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lunes, 17 de enero de 2011

3020.- IDOIA ARBILLAGA

IDOIA ARBILLAGA (España).
-Lda. en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante en 1997.
-Dra. en Crítica literaria, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la misma Universidad en el año 2003. Impartió clases en dicha universidad entre 2000 y 2003, al tiempo que disfrutaba de una beca de investigación durante esos 4 años.

Libros publicados:
- (En colaboración), Comparatismo y Ciencia: el abate Juan Andrés, Madrid, Asociación Española de Eslavistas, 1996
- Estética y Teoría del libro de Viaje, Málaga, Analecta Malacitana, 2005.
- La Literatura china traducida en España, Alicante, Universidad de Alicante, 2003.
- Ediciones publicadas (en colaboración): Juan Andrés, Cartas Familiares: Viaje a Italia, Madrid, Verbum, 2004.

Reseñas y Artículos: Alrededor de 40 artículos y reseñas en Prensa especializada de Filología.

Ha participado con sus trabajos críticos en distintos congresos de distintas universidades españolas: acerca de Antonio Gamoneda, Diego Jesús Jiménez, etc. En breve, presentará una ponencia en la Real Academia de España en Roma.


Profesora de Enseñanza Secundaria del Instituto Poeta Julián Andúgar de Murcia. Asignatura: Lengua Castellana y Literatura. Funcionaria desde 2006.

Actualmente es colaboradora semanal del diario “La Razón”, desde 2007. Ha publicado alrededor de 150 columnas de opinión en dicho periódico.

Su primer poemario, Pecios sin nombre, resultó entre los 10 finalistas del premio Adonáis en 2008.

Buceadora formada desde 2005 (110 inmersiones –hasta verano de 2010-, en el Mediterráneo, Mar Rojo, Mar Adriático, etc.).




POEMAS DE:
PECIOS SIN NOMBRE, AMARGORD,
COL. FRAGMENTARIA, 2011 (EN PRENSA).


SEÑALES

Hechizo el de tu piel anaranjada,
que ha incendiado los cobres de mi pelo.
Líbrame del cristal de su señuelo,
las señales que tejen tu mirada.

Miénteme con tus dedos, irisada
me embriagas la cordura y el anhelo.
Versos tuyos son luces y cae el velo:
tu razón la moneda más versada.

No juegues con los sueños de mi boca
al mezclar en mi azúcar tu veneno,
esquivo el roce ambiguo que me toca

parece dulce curva, y es tu seno.
No pruebes mi entereza porque es poca
no enredes piel y entrega con el cieno.








CRISTALES EN EL FUEGO

La mañana me ha llenado de cristales la memoria:
un hombre ungido en barro se desmorona a mis pies,
la mujer hecha de arena que no borra nunca el tiempo,
una cueva femenina que fue origen del mundo,
muerta y clausurada me abandonó a mi suerte.

Has trazado un círculo alrededor de mi cuerpo,

soy un naranjo viejo y torpe, con el alma disecada.
Hitos varios nos circundan:
tres plumas blancas, el seno mustio de una anciana,
tres maldiciones, un peine enfermo de nácar.

Brasas de un amor-cangrejo que aún aprietan con sus pinzas.

Has encendido la hoguera donde me harás arder
en carbones naranja (felicidad, sopor).
Y el tronco me reverdece libre de sombra y cenizas
cuando aprietas mi vida en tus llamas,
fuego y purificación.









ODA A EROS

Si se tratara sólo del latido,
membranoso y fugaz, de la carne y los huesos,
o la azarosa química
que se desata a causa de inciertos referentes
(recuerdos, quién sabe, de un padre o de una madre,
recuerdos pueriles de un niño de la infancia).
Si fueses el instinto que traje de una cueva,
don de hembras inquietas buscando un esposo,
o fueras el residuo de la naturaleza que busca procrear;
si fueras sólo, Amor,
un regalo sin magia que busca nuestras cópulas
para forjar futuros,
si sólo fueras eso y no el almíbar blanco
que se enciende en mis venas cada vez que lo miro.
Aunque eso sólo fueses, Eros,
y no las cien abejas que hormiguean en mi alma
cada vez que él me besa,
yo seguiría en el mundo haciendo sus caminos
con la esperanza cosida en los pliegues de mi falda
yo seguiría bebiendo el agua de las manos
que hicieron de este cuerpo mujer enamorada.








