Francisco Domene nació en Caniles, Granada, en 1960. Es Licenciado en Filosofía y Letras, especialista en Arqueología e Historia Antigua, y trabaja como profesor de Historia. Ha residido en Almería, Toledo y Menorca, antes de regresar a Baza (Granada), donde ha establecido su residencia en los últimos años. Poeta y narrador, ha sido coordinador del Aula de Poesía del Ayuntamiento de Almería y director de la colección “Ríomardesierto”. Colabora habitualmente en revistas de literatura e historia.
-POESÍA:
Libro de las horas (1991).
Propósito de enmienda (1992).
Insistencia en las horas (1993).
Falso testimonio (1999).
Arrabalías (2000).
El cristal de las doce (2001).
-NARRATIVA:
La última aventura (1992).
El detector de inocentes (1999). Relatos.
Ana y el misterio de la Tierra de Mu (1999).
El asunto Poseidón (2001).
De los dioses griegos" ANAYA 2010.
-ENSAYO:
Poesía actual almeriense (1992).
Narrativa actual almeriense (1992).
EL POETA QUIERE HABLAR DEL HOMBRE
Hablo del hombre.
Me atribuyo su voz, como si el hombre
hubiera enmudecido,
como si su laringe fuera un órgano
inútil,
como si de sus labios sólo
pudieran brotar besos
o eructos.
Hablo del hombre.
Finjo que le conozco.
Imito su tristeza o su alegría.
Voy a los sitios que frecuenta
—la plaza del mercado, la oficina
de patentes, los muelles, la ribera
del río, algún hotel barato,
la uve azucarada y ácima de unos muslos,
un taller de modista, un bar que huele
a muchas horas lentas— y pregunto
por él, por mí,
y nadie me responde,
nadie hace caso.
Nadie se vuelve al escuchar mi voz.
A nadie importa que mi voz
—doy fe, lo juro, lo repito—
sea la voz del hombre.
Hablo del hombre.
Lanzo su descripción en los periódicos,
me oculto en las esquinas
a ver si pasa,
presto atención
los noticiarios por si hablaran de él,
busco cualquier indicio —huellas de uso,
signos, ecos, latidos, miedo, esperanza—, marco
números de teléfono,
distribuyo pasquines con su imagen;
pero nadie responde,
como si todo el mundo hubiera enmudecido,
como si nadie comprendiera nada,
como si al otro lado del poema
y a este lado del poema
no hubiera nada.
(De Falso testimonio, A.A.E.E., Madrid, 1999).
CUANDO QUIERAS
Será cuando tú quieras. Fíjate qué sencillo:
No tiene que llamarme ni esperarme,
ni soportar un día y otro día
mi aburrida presencia enamorada,
mi irritante presencia enamorada,
ni mis torpes discursos sobre cosas y gentes.
Será cuando tú quieras, porque quieras,
sin ninguna razón
convencional o justa, y sin apropiaciones
debidas o indebidas, ni estatutos,
sin tener que pensarlo
ni detenidamente ni un millón
de veces, porque sí, sin calcular
la ganancia o la pérdida.
No para ayer y no para mañana.
Cuando tus ojos se abran
embriagados de dulce luz y digan:
hoy.
Cuando tu corazón,
cuando tus manos y tu carne se abran
como dulces granadas silenciosas,
como espigas de trigo, y digan: hoy.
(De El cristal de las doce, DVD ediciones,
Barcelona, 2001).
ESCENA DEL NIÑO CON ALAS
Resulta abominable
y extraño como un náufrago.
Procede de la descomposición
sistemática de un dios muerto.
Como no hace preguntas,
no reclama respuestas.
Ni culpa, ni esperanza, ni castigo.
Le basta con gozar toda la masa
de luz de un día.
Y reside en sí mismo, sin memoria de nada
que pueda detenerlo.
No intentes acercarte a él. Limítate
a mirarle pasar hacia el abismo.
TERCERA POETICA PROVISIONAL
Nada empieza. No empieza en mí. Procede
de la vida ordinaria y constituye
un minucioso estado d advertencia
inservible.
El proceso es sencillo. Como el jugo
de ciertas plantas la extraigo y le doy
utilidad, ley, orden. ¿Para qué
quiero yo -si prefiero la poesía
como forma
de entendimiento humano- la palabra
sin la idea, la imagen sin su objeto?
Cualquier imprecisión ha de achacarse
no a un afán creador -que tal vez tenga-
sino a un uso indebido del lenguaje.
Fiesta oficial
No importa la ciudad, ni el día
—el de hoy, el de ahora mismo, un día
cualquiera, turbio y lento,
solemne
como un largo pasillo, cualquier día,
un día sórdido,
un día inmerecido—.
