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jueves, 28 de octubre de 2010

1840.- ALEJANDRO MORENO ROMERO


Alejandro Moreno Romero: nació en Lucena (Córdoba, España) en 1941. Abogado, Informático, Experto en Formación, Consultor Senior en Calidad Total de la Gestión, Orientador gestáltico. En sus ratos libres compone música como Dios le da a entender. Tiene como aficiones adicionales: la flauta, el tiro con arco, la parapsicología y la historia de la brujería (magia blanca).Dirigió televisión entre 1977 y 1980. Escribe poesía desde 1961.Es miembro fundador de la Asociación Prometeo de Poesía. Aparece en los Cuadernos de Poesía Nueva y en varias antologías. Desde hace unos años se viene dedicando, despacito y buena letra, a la narrativa. Obtuvo numerosos premios por su labor literaria. Publicó las obras: “El pájaro solo” (1981); “La hora cautiva” (1982); “Alkabala” (1990); “Trípticos” (1991); “Escala circular” (2000); “Camino de agua” (2002).






PRIMER VERANO

Machaca el sol los recios adoquines
y deja ciegas las paredes blancas.

La piedra ya ni es piedra.

Y el flaco río, tibia sierpe líquida,
deja entrever, bajo la brisa ardiente,
su atroz vertebradura de guijarros.

Ya no hay hambre ni hartazgo
ni amor ni desamor, suerte o desgracia.
Hay sueño sólo, desde el sol al polvo,
en la desierta hora
en que el dios ciego y el arquero músico
entran del brazo por las celosías.

Mi casa está tranquila,
oscura y fresca como un fresco cántaro
y oigo tu voz, prendida en el silencio,
como una dulce campanada ausente.




***



Aquel olor de noble campo recién llovido
que llevaba bordado entre los huesos,
aquel aplauso mínimo
de las hojas cayendo sobre el vientre del bosque,
el rumor amarillo del viento sobre el llano
se me fueron un día
como se escapa el sol entre los dedos.

Habrá que preguntar al hermano ruido,
la hermana prisa o el hermano humo
si viven entre ellos, disfrazados,
o se esconden en un nueva patria
en la que ya no puede entrar cualquiera.





***







POEMA DEL CAZADOR SENTADO

Lejos quedan la red y el grito de la pólvora,
lejos el perro
y los bravos aromas de la cuadra,
lejos la pluma y el tintero,
la balanza y la olla,
el arado y el cántaro, el horno y la bodega,
las enlutadas vigas
y la cal,
tan preñada de luces y de sombra.

Por la piedra descalza
llega el frío.
Con pasos de raposa
se cuela por las sábanas.

Y sólo resta entonces
sentarse en el pescante de los buenos recuerdos
y esperar.







MEDIODIA

La púrpura y el verde por la vega
dibujan un cantar
traspasado de olores, disparados
desde la sombra gris,
desde la nada
que, para no turbarnos
se disfraza de azul.

La higuera, maternal,
entretiene a la brisa con ásperas consejas
mientras la siesta niña retoza por el huerto.

Desgrana el azahar su cálida nevada
y hay una mar cautiva gimiendo entre los pinos.





***



Me voy a descansar, que bien lo necesito,
a una tierra de mansas lomas de terciopelo
donde el aire se dora sobre la parda tierra
y azulea en lo alto
como el cuello fugaz de las palomas.

Os dejo mi recuerdo,
lo que alcancé a enseñaros
y esta pesada esponja de amargura
para que hagáis con ella lo que os plazca.

Es hora de decir, parece lo decente,
que nada me debéis,
que sólo hice
lo que me pareció mejor en cada caso
(o así quiero pensar).

Partiré solo, como todo el mundo.

Confío en encontrar a los amigos
con los que nunca pude charlar lo suficiente.

A mí me basta
quedar en un rincón de vuestras tardes,
dejar que el tiempo, vuestro tiempo, pase
y me vuelva mejor en vuestras voces,
que tampoco es pedir demasiado.





***



Llega, peinando el mar,
un huracán sin sombra, sin voces y sin cólera.
Los huesos se levantan
como antiguas columnas derribadas
y se cubren de hierba los hoscos pedernales.

Siento, o quiero sentir, tu mano, luego
navegando la noche de mis ojos.

La temible balanza
del rigor y la ira
transforma sus cadenas en cuerdas de campana
y el cielo da la vuelta
y el sol baila
un noble son de pan y vino nuevo.

Yo me despido
de todas mis antiguas despedidas
y te digo que sí, que sigo estando
donde siempre viví.

Y que no me pesa.







***







Espera
o, si quieres, permíteme encontrarte
porque voy a llenarte el mirar de sombrillas abiertas,
el pecho, de ciruelas como dalias.

Deja que llegue
con esta roja desazón quebrada
hiriéndome la sangre,
mordiéndome la paz de las rodillas.

Y cuando llegue, al fin,
mirémonos tan sólo y descendamos
hasta el amable aljibe de esta noche.








***





Tu bolso lleva un mes llorando en el armario
y tu ropa se cansa
de ir y venir sin ti.

Bien es verdad que desde que te has ido
no me despierta el lobo de tu llanto,
ni me arranco manojos de salud
para atajar el paso a este torrente.

Y el dormir es ahora descanso y no zozobra.

Pero cuando me dejan ir a verte
y te contemplo navegar sin brújula
por esa turbia mar de falso miedo,
de mentida desmaña y blanco asombro,
siento que se me rajan las paredes del ánimo
y a la vuelta, recelo que me aguarda
la soledad, gañendo
como un viejo mastín perdido en la dehesa.

Ahora cuando llegues,
ya no me sueltes nunca más la mano,
porque se anuncia el frío
y se va haciendo tarde para encontrar la senda.





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