Eduardo Mileo nació en Buenos Aires el 4 de julio de 1953. Editó los libros Quítame estas cruces (Ediciones del Escuerzo, 1982), Tiendas de campaña (Trocadero, 1985), Dos épicas (junto a Alberto Muñoz, Filofalsía, 1987), Puerto depuesto (Último Reino, 1987), Mujeres (Último Reino, 1990; 2ª edición, Ediciones en Danza, 2005), Misa negra (Último Reino, 1992), Poema del amor triste (Ediciones en Danza, 2001), Poemas sin libro (Primer Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes, Ediciones en Danza, 2002), Muro con lagartos (Ediciones en Danza, 2004) y Poemas del sin trabajo (Ediciones en Danza, 2007), y el casete Mujeres (Circe/Último Reino, 1989), donde recita poemas del libro homónimo y otros. Junto a Alberto Muñoz es autor de la obra de teatro Misa negra. Junto al compositor Raúl Mileo ha editado los CD A boca de jarro e Irala, sueño de amor y de conquista. Fue miembro del Consejo Editorial de la revista de poesía La Danza del Ratón hasta su último número, en 2001. En el año 2000 recibió una beca nacional del Fondo Nacional de las Artes. Integró la Comisión Directiva de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA) desde 2003 hasta 2009.
El que está sin amor
El que está sin amor
o el que está sin trabajo
ahuyenta –sin amor
pero no sin trabajo–
una mosca tenaz.
El insecto es religioso en su fastidio.
Como si orara,
como si el orbe levantara entre las alas,
se esfuerza en el zumbido
por imitar a la abeja.
Pero nadie esperaría de ese vientre negro
–a pesar del ojo verde o bordó–
la dorada descendencia de la miel.
El sin amor o el sin trabajo la mira
describir una órbita aleatoria
tomando su cabeza como sol.
Bebe
de a sorbos
todo el vuelo.
«Amor y trabajo
–piensa entre tragos–,
no alcohol y tabaco.»
El sin trabajo se quedó sin luz
El sin trabajo se quedó sin luz:
se lo tragó la verdad.
Ni acomodarse pudo: vacío
como silueta forense.
¿Por qué esperar del mundo una respuesta?
¿Qué sabe de uno la noche?
No hay fuera de las manos una acción.
Sólo lo inmóvil persevera:
lo demás es del viento.
El que está sin trabajo
El que está sin trabajo
cuelga de un perchero.
Su cotidiano deshacerse,
su ser nadie más que ropa
expuestos como un cuadro.
«Esto no es un perchero»,
habría dicho Magritte
si no fuera una momia,
una nada hecha de polvo y misterio.
Pero qué puede decir el sin trabajo
si desaparece de su ropa,
si no es nadie en el amor del mundo.
Con la punta de los dedos
aferra el puño de la camisa holgada.
Siente en la yema los hilos
de la tela raída.
Y vuelve a colgar de su perchero
como la momia de Magritte.
Es un día de fuego
Es un día de fuego.
Estalla en los ojos
el sol de la cúpula
y es un incendio de odio la campana.
Cantan los fieles una fe que se apaga.
San Cayetano tiene la espiga marchita.
Pero bailan como alambres
las filas de fidedignos,
las columnas encendidas de la grey.
Es un día de fuego
porque hay fuego en los ojos
porque es de fuego el rostro que confía.
Es de fuego y tiene hambre.
La sombra no se come.
Ya no se bendice el agua.
Dios no tiene perdón.
El que está sin amor
o el que está sin trabajo
abandona la fila de creyentes
y camina junto a las paredes
escritas por los herejes.
El sin trabajo huele a quemado
El sin trabajo huele a quemado.
Su aspecto de sí mismo
lo descubre ante el mundo.
Ha pateado la calle
y en la calle latas,
tapitas sin botella,
cartas
que algún despechado hizo bolitas.
Como el amor se come con champán,
el sin trabajo no piensa enamorarse.
Pero vivaces
sus ojos se despiertan
cuando huele en el aire.
