Aleksandr Pushkin
Aleksandr Serguéyevich Pushkin (ruso: Александр Сергеевич Пушкин; Moscú, 26 de mayojul./ 6 de junio de 1799greg. – San Petersburgo, 29 de enerojul./ 10 de febrero de 1837greg.) fue un poeta, dramaturgo y novelista ruso, fundador de la literatura rusa moderna.
Fue pionero en el uso de la lengua vernácula en sus obras, creando un estilo narrativo —mezcla de drama, romance y sátira— que fue desde entonces asociado a la literatura rusa e influyó notablemente en posteriores figuras literarias como Gógol, Dostoyevski, Tolstói y Tiútchev, así como en los compositores rusos Chaikovski y Músorgski.
Era hijo de Serguéi Pushkin, descendiente de una de las más antiguas familias de la aristocracia rusa, cuya historia se remonta al siglo XII y bisnieto, por la rama materna, de Abram Gannibal, príncipe etíope capturado de niño por esclavistas al servicio de los otomanos y trasladado a Rusia, donde se convirtió en jefe militar, ingeniero y noble tras su apadrinamiento por Pedro I el Grande, quien le dio su patrónimo (Petróvich, hijo de Pedro).
Su abuela materna y su aya, una humilde campesina, por las cuales sintió una devoción inmensa hasta el fin de sus días, le inculcaron un profundo amor por los cuentos y la poesía popular rusa, hecho de notar, ya que en su familia se hablaba francés, como era habitual en la aristocracia rusa. Pushkin recibió sin embargo una esmerada educación literaria basada principalmente en la literatura y la lengua francesas. Lector incansable desde temprana edad, causaba asombro su facilidad para improvisar imitaciones de sus maestros, los franceses Molière, Voltaire y Evariste Parny, y los ingleses Byron y Shakespeare. Ya en 1814 consiguió ver un texto suyo publicado en la revista Le Messager de l’Europe: su epístola "Al amigo poeta" ("К другу стихотворцу" - K drugu stijotvortzu). No hizo gran caso de los estudios, pues una sola pasión le devoraba, la de la lectura voraz y compulsiva de la biblioteca de su padre, formada por 3.000 volúmenes, casi todos en francés. Además, la casa de sus padres era escenario de tertulias literarias a las que acudían Karamzín, Bátiushkov, Dmítriev y otros, y su tío carnal, el poeta Vasili Lvóvich Pushkin, hombre culto, bibliófilo, alegre y vividor, de brillante ingenio y verbo fácil, que animó y admiró en todo momento a su sobrino y fue su refugio, apoyo y defensa en los momentos difíciles.
Realizó sus estudios entre 1811 y 1817 en el Liceo Imperial de Tsárskoye Seló - llamado posteriormente "Liceo Pushkin" en su honor - en Tsárskoye Seló, cerca de San Petersburgo, donde comenzó a escribir su primer poema largo Ruslán y Liudmila, publicado en 1820 entre grandes controversias debido al tema y al estilo. Este poema echó por tierra los cánones poéticos del Neoclasicismo, desconcertando a los poetas oficiales y obteniendo un gran triunfo entre los lectores. Uno por uno los poetas veteranos le fueron declarando su admiración: Derzhavin, Zhukovski...
Tras terminar su formación académica se instaló en San Petersburgo, entrando a formar parte de la vibrante y áspera cultura de la juventud intelectual de la capital donde su talento ya era ampliamente reconocido.
