondeas el día dando forma al sosiego.
Es cuando tú preparas los caminos
por donde el bien resbala hasta entrar en la casa.
Es cuando tú presides la alegría.
La amiga noche, esposa, no se acerca
hasta que tú le tienes mullida la almohada.







Cristal romano

Si este ungüentario de cristal romano
que veinte siglos irisaron, donde
la transparencia envejecida apenas
deja ya ver el soplo que le diera
forma de lágrima y que aún se esconde
en su interior como con miedo a verse
en otro tiempo; si este vaso leve
que otro soplo o milagro ha conservado
indemne entre los mármoles partidos
de la arrasada villa, resbalase
de mis manos y en un funesto instante
se estrellase en el suelo dulcemente,
consternación aparte, no sabría
apreciar las distintas magnitudes
de tamaño suceso, ni sabría
ponerle fecha; pero estoy seguro
de que en el tiempo aquel, que permanece
detenido entre togas y columnas,
se oirían los clamores del desastre.







Cristales empañados

Se fue, no tan despacio que no hubiera
un desajuste tenue en la calima
del asfalto, y su falda
parecía más triste en el andar y hubo
como una duda, o tal vez no, y la acera
se fue estrechando al alejarse y, luego,
pareció, quizás fuera
su delgadez, sus hombros, que no iba,
que volvía a la infancia, y en la calle
apenas cabía el sol y mi mirada
y una música urbana que, tan joven,
surgió de un bar con soledad y miedo.
¿Te veías tú, acaso, dime, como
si te pudieras ver, de espaldas, sola,
pegada a la pared, andando, yéndote?

Me fui. Recuerdo que el vacío
aquél era ya parte
de mí. Porque me estuve yendo
todo el tiempo que, arriba, la buhardilla,
cama deshecha, sábanas con restos
de calor, vasos, deja
ya de fumar, me estuve
dejando ir en no querer ser pasto
de ciudad, y las calles
y el ruido estaba en mí y tus ojos, habla,
¿por qué te vas?, estaban
alrededor de mí; ser pasto
de ventanas cerradas, un quejido
o una sirena a media noche, esquinas
donde comprar la nada, el estallido
de la nada, acompáñame, me estuve
yendo de mí todo aquel tiempo tan hermoso.

Se fue y era de noche
en torno a su cintura y sus vaqueros
gastados. La bufanda, con su historia
ella también, entretejida, daba
una vuelta a la tibia
cadencia de su cuello y la seguía
a través de la lluvia y algún perro
y la insolente luz de los semáforos
poniendo en orden el desierto y, lejos,
la otra oscuridad, la que está hecha
de violencia y portales y mugrientas
escaleras.

Me fui de tanta prisa
por conocer, de tanto estar contigo,
de tanta juventud, frío empañando
los cristales, de tanto amor, la estufa,
libros y discos en desorden, altas
madrugadas del beso, tus preguntas,
café para el cansancio, las paredes,
tu pelo, el desconcierto de estar vivo.

Toda esta vida me sostiene ahora.
Todo este tiempo aquél que es lo que tengo,
lo único que tengo. Tanto irse,
tanto perder, tal desapego,
tanta sinceridad, tan armoniosa
desventura, tan sabio desvarío,
tal desesperación, tanta belleza.







De nuevo te esperé en el desconsuelo...

De nuevo te esperé en el desconsuelo
de la esquina. Por el bullicio oscuro
iban, venían rojos autobuses,
acharolados taxis que, ocupados,
se detenían un segundo antes
del desencanto. La farola daba
entintado de comic a la espera.

Los taxis están hechos con materia
de soledad, de presurosos besos,
de palabras sin terminar, de rápidos
adioses, de cabezas que se vuelven
como pidiendo auxilio. Cada taxi
va tejiendo y tejiendo su capullo
de seda por las calles, va encerrando
su mariposa entre los hilos tensos
de la ciudad que gime y que lo envuelve.

¿Por qué querer es esperar?. La lluvia
tenaz parpadeaba en el cambiante
neón de Piccadilly y los neumáticos
por el asfalto húmedo sonaban
como el desuello de una piel inmensa.

Todo el desecho de la prisa iba
acumulado en los asientos turbios
de los taxis. Su tántalo destino
era llegar para volver de nuevo.

