Luiz de Miranda nació en Uruguaiana, Brasil, (Frontera con Argentina y Uruguay), en abril de 1945. Ha colaborado en importantes revistas de poesía, entre ellas, Poesia Sempre, en Río de Janeiro y en importantes suplementos literarios. Ha trabajado y escrito en varios periódicos de su país, entre ellos: Correio do Povo, Folha da Manhã, Zero Hora, Jornal do Brasil, y O Globo. Algunos de sus libros publicados son: Amor de Amar; Livro dos Meses); Livro do Pampa (que obtuvo mucho reconocimiento por parte de los lectores); Trilogia do Azul, do Mar, da Madrugada (Editora Sulina, Porto Alegre, 2000); y Quartetos dos Mistérios, Amor e Agonias (1999). La mayoría de sus libros están en ediciones agotadas. Fue creador y primer presidente de la Asociación Gaucha de Escritores en 1982.
De Trilogía del azur, del mar
Robinson Barenho
Por la gran boca del cielo
me llegan las nubes de la tarde.
Quería el velo espeso de la lluvia
deslizando melodías por los postigos de la casa.
Pienso. La memoria es triste,
como un pájaro que no existe,
en el soñar, en el volar.
Caminando el territorio del lenguaje,
la imagen izquierda del cuerpo,
todo es un navío sin puerto.
Vasta es la lejanía,
el horizonte que nunca termina.
Mi alma, ternura
que el viento murmura en el paisaje
el lirio de los ojos de ella,
deambula en la vastedad de los caminos
bordando en verde el lino de las mañanas.
En el fondo del cielo la mano de Dios es mi Talismán
Estrella, estrella sin estancias
ventura que ondula en mi primigenio corazón..
Después se deja así, olvidada,
como nos ve, a veces, la vida.
Lo que tu posees
es un secreto de luz
que desmaya antes de hacerse.
Vivir todas las horas,
designa el destino ,
en la errancia que movilizo
desde la primera infancia
Siempre fui lo que quise de mi,
viajando a lo imprevisible del mar,
ardiendo en sueños y primaveras,
enfrento la tempestad y el invierno,
voy al cielo y al infierno.
No soy nada, mas Dios me guía ,
Campo de girasoles, hoguera santa ,
ungida luna y santa Poesía
La aurora del nuevo día
Nada permanece en el vacío,
las acritudes de la soledad condensan
la melancolía desbordada en el rostro
y se amplía cuando el día avanza,
desolada esperanza,
de nuestras posibles pasiones.
Trabajo las horas olvidadas,
mas nada retorna.
La vida que se tiene, también,
es la vida que se gana.
El sol baña nuestras manos tristes
que todavía escriben lo que resiste,
lo que leerás tiempo después ,
en tu cuerpo iluminado,
en medio de la madrugada,
y descubrirás que la mujer amada
está dentro del silente corazón,
mas lo que tu memoria ilumina está ausente.
El vacío engendra más vacío,
estancado en nuestro pecho,
iluminado, el río, en el fondo del lecho,
ruedan las piedras,
las almas
y los peces,
un racimo de luz,
una manzana
resucitan la esperanza de las mañanas,
y el vacío que se preña
de música,
viento,
y nuestra voz
va bordeando en la vereda
nuestros bellos huesos
y nuestros ojos encendidos
Toda la promesa se cumple,
si camináramos la avidez
que el cielo desce en los caminos,
a terVar la rota que nos faltq
la voz alta de Dios,
sus anjos suspenden la posible agonía,
y nos da la aurora del nuevo día.
Nada tengo de mi mismo
Nada tengo de mi mismo:
automóvil, casa, terreno.
Vivo la vida que Dios me dio
con los días largos, ásperos o amenos.
No me doy al dolor,
soy frágil
mas renazco.
Leo el libro de las pequeñas verdades,
silencioso, onVo los murmullos y la saudade
y todo sigue su antiguo trayecto.
No cultivo odios, cultivo amigos.
Soy lo que sobró de mis asombros.