En 1820 entró a trabajar en el Ministerio de Asuntos Exteriores y se empezó a implicar gradualmente en los movimientos de reforma social, convirtiéndose en portavoz de los literatos radicales tras haber escrito algunos poemas sediciosos como Oda a la libertad, que molestó a las autoridades, de forma que el propio zar Alejandro I estuvo a punto de desterrarlo a Siberia; sin embargo sus eficaces protectores y admiradores lo aplacaron y fue desterrado a Yekaterinoslav (hoy Dnipropetrovsk), al servicio del general Ínzov. Allí el poeta enfermó de fiebres y fue acogido en la familia del general Nikolái Rayevski, con la que marchó al Cáucaso y a Crimea. Los paisajes y gentes del Cáucaso impresionaron al poeta; allí compuso el poema romántico El cautivo del Cáucaso, entre 1820 y 1821. Este último año, y siempre al servicio de Ínzov, se trasladó a Chişinău, capital de Besarabia, permaneciendo allí de 1820 a 1823; allí escribió los poemas Gabrielada, 1821, Los hermanos bandoleros, 1822, inspirado en Schiller, La fuente de Bajchi Sarái, 1823, ambientado en el último janato tártaro de Crimea, y las poesías La daga, La guerra y Eleutheria. También en esos lugares inició, en mayo de 1823, su obra cumbre, la novela en verso Eugenio Oneguin. En Chişinău ingresó en la logia masónica Ovidio, pero su vida disoluta, las juergas, correrías, amoríos, la pasión por los naipes y el juego, dos duelos y su convivencia durante dos meses con una tribu de gitanos agotaron la paciencia de Ínzov y Pushkin fue enviado a Odesa a las órdenes del general Mijaíl Vorontsov.
Allí entró de nuevo en conflicto con el gobierno. La disciplina militar no se avenía con el carácter del poeta y empezó a galantear a la hija del general. Parece que a ella no le desagradaba, pero un magistral epigrama sobre el carácter del general Voronstov motivó el destierro y arresto domiciliario de Pushkin en la finca de su padre, Mijáilovskoye, provincia de Pskov, de 1824 a 1826. Se despidió de Odesa con su poema Al mar, de 1824.
En Mijáilovskoye, aldea de la Óblast de Pskov, tras la reprimenda paterna y acogido por su amada aya, Pushkin compuso seis capítulos de Eugenio Oneguin, el drama histórico Borís Godunov 1825 sobre la tragedia del zar Borís Godunov, el poema El conde Nulin, publicado en 1825 y el poema Los gitanos, publicado en 1827.
Entonces estalló la rebelión de los decembristas, y el duro castigo infligido a sus miembros, casi todos poetas y amigos de Pushkin, le afectó profundamente. Estos eran los llamados poetas decembristas o pléyade decembrista, un grupo de poetas románticos surgidos a la sombra de la sublevación del 14 de diciembre de 1825, instigada por la ilegal Sociedad del Norte constituida en San Petersburgo entre 1821 y 1825; de origen aristocrático, partícipes o simpatizantes del movimiento de los decembristas, la mayoría sufrieron trabajos forzados o deportación; fueron vates de las libertades individuales y cívicas en la poesía rusa del Romanticismo, como Kondrati Ryléyev, Wilhelm Küchelbecker, Aleksandr Odóyevski, Vladímir Rayevski, Aleksandr Bestúzhev, etcétera.
Sin embargo, se le permitió visitar al zar Nicolás I para exponer una petición de liberación, que consiguió y, aunque aparentemente Pushkin no había participado en la rebelión de diciembre de 1825 en San Petersburgo, algunos de los insurgentes tenían entre sus papeles sus primeros poemas políticos, por lo que pronto se vio bajo un estricto control por parte de los censores del gobierno y se le impidió viajar y publicar libremente. La obra que se convertiría en la más famosa de su carrera, el drama Borís Godunov, escrita mientras residía en la hacienda materna, no obtuvo el permiso de publicación hasta cinco años después.
A la muerte del zar Alejandro I le sucede Nicolás I, que toma bajo su protección al escritor permitiéndole regresar a Moscú. En 1826 regresó a Moscú y en 1829 fue recibido por el zar Nicolás I, quien decidió personalmente ser el censor de las obras de Pushkin. Para entonces sus escritos se editaban en tiradas enormes y el poeta cobraba unos honorarios muy sustanciosos, llegándosele a pagar 10 rublos por cada estrofa de Yevgeni Oneguin, suma realmente fabulosa. En 1829 regresó a su querido Cáucaso y recogió sus impresiones en Viaje a Arzerún 1835. De esa época data Poltava (1828-1829), poema dedicado a ensalzar la gloria de Pedro el Grande en la Batalla de Poltava. Escribe entonces Los relatos de Belkin (Повести покойного Ивана Петровича Белкина - Póvesty pokóynogo Ivana Petróvicha Bélkina) (1830) que describen la vida rusa.
