Carmen Jiménez.
Biografía:
Nací en Madrid el día 27 de febrero de 1.965. Aprendí la belleza de la poesía a través de la voz de soprano de mi madre. Recitaba poemas a todas horas, y poco a poco cada palabra iba calando en mis sentidos hasta que comencé a contemplar la vida bajo el halo de la poesía.
Mis primeras letras fueron en verso y desde entonces creo que me convertí en eterna aprendiz de poeta. Todavía no he publicado en papel, ni tengo prisa en hacerlo. He descubierto la grandeza de poder leer a grandes poetas en esta ventana de mi estudio que da al mundo. También la grandeza de compartir mis “miradas íntimas” con los que me leen a mi. “Miradas íntimas” que da nombre al blog donde podéis encontrar mis poemas, que es como decir parte de mi misma.
Estudié tres años relato corto en la Escuela de Escritores y publiqué un relato en el libro “Arena en los zapatos” de varios autores, publicado en mayo del 2.007. Creé mi primer blog de relato corto “historias e historietas” en ese mismo año. Pero no encontré mi verdadera voz hasta que descubrí a Jaime Sabines con su prosa poética llena de poesía.
Nunca logré licenciarme en universidad alguna y ese es mi lastre, aunque la vida me permitió ejercer de madre que es el mejor título que guardo en mi haber.
Participo en los “Encuentros Poetas en Red” que se vienen celebrando cada seis meses en distintos lugares de la geografía española.
Desde aquí doy las gracias a todos los poetas a los que leo y de los que aprendo, y en los que confío cambiarán el mundo. Gracias también a Fernando Sabido por permitirme enredar mis letras con las de los muchos poetas que admiro.
Obras seleccionada:
La Gioconda llora
(Con mi dedicatoria especial a Elvira Daudet)
Un sabor pastoso asciende
Desde mi garganta hasta mi boca.
Los ojos hinchados por el llanto
Y por el sueño desvelado
De una noche sin fronteras.
El estómago revuelto de recuerdos
Mezclados con alcohol y con tabaco
Y otros ácidos amargos de postreros
Y hastiados arrepentimientos.
Nauseas que no llegan al vómito.
El sol incide descarado en las partes
Más oscuras de mi cuerpo
-Debí bajar del todo las persianas-
Y se empeña en iluminar todo
Cuanto la noche se empeñó en ocultar
Con el mismo ahínco que recelo.
Desdeñado el dolor de mis huesos
Y el olor de mis sábanas a sexo
De otro sexo, trato de renovar
Mis juramentos ante el espejo:
“Esta noche fue la última”.
Y una sonrisa parecida a la Gioconda,
Se burla de mi rostro, o tal vez
Sólo es que llora.
“Le mot juste” Tocar
“Le mot juste”. Fue Flaubert quien sentenció que los sinónimos no existen…
Tocar…
Palpar, tantear, acariciar, abrazar, estrechar, estrujar, frotar, lamer, succionar, comer, absorber, chupar, impregnar, humedecer, saborear, paladear, cercar, ceñirse, oler, exhalar, entrar…
Embelesar…
Embrujar, seducir, maravillar, asombrar, hipnotizar, deslumbrar, embriagar, extasiar…
Con los ojos, con los dedos, con las manos, con la boca, con la lengua, con los brazos, con las piernas…
Sentir…
Emocionarse, impresionarse, admirarse, conmoverse, percibirse, notarse, apreciarse, considerarse…
Con la piel, con la nariz, con lo que ves, con lo que no ves, con lo que imaginas, con lo que sabes, con lo que no sabes, con lo que sueñas, con el deseo, con la necesidad, con la sangre…
Palpitar…
Latir, dilatarse, contraerse, estremecerse, vivir, existir…
Convertir en fuego la escarcha derritiéndose el alma en las llamas…
Diluir…
Disolver el cuerpo en otro cuerpo. Entreverarlo sin distinguir los fragmentos hasta el grito de victoria por la victoria de haber derribado todas y cada una de las empalizadas alzadas, barricadas que se desploman después de haber tocado el cielo en una ínfima parte de lo que debe ser el tiempo sin tiempo, tal y como el agua cae desde un torrente hasta el remanso de un riachuelo.