El sin trabajo cree en el humo
de las gomas encendidas.
La raya muerta
A Raúl Mileo
En su ademán inmóvil suspendida,
aparición en el alud de espuma,
esperando ya no,
...desesperada,
la raya muerta.
Encadenada a su espejo de arena
como los astros a su elipse, quieta,
cielo de bocas entreabiertas,
la raya muerta.
Muerta sin fin, sin alas, ciega.
Pájaro de tierra.
El mar la cubre y la descubre. Juega
con esa niña sin muñecas.
Para la luz del sol.
Para una catedral de luz desierta.
Para la vida sin la vida. Huella.
Vuelo de hondura de la raya muerta.
Raya no de diálogo.
...De fin.
Página suelta.
Rumor de mar.
Amores en América
desaparecen de su puerta.
Brilla el frío solar y apaga el cielo.
Abre los ojos la raya muerta.
No raya de pasión.
No de quimera.
Ni de alegría ni de esperma.
Virtud del agua que en el agua queda.
A su salud postrera,
el ojo del crepúsculo se incendia.
Raya sin alas.
...Pájaro de guerra.
Murió de un pescador que vive en pena.
En el fondo del mar
....................................la vida late.
Pero es del aire lo que vuela.
De Poemas sin libro (Ediciones en Danza, 2002)
XI
La media res se balancea
como una hamaca de plaza.
Azul
se desliza en el silencio.
Se hamaca la mitad
de una res porque toda
es demasiado para el vértigo.
Hoy es carnicero y revive
el íntimo degüello.
Han pasado siglos de todo
lo que vale la pena recordar.
Se seca el sudor con una punta
del delantal anochecido por la sangre.
Chilla la chaira cuando afila y
chispas deja escapar.
Como el mármol blanca
la coyuntura.
Azul
sellada en el abdomen
errada en el color de su costumbre.
Se hamaca como un niño.
Como la noche cae
sin enemigo.
XXXIX
Es un día de fuego.
Estalla en los ojos
el sol de la cúpula
y es un incendio de odio la campana.
Cantan los fieles una fe que se apaga.
San Cayetano tiene la espiga marchita.
Pero bailan como alambres
las filas de fidedignos,
las columnas encendidas de la grey.
Es un día de fuego
porque hay fuego en los ojos
porque es de fuego el rostro que confía.
Es de fuego y tiene hambre.
La sombra no se come.
Ya no se bendice el agua.
Dios no tiene perdón.
El que está sin amor
o el que está sin trabajo
abandona la fila de creyentes
y camina junto a las paredes
escritas por los herejes.
De Extracción del agua de la niebla
Paisaje con policías
Por la vereda del sol
camina el resto de los mortales.
Por la vereda de la lluvia
se hacina el sin trabajo.
Él sabe que se trata de cruzar la vereda.
Pero la calle esta dura.
Y llena de policías.
Canta el sin trabajo algo
parecido a un rumor.
La sorda melodía el paso imita
la carreta de la esperanza
la rueda
cuadrada de la fortuna.
Si tuviera un amor
—piensa el sin trabajo—
cantaría una rumba.
Pero no tengo un centavo
y canto una vidalita.
De: Poemas del sin trabajo
Noche oscura del alma
(Hieronymus Bosch, 1450-1516)
Voy a romper el hechizo
que me separa como un vidrio
de mis ojos.
No es necesario ver.
Pero yo veo
en las astillas la infancia castigada,
los ojos de un caballo
que murió de no andar.
Érase una vez
y ya no es nada:
reliquias
en un cofre encerradas para siempre.
Pero yo continúo
como un ángel en sus cuitas con Dios
con el amor que llamo Dios
y está dormido.
He recibido un insulto:
analfabeto.
Así han querido pagarme mis cabras.
Pero yo estoy aquí
con mi diluvio
y mis encarnizadas actrices
y mis duelos.
No consagro mis ojos a las brasas.
Y no me aparto de ellas.
Temo al sueño liviano.