Al volver a Moscú en 1830 conoció a Natalia Goncharova, una de las mujeres más bellas de su época. Se retiró a la finca paterna en Bóldino, provincia de Nizhni Nóvgorod. Bóldino fue un periodo mágico en su obra - durante el otoño de Bóldino escribió la Historia de la aldea Goriújino, precedente de la sátira de Saltykov-Shchedrín, y Las pequeñas tragedias - Mozart y Salieri, El caballero avaro, El convidado de piedra (versión del tema de Don Juan), Banquete durante la peste y La casita en Kolomna en prosa. Otros ocho capítulos de Yevgeni Onegin y numerosas poesías líricas. Se casó con Natalia Goncharova en 1831 tras ser rechazado una primera vez, en 1830. Ingresa el mismo año de su boda, 1831, en la Cancillería de Asuntos Exteriores con un sueldo especial de 5000 rublos.
En 1831 conoce a Nikolái Gógol con quien entablará una buena amistad estableciéndose entre ambos una relación de mutuo apoyo. Las historias cómicas de Gógol ejercieron gran influencia en la prosa de Pushkin, quien, tras leer los volúmenes de historias cortas Veladas en un caserío de Dikanka publicados en 1831-32 lo apoyaría críticamente y más tarde, en 1836, tras lanzar su revista El Contemporáneo ("Sovreménnik") publicaría en ella algunas de las narraciones cortas más famosas de Gógol.
En la década de los treinta compuso El cuento del pope y su bracero Baldá, 1830, los cuentos El zar Saltán, 1831; El pescador y el pececillo, 1833; La princesa muerta y los siete gigantes, 1833; El gallo de oro, 1834... En 1832 inicia su novela en prosa Dubrovski, cuyo argumento discurre en un ambiente de pequeños terratenientes de provincias; Historia de la revuelta de Pugachov, 1834, acertada incursión en la investigación histórica; la novela en prosa La hija del capitán, 1836, donde se describe también noveladamente el motín campesino acaudillado por Pugachov, el poema El caballero de bronce, de 1833, dedicado a la figura del zar Pedro I, etcétera. Ya en 1833 es elegido miembro de la Academia Rusa.
Pushkin tenía que hacer frente a numerosísimos gastos -un hijo nuevo cada año, dos hermanas solteras de su esposa que vivían con él, su afición al juego y las frecuentes y caras fiestas, bailes y recepciones con que se entretenía su esposa- con un trabajo literario incesante y, a pesar de lo bien retribuido que estaba su trabajo, acumuló enormes deudas; en 1836 emprendió la publicación de la revista literaria El Contemporáneo para aliviar su situación, revista que llegaría a adquirir un máximo prestigio en las letras rusas.
Sin embargo, las envidias le acechaban y, el 27 de enero de 1837, a los 37 años, Pushkin es mortalmente herido en un duelo mantenido con el militar francés Georges d'Anthès, ahijado del embajador holandés, en las afueras de San Petersburgo, a causa de la actitud provocadora de éste para con su esposa. Le manipularon el arma, por lo que el poeta no pudo defenderse, y la primera bala del arma contraria le alcanzó el pecho al comenzar el duelo, muriendo, sin que los médicos pudieran hacer nada, en la madrugada del 29 de enero de 1837. Mijaíl Lérmontov escribió entonces en honor póstumo a Pushkin La muerte del poeta ("Смерть Поэта" - Smert' Poeta).
El gobierno ruso, que temía una manifestación política durante su funeral, trasladó el cuerpo en secreto a medianoche a un monasterio cerca de Mijáilovskoye, la hacienda de su madre, donde le dieron sepultura con la única asistencia de parientes y amigos. El zar pagó sus deudas y pensiones para su familia.