Palpar, tantear, acariciar, abrazar, estrechar, estrujar, frotar, lamer, succionar, comer, absorber, chupar, impregnar, humedecer, saborear, paladear, cercar, ceñirse, oler, exhalar, entrar…
Embelesar…
Embrujar, seducir, maravillar, asombrar, hipnotizar, deslumbrar, embriagar, extasiar…
Con los ojos, con los dedos, con las manos, con la boca, con la lengua, con los brazos, con las piernas…
Sentir…
Emocionarse, impresionarse, admirarse, conmoverse, percibirse, notarse, apreciarse, considerarse…
Con la piel, con la nariz, con lo que ves, con lo que no ves, con lo que imaginas, con lo que sabes, con lo que no sabes, con lo que sueñas, con el deseo, con la necesidad, con la sangre…
Palpitar…
Latir, dilatarse, contraerse, estremecerse, vivir, existir…
Convertir en fuego la escarcha derritiéndose el alma en las llamas…
Diluir…
Disolver el cuerpo en otro cuerpo. Entreverarlo sin distinguir los fragmentos hasta el grito de victoria por la victoria de haber derribado todas y cada una de las empalizadas alzadas, barricadas que se desploman después de haber tocado el cielo en una ínfima parte de lo que debe ser el tiempo sin tiempo, tal y como el agua cae desde un torrente hasta el remanso de un riachuelo.
Palabra de piedra
Pues mi pena es hoy no poder moldear la palabra. Sentir que se ha convertido en piedra, que ninguna caricia la cambiará ya de forma. Será de piedra para deleite del martillo y el cincel y mis dedos no podrán volver a tocarla para retocarla, y desdoblarla, y exprimirla, y agrandarla y adornarla, y desnudarla y acompañarla y devorarla y volver a hundir mis yemas en el centro mismo de sus tripas hasta que adquiera ese sentido que trasciende más allá de sus letras. Será ya para siempre una palabra de piedra al antojo de lo que tú quieras hacer con ella. Se me escapó en un suspiro y se la llevó el viento, como todas las palabras.
No volveré a nacer
No volveré a nacer. No volverás a pedirme que te ame, ni me amarás nunca más. No volveré a escuchar tu aliento en mi oído, ni a sentir tus manos en mis rodillas intentando abrirse paso. No volverá a sonar el hombre al piano para acallar las voces de fuera, ni volverás a desabrochar los primeros botones de mi camisa, ni a mirarme dentro de los ojos con tus ojos hasta tener que cerrarlos. No volverás a permitir que te diga que no una vez más, porque una fue bastante. No volveré a nacer para poderte decir sí. Ahora sí. La música sigue sonando.
Te deseo
Te quiero, te deseo
Me gustas, te deseo
Te pienso, te deseo
Te añoro, te deseo
Me encantas, te deseo
Me llenas, te deseo
Te suspiro, te deseo
Me fascinas, te deseo
Te admiro, te deseo
Te sueño, te deseo
Te amo, te deseo
Soy tuya. Te deseo.
A solas
A solas los dos, pero a solas del todo, solos completamente. Solos sin casa, sin ropa, sin recuerdos, sin papeles. Solos entre cuatro paredes. Sin muebles, sin platos, sin nevera, sin foto de bodas, sin hijos, sin padres. Solos una tarde. Sin reloj, sin hora, sin sol. Solos, desnudos, sin testigos, sin futuro. Sólo tu deseo y el mío. Tu lenguaje y mi oído. Mis besos, los tuyos. Tus manos, mi cuerpo. Solos en un cuarto improvisado. Solos de nosotros mismos. Como si fuéramos otros. Tú y yo, y el deseo.
La duda
…Quizá se espera a que ella (la sospecha) también se convierta en pasado, en algo venial o ingenuo y que nos hará sonreír acaso.
Javier Marías (Corazón tan blanco)
Me quedo con la pregunta virgen. No quiero respuestas. Ni falsas ni sinceras. No sabría distinguirlas. Seguiría la dirección de tus ojos, los gestos de tus manos, el movimiento de tus labios que se abren y se cierran y se aprietan el uno junto al otro reteniendo el aire de un pecado inexistente o quizá latente. Escucharía el timbre de tu voz y en cada tono buscaría la sospecha agazapada. No podría creerte ni dejar de hacerlo si te atrevieras a responderme. Y tras preguntar, tras preguntar habría desvirgado para siempre la duda que habría de salvarme de la certeza.
