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jueves, 21 de febrero de 2013

RENÉ HIGUERA [9403]



René Paúl Higuera (Los Mochis, Sinaloa, México. 1982). Poeta y traductor. Es autor de los libros de poesía Circe (La mosca blanca, 2007), Pálida (Ed. Palabras del Humaya, 2010) y Ligera; de la obra de teatro “Ordinario” (Renovigo: obras teatrales. Ed. Palabras del Humaya, 2008). Apareció en las antologías Permanencia del relámpago, de poesía sinaloense; He aquí que estamos todos reunidos, tributo a Jaime Sabines y en publicaciones culturales impresas y electrónicas en México y el exterior.



Ligera
(selección)

a patricia Bojórquez



nada
estremece
más
que
la mosca
que
vuela
por la noche
hasta tus ramas
para
decirte
Dafne
al oído









porque   
internamente
cerrada
está la piedra

–tócame
le dijo ella

como quien
lanza

transparente

al aire

un puño de arena

y cae la noche









ella
se mece

en sus
dos mil
capullos
como
una vela
en agua
calma
donde se
fermenta
el sueño

oh sin velo
corazón sufí
prístino y combado

oh senderos
de cristal
evanescente

si yo pudiera
deslavar
la tanta espuma


dónde está
la máscara

he comenzado
a girar

oh qué grande
la esperanza
qué asesina







después del corazón
detrás de ti

por aquella colina
del embeleso

la liebre de marzo







qué
ha
de

que
dar
de

pie
si

como un venablo de sueño

del
uno

al
otro

el dopado
pájaro

de
las

pre
des

ti
na

cio
nes







Extraído del libro La sagrada rutina, a editarse este año.



ahora estarías distraída del mundo
fiel al ventanal de tus evocaciones

eres el vaho que me deja el alba cuando te aleja
tus sueños tan claros Circe cuando llueve y te mojas

hay campanas que anuncian el crepúsculo del alma
nubes rosa sobre un cielo que oscurece
y su dibujo griego

un globo sin color en la memoria
                  se eleva

tus manos tendidas
                 me miran
                               explotar







no se trata de amor
no es que quiera, contra el tiempo, hablar en nombre
del amor

pero una piel suave como viento de marzo
sonrisa fértil
soplo de vida, festivo, silencioso

una mar cadente en el descenso
hacia el delgado talle
una nueva forma del bien sobrevoló toda la noche

la morada de mis muertos

algo en el ambiente quería ser expresado
algo en ti extendía las alas

luego un delicado arpegio en el alma
un roce apenas de su piel secreta

que llega y parte bajo la luz oscilante






alégrate, mujer
primero fue la transparencia

ya se acerca la vieja alborada
ya pronto romperá el piadoso su doliente cascajo

como una luz hambrienta que devora lo que deja ver
un nuevo sol derramará su labia sobre nuestras ilusiones

ya está abierta nuevamente el alma

siente cómo tiembla el mundo
cómo avanza
                       y destruye
en pos de ti
                sin un fin aparente.







ahora llueve
he agotado mis cartas

miro el cielo casi blanco de la noche
se irá también de ti completamente

se irá el momento la instantánea sonrisa
el tiempo de haber dicho

busqué la lluvia un día en tierra firme
la encontré desnuda

la vi detrás de la vidriera cuando en venta
alisaba sus cabellos

la vi por calles desdibujadas
postergando la luz de los faroles

mírame flotar en un cubo de humo
al acecho

puedo plantar un árbol de durazno
en el aquí y ahora de la lluvia

he agotado mis cartas
perdí el hilo del juego en la estrategia

voy de lo poético a lo absurdo
no toco el suelo

el agua que te separa de mí
tiene veneno

tiene sapos
y
dos
o tres
animalejos
más

tóxicos
adictivos









cúbreme de sangre, amada
de saliva y sangre de tu sangre y tu saliva

embarra gruesas gotas de tu sangre en mi frente sedienta
dame de beber en el café

hermosos coágulos mezclados con azúcar
de tu sangre cada fin de mes

llévame al cuerpo de tu sangre
al rincón de tu sangre al labio tibio

de tu sangre y trágame con seda y miel
déjame ser entre los pliegues carne dura

dame a seguir en el aceite
el rubicundo aroma que se eleva de los negros girasoles









ya estás de nuevo en el punto de partida
nunca tan basto para el hueco que deja en retirada el corazón

nunca tan grande como hacías creer a la distancia
nada faltará con este intento de extraviarse

cae de nuevo aquella vieja ausencia de volar sobre las cosas
agua brillante de anzuelos en la boca para atarse una vez más

pide al dios de los danzantes que no te alcance el rayo
cuenca de las manos una vez más de cara al cielo

pídele que cante, que trasnoche y cante
que no le falte nada a aquello que me falta
que no me falte.









de mí toma las rigurosas volcaduras
las vanas armas metafísicas blandidas en la oscuridad

puente tardío al comercio de los peces
llévate de mí la sal, flor utilitaria,
los dilatados alciones

como repite un pozo el canto absorto de lo que se acerca,
derrámate en el viento junto a mí,
espíritu de fiesta

soy de polvo en el vientre de todos los líquidos,
cuerpo de piedra al fin de la humareda.

soy un perro conductista reforzado positivamente
soy tu silencio

el cielo es un abismo desbordado









qué fue robado al trago limpio

que alumbraba líquida la boca
en su anhelo

antes de nombrarte
vi en un cielo de Millet los inclinados rostros
libres de sombra

deja tú también lo que te aparte
deja tu labor de reglas rotas
si te encuentras

no te inclines a tu centro decaída como a un pozo
no verás a nadie, nunca
hubo nadie adentro

antes
vuelta hacia el misterio grave de lo externo
mira cómo el golpe, fruto del tiempo, se madura
como regresamos al mundo de la sed
para decir adiós

y mantenernos

firmes
lengua a prueba de lodo, sombra

estrictamente detrás, cuencas siempre al margen

todo lo interior
menguado, decreciendo, volviéndose pequeño
una gota de sal, una voz de aliento

atenuada, tan simple, tan indescifrable
cada vez que dice más de lo que quiere

habla más de lo que dice
es tan poca
tan malditamente suficiente
el agua
              para delatarnos







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