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lunes, 8 de noviembre de 2010

1956.- JOSEP M. RODRÍGUEZ

Josep M. Rodríguez nace en Súria, Barcelona, en 1976. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Lleida. Ha sido incluido en diversas antologías, entre ellas, Inéditos, de Ignacio Elguero; La lógica de Orfeo, de Luis Antonio de Villena, y Veinticinco poetas españoles jóvenes.

-POESÍA:
Las deudas del viajero (1998).
Frío (2002).
La caja negra (2004).
Raíz (2008).
A caixa negra, traducción al portugués de Manuel de Freitas (2009).

-ENSAYO:
Hana o la flor del cerezo (2007).

-OBRAS TRADUCIDAS:
Kobayashi Issa: Poemas de madurez (2008).

-ANTOLOGÍAS:
Yo es otro (Autorretratos de la nueva poesía), (2001).
Alfileres (El haiku en la poesía española última), (2004).






FRÍO

Llueve
en mitad de la noche,
como si aún fuera posible más oscuridad.

Puedo escuchar el agua que araña los tejados
y convierte las calles
en grandes venas negras.

Lentamente,
me acerco a la ventana y sólo encuentro
oscuridad
y agua:

el fondo de un océano.

Sin embargo,
es todo tan hermoso y tan extraño
—¿recuerdas?—
como rozar la piel de un tiburón.

¿Por qué darle un sentido a cada cosa?

La noche y su hemorragia incontenible, por ejemplo.

Sé que el agua es un vínculo
entre tú y yo,

y que el sol de mañana
mostrará con orgullo
la enorme cicatriz del horizonte.

Pero ha de ser mañana,
porque si no hay mañana nada importa.

( De “Frío”, en La caja negra, Valencia,
Pre-Textos, 2004, pp. 32-33).




INTERSECCIÓN

Como el ciego delante de un espejo,
mirando sin ver nada,
acercando sus manos
al reflejo
de sus manos

Así,
saberme yo también desconocido.







LAS NUBES

Miro las nubes,
nubes como de anuncio de dentífrico,
y el sol,
mostrando la arrogancia
de un gran diente de oro.

Es la boca del día,
que mastica mi tiempo de hacer nada
tumbado en esta hamaca
que es ahora la vida.

La sonrisa del cielo son las nubes.
Es verano y no dejo de mirarlas
consciente de que en más de una ocasión,
aunque no lo recuerde,
he dejado escapar tanta belleza.

La sonrisa del cielo son las nubes.
Existe um cementerio em su memoria.




TRAZOS

En lo alto
um avión traza su estela,
dibuja su destino

igual que el mar,
cuya estela es la espuma de la playa,
el reverso
de esa línea que es el horizonte.

Yo contemplo mi sombra:

de noche se hace eterna y cubre el mundo.






Pasión y muerte de San Sebastián

Por el hueco entre algunos edificios
cada mañana acecha el horizonte.

Los tejados igual que una escalera
que me lleva hasta Dios,
y su herida sin fin
por la que el día
sangra.

Es un lugar
donde la carne deja de ser carne,
para volverse fe,
interrogante,

duda.

Es un lugar que existe y que no existe,
como la sombra
del pájaro más alto.

Miro el horizonte
y en ese gesto aprendo claridad.

Atado al frágil tronco de este día,
cada rayo de luz
juega a matarme.






Símbolo

Los olivos expresan el dolor:
giran sobre sí mismos,
se retuercen,
igual que un ejercicio manierista.

Hay un olivo cerca de mi casa
y, aunque sé que el dolor es contagioso,
me gusta compartir su soledad.

En ocasiones,
parece sugerirme
el esfuerzo final de alguien que se está ahogando
y que alarga la mano
como creyendo en Dios.

Si cerrase los ojos
llegaría a escuchar su oscuro grito.

Pero no,
no hay más grito que el tiempo
que gotea desnudo a medianoche.

Árbol mudo,
¿por qué extiendes tus ramas hacia mí?
Envejece el silencio en tu interior
y no me queda mucho que decirte.

Hoy contemplo el olivo
y soy yo el símbolo.



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