Cómo olvidar la magia.
Cómo se puede olvidar todo lo que no se ha dicho y ha quedado por decir. Olvidar el aire que quedó sin respirar, asfixiándose, ahogándose en la garganta. El dolor de las caricias postergadas, los besos a destiempo, los desvelos en la madrugada, los deseos insatisfechos. Cómo olvidar las coincidencias imposibles, las lágrimas desgastadas, los desencuentros, los encuentros desatinados, los calendarios desprogramados, las ilusiones hechas pedazos entre cuadrantes descuadrados. Cómo olvidar que nos quisimos tanto. Cómo olvidar que iba de tu mano, siempre contigo, siempre a tu lado. Cómo olvidar los versos que te regalaba, cómo olvidar nuestra magia. Esa misma magia que ahora no sabe cómo olvidarnos.
Gotas de rocío
Ha amanecido. Después de muchas lunas, el sol asoma en un horizonte lejano y teñido todavía de una bruma espesa y gris. Todavía hace frío. Es un frío parecido al del rocío. Unas gotas llenas de una noche tan eterna como la juventud. Unas gotas que auguran el fin y el comienzo, derritiéndose una a una. Un aire caliente desciende hasta mi guarida y acaricia mi piel con su brisa. El agua escarchada cede a su soplido y cada poro de mi piel se entrega a él rendida. Agradecida. Mi cuerpo se estremece en la tibieza de un amanecer ya olvidado. La oscuridad se resiste, y el frío se clava como un puñal de acero. Y de repente, amanece. El negro se torna en una luz lechosa, temerosa, imprecisa. Los colores son tenues, casi imperceptibles a mi retina eclipsada. La noche y el día se echan un pulso sobre mi cuerpo aún dormido. Y la luz atraviesa por fin la manzana retenida en mi boca, y el aire entra en mis pulmones y me despierta de un sueño lleno de sombras que no atinan ya a esconderse, y se remueven inquietas, y lloran lágrimas de rocío hasta que despiertan. Por fin ha amanecido.
Lágrimas y Llantos
No todos podemos llorar tan bien como Oliverio Girondo, pero cada cual, llora sus lágrimas.
Nunca creí poder llorar como lloran las rocas duras y húmedas. Llorar como lloran las nubes negras, desafiantes y amenazadoras. Llorar como los ríos que confunden sus aguas turbias con lágrimas limpias. Llorar como lloran los cristales en una tormenta. Como las olas que arrastran todos los llantos vertidos en los mares desde todas las orillas. Nunca creí poder llorar todas las lágrimas del mundo. Los llantos más amargos de las madres y los padres con sus hijos entre los brazos. Las lágrimas del combate de vencedores y vencidos. Las que se lloran por los rincones y se llenan de polvo y vuelven a llorarse llenas de barro. Llorar y no poder hartarme. Llorar a sacudidas, llorar por los niños muertos de hambre, de frío, de sangre. Llorar con las uñas en la alambrada. Llorar hasta deshacer los muros. Llorar piedras y llorar balas hasta explotar en los ojos las lágrimas. Llorar por los míos y los otros. Por los muertos y los vivos. Llorar llantos de amores también. Lágrimas saladas que te tragas y vuelves a llorarlas. Llorar como llora el rocío, como lloran los Polos que las esconden en el hielo y se quedan para siempre congeladas de frío. Llorar a gritos, en silencio, a escondidas, a plena luz del día. Llorar sin lágrimas. Llorar hasta rendirme. Y volver a empezar a llorar. Llorar como un niño sin motivo. Llorar de rabia, de impotencia, de nostalgia. Llorar los recuerdos borrados por las huellas del olvido, y llorar el futuro. Llorar por los ojos, retorcer el pañuelo y llenar un pozo vacío. Llorar de dolor hasta empaparlo, hasta que deje de doler y seguir llorando todas las lágrimas que aún quedan por llorarse hasta el fin del mundo.
2 comentarios:
Felicidades, Carmen, Poeta. Mereces todo lo mejor del mundo como escritora y como persona... Besos.
felicidades, mi poeta.
miles de besos,Carmen*
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