Mohamed Ali Ali Salem. Nació en El Aaiún, REPUBLICA ARABE SAHARAUI DEMOCRATICA, (Sáhara Occidental) en 1958. Cursa sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal. Estos últimos se ven interrumpidos por la agresión militar perpetrada por las hordas del sanguinario rey de Marruecos, Hassan II al Sáhara Occidental. La invasión marroquí y el abandono de España al Sáhara y a su pueblo, motivan un éxodo masivo que llevaría a los saharauis a tierras argelinas.
Un año antes de éxodo de la población saharaui de 1974, obtiene el 2º premio de poesía en castellano. En los campamentos de refugiados imparte clases de español. Siete años más tarde pasa a la gestión de centros educativos (director de escuela, delegado provincial de educación e inspector docente). En el 2º Congreso de la U.J.SARID es elegido miembro de su secretariado nacional y jefe de redacción de la revista juvenil "10 de Mayo" en español.
Escribe "El globo verde" relato corto editado por la asociación "Amigos del Sáhara de Canarias". Participa en la antología de poetas saharauis "También en el desierto crecen flores". Escribe "El oasis", monólogo que representa al Sahara occidental en el Festival de Teatro "Tres continentes" celebrado en Las Palmas de Gran Canarias. En 1993 se incorpora a la rama diplomática siendo representante del Frente POLISARIO en Asturias y valencia. Traduce del árabe al español "Confesiones de mujer", libro de diversos testimonios de mujeres saharauis. Colabora en el libro "Por una paz justa: veinte años bastan" publicado por la Asociación de Amigos del Sáhara en Asturias. Colabora, prologando el libro "Sáhara en el corazón" de Salvador Pallares. Colabora, también en los proyectos cinematográficos, "Los baúles del retorno" de María Miró, y "Cuentos de la guerra saharaui" de Pedro Rosado. En el 2003, en el Dunya Festival de Roterdam (Holanda), lee algunos de sus poemas.
Alba y amanecer
Al abrazamos, al besamos.
El alba, querida, cunde en nosotros y sentimos la muerte.
Como sentimos la vida.
El alba, querida, existe
Como existe tu herida sonrisa,
Tu angelical voz,
Tus tiernas manos.
Tu melancólica mirada.
Tu leve y risueño caminar.
De alba: sólo de alba.
El alba descansa en tu regazo.
En mis manos descansa.
y en nuestras bocas repite:
Sólo la huella de los besos
Lleva a la felicidad.
Mientras cabalga el alba.
Va llegando el amanecer,
Cubierta de ternura.
En su umbral.
Porque el amanecer es suyo
Es tuyo y mío todo el amanecer
A la deriva
(Elegía a Bachir Mohamed Ali. 1987-2003)
Me abandonó la vida
cuando dejó de alumbrarla
tu risa.
El brillo cautivador de tus palabras.
Las azules palomas de tus manos.
El encanto de tus cansinos pasos.
Tu encendida rebeldía.
Tu amor por la justicia.
Tu generosidad sin medida:
tú el más hermoso amanecer
en mi vida.
Se me fue la vida
y la alegría de vivirla
y solitario y solo,
solo, solo y solo.
Cien mil veces solo
me hallo,...
si me hallo...
No hay presencia
que me haga compañía.
No hay palabras
que me alivien
y solo soy fuerte
si te lloro
y solo existo
si te pienso.
Inexistente, roto, roto
-no derrotado-
vivo, sólo, porque tú
no quieres verme muerto.
Ya no estoy en este mundo
ya no estoy en este antifaz.
En esta guarida de infancia.
En este asfalto de injusticia
donde las tardes engullen niños.
Y solo...
Solo, solo y solo.
Cien mil asesinas
soledades me habitan.
Dagas, gumías, puñales,
cuchillos, navajas, sables,
enloquecidos y hambrientos alfanjes
me horadan
y solo me ampara
el dolor y sus ancestros.
