Pablo Carbone Unzueta
1980, La Paz, Bolivia. Vive en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Estudios de Psicología y Psicopedagogía. Director de la página literaria literatura.mundoalreves.com Trabajos publicados en crisoldeleyendas.com Ha publicado en la Antología de poetas bolivianos - Antología súbita 2006.
Arrebatos de crepúsculo
El invierno acecha
con su multitudinaria farsa
este silencio conquistado,
esta trémula noche en que evoco
el último grito de la rosa.
Recuerdo
la seca quemadura de tus labios,
la secreta consumación de la cascada,
el inexorable presagio de tu silueta.
Cómo arrebatabas la pesada inmovilidad
de los pájaros.
Tus manos, como oscuros fantasmas,
celebraban en mi cuerpo,
la extendida orquesta de la luna;
y yo, como un cíclope te miraba;
abstraído derramaba mi dolor en tu
pálida colmena,
ahora desafío a la noche
y su incurable recinto de hojas muertas.
Ahora,
te lego la dura cicatriz
para que seas tú,
quien restaure los canales de la
obstinada sombra.
Descanso subterráneo
Todo ha quedado en la pequeña sombra
en la cifra redonda de la luna…
Brusca definición encendida.
Ciego aleteo de los pájaros.
¿Qué esplendida pesadumbre asumes,
en la terrible hoguera del horizonte?
¿Cómo volver a tu concilio de agua endurecida?
A tu triste melodía de banderas.
Por mi parte, ya no muero por frías
incertidumbres;
ni el perfume del durazno me conmueve.
¿En qué triángulo anida el lejano trance
de tu nombre?
¿Quién sostiene la gaviota invisible de tu
vientre?
Hoy sólo puedo deletrear la frontera que
resbala por la copa,
la soledad filtrada en el combate de los
sueños,
el remanso,
donde la pluma es una lenta ceremonia
hacia la muerte.
Versos de medianoche
Con qué ciega violencia buscas en la penumbra
la boca profunda y demorada de la liviana certidumbre.
Qué falsas esperanzas te abren el pecho
qué oscuridad abatida por tu aguda permanencia
en el estruendo final de la noche,
en la pequeña plegaria de la cornisa,
te visita con su selecta antología de caminos,
con su triste destrucción de cantos y banderas,
con su incurable nostalgia soterrada.
Qué innumerables abismos,
habitan en la caverna de tus temores.
He de pasearme con dolor y con furia,
con sangre y con dientes
sobre la hamaca tendida en tus infatigables manos de fuego
he de reconocerme en los bríos de tus multitudes,
en tus cauces secretas,
en tus pequeñas soledades;
he de morir dentro de ti
como una sombra infinita.
Naufragio
Hay navíos que me conocen,
que me sugieren desde lo lejos,
que me perdonan gruesas imperfecciones.
Vienen enajenados, altivos todos ellos
traen la muerte en los párpados y
un río temblando en las manos.
Si pudiera tan sólo precipitarme;
dejar salir mi voz en pulcros itinerarios,
entregarme, como una triste mariposa,
a la sombra de sus grandes ojos fijos;
todo sería menos confuso y verosímil,
todo volvería a su nutrida esencia
se restauraría la luna de su muerte lenta,
se callarían los trenes
y la selva enfermaría de tanta primavera
pero mientras aquello discurre,
seré láudano para tu herida
paciencia amor mío
pronto abrirán las compuertas
y la mañana se llenará de infinitos latidos
Urgencia de Ti
Todo es una terrible urgencia de manos,
de crepitar de bocas y de pequeños
alaridos diurnos.
Todo es tan pálido y sombrío
tan falto de relámpago y de anillo
que bastaría la temible caridad de la luna,
para que nuestras lenguas puedan, al menos,
saborear las esquinas del recuerdo
para que las sábanas no se ensucien
con fálicas promesas;
y aunque sea sólo por un instante
nos atrevamos a condenar el invierno,
a recuperarnos del suspiro perdido
y volver a creer en el retoño de los labios.
Bajo la bruma de tu sombra
Rompe la noche
contra tu arrecife incalculable,
contra tu región de luna volcánica,
contra tu risa de oscuro follaje
Hay una esmeralda profunda
una biblioteca moribunda
y una melancolía deshabitada
Es dura y solitaria la batalla
Triste el exilio de tus labios,
melódico el silencio sagrado
de tus manos.
Todo se levantará de pronto
de forma brusca e irreparable;
todo volverá a su lejana esencia,
a su rumor de sueño cansado,
a su nostalgia de casilla antigua
Para entonces ya estaré muy lejos;
limpio de tu sombra
y de tanto verso vacío.
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