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viernes, 12 de noviembre de 2010
2034.- JOÂO CABRAL DE MELO
Joâo Cabral de Melo Neto. Poeta brasileño (Nació en Recife, 1920; Murió en Río de Janeiro, 1999). Se dedicó a la diplomacia en España y Francia, y la poesía de estos dos países ejerció una influencia determinante en su obra. Su producción literaria comenzó en 1942, cuando contaba veintidós años. En 1954 agrupó sus primeras obras en el volumen Poemas reunidos, y en 1968 publicó una segunda recopilación titulada Poesías completas. Su lírica se caracteriza por el intento de lograr una mayor objetividad, concreción y austeridad, gracias a una forma cuidada y al rechazo de ornamentos y sentimentalismos, rasgos que le han llevado a ser considerado como el mejor poeta de la generación de 1945. Sus obras más destacadas son Pedra no sono (1942), O engenheiro (1945), O cao sem plumas (1950), Terceira feira (1961), La educación por la piedra (1966) y Museo de todo (1975).
Los vacíos del hombre
1
Los vacíos del hombre no sienten la nada
de cualquier vacío: del de la chaqueta vacía,
del del saco vacío (que no quedan de pie
cuando vacíos, o el hombre con vacíos);
los vacíos del hombre sienten el lleno
de una cosa que hinchase ya hinchada;
o el que debe sentir, cuando se llena,
un saco: todavía no, cualquier saco.
Los vacíos del hombre, ese vacío lleno,
no sienten como un saco de ladrillos,
un saco de remaches; ni tienen el pulso
que late en el de semillas, o de huevos.
2
Los vacíos del hombre, aunque sientan
una plenitud (huera mas presencia)
contienen nadas, contienen los vacíos:
lo que la esponja, vacía cuando plena;
hinchan de lo que la esponja, de aire vacío,
y de ella copian ciertamente la estructura:
toda en grutas o en gotas de vacío,
en racimos de burbujas, de no-uva.
Ese lleno vacío siente como un saco
pero lleno de esponjas llenas de vacío;
los vacíos del hombre o el vacío hinchado:
o el vacío que hinchó por estar vacío.
(Traducción: Pablo del Barco)
Habitar el tiempo
A F. A. Bandeira de Melo
Para no matar su tiempo, imaginó:
vivirlo mientras ocurre, a lo vivo;
en el instante finísimo en que ocurre,
en punta de aguja y por tanto accesible;
vivir su tiempo: para lo cual ir a vivir
en un desierto literal o de alpendes;
en yermos, que no distraigan de vivir
la aguja de un solo instante, plenamente.
Plenamente: viviéndolo desde dentro de él;
habitarlo, en la aguja de cada instante,
en cada aguja instante: y habitar en él
todo lo que habitar cede al habitante.
Y de vuelta de ir a habitar su tiempo:
corre ya vacío, el tal tiempo a lo vivo;
y como además de vacío, transparente,
el instante a habitar pasa invisible.
Por lo tanto: para no matarlo, matarlo;
matar el tiempo, llenándolo de cosas;
en vez del desierto, vivir en calles
donde lo llenan y lo matan las personas;
pues como el tiempo ocurre transparente
y sólo gana cuerpo y color con su meollo
(lo que no pasó de lo que le pasó),
para habitarlo: sólo en el pasado, muerto.
De: La educación por la piedra
Prólogo, traducción y notas de Pablo del Barco
Los ríos de un día
Los ríos, de todo lo que existe vivo,
viven la vida más definida y clara;
para los ríos, vivir vale definirse
y definir vivir con la lengua del agua.
El río corre, y así vivir para el río
vale no sólo ser corrido por el tiempo:
el río lo corre; y ya que es con su agua,
vivir vale suicidarse, todo el tiempo.
2
Pues eso, que él define con certeza,
lo acepta el río y profesa, fríamente,
y al procurar atarle la hemorragia,
o la vida suicidio, el río se defiende.
Lo que un río del Sertao, río interino,
prueba con su agua, corta al ser medida:
al correrse torrencial, de golpe,
sobre lechos de hotel, de un solo día;
al correrse torrencial, de golpe,
sin alargar su morir, poco a poco,
sin alargarlo, en suicidio permanente
o en el que todos, los ríos duraderos;
esos ríos del Sertao hablan tan claro
que induce hasta el suicidio su prisa:
para huir en la muerte de la vida en charcos
que elige quien deambula por tanta sed.
