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sábado, 17 de julio de 2010

616.- ISABEL PÉREZ MONTALBÁN


Nace en Córdoba en 1964, aunque reside en Málaga desde hace más de veinte años. Poeta.
Ha cursado estudios de Magisterio y Comunicación Audiovisual.
Es una de las voces más destacadas, y con mayor personalidad, de la poesía de la conciencia desarrollada en España. Ha participado en importantes festivales literarios, como la Semana de Poesía de Barcelona, en 2007.

Poemarios:

No es precisa la muerte (Premio Ciudad de Málaga de Literatura Joven; Málaga, Ayuntamiento, 1992).
Pueblo nómada (Málaga, Ateneo, 1995).
Fuegos japoneses en la bahía (Málaga, Miguel Gómez, 1996).
Puente levadizo (Premio Barcarola 1995; Albacete, Diputación, 1996).
Cartas de amor de un comunista (Valencia, Germanía, 2000;
Los muertos nómadas (Premio Leonor 2000; Soria, Diputación, 2001).
De la nieve embrionaria (Montilla, Ayuntamiento, 2002). Plaquette.
El frío proletario (Málaga, Litoral-El Agua en la Boca, 2002). Plaquette.
Siberia propia (Madrid, Bartleby, 2007).



AL MARGEN

Resurge del aroma de la bruma
una extraña emoción de luz cautiva.
Yo también llego preso,
con la certeza que abre tu muralla,
con turbulento cauce de glaciar,
para invadir tu imperio como héroe cesante.

Confieso este delito sin castigo.
Se esconde en tus cabellos
la única llave que abre mi cadena.
Un hombre soy, dispuesto a la derrota:
respirando en su oxígeno hallarás
el diálogo preciso para amarme
y el mercurio que teje ardientes climas,
membranas de la fiebre.




TORTURA

Compañera, te apagan y te enciendes:

de tanta ligereza me recubro
que me filtro como aire por las materias sólidas.
Los párpados ignoran cómo abrirse,
al golpe soy retráctil
y el espejismo de una madre
llega a cuidarme las heridas
que me deja el verdugo.

De tanta ligereza
que tiemblo de humildad en un rincón oscuro,
que sueño con banquetes de ratones y arsénico,
y este equipaje de huesos parece
un hotel donde vegetan los días,
revueltos avisperos del insomnio.



CLANDESTINIDAD

He conocido cómo aman los peces
y nunca se cabalga en la humedad.

Aunque sí es necesario maquillarse
con polveras y práctica,
cremas y blandos lápices
que no dañen, pinceles y carmín
de sangre bajo el agua transparente.
Pero hay que protegerse la blancura,
cubrir la piel de colas y resina
para que no resbale.



COMPROMISO

_____Compañera, desierto de mi culpa:
Tampoco existe a quien rezar en la isla.
No venden libros, páginas diáfanas
que eviten la memoria, ni dioses que temer
cuando arrecia el deseo.

De nuevo has de enseñarme aquella vida
que dejé, con paciencia de maestra:
un paisaje de lunas tan distintas
o el difícil mercado y sus valores.
Hay que ordenar mi archivo de costumbres.
Saber para qué sirven los pigmentos:
el blanco de hospital,
el rojo de la sangre y lo prohibido,
azul es la cartelería
de la derecha en elecciones,
azul de las carpetas policiales.
Y verde es paso libre.

Seré tu alumno más aventajado.
Aprenderé deprisa y sin llorar
todas las cicatrices de los fósiles.

(De Cartas de amor de un comunista,
Germanía, Valencia, 1999)



LA HERENCIA

El frío inconsolable de los pobres.
No basta la abundancia para arropar el frío
que se hereda en los genes y nace del escombro.
No hay leña que derrita tanta nieve embrionaria.
Se encienden chimeneas. Con la lana se teje un sol,
un armario de soles, un paño de artificio.
Se adquieren edredones como un nido de pájaros.
Y el frío, por debajo, permanece.
De la médula vuelve la trastienda del hielo
a cubrirme los ojos como sangre reseca.

Ya todo es negritud, glaciar y sangre.
Por mis venas se espesa la eutanasia de un río,
el brutal abandono de la mano paterna,
los hermanos perdidos en la prisa de un puente.
La enfermedad congénita me vigila larvada,
se burla de mi huida cuando cambio de nombre
y usurpo los derechos de otra vida.
Ya todo es cicatriz, hospital y alacranes.

Se conquistan los barrios, la blancura
de las liendres y el suero. Se aprende la costumbre.
Se accede a la oficina, al ropaje, a la fiebre,
al calor esponjoso de los cuerpos.
Y el frío, sin embargo, permanece.

(De Los muertos nómadas,
Diputación de Soria, 2001)



VIVIENDAS FUNDACIÓN BENÉFICO-SOCIAL

(Sector Sur, Córdoba, 1961-1965).
Arquitecto: Rafael de la Hoz

Teníamos un tiesto con claveles,
las coplas dedicadas por la radio
y un corazón de periferia
con vistas a la diáspora y al tizne.

Yo contaba dos años, tan blanca la memoria
que no recuerdo nada, pero he visto
en una exposición de arquitectura
mi barrio, las vanguardias y el enjambre moderno.

La vivienda social era una huida
de los asentamientos marginales.
Así, pensando en los más pobres
y en nuestra natural inclinación
al revoltijo y a la bronca,
nos construyó el Estado ese polígono
de casas protegidas, de refugios al margen,
como nidos aislados de hipoteca.