Obra
La influencia de Byron es percibida según algunos críticos literarios en la poesía de Pushkin: El prisionero del Cáucaso (1821), en el que se describen las costumbres guerreras de los circasianos. La fuente de Bajchisarái (1822) que traduce la atmósfera del harén y evocaciones de Crimea, y Los zíngaros (1824). Asimismo Gavriliada (1821), poema blasfemo, que refleja los ideales de Voltaire. De 1824 a 1826 fue confinado en Mijáilovskoye, en una de sus propiedades, lo que le permitió terminar su obra Eugenio Oneguin (1823 – 1830), escribir su tragedia: Borís Godunov (1824 – 1825), y componer los "cuentos en verso" irónicos y realistas.
Algunas de sus obras
Ruslán y Liudmila (Ruslán i Liudmila - 1820)
Gavriliada (la saga de Gabriel) (Gavriiliada - 1821)
El prisionero del Cáucaso (Kavkazski pliénnik - 1821)
Los hermanos ladrones (obra teatral) (Bratia razbóiniki - 1821-1822)
La fuente de Bajchi Sarái (Bajchisaraiski fontán - 1823)
El conde Nulin (Graf Nulin - 1825)
Para A.P. Kern (poema, uno de los más bellos poemas de amor jamás escrito en ruso)(1825)
Los zíngaros (Los gitanos) (Tsigani - 1827)
El negro de Pedro el Grande (novela histórica inacabada basada en la vida de su bisabuelo) (Arap Petrá Velíkogo - 1827)
Poltava (Poltava - 1829)
Pequeñas tragedias (que incluye El invitado de piedra, Mozart y Salieri, El avaro caballero y Fiesta durante la plaga) (Málenkiye traguedii - 1830)
La casita en Kolomna (Dómik v Kolomne - 1830)
Borís Godunov (escrito en 1825, publicado en 1831 y aprobado oficialmente en 1866, describiendo la tragedia del zar Borís Godunov)
El cuento del pope y su jardinero Baldá (poema) (Skazka o popié i o rabótnike yegó Baldié - 1830)
La historia del pueblo Goriújino (inacabada) (Istoria selá Goriújina - 1830)
Cuentos del difunto Iván Petróvich Belkin (prosa) (Póvesti pokóinogo Ivana Petróvicha Biélkina - 1831)
Cuento del zar Saltán (poema) (Skazka o tsarié Saltane, o syne yegó slávnom i mogúchiem bogatyrié kniazie Gvidonie Saltánovichie i o prekrasnoi tsarievnie liébedi - 1831)
Yevgeni Onegin (novela en verso) (Yevgueni Onieguin - 1825-1832)
Cuento de la princesa muerta y los siete caballeros (poema) (Skazka o miortvoi tsarievnie i o semí bogatyriaj - 1833)
El pescador y el pececillo (Skazka o rybakié i rybkie - 1833)
El jinete de bronce (poema) (Miedni vsádnik - 1833)
Dubrovski (novela) (Dubrovski - 1833)
La dama de picas (La dama de los tres naipes) (Píkovaya dama - 1833)
El gallito dorado (poema) (Skazka o zolotom pietushkié - 1834)
Kirdzhali (Kırcali) (historia corta) (Kirdzhalí - 1834)
La historia del motín de Pugachov (prosa, no ficción) (Istoria Pugachiova - 1834)
Noches egipcias (poema) (Eguípetskiye nochi - 1835)
Escenas de tiempos caballerescos (Stseny iz rýtsarskij vremión - 1835)
La hija del capitán (prosa) novela histórica romántica sobre la Pugachóvschina, vida y época de Pugachov. (Kapitánskaya dochka - 1836)
De visita otra vez (poema)
Noche de invierno
Obras traducidas al español
Boris Godunov, Editorial Lumen, 1986.
El habitante de otoño, Editorial Pre-Textos, 2000.
El cuento del gallo de oro, Gadir Editorial, 2008.
La hija del capitán, Ediciones Gaviota, 2000.
