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miércoles, 12 de septiembre de 2012

7863.- FELIPE MONCADA




Felipe Moncada (Quellón, Chiloé, CHILE 1973) estudió Física en la Universidad De Santiago De Chile. Reside en San Felipe desde 1999. En el año 1990 obtiene el primer lugar, en el concurso regional de poesía, convocado por la Sociedad de Escritores de Talca. En el año 2002, obtiene una mención honrosa en el concurso nacional “70 Años De Las Juventudes Comunistas”, ocasión en que se publica una antología con los seleccionados. En la actualidad dirige la revista “La Piedra De La Locura”. Ha publicado los libros de poesía Irreal (2003) ediciones El Brazo de Cervantes, Santiago. Carta de Navegación (2006) imprenta Almendral, San Felipe. Río Babel (2007) ediciones Casa de Barro, San Felipe. Músico de la Corte (2008) ediciones Fuga, Valparaíso. Salones (2009) Manual Ediciones, Rancagua.



   
 
BARRIO DE SOL

Jugar a las preguntas a esta hora, blindado
el parque
gas lacrimógeno depositado en los prados
y preguntar al viento luego del combate o artificio:

cuantas fotografías se toman un día en la ciudad
el ojo multiplicado
cuantos minutos u horas de película
se graban en la marcha del sol: tambores
en el barrio de ladrillo.

Una niña asoma por su ventana, el corazón
una flauta
y sigue con la vista un organillo.

Quién podrá saber, indicar con claridad
cuantas palabras no se dijeron
a que hora
dejó el tiempo de ser minuto, el silencio
guardó su vocal
el muro su vértigo
y la belleza, en que momento
volvió ausente su melena de trigo.
Pasan las horas y no vuelve
no es diecinueve de noviembre por segunda, ni mediodía
y es un día viejo, nacido a las tres de la tarde
es un barrio de catedrales apenas, mendigos
envueltos en nylon
sobretodo palomas y un caminar clic clac entre las tejas
es un sol envejecido por las banderas.

En columnas baja el carnaval:
belleza o muerte la consigna
Abel y Caín en el Edén de los parques
disparos de obturador
una y otra vez, metros de grabación y luego recuerdo:
ya fue
no es
pasado, papel impreso, y como siempre
quedan palabras por decir
manos en los parques no resueltas
y leche que podría ser Vía Láctea






INMIGRANTE

Ilegal en la aduana
peruano en plaza de armas de Santiago
judío relojero
los vidrios rotos en la noche de los patriotas

griego vagabundo
perdido en las islas del gigante
su ojo de pez
adivina el futuro

marroquí en suburbio de París, navajazo y palo
en la calle sin luz de Barcelona
yugoslavo
expulsado del paraíso al corazón del terremoto
al pueblito del patrón huaso
rebenque al lomo

chilenito en la cocinería del buque tropical
propina del gringo en cubierta, bola de grasa
y bronceador

palestino
sin tierra
al fin del mundo
en la ferretería de los hielos, comerciante
bajo la luna de las banderas

mapuche peoneta
en camión de la vega, Mapocho en el cemento
barrial de Renca sin luz

hiphopero marioneta, negro sin Babel, rapero
expulsado por guardias de supermercado
rapados
en peluquería de Estación Central, chilote
naufrago
en pampas de Patagonia.

Las puertas del Edén hace rato se vinieron abajo
extranjero cada cual a su manera:

ciego cantor en casa de puta maulina, de joven
gato de fonda, ahora toca para gitanas del eriazo
trampita, moneda de la suerte a orillas del río
carpa de tártaros
en predio municipal

los vecinos llaman por teléfono a la radio:
por qué se permite a ladrones en nuestro barrio

y escriben a los diarios:

chilenos peruanos marroquíes judíos
indios chicanos chinos sudacas chilotes
quitan el trabajo

y crece la leva
el chupacabras anda suelto
y se le vio mirando una niña
a otro se le vio metiéndose un jamón al bolsillo
al otro
se le señala como sospechoso
en el crimen del obrero
cacería de brujas
afilar protecciones
todo el día vigilar al enemigo.

Abuelos
bárbaros y náufragos sin polo
cruzaron el hielo, cortaron el bosque, mataron
al puma
ahogaron
el alma del río
y construir casa, plaza, patíbulo, alcaldía
expulsados del paraíso, sobrevivientes de la torre.

