MATTEO FANTUZZI
(Castel San Pietro Terme, Italia, 1979)
Es redactor de la revista Atelier. Colabora con la revista Le voci della Luna y con el Annuario di Poesia de la editorial Castelvecchi. Ha publicado sus poemas en varias revistas de poesía como Nuovi Argomenti, Yale Italian Poetry, Specchio del periódico La Stampa, Gradiva, Atelier, etc. Sus textos están incluidos en numerosas antologías. En 2008 salió su primer libro de poemas, Kobarid (Raffaelli Editore, Rimini).
Estos seis poemas son inéditos en español.
Traducción y nota: Emilio Coco
TENGO que tomar antipsicóticos,
es lo que me ha dicho Nazzoli en la clínica.
Los motivos los conocéis ya:
tengo reacciones descompuestas y ataques de pánico.
A veces me parece que alguien me mira fijo
en el autobús, y es entonces cuando intento
romper el vidrio escapándome en la calle.
Simulo ser un terrorista dos veces cada año,
amenazo al conductor con el cortaúñas,
le digo que me lleve a Piazza dei Servi:
él ya me tiene presente (es el mismo desde hace años)
me baja deprisa en el lugar solicitado
se disculpa con la gente en el vehículo
y arranca. Riendo.
Porno
Me muestras tu cuerpo, me alcanzas una pastilla
dices “así hay menos tiempo refractario” sonríes
y me seduces entre telecámaras y técnicos de estudio
mintiendo, sabiendo que mientes:
aúllas de un placer que no sientes
muestras tu flor como la cosa más preciosa
justo el tiempo de inducirme a entrar
de cumplir.
PARECES una Virgen entre las luces de la Iglesia,
contrita, dolorosa, traspasada por puñales
alrededor del corazón: tienes un vientre que no se descompone,
no se mueve.Y mientras miras hacia otra parte y doblas
tu cuerpo se abren tus vestiduras y descubres la cadera.
Y pierdes aún sangre y pareces no hacer caso,
mientras te rindes o mejor no te opones
a lo que ha ocurrido y aún ocurre.
Te arrodillas y humillas el rostro.
ERES hermosa. Pero de una hermosura que casi no se imagina,
casi no se toca. Entras en mi habitación y pones el gotero
por encima de mi cabeza que lleva dentro mi comida.
Luego de vez en cuando me desnudas, y lavas con esmero mi cuerpo, cada parte
mi cuerpo que ya no se mueve desde hace años
ni siquiera comunica, sólo me queda la mirada:
—si pudiera yo hablarte, Dios mío, qué hermosa eres—
aunque (soy sincero) podrías ser también mi hija,
tendrás alrededor de treinta años quizá más y nunca
te has dirigido a mí, pero yo te miro y entretanto me nutres
o me asperjas y no puedo sino amarte.
TIENES que volverte más agresivo en el trabajo
porque ahora también lo de segunda mano pega fuerte
y casi en cualquier parte surgen outlets;
tienes que ir (tú ya me entiendes) en los lugares del dolor,
en una clínica oncológica, por ejemplo, y decir:
“¿Acaso es usted incurable? ¿Y cuánto tiempo le queda?
¿Un año? ¿Y en su ataúd, ha pensado ya? Yo los vendo desde hace veinte años,
importo madera de Suecia, soy experto, cuesto poco”.
Mejor aún, tendrías que esforzarte y llamar
puerta a puerta en el pueblo, y preguntar a quien te abra
si acaso conoce a alguien que haya muerto
o que esté a punto de hacerlo o si aquél, de antemano, (aunque con óptima salud)
no quisiera ya elegir la caja.
Porque “aquélla”, total, llega y no perdona,
y entonces, que tu ataúd sea, al menos, barato y esté bien trabajado,
sea de buen gusto, esté hecho a mano, por un experto del sector.
DÍMELO mamá:
que soy guapísima como las bailarinas en la televisión,
aunque en clase me llaman
mono y me echan cacahuetes.
pero tú dímelo, dime que yo soy
inteligentísima mejor que mis profesores
que me gritan “tonta, ¿por qué no comprendes que es tan sencillo?: ¡es obvio!”
que me han confiado a una tía que enseña las cosas más sencillas.
y yo te ruego tú dímelo: dímelo
mamá, te ruego, y deja de llorar. basta.
[http://www.elcoloquiodelosperros.net/numero22/esp22ma.htm]
No hay comentarios:
Publicar un comentario