De: La educación por la piedra
Prólogo, traducción y notas de Pablo del Barco
Fábula de un arquitecto
La arquitectura como construir puertas,
de abrir; o como construir lo abierto;
construir, no como hilar y prender,
ni construir como cerrar secretos;
construir puertas abiertas, en puertas;
casas exclusivamente puerta y techo.
El arquitecto: el que abre para el hombre
(todo se sanearía desde casas abiertas)
puertas por-donde, jamás puertas-contra;
por donde, libres: aire luz razón cierta.
2
Hasta que, tantos libres asustándolo,
renegó dar a vivir en lo claro y abierto.
Donde vanos de abrir, él fue amurallando
opacos de cerrar; donde vidrio, cemento;
hasta recerrar al hombre: en la capilla útero,
con comodidad de matriz, otra vez feto.
De: La educación por la piedra
Prólogo, traducción y notas de Pablo del Barco
La educación por la piedra
Una educación por la piedra: por lecciones;
para aprender de la piedra, frecuentarla;
captar su voz sencilla, impersonal
(por la dicción comienza ella las clases).
La lección de moral, su resistencia fría
a lo que fluye y a fluir, a ser maleada;
la de poética, su encarnadura concreta;
la de economía, su adensarse compacta:
lecciones de piedra (de fuera para adentro,
cartilla muda), para quien va a deletrearla.
*
Otra educación por la piedra: en el "Sertâo"
(de dentro para fuera, y pre-didáctica).
En el Sertâo la piedra no sabe dar las clases,
y si las diera, no enseñaría nada;
allí no se aprende la piedra: allí la piedra,
una piedra de nacimiento, entraña el alma.
De: La educación por la piedra
Prólogo, traducción y notas de Pablo del Barco
Para mascar con chicle
Quién subió, en el ovillo de un chicle,
al fin del hilo o del desgaste,
sin poder sacudir fuera, antes,
la goma indefensa e inmune al tiempo;
inmune al tiempo o el tiempo en cosa,
en persona, encarnado en esa goma,
de tal manera, y conforme al tiempo,
el chicle, bien se contrae, o se dilata,
y consustancial al tiempo, se rompe,
interrumpe, aunque luego se reenmiende,
y se ponga a romperse, a reenmendarse,
sin usura ni fin, del hilo de siempre.
Mientras tanto quien, y sabedor que él
ya no encarnará el tiempo en su goma,
quien se paró en un primer chicle
sin reincidir en esa cosa (o nada).
Quien no puede reincidir en el chicle
y sabedor de que no encarna el tiempo:
él hace sentir el tiempo y hace al hombre
sentir que él hombre lo está haciendo.
Hace al hombre, sintiendo el tiempo dentro,
sentir dentro del tiempo, en tiempo-firme,
y que, mascando el tiempo chicle,
lo imagine bien dominado y lo exorcice.
De: La educación por la piedra
Prólogo, traducción y notas de Pablo del Barco
Dos de las fiestas de la muerte
Recepciones ceremoniales que da la muerte:
el muerto, vestido para un acto inaugural;
y ambiguamente: con la ropa del orador
y la de la estatua que se ha de inaugurar.
En el ataúd, medio ataúd medio pedestal,
el muerto más se inaugura que se muere;
y doblemente: bien su propia estatua
bien su propio vivo, en toma de posesión.
Fiestas infantiles que da la muerte:
los entierros de niños en el Nordeste:
reservados a menores de trece años,
impropios para adultos (ni lo siguen).
Fiesta medio excursión, medio pic-nic,
al aire libre, buena para un día sin clase;
juegan allí los niños a muñecas,
y hasta con una muñeca de verdad.
De: La educación por la piedra
Prólogo, traducción y notas de Pablo del Barco
Presa del tapacurá
Cierto río, el Tapacurá,
por el Poco pasaba danzando.
No era allí un río parado,
para chopos y elegías bueno.
Por su lecho pedregoso
cantando iba su contento,
aunque en paro estuviera toda
la vega, Tabocas-Cruz-Poco.
Hoy, dicen que una gran presa
se le bebió hasta el susurro.
Y de sopor en un lago
hasta el nervio le durmió.
Duerme-dicen- en el ancho espacio
que acumuló su riachuelo,
el que, hilo de agua precario,
se volvió orondo y preciso
para que se estabilice, al fin,
la vida anfibia en Recife,
ambigua siempre entre riadas
y decrecientes sequías.
¿Será que hoy el Tapacurá,
como lago latifundio que es,
falso vacío de alma llana,
puede, como caña mucha,
dar el alma que lo mira
lo que da el cañaveral?
¿En su mentido desierto
aún le late el pensamiento?
(Traducción:
R. Santos Torroela)
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