Pilar González España nació en Madrid en 1960. Es poeta, traductora y sinóloga. Como poeta ha publicado El cielo y el poder (Madrid, Hiperión, 1997), que recibió una Ayuda a la Creación del Ministerio de Cultura, Una mano escondida en un cajón (Valencia, Germania, 2002), Transmutaciones (Madrid, Torremozas, 2004, Premio Carmen Conde, y la reciente antología Retráctiles (Madrid, Torremozas, 2011) Desde 1998, es profesora titular de pensamiento chino en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha traducido a los grandes clásicos chinos (Zhuang Zi, Li Qingzhao, Wang Wei, Si Kongtu, Lu Ji…); con la obra Poemas del río Wang de Wang Wei (Trotta, 2004), quedó finalista en el Premio Nacional de Traducción 2005. Sus poemas han sido traducidos al francés, al árabe y al chino. Trabaja la voz y la declamación poética, participando en numerosos recitales y festivales de poesía nacionales e internacionales (México, Francia, China, entre otros).
LA OPRESIÓN
Dentro del silencio
hay un montón de arena.
Parece que unas manos
se la pasan a otras manos.
Una entrega de tierra
entre dos seres fantasmas.
DE EL CIELO Y EL PODER
Retráctiles. Ediciones Torremozas. Colección Torremozas. 2011. Madrid.
Permanecer quieto, la montaña
Montaña divina
muy cerca
tras de mí
yo
estúpida
sin saber me separaba
ella
esperándome
yo
buscándola
La fuerza amansadora de lo pequeño
Las palabras alimentan un fuego.
Las palabras son necesarias
para que arda el silencio,
para que ardan los actos.
La insensatez de la juventud
Me he conocido
y me he dado cuenta de mi profundidad
porque constato que estoy en mi superficie.
¿Qué hago aquí?
Nada.
Nado.
¿Y al fondo?
Todo.
se agradece un cerro
una colina
una loma apenas
para levantar la vista
aunque sea a un palmo del suelo
se agradece un pequeño relieve
una mínima profundidad
un árbol acaso
una mala hierba
algo
que modifique en lo posible
esta llanura mortal
de la planicie estéril
del desierto
de la vida
apisonándose
la palabra es ya la nieve
el frío que nos cerca
lo que una vez fue LLAMA
fuego sin nombre
calor exacto
Hacia el fondo del mar
Hacia el fondo. Hacia el fondo del fondo
del mar. Allí donde el lenguaje es coral y
alga enmarañada. Allí donde cada pala-
bra es una perla atrapada en su concha.
Me sumerjo en toneladas de silencio. Me
sumerjo en lo oscuro transparente. Me
sumerjo en la sangre purificada de la tie-
rra, en el llanto antiguo de unos dioses
tristes. Me sumerjo... Mi cabello de algas
negras... (Arriba el resplandor de la exis-
tencia: un sol confuso)
Aquí los ecos del pasado. Aquí los ecos
del futuro. Aquí un vientre enorme, gi-
gantesco. Aquí el centro ardiente de la
negrura cósmica. La soledad es plena,
extensa, alta, ancha, profunda. Puedo to-
car sus cuatro paredes infinitas.
Silencio, muerte, silencio, muerte, silen-
cio, ecos dormidos, silencio, ojos, millo-
nes de ojos mudos, silencio, cue-
vas, bocas negras abiertas para siempre,
silencio, óxido, musgo dormido para
siempre, silencio, un zapato podrido para
siempre, una moneda brillando para
siempre, un barco muerto acunado para
siempre, silencio, desierto otra vez, luz
ausente, el fulgor de un pez que me sor-
prende, me mira y me desconoce.
Pesa sobre mí todo el océano. Me toca lo
profundo, me presiona con sus manos gi-
gantescas, rodea mi cuerpo, aprieta mis
ojos, mis sienes, mi cabeza, mis pulmo-
nes... Solo mi pelo es libre, planta negra
que baila en esta falsa noche.
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