Ahora
estoy de pie en la frontera
él o yo es la consigna
llamo por teléfono
a todas las radios
para que los brujos se vayan del barrio

del viejo barrio
que nos expulsó el divino de un soplido.






ESPECULACIONES EN TORNO
DEL TURISMO GASTRONÓMICO

Los caninos de mi madre con hambre,
mis patas con hambre
los corazones de mis hermanos palpitan
de hambre
Chiri Moyano


Algo así como un poema del hambre
escrito en la mesa del restobar
de un paseo peatonal

y si el llanto de la niña es falso
melodrama precoz para impactar al turismo

o si tiene pacto con la delincuencia
con los traficantes de calendarios Disney
con las barrenderas de traje naranjo

o aquellos
que con una enfermedad incurable
se posesionan de un trozo de calle

o con aquella mujer que pide monedas
para un comedor infantil
que bien podría no existir
lo que redobla el escalofrío al llevarse
el trozo de carne a la boca

entonces urge preguntar al jurado
si la niña gitana en el tren a provincia
¿estará de acuerdo con aquella otra
que carga con su muñeca y su hermana menor
enturbiando el romance de las parejas
en Valparaíso?

El negocio de la mendicidad
ruboriza las pirotecnias de la escritura
y el sentimiento de culpa del que no da
por que no puede dar
y el que no da porque sí, por dadá
por que no resuelve el problema social
por que sé yo, aquel
se mezcla con el otro sentimiento
la vergüenza del muchacho
que esquiva la mesa de la joven extranjera
y maldice el sol de mediodía, las olas
y los putos pájaros de la conchesumadre

habría que investigar
de que manera confabula el veterano
de las Malvinas
en su casa de cartón de Plaza de Mayo
con la familia boliviana
que pernocta en el ómnibus de Mendoza.

Este poema del hambre
está escrito con el estómago lleno
los maestros recomiendan distancia
nada de pintar del natural
el pobre debe hablar de reinos fantásticos
no redundar en el mosquerío de los tachos
mentir, palabras
perros disfrazados de marioneta.







LAS MESERAS
DEL RESTOBAR METRO UNIÓN

Ese gesto de cerrar las puertas del cooler
con el reverso de la pierna
o el de apoyar el codo en la barra
con la falda torcida a la cadera, enciende
a los bebedores del Restaurant Metro Unión
con un glamour de asientos de ferrocarril
y largo pasillo hacia el baño de neón verde.

Un aire de insomnio envuelve a la mesera
faldita roja con tablillas de liceana
frota una rodilla con la otra
con lo que parece ansiedad en la idea del cliente
pero que es frío o picazón
pues sus piernas son el espíritu del local
el horizonte de los taxistas trasnochados
y de los comerciantes que tranzan con odio
la venta del alma de las cervezas.

Otro bar pintado en barrio chino
con peruanos y carros de frituras.

Un viento enreda papeles en el callejón
cuando las meseras
abandonan el local sin aire de jazz
ni en taxi
a pie
escoltadas por un galán callejero, y luego solas
pues el tiempo se ha detenido en la calle
y sus tacos son el tic tac de un reloj fatal
cuando el llanto del infante
se echa a volar de alguna ventana sin luz.






EL OTRO GESTO
DE LA MESERA IMAGINARIA

Ese de limpiar el cerámico del muro
concentrada
como si de su labor dependiera
la llegada puntual del mes de abril
y su cataclismo de oro.







HOTELES

Los fugitivos de Motel Luz
buscan de plaza en plaza
el Hotel de las meseras invisibles
pero ellas han abandonado el escenario
y las peluqueras
duermen repetidas en camas con espejos.

Es la hora en que las parejas
se despiden con largos besos
dejando pasar las últimas micros

y los pasajeros del Sahara Inn, y del otro
el Hotel Muerte

(con balcones que dan al orín neoclásico
y a cortinas metálicas rayadas con spray)

lucen una piel amarilla
que sirve de faro a delincuentes y flacas mujeres
que venden películas en la vereda.

