Verónica Cento
(1979). San Francisco, Córdoba. Argentina. Residenciada en Caracas, Venezuela.
Estudia Licenciatura en Letras, y en estos momentos está culminando su tesis de pregrado. Escribe desde hace varios años no sólo por una ardua pasión por la palabra y por la poesía, sino también por la necesidad de sacar los demonios de adentro.
En los últimos años ha participado en la primera ronda de Pliegues Despliegues. Con este grupo tuvo la osadía de leer por primera vez sus poemas en público, un agosto algo frío en la ciudad de Córdoba, en Argentina. Ha participado de algunos talleres en Venezuela, sin embargo siente que no es un espacio donde se promueva el diálogo sino una lucha de egos desvergonzada.
Sus poemas han sido publicados en diversas páginas web literarias como Letralia, Afinidades Electivas y Poetas al volante, entre otras.
laescribientediurna.blogspot.com
cada hombre tiene una sombra
ceñida en su cuello
mortuoria acechante bandida
sombra que muerde
el hueso de la nuca
y arma un muro de tristeza
mientras los dedos
enhebrados en los cabellos
besan amorosamente
la piel dormida
Ignorare
la palabra me duele
en toda la espalda
parece crucificarse
dice el amor desde su boca
pero no le creo
ella perjura que
mi debilidad son los besos
los preciados y tardíos
besos disparados a la nuca
pero
mi debilidad es otra
él podría saberla
si se acercara
al borde de mi oído
y me oyera respirar
agolpadamente
la respiración es un arma
una gotera corporal infinita
latiéndome a diario
él aún parece no notarme
sus ojos están ubicados
hacia otro rostro
él podría conocer
estas palabras que nunca dije
un desconocimiento absoluto
lo acoge
o lo simula
mi palabra tan dubitativa
evocadora de secretos
y de sagrados rituales de infancia
aquella deshojada
y cuarteada por mi boca
para que calle
esas cosas que hieren
y traspasan ferozmente
esa palabra minusválida
corporal
y maciza
la emancipada por mis pérdidas
aquella salvajemente hermosa
que frente al público
prefiere no desvestirse
y que posee un dolor en la boca
indescifrable
mi palabra llena de asombro
ante las cosas
ante el amor agolpado
sin sabe qué decir
sin saber si callar
o pronunciarse
a veces
simula saber sobre cuerpos
y las sombras de los rostros
sin embargo
mi palabra transpira tanta hambre
Palabras
mi boca
altiva y soleada
camina sonámbula de tres a ocho
revuelve sombras acatarradas en los libros
las prueba las escupe las olvida
pero a veces
alguna de esas palabras la muerde
y en pleno sueño
mi boca transpira miedo
no sabe cómo arrojarlas lejos
sin que ellas la provoquen
mis palabras
suelen ser crueles como cuchillos
que arrojados al aire
caen en cuerpos minúsculos
abriéndolos en dos
dejándolos flacos y solos
pequeños rastros de diablura
le nacen en los pechos
y siempre hablan en voz alta
por las dudas el silencio las encierre
mi boca se duerme con ellas
antes de las diez
y como una muerte cruda
las traga
masticándolas una a una
me cuesta acostumbrarme a esta opacidad
a este fingido espejo que refleja a
alguien que podría ser yo
pero definitivamente no lo soy
si lo fuera
tendría el rostro diminuto
apenas entendible
y lo quebraría un rastro de muerte
dulce y pacífica
una lenta e inespecífica lumbre me abraza
retiro el cuerpo de la noche
para que no se liquide
oh poesía
mis manos son constructoras de abismos
no de detalles
soy una mujer informea veces ridícula y apasionada
los ojos volteados al cielo
miran el velo de la palabra
esa secreta fórmula de la
escritura tanto desconozco
y a la que tanto pertenezco
mi boca aguada susurra un cuerpo
lo hinca con dientes lo abre lo examina
lo arroja al vacío dejándolo muerto
irresistiblemente amargo
luego lo toma y lo cubre de besos
lo enciende con rabia
lo absorbe hasta dejarlo limpio
inmaculado y virginal
lo mete en su bolsillo
juega con él
lo aplasta lo remueve lo acaricia
lo embebe como a un vino jugoso
lo traga gota por gota
lo ama y desama
constantemente
lo guarda para recordarlo
para que ambos puedan convertirse
en una doble soledad
en un cuerpo boquiabierto
ntemperie
I
¿Es la intemperie lo abierto?
Hanni Ossott.
Es probable que este cuerpo desnudo
haya perecido por estas llagas que a simple vista, me torturan.
Estoy a la intemperie.
Y esta poeta deja caer las grafías encerradas en sus dedos.
Sin embargo, tengo la manera de defender lo abierto,
a esta herida tenebrosa que me tiembla.
