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domingo, 19 de junio de 2011

4136.- PABLO ANADÓN


Pablo Anadón nació en Villa Dolores (Córdoba), el 29 de junio de 1963. Ha publicado, en poesía: Poemas (Colmegna, Santa Fe, Primer Premio “José Cibils” 1979); Estaciones del árbol / Stagioni dell’albero (Il Nuevo, Vecchio Stil, Córdoba, 1990, traducción al italiano de Oreste Macrì); Cuaderno florentino y otros poemas italianos (Università degli Studi della Calabria, Rende, Italia, 1994); Lo que trae y lleva el mar – Poesía 1978-2003 (Rubbettino, Soveria Mannelli, Italia, 1994); La mesa de café y otros poemas (AMG Editor, Logroño, España, 2004) y El trabajo de las horas – Poesía 1994-2004 (Ediciones del Copista, Col. “Fénix”, Córdoba, 2006).
Es autor de las antologías críticas Poetesse argentine (Plural Poesia, Acquaviva Picena, Italia, 1994), El astro disperso. Últimas transformaciones de la poesía en Italia. 1971-2001 (Ediciones del Copista, Col. “Fénix”, 2001, Premio de Traducción del Gobierno de Italia) y Señales de la nueva poesía argentina (Llibros del Pexe, Oviedo, España, 2004). Ha publicado traducciones de Dante Alighieri, Giuseppe Ungaretti (El Dolor, Alción,1994, en colaboración con Esteban Nicotra), Vittorio Sereni, Alfonso Gatto, Mario Luzi, Giorgio Caproni, Wallace Stevens, W. S. Merwin, etc.
Vivió entre 1987 y 1994 en Italia, donde fue becario en la Universidad de Florencia y docente en la Universidad de Cosenza. Doctor en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba, vive actualmente en Alta Gracia y trabaja como profesor de Literatura Argentina y de Literatura Hispanoamericana en la enseñanza universitaria. Ha fundado y dirige desde 1997 la revista de poesía y crítica Fénix y la colección de libros del mismo nombre.



Desayuno

Esta mañana de verdad me bastan
pocas cosas, sabidas y preciosas:
el humo y el sabor del café negro
en el tazón azul sobre la mesa,
entreoír la presencia
de la mujer y de los hijos
en la respiración acompasada
que late en las habitaciones;
las ventanas de par en par abiertas
a la luz y los árboles de octubre,
y ahora, hace un instante, descubrir
esos brotes primeros del geranio
rojo que traje de la casa blanca,
del patio aquel donde jugué de chico.

El trabajo de las horas, Ediciones del Copista, 2006.





Traduciendo a Robert Frost

“One luminary clock against the sky
Proclaimed the time was neither wrong nor right”
R. F.

Es más de medianoche
Y en mi sillón de siempre
A la luz de la lámpara, traduzco
O intento traducir a Robert Frost.

Toda la casa está en silencio;
duermen los hijos, duerme la mujer.
Paladeo el tabaco de la pipa
Y las palabras de sabor antiguo

Y nuevo: I have been one
Acquainted with the night.
Tintinean los hielos en el vaso
De oro líquido. El oro de las horas

Tintinea en el alma, con un eco
De eternidad. No encuentro las palabras,
Pero así desearía que me hallara la muerte:

con mi libreta y con mi lapicera
Jugando al juego de la poesía
─Que, como bien sabemos,
es un juego bien serio─:

Viejo de cuerpo pero en alma un niño
Que convierte el dolor que lo desvela
En historias soñadas que se cuenta en silencio.

La desdicha del hombre, y este amor que agoniza,
se aquietan en el cuadro azul de la ventana:
un reloj luminoso contra el cielo
Proclamaba que el tiempo no era malo ni bueno.






El ruido de la segadora

De pronto el ruido de la segadora
Se ha acallado, y entonces percibimos
Que nos ensordecía. Y entreoímos
En la mente el latido de esta hora
Silenciosa del campo… Hay una hora
Así en la vida, cuando lo que fuimos
Por años, se detiene, y descubrimos
Que esa voz que se apaga y se demora
Es la nuestra. Sentado en el sillón
De mimbre viejo en el umbral de casa
He traído de nuevo al corazón
Tanta cosa querida, y en la escasa
Luz del día he rezado una oración
Por vos, por mí, por lo que fue y ya pasa.







Regreso a oscuras

Por la noche, regresa
Tambaleando a su cama.
A oscuras va tanteando
Con las manos delante, como un ciego,
Paredes, muebles, llaves
De luz, que va prendiendo y apagando,
Como si todo eso no estuviera
Todavía grabado en su memoria.
Da finalmente con las sábanas
Blancas, fragantes de jabón en polvo,
Y se desliza junto al cuerpo tibio
De la mujer dormida. Y se abandona,
Libre de ser ese que ha sido,
Y reclina su sien sobre la almohada
Sin fin del universo.







Recolección nocturna

El ruido de los frenos en la noche,
Los gritos de los hombres, el crujido
De vidrios que se rompen, algún coche
Que toca la bocina, y el sonido
De las botas que corren en la escarcha;
La máquina que zumba y que rechina,
La voz que dice “¡Vamos!”, una marcha
Y el camión ya se pierde por la esquina.
Es la hora en que pasan por aquí
A buscar la basura. Son las dos,
Y ahora hay silencio y luna y soledad.
Yo pienso en otra calle en la ciudad
Donde aún no han llegado. Pienso en vos
Y en la casa, la nuestra, en que viví.







Noches de invierno

Salvo por el talento
Ya me voy pareciendo
A esos viejos poetas orientales
Que transformaban su melancolía
En monedas de luna
Que valen lo que entonces ya valían
No obstante siglos de devaluaciones.

Salvo por el talento, digo, entonces
Me parezco en las noches
Que paso junto al halo de la lámpara
Y al calor de los leños
Tomando té y hablando
A solas con los vivos y los muertos.

De todas estas horas, ya lo sé,
En excesiva intimidad
Con el silencio,
Me queda lo que queda en el hogar
Cuando despunta el alba.
¡Pero cuánto
Que ha ardido la madera del alma en esas llamas,
Cuánto universo amado y consumido
En pensativo sueño, mientras gira
Este cielo del sur en la ventana
Hacia otros horizontes de luz y de ceniza!

Yo sé muy bien que nada
De mí puede quedar, pero en las noches
Soy un viejo poeta que amoneda
La pena y la alegría de vivir
En transitoria eternidad de luna
Que se extingue en el sol de la mañana.
No puedo pedir más, salvo el talento.







La luz

…más luz…
Goethe


La luz del sol, la luz al mediodía
En el cielo celeste, casi blanco,
Cruzado por el grito de unos loros
Y el planear en descenso
De una paloma sobre la palmera.

Heme aquí, paladeando estas palabras
Como sorbos del agua más dulce y transparente,
Dejándolas fluir a la garganta
Y a la blancura del papel
Como un hombre que pide más luz a las ventanas

Cuando la luz se va ya de sus ojos.

(De "Estudios de la luz", Editorial Pre-Textos, Valencia, España, 2010)









EL BASURAL

Es real esta mañana
de marzo la metáfora
de la flor que en el medio
del basural entreabre su lánguida corola.

Manida, melancólica verdad
de nuestras vidas y de nuestros
países, que no pueden
parir una criatura de belleza
si no es entre los muslos
de la materia muerta, putrefacta.








FINAL DEL DIA

Así debía ser, como de pronto
levanta el vuelo la paloma
en un aplauso breve de sí misma

(De “El trabajo de las horas”, Colección Fénix, Ediciones del copista, Córdoba, 2006)







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