Hay por las calles un silencio
con pájaros,
una municipal cancelación
del absurdo transcurso
del tiempo, un apagado escombro
de cuanto, alguna vez, ha sido
propuesta, convicción, deseo.
Se atavían las gentes con sonrisas,
con pulcros ademanes mercantiles,
con dispendiosos signos
publicitarios.
Utilizan coartadas de alegría,
exonerantes reverencias,
recios discursos de fortuna.
No importa el día.
Todo el pasado es nada.
Un consenso de olvido desfila por las calles.
La dignidad
es un perro dormido en las aceras.
La libertad es una estatua ecuestre.
La justicia... Ah, la justicia...
eso que algunos piden desde siempre.
Falso testimonio (A.A.E.E. Madrid, 1.999)
De "arrabalías"
Como la savia de la tierra acude
a los centenos, la luz al reclamo
de las hojas y el agua jugadora
de la honda zubia al circunspecto océano,
yo acudo a su llamada. Con afecto
y con miedo, como se acerca el labio
a la piel que lo espera, como van
en busca de alimento las palomas
a la siembra, yo acudo a su llamada.
Y me envuelve su voz, como la niebla
al pueblo que amanece, y en su voz
me cobijo como un gato en el halda
mullida. Sigue hablando. Sigue hablándome
a mí, mujer, di con tu voz mi nombre.
Haz que tu dedo ahora me señale.
Que tu mano se pose en mi hombro tuyo.
Yo quiero ser tu símbolo y tu signo,
el garabato oscuro con que escribes
y creas, brizna de granza en tu almiar,
la huella de tu pie sobre la tierra.
Elígeme —si yo soy inmortal,
por qué temo morir—, llámame, sí,
no dejes que la duda eche raíces.
Corta tú a tu medida mi camisa
eterna, mi calzón eterno. Elígeme.
Que de tu desnudez me des la mía.
Que de tu propio barro me modele
tu mano. Imagen no, prolongación
tuya: barro de tu barro, saliva
tuya, tu misma desnudez, tus mismas
nervaduras: uno y todo son uno:
signo único, símbolo único, origen
único, el mismo canto inmemorial.
Hasta la luz, hasta que la luz duela,
hasta que la marca de la luz duela;
por fuera y por adentro, amiga, elígeme.
A hierro y fuego, pon tu marca en mí.
Que ni la borre el agua ni la tache
el tiempo. Que la herida largamente
supure, sí, que nunca cicatrice.
Arrabalías (Oikos-Tau. Barcelona, 2000),
obra que obtuvo el primer premio del Memorial
Laureà Mela, 1999.
Confesión
No soy quien crees que soy, ni aproximado,
ni en camino de serlo o de dejar de serlo,
ni ninguna vez, ni la mayor parte
de las veces. Incluso aunque te empeñes
en enseñarme cómo soy, cómo
quieres que sea, qué alma me conviene
y qué camisa, qué calzón y qué gesto,
no soy quien tú crees que soy, ni mi miedo
es igual que tu miedo, ni busco la verdad
que tú quieres que busque, ni tampoco
lo que espero es lo mismo que tú esperas
de mí. Ni un veinte ni un treinta por ciento,
ni la mitad, ni un cuarto, y eso que hace
muchos años que nos desconocemos,
ni poco más o menos, ni fijándose,
ni mirándolo por encima, ni mirándolo
bien, no, ni a grandes rasgos
le doy un aire. Y no es que yo sepa
quién soy, qué temo, qué busco, qué espero,
no es que yo no quiera,
que reniegue, ni tres, ni dos, ni una,
que falsee argumentos, que me invente
distinta identidad, distinta hechura,
que mi dedo señale el rostro de otro hombre,
otra tierra, otra fe, otra alianza,
distinto beneficio. Más me valiera serlo,
créeme,
pero yo no soy quien tú crees que soy.
El cristal de las doce (DVD ediciones. Barcelona, 2001)
Si amanece
Si amanece,
dices,
si la luz que se para a respirar
en nuestros cuerpos
cansados y desnudos,
adolescentes siempre como ríos
que aguardan la crecida de septiembre,
impuros como todo lo que ha sido poseído
por el amor
y tan callados en su pasmo
que parece que hablaran, si amanece,
dices,
si habrá que levantarse
y hacer el desayuno
y regresar un día y otro día
al mercado, al trabajo, al parque, al banco,
a resolver asuntos
absurdamente inexcusables,
si amanece, si la suave culebra
de la luz se desborda
por dentro de la piel,
por los besados párpados,
si inocula por los estremecidos
tendones su veneno,
¿qué quedará después de tanto asombro?
¿Qué permanecerá de todo lo erigido?
El cristal de las doce (DVD ediciones. Barcelona, 2001)
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