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lunes, 31 de enero de 2011
3146.- JULIO RIVERA CROSS
Julio Rivera Cross nace en Jerez de la Frontera, Cádiz, y reside actualmente en El Puerto de Santa María. Se licencia en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid, y trabaja durante años como pedagogo-orientador de un equipo de apoyo al Sistema Escolar.
Como letrista-compositor escribe temas para discos de Diego Carrasco, Pansequito, El Perro de Paterna, Ana Peña, El Garbanzo, Rancapino, Luis de la Pica…
Como poeta fue incluido en la Antología Breve de Poetas Andaluces, editada por el Ayuntamiento de Moguer con motivo del homenaje a Juan Ramón Jiménez. Publica junto a Miguel Ramos y Antonio Enrique en la Colección Albahaca Último Oficio. Al año siguiente, El Fuego de su Música en la colección de la Librería Antigua Guadalhorce de Málaga, dirigida por Ángel Caffarena, y posteriormente Ruedas en la colección El Ermitaño. En el año 2000 publica en Eje Editorial de Jerez Al Sur del Sur (Encuentro con Marruecos) fruto de sus viajes a ese país, recomendado por la revista Qué leer. Fue premiado en el 2004 con el Premio Internacional de Poesía Erótica Cálamo en el Principado de Asturias por Caminos por tu cuerpo. En 2005 ve la luz La Piel del Tiempo gracias a la ayuda a la creación recibida del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, editado por Editorial Beta. Habitación en la Tierra ha sido publicado en la colección de EH Editores Hojas de Bohemia en el 2.006.
Incluido en el libro Estrecho (una poética de la solidaridad) editado por el Servicio de publicaciones de la Diputación de Cádiz coordinado por Jesús Fernández Palacios. Recogido en la antología La Plata Fundida( 25 años de poesía gaditana), editada por Quórum Editores. Publica poemas en numerosas revistas, ha dado recitales varios y colaborado en el programa Juan de Mairena de la Junta de Andalucía, Poetas en el Aula así como en el proyecto virtual Las afinidades electivas con página web del mismo nombre. Dirigió durante muchos años la prestigiosa Tertulia El Ermitaño así como su colección de poesía.
Su poética se puede resumir tal como a él mismo le gusta decir: “Mi voz son muchas voces, la de todos, siempre intentando taladrar, inquirir, colocar las sílabas en la mente del lector, llegando al lugar más sensible de ti: Belleza y Verdad son mi ecuación.”
ESA COMÚN ESENCIA
Esa intuición de que la eternidad
sea sólo eso:
un estado sin conciencia;
materia helada sin memoria,
vacío de un vacío, hibernada materia
como insecto atrapado tras un cristal de roca,
parece que une a lo que existe.
No una meditación,
tarea que despliega el espíritu,
ese horror a diluirse en la colmena abstracta de la especie,
pura necesidad que mueve
al linaje insatisfecho de los hombres,
sino esa proclividad en consumirse,
tentación del vacío más absoluto,
muerte de la muerte de lo que sólo
fue por repetirse.
Pues si algo aliga a todo cuanto existe
no es sólo sed de ser, hambre de Dios,
perpetuarse a cualquier precio,
sino vulnerar la ley,
caer por la grieta de la Nada.
Y en brazos del olvido
no sentir nunca más el grito desgarrado
de los átomos,
el lento derretirse de la carne.
Centro de la herida.
La paradoja que se nutre de si misma
en la servidumbre que significa
seguir vivos.
NUESTROS PEQUEÑOS MUNDOS
Miras despacio el contraste del verde
de la pared con el dorado viejo
del marco; el tosco, humilde y torpe
diseño de las sillas; el temblor del geranio
en el alféizar, mientras oyes
los pequeños pies
de la lluvia
bailando afuera...
Y en esa sencillez
parte de ti ves reflejada:
el trabajo y experiencia humanos
por incontables siglos.
Y sientes compañía. Te percatas
de que nadie está totalmente solo,
pues todo a nuestro alrededor musita,
aunque con voz y vida que no son humanas.
Es como volver al antiguo encantamiento
de nuestros ojos infantiles inaugurando el mundo:
los nervios y nudos de la madera
con sus caminos de bosques y vientos;
el dibujo geométrico del azulejo;
el esmalte de las vajillas,
los exactos, metódicos tejados.
El espejo donde descansa nuestro rostro.
Ese mundo íntimo que ignoramos distraídos,
que sin urgencia de dominio
nuestra atención reclama
ofreciéndonos su secreto inaprensible.
SÍ BASTA
Pero sí basta.
Este estar brevemente vivos.
El perfume del viento y su misterio oscuro.
La alegría sin fe. El triunfo de estar vivos.
La canción de las aguas. El murmullo del bosque.
El violeta crepúsculo de un ocaso rendido.
Este estar en el mundo.
Aunque sepamos la derrota del desengaño.
El fracaso de tanta trascendencia.
Nadie se ocupe de nosotros
y nos esté esperando el barro en su seno profundo.
Pues aun sin ángeles ni dioses
hay una desmesurada belleza
en todo lo que nace,
leal a la vida mientras dura,
la realidad de una materia
que en su devenir se afirma, se intuye,
y extiende su hermandad a cuanto existe.
Sí. Sí basta.
Como también basta la Nada,
su silencio profundo,
el lento derretirse de la carne,
los porqués sin respuestas al filo del espíritu.
(Del libro “De barro en carne viva”)
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