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domingo, 7 de noviembre de 2010

1924.- JUAN ANDRÉS GARCÍA ROMÁN

Granadino licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada.

Ha dedicado su Período de Investigación Titulada a la poetisa Ingeborg Bachmann con el trabajo Entre el silencio y la utopía del lenguaje: aproximación a la concepción poetológica de Ingeborg Bachmann .
Fue miembro en septiembre de 2009 del taller de traducción literaria La Manzana Poética que organiza la Universidad de Córdoba bajo la supervisión de Francisco Gálvez y Bern Dietz, que este año estará dedicado a poesía alemana contemporánea y contará con las presencias de MONIKA RINCK e JAN WAGNER. El objetivo de este encuentro de una semana de traducción es la publicación, con los resultados de las reuniones, de un volumen antológico de la obra de cada uno de los autores invitados.
Ha publicado artículos críticos y reseñas en diversas revistas como Quimera, Turia, El Maquinista de la Generación, La Estafeta del Viento, Paraíso o Azul.
Y ha publicado poemas en las revistas Salina, Turia, Barcarola, Extramuros, Paraíso, Salamandria , Prima Littera, Ayvelar.
En breve, otoño del 2009, vera la aparición su traducción y edición crítica de la novela vanguardista de CARL EINSTEIN Bebuquin o Los diletantes del milagro en la editorial madrileña Antonio Machado Libros, Colección Acuarela, así como la del ensayo Lo grotesco de Wolfgang Kayser, también para Antonio Machado Libros.

-POESÍA:
2002: Querido Jinete Azul, no volveré a escribir cartas tan tristes
2004: Perdida latitud
2004: Soledad que da al mar
2005: Las canciones de Lázaro
2006: Launa
2008: El fósforo astillado




MIRADA DISTRAÍDA (ZERSTREUTES HINAUSSCHAUEN)

Para Juan E. Wilhelmi

I (En un tren hacia Klagenfurt, estación de Hallein, aledaños de Salzburgo)

Mediodía, pero el copo cae en el copo.
Un cuervo vuela a la escritura de la palabra marzo -Hallein-;
sus alas en la nieve abren y cierran las puertas de los bosques.

Quién hay, quién vive aquí, ya sin otro destino
que la mirada allende el acebal,
quién vive aquí

y qué vamos a hacer en estos días de primavera
con la nieve en el ala más temprana.
Continúa el trayecto y la pupila, viejo néctar de mirlos y verano
se licúa en la nieve, también sin esperanza.

II

Escucha, tiene nombre:
por eso es roja y ocre y amarilla
esta pluma
clavada así en mitad del invierno,
como una semilla:

ha hecho un ligero hueco entre la nieve,
la ha derretido a fuerza de color
y de forma.








ESPACIO DE TIEMPO (fragmento)

con los ojos cerrados,
con los ojos como tragados
Rilke

(… …)

Mira la luz: quiere barrer bajo las alfombras y los párpados,
está buscando su fondo dentro de ti, quiere cerrar su elipse,
jugar a morderse la cola como los perros tontos.
La luz blanca es la única cosa capaz de penetrar sin romper el himen de tu muerte:
eso que los poetas del XVI con sus gorgueras llamaban «el velo mortal».

No temas, el instinto es un avecilla que, aunque vuele,
está atada con un cordel al índice: un globo o un anillo,
un precioso juguete victoriano.
¿Un telón dices? ¿Un fondo? ¿No dijiste que tus poemas estaban ciegos?
Pero mi sensibilidad es de un solo uso —he contestado,
deberíamos tener un corazón de belcro y colocarlo sobre el pecho
como los espadachines que se entrenan,
esconder en el bolsillo de la camisa un as de corazones.
El himen de tu muerte...

Porque, en realidad, estás pensando en el alcohólico con cara de
ángel en la estación.
Sí, llevaba un jersey de mujer,
tenía un carro de la compra y blandía un paraguas.
Parecía un caballero andante. Él era don Quijote y el carrito su Sancho.
El mendigo estaba en el suelo cubierto de radiografías.
Le hablaba a su tumor, decía: Ah golondrino, golondrino,
cierro los ojos mucho y te veo,
cierro los ojos con todas mis fuerzas,
pongo los ojos «como tragados», como decía el poeta, y te veo:
estás en mi interior, entre el matorral de mis costillas o quizás más abajo y
contemplas desde dentro cómo mi ano sale y se pone cada día
como si fuese un astro, la luna.
¡Ah golondrino, golondrino mío!