Silenciado tú -frondoso árbol
de ternura y esperanza-,
taladrada tengo el alma,
bañado en hiel el pasado,
naufragado el porvenir
y entre embravecidas aguas del presente
y a la deriva...
me aferro a lo que fuiste
hijo mío.
Y maldigo el día que no lo inaugure
tu imagen.
Y maldigo la noche que no lo arrulle
tu recuerdo.
Y sólo viviré porque tú
no quieres verme muerto.
Y viviré -mientras me duren los siglos-
en el corazón de tus palomas
y en el relincho de tus musas;
amaneciendo atardeceres,
alentando vientos contra silencios
y contra atropellos rebeldías.
En tu memoria, en tu recuerdo:
Tú el más hermoso amanecer
de mi vida.
Tú Bachir, hijo mío.
Ávila, 26 de Febrero de 2004.
Vientos de libertad
El palomar de las cartas
emprende su imposible vuelo
Miguel Hernández
Vientos de libertad emprenden
su intrépida marcha
en éstos saharuis caminos
donde traidores y agresores
sembraron exterminio
fúnebres miradas,
tueras donde flores
y espectros de agonía.
Se oyeron estruendos,
gemidos de dolor,
duerme el día
en garras de hiena,
el cielo llueve acero
y mi jaima es un torbellino
de asustados rostros
que huyeron de la tierra,
que vuelven a la patria,
mientras el viento de la libertad
lame los confines.
Venías...
Venías...
Venías enterrando pañuelos,
cerrando llagas,
llenando los espejos de la noche
de rocío de aurora.
Llegaste benévola, pura, triunfal,
derrotando a los agresores,
tú, ocaso de cadenas,
vencedora de la muerte,
infinita mirada
de indeleble amanecer,
hija del palomar de leones,
amparo de epopeyas,
jubiloso grito de bandera
de ecos encallecidos
nunca mudos.
Las palabras
Las palabras,
a veces, las palabras
a brotes de hechizantes arrullos
como silentes aves se posan
lloviendo leve, profundamente
un olor de albahaca
un ahumado corazón,
una dicha de doble sentido,
una anatomía de dicha
donde se confunde el mira,
el toca, el gusta, el huele,
enfilados en ansia de tímpano.
Incipientes palabras,
alados verbos,
yertos hilos, insomnes fonemas,
embelesador cutis de voz
y nupcias de oído y lengua
en alfombras de teléfono.
Sé que las voces han atracado
en la ribera de aquello.
Aquello que el pudor
y el espectro de la duda
anhelan atenuar.
Pero... la plática telefónica
de sintaxis pronta,
la cálida caricia de oído
el poético juego,
la afinidad, la dulzura
del encuentro telefónico
disipan su timidez
y mi temor al ocaso
de este alba que despierta.
Las palabras,
a veces las palabras,
las tupidas, las transparentes
hijas de lo que pensamos,
aletean, vuelan y vuelan,
trazando confines de Venus.
A veces las palabras
absorben de los ojos su brillo,
su esencia, su semántica
y aletean,
revolotean y se posan
en aquel lugar, en el de esto
que tenemos entre manos
y a donde el cutis de tu voz
ofuscadamente me llevan.
...Y a veces las palabras
susurran una dicha del doble sentido,
la dicha palabra del indeleble
y cierto alba que despierta.
Nací
Nací bajo el abrasante sol del desierto
entre lluvias y arenas crecí,
entre las balas y los estruendos
de una atroz guerra, crecí.
Crecí soñando con un libro
bajo mi cielo:
cielo azul de blanco horizonte.
No olvido
No olvido, compañera, la inminente presencia
de días atrapados,
de amaneceres mutilados
en la lóbrega garganta
de las noches de exilio.
Ni mis años,
temprano vividos
y roturados en mis calles natales
añoradas hasta la demencia.
Mi tierra,
lugar de donde vengo,
a donde voy.
Encadenada nación,
razón de mi diáspora,
de mi lucha,
de mis pasos y mis alas
que no cesan:
porque se saben esperados.
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