El jinete de Bronce, Ediciones Hiperión, 2003.
Eugenio Oneguín, Unam, 1973.
A...
(Kern)*
Recuerdo aquel instante prodigioso
en el que apareciste frente a mí,
lo mismo que una efímera visión
igual que un genio de belleza pura.
En mi languidecer sin esperanza,
en las zozobras del ruidoso afán,
tu tierna voz se oyó en mi largo tiempo
y soñaba con tus divinos rasgos.
Transcurrieron los años. La agitada
tormenta dispersó los viejos sueños
y al olvido entregué tu tierna voz
así como tus rasgos celestiales.
En cautiverio oscuro y tenebroso
mis días en silencio se arrastraban,
sin la deidad y sin la inspiración,
sin lágrimas, sin vida, sin amor.
Mas ahora que el despertar llegó a mi alma,
y de nuevo apareces ante mí,
lo mismo que una efímera visión
igual que un genio de belleza pura.
Y el corazón me late arrebatado
porque en él nuevamente resucitan
La inspiración y la divinidad
y la vida, y el llanto y el amor.
*Anna Pyetróvna Kem (1800-1879)
Versión de Eduardo Alonso Duengo
¡Adiós mujer oriental amada!
¡Adiós mujer oriental amada!
Poco faltó y contra mi extravagancia,
el hábito que me dicta todo o nada
casi me arrastra a las estepas, a la errancia
detrás de las huellas de tu carreta.
Tienes rasgados los ojos,
la naricita rara, la frente amplia,
no balbuceas en francés tus antojos,
los pies no aprietas con seda,
y junto al samovar, a la inglesa,
no sirves el té, ni las galletas,
no suspiras por poetas de moda,
Shakespeare no te inquieta,
no te abrumas de melancolía
cuando la cabeza se queda vacía,
no tarareas ma dov' é,
el baile último no conoces...
Algo ocurrió conmigo, apenas media hora,
mientras alistaban los caballos,
la mente y el corazón los llenaba
tu belleza agreste, tus ojos.
¿No es igual amigo mío:
extraviar al alma, ociosa
entre espejos brillantes, en un teatro
que huir por la estepa, nómada?
1829
Versión de Rubén Flórez Arcila
Apuro sediento tu tierno gemido...
Apuro sediento tu tierno gemido,
tu intimidad que me embriaga
y ardiente, la lengua del dulce deseo,
pasión cuyo vino no sacia.
Pero corta con ese relato,
oculta, calla tu sueño:
su llama que quema yo temo,
tengo miedo de saber tu secreto.
1828
Versión de Rubén Flórez Arcila
Bajo el cielo de azul de su tierra nativa...
Bajo el cielo azul de su tierra nativa
languidecía ella, se agostaba...*
Al fin se marchitó, y ya de seguro
su joven sombra sobre mí volaba;
Nos separa una línea infranqueable.
En vano el sentimiento desperté.
Su muerte oí de un labio indiferente
y con indiferencia la escuché.
¡Y mi alma la amó con tanto fuego,
con una turbación tan dolorosa,
con tanto sufrimiento y extravío,
con tortura tan tierna y angustiosa!
¿Qué se hicieron la pena y el cariño?
Ni reproches me quedan ya ni llanto
para rememorar su sombra crédula
ni la dulce memoria de los días pasados.
*El poema se refiere a Arnalia Riznich, muerta en Italia en 1825 y destinataria
de algunos de los más hermosos poemas pushkinianos.
Versión de Eduardo Alonso Duengo
Como fui en otro tiempo, así soy ahora...
Tel j'étais autrefois et el je suis encore
André Chenier
Como fui en otro tiempo, así soy ahora,
descuidado, amoroso. Bien sabéis, mis amigos,
si puedo una belleza mirar sin conmoverme,
sin tímida ternura, sin emoción secreta.
¿Jugó poco el amor, acaso, en mi existencia?
¿Bastante no luché cual joven gerifalte
en la red traicionera tendida por la Cipria?*
Pero aún no escarmentado por centenas de ofensas,
ante otros nuevos ídolos elevo mis plegarias...