Ya los comerciantes
abandonan un topless de neón viejo

y los fugitivos se ocultan en la pieza 2
a reír con la televisión a todo volumen

mientras los náufragos del Hotel Metro
han perdido toda locomoción y se besan
entre papeles, que los aseadores nocturnos
han dejado volar, pues muy temprano

cuando las bailarinas hagan parar un taxi
o los panaderos aborden la primera micro

la calle será un puente de sol
una luz al final de la noche
que borra los hoteles de nuestra memoria.







ARIES
O
EL BAILE DE LOS ABANDONADOS
DE LA CIUDAD QUE NO QUISO SER
LA BAGDAD DE LOS BARES

El Wurlitzer cortocircuita una lágrima de neón
es tarde, si se puede dar nombre a las horas

en el bar hay luz eléctrica, bufones de psiquiátrico
y musas de contrabando, bajo la estrella del cabro

allí la poesía encarna baile de odalisca
convertida en temporero
por el mal genio de las chicherías

la mímica de un cantinero violador
que olvida su égloga de piernas con várices
y mantel de vinilo en florerías de la muerte

mañana el sol será una lámpara de penal
una gótica maniobra por sacudir la condena
de ser familiar en la fotografía.






TUGURIO 1950

Hay una calle, cerca de la estación de ferrocarriles, donde un almacén de esquina congrega a mecánicos y clientes.

Allí debes caminar sin ver la cara de los tres jóvenes rapados que avanzan por el medio de la calle, pues es el rostro de todos los hijos de Dios, cuando el grandísimo era un músico callejero, un artesano que vendía pájaros de totora, de pueblo en pueblo.

Debes mirar de reojo el bar sin nombre que tiene una mesa de pool, donde fuma uno de ellos, y memorizar en fracción de segundo; el piso de tierra, el televisor que muestra una fiesta sodomita, y las piernas de la vieja mujer que fuma un cigarro del invierno de 1950.

Debes retener el viejo anuncio de Mejoral y de un bar llamado Tren al Sur, y nunca olvides a la pelirroja en bicicleta, que te mira de reojo y entra en una puerta abierta de par en par, donde se adivina entre la pintura desconchada, la frase Hotel Apolo.





A LA MANERA DE R. JACOB & T. S. ELIOT

Como si Estación Central fuera el tiempo y toda esa gente colgando de las micros, o detenidos alrededor de un carro de frituras, comentaran un asalto con el cabo de guardia

o como si un repartidor del Boston Evening, se meciera en un trigal, más allá de los últimos vientos,

cuando el profesor, luego de revisar por tercera vez su carpeta, entra a un local de comida rápida, y ve por los ventanales, como la lluvia moja los suplementeros

y los paraguas son el ballet de amapolas negras, que ven pasar los desaparecidos en los trenes de la tarde

y los ambulantes improvisan refugios de plástico, o huyen con su mercadería, como si las escaleras fueran el tiempo y un indigente del tren subterráneo, recitara los yambos del fin del mundo, a los que suben y bajan, como si llegar fuera una posibilidad.






ESTACIÓN CENTRAL 23:00 HORAS

En los alrededores de Hotel Condena
un flaco escritor que morirá de tisis
vende películas porno
y toca el acordeón de los desesperados

pues la mujer oriental ha pasado llorando
con la puntualidad de los crímenes
bajo balcones donde se llenan de humo
las camisetas

y sobre la tumba de las palomas urbanas
los guardias de seguridad usan sus radios
para pedir auxilio al murciélago del deseo.







TEATRO MUNICIPAL DE VALPARAÍSO

Un viejo cantor popular, neo clásico y tinto
recibe los gritos del fervor chucheta
post siglo XX
con aires de motín, coro griego de cantina.

El teatro es del futuro, con topless y ópera gore
escaleras de mármol y ángeles de yeso.

El cantor simula mear al público
y él aúlla como conscripto luego de la golpiza.

y la galería responde borracha, cosas como ¡estamos
contigo Tito! ¡Lonconao! ¡Lonconao! gritos para llamar
a terneros perdidos, gritos para no morir de frío

pues un aire polar recorre las familias
una lejanía de los decorados, ya que en el escenario
madame Buterfly eructó al virrey de los choferes

& Duchamp & Tzara & Kandinsky, protagonizaron
la sátira de los viejos dadá
y un retrato pop de la virgen de las cavernas.



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