Los taxis se alimentan de colillas,
de tersos portafolios, de monturas
de gafas, de coronas funerarias,
de perfumados guantes, de pañuelos
inmundos, de paraguas olvidados.
El horizonte de los taxis nace
a espaldas de la luz, está poblado
de sanatorios y consultas, linda
con discos y semáforos, discurre
por negocios y apremios y legajos.

¿A dónde va el amor cuando no acude
a nuestra cita?. Una lenta hilera
de gotas resbalaban por el borde
de la farola anochecida. Un golpe
de tos quebrada restalló muy cerca
de mi bufanda. El viento me azuzaba
los mastines del frío. Y otros taxis
pasaban sin parar, como otras noches,
como todas las noches de mi vida.

Cuando al amanecer se quedan solos
los taxis, se acarician la gastada
tapicería, que conserva algunas
viejas huellas de semen o de lágrimas.







Donde sonó una risa, en el recinto...

Donde sonó una risa, en el recinto
del aire, en los pasillos transparentes
del aire donde, un día
sonó una risa azul, tal vez dorada,
queda por siempre un hueco, un lienzo triste,
un muro acribillado, un arco roto,
algo como el desgaire de una mano
cansada, como un trozo
de madera podrida en una playa.

Donde saltó la vida y luego nada
echó a rodar, y luego nada, queda
una cama deshecha,
un cuarto clausurado, un portón viejo
en el vacío, algo
como un andén cubierto por la arena;
queda por siempre el hueco
que deja un estampido por el bosque.

De bruces, husmeando, rastreando
unas huellas, tirando
del hilo de un perfume,
penetra el corazón por galerías
que un latido de sangre subterránea
horadó alguna vez y allí quedaron.
Y que allí permanecen con su húmeda
oscuridad de tigres en acecho.
Penetra el corazón a tientas, llama
y su misma llamada lo sepulta.

Donde sonó una risa, una vidriera,
una delgada lámina de espacio
estalló lentamente. Y no es posible
poner de nuevo en orden tanta ruina.

Un nuevo aliento merodea. Llegan
otros sonidos hasta el borde y piden
su momento para existir. Afluyen
nuevas formas de vida
que al final toman cuerpo y se acomodan.
Pero el tiempo ya es otro y el espacio
ya es otro y no es posible
revivir lo que el tiempo desordena.

En la cresta del agua o de la espuma
donde una risa naufragó, ya nada
podrá buscar, hundirse, hallar los restos,
nadie podrá decir: éste es el sitio.
El mar no tiene sitios y sus cimas
son instantes de brillo y se disuelven.

Pero quedan los huecos, queda el tiempo.
El tiempo es un conjunto
de irrellenables huecos sucesivos.
Donde sonó una risa queda un hueco,
un coágulo de nada, una lejana
polvareda que fue,
que ya no está, pero que sigue hablando,
diciendo al alma que, en alguna parte
algo cruzó al galope y se ha perdido.







El miedo, no. Tal vez, alta calina...

El miedo, no. Tal vez, alta calina,
la posibilidad del miedo, el muro
que puede derrumbarse, porque es cierto
que detrás está el mar.
El miedo, no. El miedo tiene rostro,
es exterior, concreto,
como un fusil, como una cerradura,
como un niño sufriendo,
como lo negro que se esconde en todas
las bocas de los hombres.
El miedo, no, Tal vez sólo el estigma
de los hijos del miedo.

Es una angosta calle interminable
con todas las ventanas apagadas.
Es una hilera de viscosas manos
amables, sí, no amigas.
Es una pesadilla
de espeluznantes y corteses ritos.
El miedo, no. El miedo es un portazo.
Estoy hablando aquí de un laberinto
de puertas entornadas, con supuestas
razones para ser, para no ser,
para clasificar la desventura,
o la ventura, el pan, o la mirada
-ternura y miedo y frío- por los hijos
que crecen. Y el silencio.
Y las ciudades rutilantes, huecas.
Y la mediocridad, como una lava
caliente, derramada
sobre el trigo, y la voz, y las ideas.

No es el miedo. Aún no ha llegado el miedo.
Pero vendrá. Es la conciencia doble
de que la paz también es movimiento.
Y lo digo en voz alta y receloso.
Y no es el miedo, no. Es la certeza
de que me estoy jugando, en una carta,
lo único que pude,
tallo a tallo, hacinar para los hombres.