*Afrodita
Versión de Eduardo Alonso Duengo
Del céfiro nocturno...
Del céfiro nocturno
éter fluye.
Bulle,
huye
el Guadalquivir.
Salió la luna dorada,
¡silen...! ¡chis!... guitarra al son.
La española enamorada
se ha asomado a su balcón.
Del céfiro nocturno
éter fluye.
Bulle,
huye
el Guadalquivir.
¡Quítate, ángel, la mantilla!
¡Cual claro día muéstrate!
¡Por la férrea barandilla
enseña el divino pie!
Del céfiro nocturno
éter fluye.
Bulle,
huye
el Guadalquivir.
Versión de Eduardo Alonso Duengo
El cantor
¿Echasteis la voz nocturna junto al soto
del cantor del amor, del cantor de su pena?
en la hora matutina, cuando callan los campos
y el son triste y sencillo de la zampoña suena,
¿no la habéis escuchado?
¿Hallasteis en la yerma oscuridad boscosa
al cantor del amor, al cantor de su pena?
¿Notasteis su sonrisa, la huella de su llanto,
su apacible mirada, de melancolía llena?
¿No lo habéis encontrado?
¿Suspirasteis atentos a la voz apacible
del cantor del amor, del cantor de su pena?
Cuando visteis al joven en medio de los bosques,
al cruzar su mirada sin brillo con la vuestra,
¿no habéis suspirado?
Versión de Eduardo Alonso Duengo
El prisionero
Estoy entre rejas en húmeda celda.
Criada en cautiverio, un águila joven,
mi triste compaña, batiendo sus alas,
junto a la ventana su pitanza pica.
La pica, la arroja, mira la ventana,
como si pensara lo mismo que yo.
Sus ojos me llaman y su griterío,
y proferir quiere: ¡Alcemos el vuelo!
¡Tú y yo somos libres como el viento, hermana!
Huyamos, es hora, do blanquea entre nubes
la montaña y brilla de azul la marina,
donde paseemos sólo el viento. ..¡y yo!
Versión de Eduardo Alonso Duengo
Fue en su patria, bajo aquel cielo azul...
Fue en su patria, bajo aquel cielo azul
ella, la marchita rosa...
Al fin murió, un hálito eras tú,
sombra adolescente que nadie toca;
pero una línea hay entre nosotros, es un abismo.
Intenté, en vano, avivar mi sentimiento:
la muerte dijeron los labios con oscuro cinismo,
y, yo la atendí indiferente.
A quién amé entonces con alma fervorosa,
a quién le di mi amor en vilo,
con tanta infinita, amante tristeza,
con callado martirio, con delirio.
¿Qué fue del amor y la pena? Ay en el alma mía
para la ingenua, la pobre sombra,
para el feliz recuerdo de los perdidos días,
no tengo lágrimas, ni música que la nombra.
1826
Versión de Rubén Flórez Arcila
Se apagó el astro del día...
Se apagó el astro del día;
el mar azul cubrió la niebla de la tarde.
¡Restallad, restallad, dóciles velas!
¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!
Contemplo las orillas apartadas,
el mágico confín del mediodía;
Voy hacia él con emoción y angustia,
embelesado por recuerdos tantos...
siento que afloran lágrimas de nuevo
hasta los ojos, y me hierve el alma
y deja de alentar; en torno mío
Un sueño familiar revolotea.
Recuerdo mi amor loco del pasado,
todo cuando sufrí y cuanto fue bueno,
torturador engaño de esperanza y deseo...
¡Restallad, restallad, dóciles velas!
¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!
Vuela, bajel, condúceme a lejanos
parajes, al capricho de los mares,
engañosos, mas no a las tristes costas
de mi brumosa patria, de mi tierra
donde por vez primera mis sentidos
ardieron inflamados de pasión,
donde las tiernas musas me sonrieron
en secreto, donde entre tempestades
Se marchitó temprano mi perdida
juventud, donde alígera alegría
me traicionó, y el corazón helado
entregó al sufrimiento.