La misma intemperie, el mismo vacío son los síntomas
y pequeñeces del hambre de esta boca,
que no siempre prioriza la palabra poética.
Tengo tanta lástima de esta pared húmeda sin recursos.
II
¿Es la intemperie el “afuera”, o apenas una condición, un tránsito?
Hanni Ossott.
Miedo. Poseer una aridez corporal infinita.
algo me arranca del hogar hasta dejarme huérfana.
Toda esta noche no me puede salvar.
Me hace sentir más enferma y menos vocálica.
La palabra sufre al desamparado de esta boca.
El delirio me solicita.
Esta soledad es una inocente muerte de hastío.
III
No puedo ser el enemigo que aniquila.
El enemigo es de “afuera” que dentro de mí sobrepasa.
Hanni Ossott.
Mis restos sufren en un descampado, en un desierto,
donde sólo se oye mi cuerpo en forma de grito.
Mi enemigo me encontró en el peor abismo.
Yo me encontraba solitaria y declinada;
tenía la certeza de este crimen.
No puedo culpar a un tercero que no existe,
a ese sujeto, carne o desperdicio
que (creo) espera mi dulce muerte.
Me devora el silencio entre esta noche y este olvido.
¿Qué comenzaré a ser desde ahora para el mundo?
Ya no tendré a quién interrogar por este miedo,
por este frío de estar tan sola y revuelta
en toda esta oscuridad circular que pronto,
muy pronto,
dejará de serme adyacente.
Me devoraré de forma consciente y estúpida.
Y al surgir completamente la mañana,
vendrán de las sombras más temibles,
las aves rapaces a tragarme.
Ternura
I
No sé hasta dónde este cuerpo es sólo espuma,
porque hay días en que está lleno de rabia,
otros, de dulzura y canela.
Entonces, por los ojos de mi cuerpo
sale la palabra amor,
y me entran ganas de amar
desesperadamente,
pero tengo el cuerpo lleno de rabia
con forma de espuma.
II
Y cuando te amo, sos vos la que adopta
este sintáctico vejestorio corporal
que me sostiene;
sin embargo,
lo querés,
y de noche, lo abrazás con ternura.
No de aire, no de manos ahuecadas
donde el nombre se pierde y nos traspasa.
Hablo de caricias de frente con sabor
a unparasiempre, que mantenés en tu boca
hasta dormirte.
III
Este cuerpo al cerrarse se convierte
en una noche donde caben los sonidos
que hacen tus brazos al abrigarme.
Vos y yo derramados en una nostálgica cama,
somos aire y espesura,
y la palabra amor se duerme entre las bocas.
Palabras al aire
No soy ya la palabra conocida, ni el verbo innato. Crezco, y me reproduzco por obra y gracia de mi útero. Las manos que conocías, blancas y radiantes los lunes a las dos, se han marchitado de manera escandalosa. Perdí, de pronto, mi raíz. Perdí el círculo donde ajustarme. Donde mecerme. Taladrarme el amargo síntoma. Y usted, sí, usted que era sustantivo, verbo y semántica al besarme: ¿dónde hundió su boca?
Ya no encuentro la facilidad de la escritura. Ahora es un proceso inverso, mi escritura depende de mi voz para existir desde mí, es una simbiosis extraña y demoníaca, donde la carne perece. No temo infiltrarme donde el ojo tiene un cíclope. Estas horas incendiadas serán eternas, ruidosas, temerarias, hasta que vuelvas a reivindicarte.
Ya no prosigo con el fonema enfermo, ahora mi lengua tiene escudos, protecciones sagradas creadas por mí. Fue una automedicación para sobrevivirte. Aunque el grito a veces perece un poco, estoy hecha una mujer casi entera, una sobreviviente a la muerte lingüística. Sé que te cuesta creerme. Desde tu irrealidad, aún me sentís inservible, ajena, inhumana, tan cíclope que me matarías sólo con mirarme. Abro la boca más inmensa, y alrededor de este síntoma, un axioma. Incoherente y anónimo, pero me descrea para no sentirme.
Hacia donde fingía la voz, ahora escribo asonancias. Puedo hablar de estos monstruos autóctonos vividos y sufridos, ya sin que me toquen el mínimo hueso. El cuerpo es una esfera donde sólo yo quepo. Mi poesía es una mujer invertebrada. A veces tan anónima, principalmente, cuando escribo desde fuera de mí. Yo también me pongo una máscara, a veces, para disimular dolores; otras, para inventarlos. Y a veces, me animo a sacarme en público. Mostrarme, ésta que soy dentro de este techo. De esta casa en miniatura. De la máquina que cabalga dentro, y nunca se acaba, sigue con este lenguaje de leona furiosa, hasta que llega su noche, y la abanica muy dentro.
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