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lunes, 24 de enero de 2011

3074.- MANUEL PARRA AGUILAR


Manuel Parra Aguilar (Hermosillo, MÉXICO, 1982). Comerciante y mecánico automotriz. Realizó estudios de Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha publicado poemas en distintos medios electrónicos, así como en las revistas impresas Punto de partida, Tierra Adentro, Acequia, Estepa del nazas, Cultura de VeracruZ, Artemisa, Yuku Jeeka, Cantera Verde, La porte des poetes, Revista Azahar, Revista Nombre. Premio Internacional de poesía Oliverio Girondo 2005, organizado por la Sociedad Argentina de Escritores, SADE delta bonaerense, San Fernando, provincia de Buenos Aires, Argentina. Mención de honor en Concurso 37 de revista Punto de partida, UNAM, 2006, XXIV Juegos Florales Universitarios 2006 de la Universidad Autónoma de Campeche y en el Premio Regional de Poesía Ciudad de la Paz 2008. Editor de la sección poética de la revista literaria La línea del cosmonauta.






Poemas

EN EL MEOW MIX CAFÉ
la joven mesera llena por
tercera ocasión tu taza.
“excuse; the annoying smoke to the cats,
cannot smoke in this area”
te dice con imperfecto
inglés antes de marcharse.
Y tu estrategia de conversar
con ella se viene a pique.

En verdad no es tan cruel abril:
cada vez recibes café sin tanto pelo.







LA MUCHACHA DEL BARRIO
latino no abraza por temor de verse indiscreta
en la última despedida de su colchón
Selter and company.
Se enamora de tan poco
que al calor del dulce hogar
temo preguntarle cualquier cosa acerca
de su cambio. You also want to me, mattress?
pregunta.

Sé que ella ama a los gringos por ser hermosos.









YO ME SENTÍA UN
extranjero más en Eindhoven
y ella no parecía más conmovida que yo
en aquella durísima temporada de invierno.
“Prueba a llamarme Helen”,
dijo su gafete sin mover los labios cuando me le acerqué en la barra de la estación.
En el ruido predecible del tren se escondieron ligeramente las palabras.

¿Puedo decir que en verdad la conocí?

Llevaban sus cachetes la dura quemazón de los países bajos.

Ahora los árboles habrán crecido y serán de nuevo interminables.

Le ofrecí el café más oscuro que pude conseguir por 2 euros.
La boletera me despidió con un “Buen viaje, norteamericano” para el camino.
Esto sucedió en Eindhoven








SÓLO HORAS DESPUÉS
llegamos al Café house,
edificio en construcción de la calle
Quiroz y Mora,
allí donde el viento arrancó algunas flores disfrazadas de petunias
y derribó retratos de manzanas estilo René Magritte.

Tú y yo

puestos a trasluz de locos ventanales donde no entró el frío,
sus cuatro horizontes dibujados en tu blusa color de agua, ¿te acuerdas?
En los casi no siempre delicados servicios del mesero,
el aroma del café con los terrones de azúcar morena
y el 10% de propina, ¿qué importa ya si no canta Barry White?

Helen, ¿a dónde iremos al próximo verano?








LA CALLE TIENE UN OLOR
a sexo quemado a eso de las cinco de la tarde.
Hay puentes y horizontales frutas amarillas. Un parque enorme donde tú puedes descansar.
El invierno dobla siempre por donde no debe,
pero Alexander, Nicolás y yo tenemos un grado de más
al mirar los duros pezones de las colegialas de Lomonossov.
Un viento frío hiela los pies de los pájaros de las faldas de las muchachas.
No he visto otra montaña en Rusia, salvo la Montaña de Gorriones.
Temo que no exista ciudad más roja que Moscú.

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