En búsqueda de nuevas sensaciones
de vosotros huí, paternos lares,
de vosotros, alumnos del deleite,
efímeros amigos de mi efímera
juventud; y vosotras, confidentes
de mis pecaminosos extravíos,
a quienes sin amor sacrificara
reposo, gloria, libertad y alma,
y vosotras, a quienes he olvidado,
jóvenes traicioneras, misteriosas
amigas de mi áurea primavera,
y vosotras, a quienes he olvidado...
Pero del corazón la antigua herida,
la honda llaga de amor, nada curó...
¡Restallad, restallad, dóciles velas!
¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!
Versión de Eduardo Alonso Duengo
Terminó el día lluvioso; de la lluviosa noche...
Terminó el día lluvioso; de la lluviosa noche
la sombra el cielo cubre con plomizo vestido.
Lo mismo que un espectro, detrás de la pineda,
la luna, rodeada de niebla, ha aparecido.
Todo inspira en mi alma una angustia sombría.
Allá lejos la luna brilla en pleno fulgor;
allá el aire rezuma tibieza vespertina,
allá la mar agita su manto de esplendor
bajo el azul del cielo.
Es el momento: ahora va ella por el monte
a las costas hundidas por las ruidosas olas.
Allá, bajo unas peñas escondidas,
ahora está ella sentada, entristecida y sola.
Sola... delante de ella ninguno llora o sufre,
sus rodillas de besos nadie en éxtasis cubre.
Sola... sin que a los labios de amante alguno entregue
ni hombros, ni húmedos labios, ni sus senos de nieve.
De su amor celestial ninguno es digno.
¿No es Cierto? Sola estás... lloras... yo estoy tranquilo.
Pero si...
Versión de Eduardo Alonso Duengo
Todo lo sacrifico a tu memoria...
Todo lo sacrifico a tu memoria:
los acentos de la lira inspirada,
el llanto de una joven abrasada,
el temblor de mis celos. De la gloria
el brillo, y mi destierro tenebroso,
lo bello de mis claros pensamientos
y la venganza, sueño tormentoso
de mis encarnizados sufrimientos.
Versión de Eduardo Alonso Duengo
Ya vague por las calles bulliciosas...
Ya vague por las calles bulliciosas,
ya penetre en el templo populoso,
ya me rodeen alocados jóvenes,
en mis ensueños sigo estando absorto.
Me digo: pasarán raudos los años
y por muchos que aquí nos encontremos,
todos iremos a la eterna fosa
y para alguno ya llegó su tiempo.
Cuando contemplo el roble solitario,
este patriarca de los bosques -pienso-
sobrevivió al cruel siglo de mis padres
y sobrevivirá a este siglo nuestro.
Cuando acaricio a una tierna criatura
pienso que es hora ya de despedirme:
te cedo el puesto, florecer te toca,
y para mí ya es hora de pudrirme.
Cada día que pasa, cada hora,
me he acostumbrado a ejercitar la mente,
e intento adivinar cuál de entre ellos
será el aniversario de mi muerte.
Y ¿dónde me enviará la muerte el Hado?
¿En la guerra, en la mar, como viajero?
¿O si acaso será, el valle vecino
el que reciba mis helados restos?
Y aunque para mi cuerpo inanimado
dónde se descomponga igual le sea,
yo, más cercano a mi solar querido,
de ser posible, reposar quisiera.
Y que a la entrada misma de mi tumba
una juvenil vida jugar pueda,
y que Naturaleza indiferente
con su eterna hermosura resplandezca.
Versión de Eduardo Alonso Duengo
Yo la amé...
Yo la amé,
y ese amor tal vez,
está en mi alma todavía, quema mi pecho.
Pero confundirla más, no quiero.
Que no le traiga pena este amor mío.
Yola amé. Sin esperanza, con locura.
Sin voz, por los celos consumido;
la amé, sin engaño, con ternura,
tanto, que ojalá lo quiera Dios,
y que otro, amor le tenga como el mío.
1829
Versión de Rubén Flórez Arcila
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