Pregunto a las estrellas lo que ellas no son,
muero abrazado a mi corazón.
Voy por ciudades extrañas e inútiles,
sin mañanas tardes o noches,
apenas el tiempo mugiendo en los relojes.
Avanzo por calles que no se me,
la es turba y tiene sus propias leyes.
A dónde llegaré en éstas alamedas sin nombres
donde el alma no há y lo que sobro del pasado some.
Insisto en días mejores,
un destino en que la luz nocturna
me olhe y me veja,
que cuando baje la cabeza no llore.
Vida que me desea y me besa
Bebo vino, la vida se extiende,
menos breve, menos herida.
El cielo está cerrado para mí,
Antiguos dolores siempre vuelan
No son amores, si ausencias
que vigilan en la alta hora del firmamento.
Soy un hombre pobre. Me sobró
la más alta estrella de los sentimientos.
Sao Paulo, 9 de junio de 1999.
Traducción de Jairo Guzmán
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Pozo sin luz
a Adovaldo Fernandes Sampaio
Todos los días caen en la oscuridad,
la brea de las horas canta en la amplitud.
Amo lo que no tuve.
Fui siempre por callejuelas
pobres y olvidadas,
donde el mimbre de la vida
vibra
sus cristales más antiguos.
Una carroza de viento
es mi herencia mal recibida.
América adentro;
del vientre de la pampa,
por agua de río
a la estampa sagrada del mar.
El viaje no tiene fin,
no tiene rumbo,
mas tiene alma,
que exhala su luz,
prolongando los caminos.
La hora es acre y dulce para mi sufrimiento,
pan, vino, palabras son mi alimento.
No permanezco en la avenida, rememoro.
Si miro hacia atrás, sin duda lloro.
Existo demoradamente,
en aquello que no sé.
Amar martiriza el horizonte,
con su plumaje sin viento.
Construyo mi angustia
y sus puentes.
Pienso con pesadez y estoy ausente,
el mar inmenso es mi sustento.
En la lejanía, construyo
una casa de madera,
para que en ella habite
la ingratitud y el olvido.
Oh estrellas,
hermanas primeras
del laberinto,
del pozo sin luz,
donde fue puesta la esperanza,
rosa púrpura, rosa sin tallo,
creencia que me ilumina,
sueño feliz que ya soñaste,
pero que vibra
donde todo termina.
Porto Alegre, 3 de agosto
Es tarde
Es tarde, muy tarde para que vuelvas
de la insolvencia del tiempo.
Calles y calles
cayeron en la ceniza de las horas,
perdieron mi dirección.
Lo cercano llora,
la vida es lluvia,
lluvia
que no conozco.
Asperezas bajo la intemperie
permanecen
cerca del corazón.
Lo que era amor,
desmaya,
se olvidan de mí,
como de un jazmín
arrojado en la playa,
lejos de su perfume
y su raíz.
Lentos relatos
me quedan,
donde antes estabas,
bordada en oro,
hoy, un cielo apagado,
sólo un dolor sonando
en la sombra de tu mirar,
a millares de millas del verbo amar.Es tarde, muy tarde,
mas en el horizonte se eleva
la flor en tus ojos,
que parece un puente
para quien vive esperando
la esperanza:
son mis días
y su triste geografía.
Porto Alegre, tarde del 9 de mayo de 1997.
Solo
La ventana de mi corazón está cerrada.
Has permitido al viento del invierno
barrer las esperanzas
que había en mis manos
blancas y azules
sobre el espacio brillante del poema.
La ventana de mi corazón está cerrada.
El cristal de mi canto no responde
a la mujer amada.
La tarde iluminada
vence a otras tardes pálidas.
Llega la noche.
El cielo resplandece
en la más alta estrella.
Solo,
el vino derrama
sus ácidos de silencio.
Y quien ama
está solo.
Un camino que llama
por mí, desde los confines del mundo.
Solo,
iluminado por el sol de la soledad,
y él en azules se reparte.
Porto Alegre, Septiembre 25 de 1996
Traducciones de Carlos Ciro
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