Ella vendrá, saladamente húmeda...

Ella vendrá, saladamente húmeda,
tenuemente velada
por el polvo de agua que liberan
las olas al romper.

Uno por uno, intento
ir forzando los límites. Y espero.
No sé que espero, ni por qué. Es un modo
de reclamar mi parte de aventura.

Ella vendrá. Vendrá desde la noche.
Como un débil galope que se acerca.
Como el recuerdo de una risa. Como
el eco de las voces que, otros tiempos,
habitaron la casa abandonada.
Ella vendrá. Yo creo en el misterio.

La fe en lo transparente, en lo que existe
alrededor de la materia; el vago
presentimiento ilógico; el deseo
me salvará. Yo creo
en la otra mitad de lo visible.

Ella vendrá, saliendo del espejo.
Sonriendo desde un retrato antiguo.
Será un leve crujido en la escalera,
el ruido de unos pasos por el techo,
una cortina que se mueve, un vaso
de cristal que se rompe sin tocarlo.

Ella vendrá, como una paz lejana.
Vendrá como un aroma
de vaguadas y montes, cabalgando
a lomos de la tarde.
Ella vendrá al final, no sé por dónde;
tal vez por el atajo
de alguna dimensión desconocida.

Ser hombre es resistirse.
Ser hombre es cometer, conscientemente,
un pecado de lesa desmesura.
Ser hombre es ser testigo de lo absurdo.

Ella vendrá, engarzada en una chispa
de pedernal. Abriendo paso al rayo.
Deslumbrante en la proa
de una infinita luz que se aproxima.







Escultor

En mis manos tu barro, te moldeo
con ternura. Mi soplo y mi caricia
dieron ser a la curva que te inicia.
Si carne te pensé, viento te veo.

Vaciada ya tu forma, me recreo,
te atesoro. No culpes mi codicia.
Alta puse la mira: tu primicia
esculpida a cincel en mi deseo.

Yo, escultor, sólo pido por mi arte
el contemplar mi obra: contemplarte.
Pero tú ya eres tú, aunque eras mía,

y si una vez te arredra mi egoísmo,
puedes irte si quieres. Me es lo mismo.
Te crearé, de nuevo, cualquier día.







Gesto final

Un hombre está tumbado bajo el cielo.
Se le ha apagado el tacto. Las hormigas
pueden subir el trigo por su cuello.
Esto es lo más terrible de los muertos:
que la vida los cubre y los absorbe.

Porque un hombre está muerto, y en la plaza
siguen jugando al tute los de siempre,
y se espera que grane la cosecha,
y hay barcos en los puertos, preparados
para zarpar al despuntar el alba.
Un muerto es la esperanza boca abajo.

Porque un hombre está muerto y todavía
es posible que tiene en los bolsillos
un paquete empezado de tabaco.
Y esto es lo más terrible de los muertos:
que se paran de pronto entre las cosas.

Ha muerto un hombre cuando se desdobla
y se mira su cuerpo, desde enfrente,
y se tiende la mano, y se despide.
Ha muerto un hombre, irremisiblemente,
cuando mueren los que lo recordaban.

Los muertos se resisten a estar muertos
y se defienden con su peso inerte,
y es terrible su grito cuando luchan
porque sólo se oye con los ojos.

Hay que amar a los muertos, comprenderlos.
Son como niños buenos enfadados.
Les han robado el aro y la cometa
y se han quedado tristes para siempre.







La espera y la esperanza

No es la esperanza, no. Sólo es la espera
lo que fijo me tiene a tu querencia.
tu palpable regreso a mí, evidencia
una ignorada ansia pasajera.

Si mucho es esperarte, aún más fuera
esperanzarte. Ciega mi impotencia,
no sabe de accidentes ni de esencia.
De ahí, el querer, quizás lo que no quiera.

Para esperarte tengo el sentimiento.
Esperanzado, nada tengo. Un viento,
acaso, que me enlaza a lo lejano.

La esperanza es un premio gratuito
a la espera; un don casi infinito
por un merecimiento casi humano.







Lindo con tu silencio, en la hora fría...

