Eduardo Jeria Garay nace en Valparaíso, CHILE en 1977.
Desde 1994 integra diversos Talleres de Poesía, dentro de los cuales destaca el realizado en 1997, en la Casa La Chascona de la Fundación Neruda, donde es becario. En este mismo año recibe el Premio Juegos Literarios Gabriela Mistral de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Asimismo, ha sido presentado en antologías literarias, jornadas y recitales de la región. El año 2000 se le concede el Premio de Honor en el XXII Concurso de Arte y Poesía Joven de la Universidad de Valparaíso.
En 1999 publica su primer libro de poemas, Persona Natural, edición perteneciente al programa de difusión Literaria del Gobierno Regional, V Región y LOM. El año 2006 publica su segundo libro, Jardín japonés, de ediciones Altazor.
La Línea Divisoria
He dibujado en la arena una línea divisoria,
una frontera de Piedra y Humedad,
dos orillas que se tocan como una lengua
que llega hasta el fondo de otra boca
una línea que detenga el paso de toda simetría.
He puesto coto al agua,
le he concedido un contorno y le he dado un nombre
pero el mar está a nuestras espaldas
sobre nosotros, inmenso y taciturno
y nosotros sobre una tabla, amortajados los ojos
que se muevan olas olas de tu cuerpo
que no permita que desborde a lo hondo y lo perenne
los cadáveres que el mar codicia
fulminados por la insularidad de todo abrazo,
un abrazo temido solamente por su duda,
y acechar al mar tras la tangente de tu límite
embrazar una mujer contra este celo
y tú y el mar
tu rostro en todas las arenas
en todas las superficies y cavernas
en las trampas dejadas por la boca.
Tú,
derrama algún silencio que pueda delatarte,
sé que estás del otro lado
en el mar que retrocede
como onda que demarca algún centro.
Yo,
en el mar yazgo
como línea en el agua
soy la rocamadre que se ha pulverizado
dejándome sin trono sin moverme,
me han clavado a tu sonrisa
y tú contigua
como el agua sostenida en mis muñecas.
¿Y si entre los dos te lanzase una palabra?
Éstas se vuelven poco a poco en piedras
y voy bajando dulcemente hacia la tierra
sin poder cruzar la línea divisoria
sin poder cruzar tus ojos,
ni estar contigo ante tu muerte.
El mar borrando todo lo hecho escrito intentado
el horizonte rodando a comulgar un beso
y lanzar la línea divisoria
para después poder tocarte en lontananza.
Una palabra cualquiera
Escribe una palabra cualquiera,
quizás la última que se escuchó en la radio
o la que alguien usó al saludarte,
palabra como un anzuelo lanzado
con que pican pronto muchos peces
y que suben unos llamando a otros.
Quizás de qué corrientes marinas
vienen estas voces que casualmente llegan a la boca
como una invitación sorpresiva a salir de noche un día cualquiera,
como cualquiera es la mujer que llega
casualmente al mismo bar que elegiste por ventura
y que se topó contigo en alguna mesa.
Bastaría que la mujer llegara dos horas antes o después
para que no se topasen nunca,
igual que algunas palabras jamás estarán escritas en la misma línea
o se tocarán siquiera en las páginas de un diccionario
que jugando ha desmembrado un niño.
A una muchacha triste en una fotografía
Desnuda y sórdida
como una bofetada a la mejilla,
yo puse la otra clavado a tu semblante.
Delgada
como los cristos crucificados tras las puertas
la luz cae desde el cielo y te define por siempre:
las lámparas se apagan sobre tu piel,
el invierno sucede en tus cabellos sobre la cama
y el rictus en cada estampa te delata.
En tus ojos se aquietan aguas
tras lanzar la moneda del deseo.
Me preguntaré tu nombre, demudada
y me consolaré con algún otro pensamiento,
cuando te vea
desnuda y sórdida
en una fotografía de la cual
nadie preguntará nada.
Todos duermen en mi casa
Todos duermen en mi casa
nada parece despertar en ellos
y me estremezco al pensar
que estarán con los ojos abiertos sin poder ver más a nadie.
Las palabras de mi padre ya no cortan la noche,
las manos de mi madre se han quedado quietas,
la respiración de mi hermano no se oye.
Una catástrofe palpita
y sólo mi soledad sale a encontrarla
¿por qué no oigo el grito y sí el murmullo;
por qué escucho el pecho y no detrás
de aquellas dos puertas cerradas?
Tumbados así,
en las viejas habitaciones
que el polvo visita con sed salvaje
todos duermen en mi casa.
En la librería del Centro comercial
En la librería del Centro comercial
la sección de poesía
se ubica en la pared de la escalera,
en el descanso entre el primer y el segundo piso.
¿Es el lugar de los que suben?
¿o de los que bajan?
¿Lo que quedaron a medio camino o
el sitio de aquellos en tránsito?
Sólo estorban los que se detienen a mirar.
Lo Travestido
Aquello que cae sin romperse
y quien llora satisfecho,
el que pide pan y recibe un puñal.
El que cae de bruces por el agua.
Aquello que rodó fue luego pendiente.
Aquello que sale del reposo
aquello que cree ser intenso,
lo próximo ¡qué irónico!
el fino paso de un lápiz borrando lo ya escrito.
El vestido y lo vestido
juntos pero no revueltos pero no juntos
y lo travestido
no calla pues no tiene voz
lo tras
vestido de algún modo,
vestido de palabra.
¡Hay que sacarle todo
para darse cuenta que no hay nada!
Punto de Fuga
Un punto
lo suficientemente
cercano
necesariamente suficiente
un caso fortuito
sedimento taciturno
una tuerca
sin hilo fecundo
reflectante
inacabado
y extremo
de un somático artefacto
separado
por un eje entero
un credo
algún residuo valorado
excluido de lo otro
tangente
sobre gustos solamente
dentro del tramado
apostamos y ganamos
un punto
lo suficientemente
uno
turgente por favor
por favor
poner un punto
es suficiente
para terminar
con todo.
Escrutinio y Quema
Denuncio el nacimiento múltiple de la Belleza:
vendrá una pausa en el ciclo de los nervios,
la lección del hambre en la pueril boca
de los reos de una cárcel infinita
tras las rejas se masturban contemplando la Palabra
lo único que pudo ser salvado
la materia terriblemente obesa
no pudo saltar el parabrisas,
la madera firme quedó unida a salivazos,
engreída sucesión de los latidos
avísame cuando toda vuelta acabe
para ser decentemente convertido en verso
el verso desgajado, desechas las moscas
todo irá directo a la chamiza y al fuego,
más allá el fuego,
donde murió el poeta Anguita
por haber mostrado el Verdadero Rostro
en voz baja oí su último alegato.
Oíd:
la lengua en llamas investido en resonancia
luego de la voz vendrá la flama.
Oh, escrutinio y quema nos espera.
Al atardecer atentaste contra mi muerte
Porque caminas sembrando lluvias,
en las vertientes las miradas
y pides perdón a los árboles que tocas.
Porque vienes de la tierra y de la risa.
Porque me has vuelto a colocar el nombre
al mostrarme más allá de lo presente,
un cirio en la boca
un pilar bajo la almohada
me hiciste poeta
con el oído puesto en tierra.
Calaste el hueso y su alarido,
hiciste de mi voz tu escapulario.
Secaste todas las heridas.
Dame un poema que nos una
como un niño muerto se une al ángel
como verdad y acatamiento
en la voz han de fugarse.
Porque tú eres el escape
atentaste contra mi muerte.
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