René Paúl Higuera (Los Mochis, Sinaloa, México. 1982). Poeta y traductor. Es autor de los libros de poesía Circe (La mosca blanca, 2007), Pálida (Ed. Palabras del Humaya, 2010) y Ligera; de la obra de teatro “Ordinario” (Renovigo: obras teatrales. Ed. Palabras del Humaya, 2008). Apareció en las antologías Permanencia del relámpago, de poesía sinaloense; He aquí que estamos todos reunidos, tributo a Jaime Sabines y en publicaciones culturales impresas y electrónicas en México y el exterior.
Ligera
(selección)
a patricia Bojórquez
nada
estremece
más
que
la mosca
que
vuela
por la noche
hasta tus ramas
para
decirte
Dafne
al oído
porque
internamente
cerrada
está la piedra
–tócame
le dijo ella
como quien
lanza
transparente
al aire
un puño de arena
y cae la noche
ella
se mece
en sus
dos mil
capullos
como
una vela
en agua
calma
donde se
fermenta
el sueño
oh sin velo
corazón sufí
prístino y combado
oh senderos
de cristal
evanescente
si yo pudiera
deslavar
la tanta espuma
dónde está
la máscara
he comenzado
a girar
oh qué grande
la esperanza
qué asesina
después del corazón
detrás de ti
por aquella colina
del embeleso
la liebre de marzo
qué
ha
de
que
dar
de
pie
si
como un venablo de sueño
del
uno
al
otro
el dopado
pájaro
de
las
pre
des
ti
na
cio
nes
Extraído del libro La sagrada rutina, a editarse este año.
ahora estarías distraída del mundo
fiel al ventanal de tus evocaciones
eres el vaho que me deja el alba cuando te aleja
tus sueños tan claros Circe cuando llueve y te mojas
hay campanas que anuncian el crepúsculo del alma
nubes rosa sobre un cielo que oscurece
y su dibujo griego
un globo sin color en la memoria
se eleva
tus manos tendidas
me miran
explotar
no se trata de amor
no es que quiera, contra el tiempo, hablar en nombre
del amor
pero una piel suave como viento de marzo
sonrisa fértil
soplo de vida, festivo, silencioso
una mar cadente en el descenso
hacia el delgado talle
una nueva forma del bien sobrevoló toda la noche
la morada de mis muertos
algo en el ambiente quería ser expresado
algo en ti extendía las alas
luego un delicado arpegio en el alma
un roce apenas de su piel secreta
que llega y parte bajo la luz oscilante
alégrate, mujer
primero fue la transparencia
ya se acerca la vieja alborada
ya pronto romperá el piadoso su doliente cascajo
como una luz hambrienta que devora lo que deja ver
un nuevo sol derramará su labia sobre nuestras ilusiones
ya está abierta nuevamente el alma
siente cómo tiembla el mundo
cómo avanza
y destruye
en pos de ti
sin un fin aparente.
ahora llueve
he agotado mis cartas
miro el cielo casi blanco de la noche
se irá también de ti completamente
se irá el momento la instantánea sonrisa
el tiempo de haber dicho
busqué la lluvia un día en tierra firme
la encontré desnuda
la vi detrás de la vidriera cuando en venta
alisaba sus cabellos
la vi por calles desdibujadas
postergando la luz de los faroles
mírame flotar en un cubo de humo
al acecho
puedo plantar un árbol de durazno
en el aquí y ahora de la lluvia
he agotado mis cartas
perdí el hilo del juego en la estrategia
voy de lo poético a lo absurdo
no toco el suelo
el agua que te separa de mí
tiene veneno
tiene sapos
y
dos
o tres
animalejos
más
tóxicos
adictivos
cúbreme de sangre, amada
de saliva y sangre de tu sangre y tu saliva
embarra gruesas gotas de tu sangre en mi frente sedienta
dame de beber en el café
hermosos coágulos mezclados con azúcar
de tu sangre cada fin de mes
llévame al cuerpo de tu sangre
al rincón de tu sangre al labio tibio
de tu sangre y trágame con seda y miel
déjame ser entre los pliegues carne dura
dame a seguir en el aceite
el rubicundo aroma que se eleva de los negros girasoles
ya estás de nuevo en el punto de partida
nunca tan basto para el hueco que deja en retirada el corazón
nunca tan grande como hacías creer a la distancia
nada faltará con este intento de extraviarse
cae de nuevo aquella vieja ausencia de volar sobre las cosas
agua brillante de anzuelos en la boca para atarse una vez más
pide al dios de los danzantes que no te alcance el rayo
cuenca de las manos una vez más de cara al cielo
pídele que cante, que trasnoche y cante
que no le falte nada a aquello que me falta
que no me falte.
de mí toma las rigurosas volcaduras
las vanas armas metafísicas blandidas en la oscuridad
puente tardío al comercio de los peces
llévate de mí la sal, flor utilitaria,
los dilatados alciones
como repite un pozo el canto absorto de lo que se acerca,
derrámate en el viento junto a mí,
espíritu de fiesta
soy de polvo en el vientre de todos los líquidos,
cuerpo de piedra al fin de la humareda.
soy un perro conductista reforzado positivamente
soy tu silencio
el cielo es un abismo desbordado
qué fue robado al trago limpio
que alumbraba líquida la boca
en su anhelo
antes de nombrarte
vi en un cielo de Millet los inclinados rostros
libres de sombra
deja tú también lo que te aparte
deja tu labor de reglas rotas
si te encuentras
no te inclines a tu centro decaída como a un pozo
no verás a nadie, nunca
hubo nadie adentro
antes
vuelta hacia el misterio grave de lo externo
mira cómo el golpe, fruto del tiempo, se madura
como regresamos al mundo de la sed
para decir adiós
y mantenernos
firmes
lengua a prueba de lodo, sombra
estrictamente detrás, cuencas siempre al margen
todo lo interior
menguado, decreciendo, volviéndose pequeño
una gota de sal, una voz de aliento
atenuada, tan simple, tan indescifrable
cada vez que dice más de lo que quiere
habla más de lo que dice
es tan poca
tan malditamente suficiente
el agua
para delatarnos
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