EL BESO SOLITARIO

Primero señales tiernas en las esquinas del cuerpo,
reconocer las dunas, dorado escurridizo,
con el pulso del agua entre los dedos.
Una inmersión al fondo de mi mundo
con la receta antigua apretada en la mano,
unos acordes suaves
entre el cobre espeso.
Quiero esperar a ciegas muy despacio
y presentir el agua que se crispa,
y remover las brasas que se pierden.
Quiero que rinda al alma el oleaje
mientras me venzo sola,
mientras me pierdo al fondo de mi túnel
con el sabor salado del solitario beso






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POEMAS DE:
AUSENCIAS (Inédito)






EL REGRESO

Hay un umbral de pasos que te lleva
hasta la memoria,
que es el mar. Y se hace gozo de peces,
caracolas, algas, y esponjas de cal violeta, en sus inicios;
mas pronto se vuelve sima de océano baldío e infecundo,
roto de olas, seco.
Tornándose en relieve, máscara de una tierra sin verdad,
barro de ausencias.
Se vuelve el caminar pesado, duna adentro,
sondeando el horizonte abrupto. Y el arenal sin océano
se vuelve cota engañosa, de esqueletos de abejas y posidonias mudas,
resto falaz de la vida, que ya no habrá de volver.
Se detendrán los pasos en la fosa marina, sueño de un mundo abisal.
Realidad oscura y sedienta
que quiere hacerte retornar. Mas es tarde,
se aquietan los pies, enmudecen los cuévanos
sin cosecha.
No encuentran los pasos el camino
de la vuelta a lo vivido,
no hay regresar.








CARPE AESTATEM

Un vendaval ardiente agita muslos;
esclavos fervorosos del verano,
son cuerpos prisioneros de lo arcano,
amasan sol y sed, quiebran lo oscuro.

Rehuye al ciego guía, el miedo astuto;
no llegue el vil septiembre y su desgano
halle marchito un cuerpo tan lozano,
reseco por cobarde y por ayuno.

Atraca las despensas de tu sangre,
exprime los latidos de la tierra,
la savia de la vida está en tu carne.

Y cuando en el tormento de la espera,
ese monstruo se encienda de tu hambre
abandónate al quite y date guerra.










He descubierto los alacranes del silencio,
y sus manos gravitan como copas de árboles.
La tristeza de los peces
verdea en un musgo cada vez más sólido.
Las esquinas del amanecer.
recrean el horizonte debajo de una piedra.
A tus pies se amontonan pedazos de ti misma,
cascotes del alma,
derribos de ausencia.










CALA VARADERO

Un aluvión de ceguera
ha iluminado los cuerpos,
desengañando cometas
y laberintos de un ojo.
Almas de los niños muertos
deambulan por esta playa;
funestas voces resuenan,
carcajadas infantiles.
Se encendieron las hormigas:
Suena la paz de la muerte.

Existe un lugar aquí,
en el centro de este espacio,
donde se arrebata el cielo,
que se inclina hasta sus pies
y se rinde al mar, curvado.

Existe un lugar aquí,
donde se escuchan los órganos
de la tierra, y los hilos
estelares lanzan luz
desde el vacío.

Olas gigantes azotan
rítmicamente ciudades.
Los jóvenes beben vino
mientas esperan, una a una,
sus muertes.

Existe un lugar aquí,
en donde ya me sé muerta,
ya me he ido y donde soy
lo que era, no nacida,
eterna.



[Agradezco a Idoia la selección de los textos
para esta antología]

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