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viernes, 22 de octubre de 2010

1783.- BENJAMÍN CHÁVEZ

Benjamín Chávez, nació el 17 de febrero de 1971 en Santa Cruz, Bolivia. Premio Nacional de Poesía 2006 por su libro: “Pequeña librería de viejo”. Ha publicado 7 libros de poesía. Vivió gran parte de su vida en Oruro, donde publicó su primer libro: “Prehistorias del androide” (1994) con el que obtuvo el Premio Luis Mendizábal. Luego cursó estudios universitarios de filosofía y antropología en La Paz y Cochabamba. Ha escrito relatos breves y su producción narrativa forma parte de varias antologías. Colabora con diaros y revistas de Bolivia y el extranjero. Es director del Festival Internacional de Poesía de Bolivia. Es co autor de “Cambio Climático. Panorama de la joven poesía boliviana.” Sus otros libros de poesía son: “Con la misma tijera” (1999), “Santo sin devoción” (2000), “Y allá en lo alto un pedazo de cielo (2003) – Finalista en el concurso nacional Yolanda Bedregal -, “Extramuros” (2004), “Manual de contemplación” (Antología personal) 1ra. edición 2008. 2da. edición 2009.




CONDICIÓN DE VAMPIRO

Tras una inútil noche en tránsito sanguíneo
-la temblorosa piel-
-el quejido mínimo-
oficio el cándido ritual de abrir sobres a mordiscos.
Desde una atmósfera intensa,
cartas que hablan de lejanos países
me seducen, me vencen.
-¡Vuelve hijo mío!-
firma mi madre.
En un arrebato
retomo las infusiones medicantes
la dieta del ajo
la abstinencia…
pero es inútil;
mis sendos colmillos muerden
una y otra vez mi destino:
velar sueños ajenos es mi condena.








LA DÉBIL MÚSICA DE LAS SUAVES COSAS

En la alta noche,
la débil música de las suaves cosas.
Mientras el sueño consuma la quietud
las torres callan
los motivos de su altura.
Cada instante se estremece
y lo quedo nos habla con una voz más íntima.
No son las cosas que no tendremos nunca
Son las que están
las que estuvieron siempre
y hoy
-complicidad contenida-
nos susurran
una familiaridad irresuelta.







POEMA NÚMERO MIL PARA UNA MUJER
QUE JAMÁS LEYÓ NINGUNO

Después de mil noches anclado en la bahía del correo,
después de 999 poemas devueltos
en sobres sin abrir,
te fuiste diluyendo
como el agua o el viento.
Es que no quisiste perderte en mi bosque
y rodeaste todos los caminos.
Después de traerte la flamígera espada
del ángel que custodia el paraíso,
desenterrar un meteorito
para compararlo con tus ojos.
Después de la tierra, el sueño
la caída de tres dinastías y un imperio,
te escribo este último poema
con método de hormiga laboriosa
cuyo único salario
-no pequeño-
será
el sosiego de terminar este desvarío
con un número redondo como el sol.





Y allá en lo alto

y caiga yo
una y otra vez
en tus brazos/ y tú en los míos
y así/ abandonados ya
el uno en el otro/ crucemos triunfales
ese umbral que sólo los dos conocemos
y no diré aquí
porque nací
para guardarte los secretos


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