Al silencio
que se arropa conmigo cuando duermo.
No es necesario ser así.
Tener razón.
Mentir
para que no se juzgue a la verdad.
Pero vivimos a tientas:
un instante y nos vamos.
Yo desearía un poco más.
Hace frío en este cuarto.
La chimenea huele a polvo viejo.
Entre los libros del anticuario hay una hendija de luz.
Ya ni el temor
es mi enemigo.
Fiesta
(Peter Brueguel, 1525-1569)
Hoy mataron un puerco.
Trozaron
la carne involuntaria
entre risas
y festejados insultos.
Esos hombres poseen
una felicidad muscular.
Y son harto expresivos
en la sangre tintos.
Una mujer ha llegado
con víveres
hasta la prieta cabaña
donde ya acicalados
la esperan entre aplausos.
La mujer sonríe.
Deja
los amorosos recados
sobre la mesa
y se marcha segura
meneándose
para esquivar la inquietud de los ojos.
Los hombres han sabido trabajar
y reciben la comida
con beneplácito.
Todos a un tiempo hablan
se chacotean disputando
las deseadas porciones.
Sus pesados
aunque ágiles brazos
manejan
con destreza el cuchillo.
Corre la vida por las gargantas:
la sangre amada del Señor.
Sombras de pájaros
(Vincent van Gogh, 1853-1890)
Enfermé
por no poder seguir mi movimiento.
Mi madre me miró con la piedad
de sus ojos hechos para el fuego.
Aquí estoy tranquilo.
Pienso en los jardines
que ella cuidaba,
en sus sábanas que huelen a sol.
Hacen así las lavanderas
y lo que queda se lo lleva el río.
Recibo cartas,
alguna bebida que me traen
las enfermeras piadosas.
Bebo viendo a mi madre
leer tras la ventana.
Afuera hace frío y pinto soles.
Las lavanderas lavan
una luna que cayó en el río.
Mi madre me dio un hermano:
mi sombra necesaria.
Temer y amar es mi destino.
Ordeno mis tijeras
en la mesa de luz
como sombras de pájaros.
Partiré.
Pero tendré que llegar a la partida.
El cielo es un océano con ojos.
Los ojos de la pasión
(Joseph Turner, 1775-1851)
Vuelo sobre vientos.
Soy de una libertad tangible.
Me parió una tormenta
y me destruye como a un barco.
Soy macizo en el mar
como la niebla:
hendido
por el humano rayo de la luz.
Pasión:
cuántos ojos se apagan en tu nombre.
Siento envidia de esa planta
que lleva
sus hojas al calor del sol.
Indiferente a la vida
que a su lado crece
crece
en su propia vida.
Pinto el mar porque tengo
nostalgia de la tierra.
Me parió una tormenta y me destruye
como a un barco.
Mutilaciones
(Frida Kahlo, 1907-1954)
Oh, Paraíso.
Pesadilla de la vigilia.
No soy yo quien te invoca
sino las tímidas
criaturas del placer.
Una boca de pez
en un cuerpo de acróbata.
¿Eso eres?
¿Quién soy?
Madera navegante
podrida por la sal.
Trenzan unas niñas
sus bucles de crepúsculo.
Sus cuerpos apenas
desnudos por la sombra,
dormidos
en su reciente despertar.
Estamos excluidos,
sueño mío. Lo cercano no puede
rozarse con un dedo.
Mi destino es hablar para la fruta.
Pero siento que el agua
se estanca dentro mío.
El aire.
La sangre.
Oh, sueño mío,
resiste.
Aullidos
(Edvard Munch, 1863-1944)
Del otro lado de la calle
se escuchan todavía
los gritos.
Una sirena
le pone música
a la distancia.
Casi todos
los días
lo mismo:
el silencio no para
de sonar.
Pero esos gritos
hoy
y la sirena,
el estilete entrando en la garganta.
No es universo
todavía
mi angustia.
Pero siento ya el campo
sembrado.
De Poemas de pintores (inédito)
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