LUZGARDO MEDINA EGOAVIL
(Arequipa, PERÚ 1959)
Ha publicado varios poemarios, desde «La boda del dios harapiento» hasta «Bajas pasiones para un otoño azul», ediciones Copé, Lima, 2008, pasando por «Ad libitum», Arequipa, 1995, «Contra los malos presagios», Eclosión editores, Arequipa, 1996, «Avatar» 1996, «Rostros del sueño», editorial UNSA, Arequipa, 2005 y «Nada», editorial UNSA
Aqui te espero hasta el ultimo ocaso
Como fue antes del principio. Aquí te espero.
Manchado con el sueño más lila. Deteniendo el paso
Del viento que acostumbra a desnudarse entre
Las yerbas medievales. Aquí te espero desde nunca.
Desde cuando el amor aprendía a parpadear bajo la
Peregrina lluvia de marzo. Desde cuando el mar aún no
Se agitaba y la estrella más lejana tenía tus ojos.
Y te espero en el recuerdo que todo lo olvida
Y que se pasea por la cotidiana extensión del silencio.
Yo no sé si estás lejos habitando otro cielo anónimo.
Yo no sé si estás cerca recogiendo las hojas castigadas
Por el frío. Yo no sé si a cada instante tu piel muda
De color o si en tus labios todavía arden mis cenizas.
Aquí te espero hasta el último ocaso o hasta cuando
El álgebra se haya ido a vivir en los acantilados.
No creo que de insomnio se pueda morir. No lo creo.
Si así fuese: Ahí en el insomnio también te espero.
En la calle lejana en donde la noche siempre se atasca
Con mi niñez de siglos —adorable mujer— te aguardo.
Ven desde tus reinos diurnos vestida de pálida nostalgia.
HASTA QUE LLEGASTE
Mi vida estaba marcada por el canto
de un ángel o tal vez de un prodigio
hasta que un día fuera de lo común
llegaste con tu vaporosa seda
con tu mar de colores y cabellos olvidos
y acampaste en mis orillas en donde
muere la hierba del sueño con su
brevísimo rocío
Mi vida estaba marcada por el dedo crítico
del ciego o por la lengua gaseosa de quienes
de modo arbitrario juzgan el amor de los presidiarios
y de las rameras hasta que llegaste a mis orillas
con tu corazón obsceno y con los ríos
de tu montaña en donde nadie duda de nadie
¿POR QUÉ TRAES ESAS FLORES SI ES OTOÑO?
Si me amas es preferible que me lo digas
o no lo digas de manera impúdica
delante de quienes juran por Dios ser ateos
Si me amas quédate quiero en tu rama de manzano
no te muevas y aprende a ser una isla
en donde necesitan vivir hasta con la muerte
Si me amas ilógico amante seductor amante
repudiable amante otoñal e inmenso amante
bésame dentro de ti con tu instinto de pájaro
estruja en mí todo lo que haya que estrujar
lame mi empolvada luz y aprende a recorrer
mis caderas de par en par sin ningún aviso
Por mi ventana veo pasar al último otoño con
su lampara sollozante y su camisa sin botonos
y por esta época las flores son los que más detesto
TE PARECES A LOS VIEJOS INVENTOS
Mi demonio amante sacude de una vez tu cabellera
húndete en mí por completo del modo más fecundo
no dejes para mañana lo que puedas maldecir hoy
abre mis muslos como se abre un libro para el castigo
abre tu lengua para que la niña que tengo dormida
despierte con sus muñecas de bata blanca
Demonio mío guardas un extraño parecido a los
viejos inventos por donde la noche nos atisba
o por donde la maldición acude presurosa
a borrar el remitente de una caja insepulta
y así te amo aunque nunca te hayas bañado
con la lágrima de la María o del Pedro
y así te amo con mi maleta negra en donde
conservo los gruesos atardeceres de un beso
Demonio mío dame la salvación desde tu sexo
Hazme el amor como en los tiempos que había más luz
Los muertos ya nunca más contemplarán
ni la belleza de una playa desierta
ni el mortífero color de la pobreza
ni el relámpago que hace arder los linderos
por eso libertino amante mío sigue recorriendo
mis entrañas de Este a Oeste sigue penetrándome
puntual y alevoso y muéstrame tu mundo oriental