Lindo con tu silencio, en la hora fría
en que todo está dicho. Palpo ciego
tu encontrado silencio. Parto y llego
de silencio a silencio, día a día.

Cierto estoy de que cierto no podría
entrar en tus murallas . Cierto niego
que haya más fuerza en mí que la que entrego
a tu silencio, duda en ti, ya mía.

Con él limito. Sé que es la frontera
de no sé qué. -Tu muda primavera
torna en dudosos vientos mis certezas-.

Y en torno sigue tu silencio, y sigo
pensando en ti y sin ti, pero contigo,
si es que mueres en él o en él empiezas.







Miedo un instante

Tengo miedo de ti, o de mí. Cabalgo,
cabalgas tú mi piel por los umbrales
sombríos del amor. Y nunca sales
a mi luz, a tu luz. Y nunca salgo.

Tengo un algo de ti. Tienes un algo
de mí por tus distancias siderales.
¡Ah, si Dios me dijese lo que vales
para poder saber lo que yo valgo!

Estoy, estás, como cumpliendo un rito,
como dando postura por el viento
a esta voz con que gritas, con que grito.

Todo termina, justo, en el momento
en que casi nos toca lo infinito.
tienes miedo, y me mientes. Y te miento.





Poema del no

Me decías que no. Por tu mirada
pasaban barcos lentamente. Había
gaviotas en tus ojos, en tus blandos,
oscuros ojos grandes,
donde iba cayendo la amargura
como un anochecer de altas sirenas
en los puertos del Sur.
Me decías que no serenamente.
Era un no original, que ya existía
antes que tú, que hablaba por sí mismo
mientras que tú, impotente, absorta, fijos
en mí tus ojos, lo sentías vivo,
palpabas su raíz por tus adentros.
Era un no adivinado,
mudo, pesadamente silencioso.
Tu duro cuerpo tibio
me decía que no, sin causas, iba
replegándose, como
si volviese a la infancia. Tú no eras.
Me decías que no, y en tu mirada
cabalgaba un dolor que yo diría
maternal. Un dolor implorando
comprensión. Un no de contenida
pesadumbre, pero total, abierto,
levemente asomado
a las playas del llanto.
Me decías que no lejana, sola,
terriblemente sola, maniatada,
sin un porqué donde apoyarte, pero
era no, era no, sin gritos, no...

Los puertos, las sirenas,
los barcos en la noche, todo iba
perdiéndose, alejándose.
Yo, delante de ti, triste, abatido.







Poema para la voz de Marilyn Monroe

Tu voz.
Sólo tu tibia y sinuosa voz de leche.
Sólo un aliento gutural, silbante,
modulado entre carne, tiernamente
modulado entre almohadas
de incontenible pasmo, bordeando
las simas del gemido,
del estertor acaso.
Como un tacto de fina piel abierta.
Como un espeso y claro líquido absorbente
que envuelve tus adentros, que te sube
del sexo mismo hasta los labios,
que recorre tus dulces cavidades
antes de ser el soplo
caliente y sensorial que nos sumerge.

Tu masticada voz, que te desnuda
sutilmente, insidiosamente, como
si en derredor de tu cintura fuese
creando y disipando al mismo tiempo
mil velos transparentes de saliva.

Tu voz resuelta en quejas y mohines
que trasmina como un olor a cuerpo,
un tierno olor sedoso
que se propaga en ondas, que nos roza
tan delicadamente, que es posible
sentirlo por las manos y en las piernas.

Tu voz labial, visible,
como gustando el aire, como dando
forma a posibles moldes para besos.
Tu voz de oscura selva con riachuelos.

Clavado aquí, en mi hombría,
oigo tu voz, que late entre mis dientes,
y enmudezco la radio, y cierro el gesto.
Porque tú ya estás muerta;
porque hace largos meses que estás muerta
y aún es posible el grito enfebrecido.

Oigo tu voz carnal, y me pregunto
qué pasa aquí. Si acaso es esto un nuevo
pecado, o un castigo.







Pronuncio amor

Vengo de no saber de dónde vengo
para decir amor, sencillamente.
Para pensar amor, sobre la frente
sostengo qué sé yo lo que sostengo.

Para no detener lo que detengo
siembro en surcos y versos mi simiente.
Para poder subir, contra corriente,
tengo sujeto aquí, no sé qué tengo.

