MÉDAR SERRATA
Nació en Santo Domingo, REPÚBLICA DOMINICANA el 19 de octubre de 1964. Reside en los Estados Unidos desde 1989. Realizó estudios de licenciatura en Literatura Hispánica en la Universidad Internacional de la Florida, y de maestría y doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Texas en Austin. Es profesor de literatura caribeña en Grand Valley State University, Michigan. Fue miembro fundador del Círculo Literario Domingo Moreno Jimenes que se reunía en la zona oriental de Santo Domingo durante la década de los 80. Ha publicado los libros: Las piedras del ábaco. Santo Domingo: Colección Egro de Poesía Latinoamericana Contemporánea, 1986; Rapsodia para tontos. Miami: Colección de Poesía Zona de Tolerancia y Editorial Librusa, 1999; y José Mármol: Antología poética (selección y prólogo). Santo Domingo: Editora Cole, 2004. Parte de su obra poética ha sido recogida en varias antologías, entre ellas Juego de imágenes (Antología de jóvenes poetas dominicanos). Frank Martínez, ed. New York: Ediciones Hojarasca 1995; L@s nuev@s caníbales, Vol. II, Antología de la más reciente poesía del Caribe Hispano. Alexis Pausides, Pedro Antonio Valdez, Carlos R. Gómez. Santo Domingo: Ediciones Unión, Editora Búho y Editorial Isla Negra, 2002; De ida y vuelta: antología de poetas de la diáspora dominicana / Andata e ritorno: antologia di poeti della diaspora dominicana. Farsi, Fabio and Roberta Orlandini, eds. San Juan: Isla Negra Editores, 2005; Máscaras de Orfeo: Poesía brasileña y dominicana. Martins, Floriano and Basilio Belliard, eds. Santo Domingo: Ediciones de la Secretaría de Estado de Cultura, 2009; Quedar en lo cantado: Selección de poesía contemporánea dominicana y argentina. Belliard, Basilio and Florencia Castellanos, eds. Buenos Aires: Editorial El fin de la noche, 2009.
Las Piedras del Abaco.
Canto uno
1
¿Y qué fue de aquel hombre que se marchó a Nod
la tierra de nadie
que se marchó al oriente de Edén
con toda su culpa una tarde
que partió cuando el crepúsculo
extendía su azul sediento sobre rocas
y las últimas bestias salían
desafiantes y desnudas a matar?
Porque iban desnudos los primeros hombres
la tarde que vencieron el vértigo azul
en sus embarcaciones rústicas
y sólo azul y vértigo eran sus embarcaciones
ramas de la sangre paleolítica
con la que un hombre
hizo del destino de los hombres
una quijada de burro
2
¿Es éste el botón que basta como muestra
la trivial razón de que exista el miedo?
Busco en mi robot al duende que camina
extraer de su temblor un hueso portentoso
el sol de ese nadir la verde oscura
dulce luz que al pasar me dejó su sombra
“Era el ejército de los bárbaros
que avanzaba hacia Cartago”
Acaso un mecánico temblor en su osamenta
porque sombras las hay leves que queman
y lentos metales que no sudan
Era el rabioso torbellino de los mercenarios
¿Y quién se mantendrá firme frente al cerco
resguardando con sus uñas a la Acrópolis?
¿Dónde está Amílcar?
Era la colina de la Acrópolis
temblando ante los ojos llenos de ira
de los mercenarios
“Haces bien en dejar correr tu cólera
como un carro que rueda cuesta abajo”
decía a Matho el antiguo esclavo Spendius
y Matho cazaba buitres en las afueras de Cartago
contemplando impotente sus pétreas murallas
3
¿Y qué fue en fin de quien tomando a tientas
mi silencio dorsal insulso
el ojo dormido bajo mi ojo despierto
vino rastreando este minuto
en que el cuchillo y su carne se concilian?
¿Qué fue del que talló esta mano con la cera de Dédalo
su sombra recogida sobre mi risa más oscura?
¿Y qué del que puso la intención en esta mano
hundida fiel feliz hasta tu cuello?
4
Alguien arrastra a tumbos su sombra
por sobre el ruido de los autos
alguien que tiene un odio con caras
y ostenta cicatrices sonoras
alguien con dobles en todas las vitrinas
y una niña desnuda sobre ojos convulsos
un deseo enfermo y pervertido
un cuchillo con santo y señas
un hermano del que no es guarda
una herida que busca su rastro
y se reconoce a la luz de la sangre
Oh dolor prehistórico del hombre
y dicen los viejos que vino del este
pagando una culpa
5
Yo anduve despacio entre las cosas
cuando todo tenía nombre y adjetivo
cuando era imposible asumir la palabra
sin poner en juego sus objetos
Yo anduve muy despacio entre las cosas
impregnándoles mi hedor de asceta transitorio
y todo lo ajeno era mío
porque cada magnitud tenía su nombre
y yo era dueño de los nombres
de todas las cosas
6
Recuerda esto Enoc hijo
no hay pronombre más triste que ninguno
La noche empieza a ladrarnos sobre las cavernas de Nod
los hombres no regresan con su presa
La noche es la última esperanza que le resta al miedo
los hombres han de estar cansados
La noche es hermosa como huesos de mujer
limpia como el hambre que afila sus formas
los hombres Enoc
no ha sido gratuita esa flor
quemada por la sangre
7
Leche solar
A esta hora en que todo parece posible todo es posible
hasta entrar en la estancia de tus ojos como Pedro por su casa
oscura estancia de tus ojos donde Sócrates
rechaza la copa de cicuta
mientras la ciudad
abre sus puertas de arsénico al suicidio
¿Qué apócrifa demencia?