Hazme un favor: olvida hoy los extremos, el origen.
Tú lo dices: despegarse la herida como una pegatina.
Los boxeadores se hacen extirpar el tabique nasal:
es lo que la poesía debiera hacer con las mayúsculas.
¿Qué hemos venido a ver?
Los basares del arco iris hundiéndose en el humus repleto de lombrices.
Y mira allí:
el horizonte se rompe como una tabla que quiebra un karateka.
Las copas de los árboles son ruedas espirales:
unas empiezan donde acaban otras,
iguales a esos tornos cilíndricos con oración escrita de los templos budistas,
los que hay que hacer girar pasándoles la mano.
Arráncales la verticalidad a los árboles, haz como con las estrellas,
tira del humus como de un mantel y que los árboles se queden
de pie como copas, como excepciones. La estructura que regresa,
lo contrario de un estado, la estructura de una excepción. Algo
que no exista, pero tampoco que muera: algo que no nazca.

No las raíces que unen los árboles al suelo, sino la horizontalidad
sin límites.
La verdadera raíz de un árbol son sus pájaros, su procesionaria, sus
plagas, el esqueleto sacado afuera como guirnalda.
Eso es: ¡una guirnalda fotófoba!

Ves los coches pasar, las ambulancias...
¿Puedes dejar de hablar ya de la muerte?
Entonces, quítales la verticalidad, como a los árboles y como a las
estrellas.
Y las ambulancias se quedarán, sí,
pero lo harán en un nuevo logrado silencio,
una intransitividad.
Despega la ambulancia del papel de calco del alma.
Quieren perder lo que las sustenta, su idea en nosotros, aquello que
nos hiere.
Porque ése es nuestro tiempo. Y la felicidad, la muerte, la tristeza:
todos los grandes conceptos o temas quisieran irse y dejar a solas la
mirada,
desaparecer.
No, no, tampoco desaparecer, en realidad
subirse, como los testículos de los niños.

(de El fósforo astillado, 2008)








CAPÍTULO OO. DEL NACIMIENTO DE LA MELANCOLÍA.

para Laura

She's my Coney Island Baby
Tom Waits

I

Arrimo mi hombro a tu cuerpo para que “también por mí” vayan las hormigas.
-Eso dijiste. Así fue tu principio, no brotaste
de la costilla de neón rosa de Adán,
sino que naciste de mí como una extrema solidaridad.

Pronto estábamos en la mañana como un grupo que hace tai chi en un parque.
Nuestros cuerpos eran sencillos
y realizábamos movimientos repetitivos para obtener un alma.


II

Se celebró tu infancia
y yo quise llegar al fondo de “aquello”
colocándome una acreditación de poeta para entrar.
Los poetas éramos un grupo de académicos
que no habían terminado los estudios
y por eso en lugar de pajarita llevábamos una larva debajo de la nuez.
En aquellos tiempos ser moderno consistía netamente en la ironía.
(Por ejemplo si algo nos dolía o hacía mucho daño
procurábamos siempre aún así sonreír.)
Y tú fuiste el objeto
-Dear little you, I'm so sorrowful sorry,
culpable como un viento de primavera en una flor de plástico-:

Nos pintamos los labios y comenzamos
a besar tus cuadernos escolares tan sólo con el labio superior,
sellando así tu inocencia con algo parecido a un bigote.

Yo le hablé con crueldad
a la niña que eras. Dije -Snow White,
hoy vas a oír un cuento de verdad:
Cuando la princesa besó al sapo, éste se convirtió en un príncipe,
cuando la princesa besó al príncipe, éste se convirtió en dos príncipes
y cuando la princesa besó azorada a los dos príncipes,
todos juntos se convirtieron en un solo muerto.

Te dije que los terremotos eran el modo que tenía Dios
para mecer las cunas de los huérfanos.

Porque andaba mothertheless por el mundo y te regalé versos que te hicieron llorar.
Pero tampoco tu llanto podía hacerme abdicar de mi nueva mirada deportiva:
en nuestra institución había un pinball
y yo te pregunté: -Y cuando las lágrimas
atraviesan tu rostro
y pasan justo sobre tus lunares... ¿recibes puntos?,
dime, Snow White...

Pero Snow White no me dejó continuar.
Snow White me cogió de la mano y me enseñó a
escribir versos cuyo ancho era irregular como los cuerpos de las lombrices,
a pintarle de rojo las uñas a la mano de oro del viejo llamador si era verano
o vestirla de un guante si hacía frío.

Snow White me llevó
al mediodía de un mar cubierto de infinitos y rojos bombos chinos.
Y cuando un día de marzo se derritió la nieve de la calle,
Snow White me enseñó la calavera del muñeco de nieve.
Snow White me dijo que la mujer con las dos piernas ortopédicas era una sirena.
Porque Snow White era una niña que decía ¡Dios salve a la reina del panal! antes de comerse la cucharada de miel.

Y cuando los pájaros veían a Snow White, decían lindascosaslindascosas.

Snow White, Snow White, the little men have come to say littleiloveyou.



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