Venir es un recuerdo, si se llega.
Pensar es una huida, si se toca.
Sembrar es una historia, si se siega.

Sólo acierta en amor quien se equivoca
y entrega mucho más de lo que entrega. 
Después, toda esperanza será poca.







Recacha

Aquí estaba, sentada
en la recacha, así de así, encogida,
acurrucada al sol
la abuela.
Esto era amor. Aquello.
Un tiempo
de negro y de ¡Señor, lo que se inventa!
ponía en derredor de su pequeño
mojoncito huesudo nuevos rostros
mocosos, y otra arruga,
eterno mosquerío, y más sumida
la desdentada boca, tiestos con geranios,
y no recuerdo nada !esta cabeza!
Una como ternura
caldeaba el acoso de las lajas.

Mano seca en las cejas protegiendo
del sol, gracia divina,
los ojos derretidos.
Vencido estar, joroba, a punto casi
de un crujido y ya está. Dios la reciba.

Aquí el mosquero, largos
papeles de colores;
aquí la zafa, el pie no se mejora,
agua de sal, la panza
de la jofaina desconchada.
Esto
era también amor, digo, miseria;
amor, digo, violencia. No lo supo.
¡Qué tiempos!
La jarapa
alpujarreña en las rodillas, negro
pañolón, ay el luto
descolorido, negro
refajo, en Cuba mismo lo enterraron.

Y más. Ochenta y tantos
años milenios en la costra yunque
de esta tierra, forjando
para qué su cansada reciedumbre.
Y una ignorancia añeja
que le tapaba el hambre con sudados
escapularios; que agostaba en brote,
lo ha dispuesto el Señor, la rebeldía.

Aquí la abuela niña, y un suspiro,
zurciendo eternamente, remendando,
y otro suspiro, cocinando, y otro,
los despojos, pasando
las cuentas del rosario.
Esto era
también amor. Y era
desprecio.
Somos pobres.
Y abandono.

Ya de tarde, lo lejos se tensaba
con un duro rasgueo
de cómplices guitarras.
Lo recuerdo.







Ser un instante

La certidumbre llega como un deslumbramiento.
Se existe por instantes de luz. O de tiniebla.
Lo demás son las horas, los telones de fondo,
el gris para el contraste. Lo demás es la nada.

Es un momento. El cuerpo se deshabita y deja
de ser la transparencia con que se ve a sí mismo.
Se incorpora a las cosas; se hace materia ajena
y podemos sentirlo desde un lugar remoto.

Yo recuerdo un instante en que París caía
sobre mí con el peso de una estrella apagada.
Recuerdo aquella lluvia total. París es triste.
Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo.

Vivir es detenerse con el pie levantado,
es perder un peldaño, es ganar un segundo.
Cuando se mira un río pasar, no se ve el agua.
Vivir es ver el agua; detener su relieve.

Mi vagar se acodaba sobre el pretil de hierro
del Pont des Arts. De súbito, centelleó la vida.
Sobre el Sena llovía y el agua, acribillada,
se hizo piedra, ceniza de endurecida lava.

Nada altera su orden. Es tan sólo un latido
del ser que, por sorpresa, llega a ser perceptible.
Y se siente por dentro lo compacto del hierro,
y somos la mirada misma que nos traspasa.

La lucidez elige momentos imprevistos.
Como cuando en la sala de proyección, un fallo
interrumpe la acción, deja una foto fija.
Al pronto el ritmo sigue. Y sigue el hundimiento.

La pesada silueta de Louvre no se cuadraba
en el espacio. Estaba instalada en alguna
parte de mí, era un trozo de esa total conciencia
que hendía con su rayo la certeza absoluta.

Ser un instante. Verse inmerso entre otras cosas
que son. Después no hay nada. Después el universo
prosigue en el vacío su muerte giratoria.
Pero por un momento se detiene, viviendo.

Recuerdo que llovía sobre París. Los árboles
también eran eternos a la orilla. Al segundo,
las aguas reanudaron su curso y yo, de nuevo,
las miraba sin verlas, perderse bajo el puente.