hazme el amor como en los tiempos que había más luz
miénteme como se miente a un herido de guerra
deja que mi sexo y tu sexo se honren con amplitud
Los muertos y únicamente los muertos
tienen acceso a la melancolía de los pájaros
cuando dejan de volar sobre los huertos de medianoche
los muertos pueden hablar cualquier idioma
o pueden escribir con la misma caligrafía
o se ríen de quienes creen tener otro panorama del país
por eso mi esquivo y noble amante mi leal y feroz amante
entrégame el verso más caliente y no te detengas
jadea como un granjero suda como un caballo profético
no tengas piedad ni te consternes y déjame resucitar
Los muertos imaginan un mundo también limitado
pero lo vivos que nos reclamamos estar vivos
sigamos entregándonos a la suerte de las cosas
al deleite y a la plasticidad del amor sin reserva
hasta que el clímax nos sepulte con su mercancía
(Bajas pasiones para un otoño azul, p.51)
Amante sin nombre deja tu prisión y canta conmigo
Amante sin nombre deja tu prisión ya es
la hora del agua y del cárdeno bosque
levántate presuroso por sobre cualquier
letargo y coge al universo por su ala
ya es la hora de la serpiente que duerme
a la derecha de la bondad o a la izquierda
del hijo de Dios recién clavado en su hostia
Amante sin nombre deja tu prisión ya es
el día en que no hay abismos ni distancias
no hay egoísmos ni cuentas pendientes
canta conmigo hasta que llegue la última
ola y hasta cuando nos hayamos librado
del dolor que a unos nos hace muy feliz
Amante sin nombre amante ortodoxo ya es
el momento de partir hacia otra latitud
deja que descanse el vendedor de guerras
dame tu beso no saciado ni por la lluvia
deja tu prisión y canta conmigo aquella
melodiosa composición cuya letra habla
de la inmortalidad que tiene la palabra
deja tu prisión en este instante y navégame
pisa mis arenas desérticas hasta el éxtasis
abarca todos mis rincones con tus papilas
apodérate de mi mundo y de mis fronteras
nuestro desamparado amor es el pan de un sueño
(Bajas pasiones para un otoño azul, p. 70)
Cuaderno de los amantes
En esta locura impasible, olor a cebolla putrefacta,
yo pronuncio tu pardo nombre que, siento, quema
la fatigada pluma del vacío. Ese vacío de gestos,
ese vacío de flores apocalípticas, ese vacío habitual
en donde nos entregamos al resplandor de lo desconocido.
Lo importante es que me amas, pero siempre me amas.
no necesariamente te digo amor, después que me besas.
Tengo miedo, me dices. ¿A qué? Te pregunto.
Miedo de despertar y no encontrar tu desvelo en mi velador,
miedo al reloj otoñal que florece dadivoso sobre tu pecho
y el mío. Miedo a no tener miedo. Me respondes.
Olvida, si puedes, la palabra sin ojos. Olvida el amor
de los que se pierden atravesando el prado, pero nunca olvides
El dulce estrépito que causan nuestros nombres.
hemos aprendido a dudar de la música filosofal y,
hasta, del talón de Aquiles. Es bello dudar de la duda.
Me repugnan las palabras místicas, prefiero ese
gastado perfume que destila nuestra suerte o la botella de vino
que lo guardé en nombre de la nostalgia, casi, setenta años.
Quemémonos como el incienso. Seamos como el viento fresco
recién arrancado de la infamia, no nos importe la luz ambigua
con las que se alumbra cierta clase de mortales.
Nuestro amor será escrito en gruesas enciclopedias y será leído
de ciudad en ciudad para que los niños, cunado adultos,
no intenten quemar los espejos imaginarios de Dios,
o para que no pretendan vivir en aquellas islas inventadas
lo único que hago es amarte con rigor, me dices, casi siempre.
Hemos sido condenados al destierro, tú lo sabes o lo intuyes.
Si he de morir primero, amor, te espero en la estrofa sin reposo,
ahí podremos pisar tierra y no habrá dos cielos en el cielo.
(Nada, pp. 33-34)
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