8
Hermosa la conciencia mal sentada
¿qué mano es una cosa abierta sorpresivamente
si deja caer al agua un cielo albino
el dedo pensante sobre la sien
su trágate este gesto
tantísimo gordo peyorativo material?
Uy pájaro-niño mojada pelambre
jugando sin reposo
¿Qué mano es esta cosa abierta sorpresivamente
buscando en un juguete al duende que camina?
Cristóbal Colón no partió de Puerto de Palos de Moguer
sino de la más ostensible de las miserias humanas
9
Oh dolor prehistórico del hombre
Oh sol de las tardes tropicales de los llanos
donde los primeros hombres
salieron con sus palos a matar
Dicen los viejos que es imposible
cercenar en segundos un hambre de siglos
pero entonces
¿qué fue de aquel hombre que se marcho a Nod
la tierra de nadie?
¿Qué fue de Caín el desterrado?
La permanencia
Reflejo de su propia imagen es el cuerpo
ventana a lo inasible
presencia que es estorbo
atropelladas formas que el calor desata
ruinas
basurero sin fin donde echar las edades
Quizás un hado adverso en vilo lo sostiene
le otorga larga vida propiedades
pasión por las quimeras
por eso sobra todo cuando nada nos falta
y una espada hecha de fuego una espada
encendida cierra el paso y un gran árbol
veloz como la dicha es el deseo
Quizás permaneciendo es como se destruye
por eso sangra más la herida que no ha sido
y el hombre se desploma bajo el peso de su sueño
Derribado así sin advertirlo
arrastrándose entre seres que no le conciernen
-el labio de la esfinge las naves la escalera-
¿cómo alzar su mano para tocar lo puro?
¿Y qué cosa es la pureza -tú que lo sabes-?
¿Qué poderosa voz traza los límites
y una espada encendida pone frente al árbol?
Rapsodia para tontos
Los círculos concéntricos que produjo la inmersión de la escobilla
en el agua
renovaron su antigua obsesión por lo infinito
Un círculo engendraba a otro círculo en un trazo
cuya línea sinuosa continuaría expandiéndose
como las corrientes en las profundidades marinas
La escobilla a su vez intentaba
la siniestra forma del erizo
Cuando el hombre salió a escena hace un cuarto de millón de años
ya el mar estaba allí
y el hombre lo miró maravillado
Restregó con fuerza la mancha amarillenta del inodoro
aspiró el acre olor a trementina
pensó en los griegos cantó en voz baja
El círculo y el agua aterraron a los griegos
desde el día en que Narciso
vio su imagen sonreírle desde el temblor del agua
el agua devino entonces en prisión de la imagen que se contempla
a sí misma
falsa transparencia en la que aspira regresar al origen
intacta como en la suprema perfección del círculo
reconocerse al fin y destruirse
Volvió a ver el mar por vez primera al ver su fundamento
se arrojó hacia el cielo desde las altas olas del crepúsculo marino
y en la arena tibia abandonó la huella de su pie transfigurado
-hondo vuelo sí
hacia otros mares
hacia otros vientres dónde reposar sus cabellos en desorden
y dónde penetrar la misteriosa geometría de los mundos
el orden de los seres y los signos
Si Parménides estuvo en lo cierto
y la unidad participa de lo múltiple
si lo uno y lo múltiple son en fin lo mismo
entonces ciertamente uno es igual a dos
y mi risa es doble y mi locura doble
y mi alma en este instante está rozando lo infinito
Pero los círculos se desvanecieron y el agua quedó tranquila
en el fondo
Era tiempo de limpiar los urinarios
de vaciar sus vientres casi perfectos llenos de chicles y colillas
de abandonar el canto por un momento para encender un cigarro
y sostenido sólo por la cuerda de su respiración
seguir después cantando sin separar los labios
Porque la respiración tira del canto suavemente con firmeza
y el canto se desliza
traza arcos inaudibles
gira y retrocede en su desliz vertiginoso
carente de palabras y de engaños
Así solían cantar los griegos en sus largas horas de ocio
hasta que surgió el silogismo
la causa y el efecto la medida
¿No está ya el canto llamándonos hacia su ámbito oscuro desde entonces
y como nuestros sueños más caros cayendo
vertiginosamente en el ancho dominio de lo desconocido?
¿No está el ave en nosotros ya muriendo?
Uno y dos son lo mismo y es un hecho terrible
que nuestros banqueros no puedan comprenderlo
el mundo estaría tranquilo
llamaríamos a sus puertas sin temor argumentando
"diez es igual a diez mil
diez es todo lo que me queda
Aquí los tienes No te debo"
Pero nuestros banqueros no entienden de filosofías
su aritmética es infame
y en eso se asemejan a los urinarios
Detén extranjero tus pasos para que admires la obra
de nuestros banqueros y nuestros urinarios
Une tu voz al coro de alabanzas a todo lo que ríe
porque ha caído
y desconoce el tormento de las profundidades
Y está lleno de razones
Y de colillas
Las Pelucas Delirantes, la poesía de la Generación 80 dominicana
(Antología crítica). Selección, prólogo y notas de José Alejandro Peña
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