Signos en el polvo

Como el dedo que pasa
sobre la superficie polvorienta
del mueble abandonado y deja un surco
brillante que acentúa la tristeza
de lo que ya está al margen de la vida,
de lo que sigue vivo y ya no puede
participar de nuevo, ni aun con esa
pasiva y tan sencilla
manera de estar limpio allí, dispuesto
a servir para algo; como el dedo
que traza un vago signo, ajeno a todo
significado, sólo
llevado por la inercia del impulso
gratuito y que deja
constancia así en el polvo de un inútil
acto de voluntad, así, con esa
dejadez, inconsciencia casi, siento
que alguien me pasa por la vida, alguien
que, mientras piensa en otra cosa, traza
conmigo un surco, se entretiene
en dibujar un signo incomprensible
que el tiempo borrará calladamente,
que recuperará de nuevo el polvo
aún antes de que pueda interpretarse
su cifrado sentido, si es que tuvo
sentido, si es que tuvo
razón de ser tan pasajera huella.







Tengo marcado un nombre...

Tengo marcado un nombre
no sé por quién, ni donde. Tengo un número
como deben tenerlo las plantas y los pájaros.
Me llaman y respondo.
Me vuelven a llamar desde una cima,
debajo de una roca, en un bosque desierto.
Me vuelvan a llamar desde una iglesia,
desde una sobremesa familiar, desde un amigo.
Me vuelven a llamar desde una tumba.

Sé que pude ser ciervo,
o pude ser encina, o no pasar de tierra.

Para decir: ya voy, tengo una voz concreta
que no me sé escuchar porque no es mía.
Parte de mí y se esconde,
aunque presiento que después de todo
he de volver a verla.

Es fácil responder,
A veces solo basta mirar o ser mirado
o sentirse sabido de memoria.
Puede ser suficiente
abrir los ojos, extender los brazos
y decir: aquí estoy.

Contestar es vivir. Basta gritar: ¡alerta!
La muerte debe ser
la primera llamada incontestable.






Un día, con el alba, volvía solitario...

Un día, con el alba, volvía solitario
de mis cosas de hombre. Pudo ser hace tiempo.
La claridad nacía del fondo de las calles
como la pena nace del fondo de una copa.

Siempre se vuelve solo. No sé por qué las calles
parecen tan vacías cuando el amor termina.
A través de las puertas cerradas, se sentía
vagar los esposos por la humedad del sueño.

Nunca pude entenderlo. Nos subimos a un cuerpo
como se sube un niño a la rama más alta.
De pronto, bajo el cielo, el cuerpo, que era todo,
se nos va consumiendo debajo del abrazo.

De pronto comprobamos que nos falla la tierra,
que por algún resquicio la vida se derrama.
La plenitud redonda que llegó por el tacto,
por ese mismo tacto regresa y se disipa.

Por campos y tejadas resbalaban los cinco.
Muy cerca, un jazminero debía estar despierto.
Yo volvía cansado, como vuelven los hombres
que han donado su parte para el dolor del mundo.

La desnudez de un brazo. Un cuello interminable.
Dos piernas que se alejan buscando una salida.
Una cintura firme donde apoyar las manos
como cuando se vuelca el peso en el arado.

Nunca pude entenderlo. Las miradas se enfrentan
como vueltos espejos que en si mismos acaban.
Delante de los ojos hay láminas opacas
tras las que cada amante disfraza su egoísmo.

Ella estuvo muy cerca, aquella vez, de darme
algo que con el tiempo tal vez fuera un recuerdo.
Desde aquí la contemplo, pero no tiene rostro.
No sería más triste se no hubiera existido.

Nos tiramos a un cuerpo como al mar, y aprendemos
que el amor, como el agua, no opone resistencia.
Bien poco es lo que queda después, si la ternura
no inventa sus razones para seguir viviendo.

Penetramos espacios que no nos pertenecen.
La carne, como el humo, se aleja si se toca.
Hoy ya no me pregunto la razón, y me entrego,
y acepto, y disimulo; pero sé que es chantaje.

Aquel día empezaba como todos los días;
porque todos los días empiezan y no acaban.
el alba suavizaba los últimos aleros
y la luz preparaba su primer estallido.

Siempre se vuelve solo del amor. Como entonces.
Porque el hombre limita con su piel, y los sueños
sólo cuentan, no siempre, cuando un pecho, entrevisto,
nos revela de pronto nuestra gran desventura.