En medio de un solar sin jardineras,
ni césped verde inglés ni toboganes,
se edificó una urdimbre de bloques tan idénticos,
con sus cubiertas de teja a dos aguas,
como idénticas jaulas de tristeza
para pájaros torpes o vidas que no logran
alzarse, y a ras de asfalto se mueven
con sus muros de carga paralelos.

Viviendas solidarias, dijeron los ministros.
No dijeron más dignas que nosotros,
criaturas sin modales ni costumbre,
casi bestias del campo a la intemperie.
Porque un techo no basta. Porque no hay dignidad
ni en la pobreza ni en el hambre.

Teníamos un cielo lapislázuli,
igual que en las películas.
Y un corazón a dos aguas de cauce turbulento,
y un corazón a dos lavas de volcán siciliano,
y un corazón a dos sangres fluyendo por los días.
Teníamos un arte de realismo puro:
fachadas de ladrillo visto,
polvaredas del natural,
secuencias al estilo de Vittorio de Sica.
Y un corazón al revés, a dos aguas.
Pero con una sola muerte.

(De El frío proletario, Litoral, Málaga, 2002)




DE REYES Y PLEBEYOS

Gente guapa tal vez; desde luego muy alta
o altiva de estatura escandinava,
así la monarquía por la tele.
Sonriente desde el trono y los diamantes,
exhibe guardarropa de adán seda
delante de los nadie, el populacho
venido a clase media: pueblo sin alpargata
que se toma las cañas por su barrio;
piso modesto de hipoteca altísima,
gresite mate que se sueña mármol
o interiorismo chic de un arte povera.

A veces gente guapa como encaje
de chantilly o merengue que va orlando
y tapando el remache de la vida hemofílica,
la ventana rasgada de ir muriéndose a veces
igual que humanos bichos sin pamela,
armados en la paz de carruajes y guerras,
aplastados por tanques de libertad y cripta,
muriéndose al relente como cualquier mendigo,
como colilla o cáscara, como botella o lata,
flecha de sol festivo, crucifijo de altar
y lentejuela suelta de un vestido de boda.



UNA FOTO SIN VERBO

Niña rebeca de entretiempo azul,
las coletas de paso, purpurina
militante de todo laberinto,
al fondo la tristeza cual punto cardinal.

Niña collage de retal y organdí,
adiestrada en burbujas, no creyente
de los cuentos de hadas, de los magos;
superficie rasposa de rodilla y frontera.

Niña selva y safari, calentura
pequeña medio oculta en los rincones,
acantilado y semáforo en rojo,
caracola sin playa, muro de agua el destino.


(Un cadáver lleno de mundo, XVII Premio Ciudad de Córdoba
“Ricardo Molina”, Hiperión, 2010).



CLASES SOCIALES

Los pobres son príncipes que tienen que
reconquistar su reino.
Agustín Díaz-Yanes.
Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto.

Con seis años, mi padre trabajaba
de primavera a primavera.
De sol a sol cuidaba de animales.
El capataz lo ataba de una cuerda
para que no se perdiera en las zanjas,
en las ramas de olivo, en los arroyos,
en la escarcha invernal de los barrancos.
Ya cuando oscurecía, sin esfuerzo,
tiraba de él, lo regresaba níveo,
amoratado, con temblores
y ampollas en las manos,
y alguna enredadera de abandono
en las paredes quebradizas
de sus pulmones rosas
y su pequeño corazón.
En sus últimos años volvía a ser un niño:
se acordaba del frío proletario,
porque era ya substancia de sus huesos,
del aroma de salvia, del primer cine mudo
y del pan con aceite que le daban al ángelus,
en la hora de las falsas proteínas.
Pero su señorito, que era bueno,
con sus botas de piel y sus guantes de lluvia,
una vez lo llevó, en coche de caballos,
al médico. Le falla la memoria
del viaje: lo sacaron del cortijo sin pulso,
tenía más de cuarenta de fiebre
y había estado a punto de morirse,
con seis años, mi padre, de aquella pulmonía.
Con seis años, mi padre.

Mayo de 1997, mes y año de su muerte.
Nadie estudiará esta fecha.

[Poema extraído del libro Cartas
de amor de un comunista].



PUENTE LEVADIZO

Ya sin equipaje me detengo: está alzado
el puente
y entonces hay que esperar
porque comienza una procesión de buques, transatlánticos,
barcos piratas. Un cortejo interminable
de naces sin tripulación ni pasajeros que desfilan
hacia ningún lugar para estrellarse contra
las ballenas y las dudas de la noche.
Barcos y barcos –demasiados–
que al desaliento incitan y estrangulan las miradas
de todos los que conocemos
la existencia de un astillero
muy cerca que no cesa de construirlos.
Como a veces no traspasamos el abismo de una caricia,
nunca cruzaremos el puente levadizo.

Resurge del aroma de la bruma
una extraña emoción de luz cautiva.
Yo también llego preso,
con la certeza que abre tu muralla,
con turbulento cauce de glaciar,
para invadir tu imperio como héroe cesante.

Confieso este delito sin castigo.
Se esconde en tus cabellos
la única llave que abre mi cadena.
Un hombre soy, dispuesto a la derrota:
respirando en su oxígeno hallarás
el diálogo preciso para amarme
y el mercurio que teje ardientes climas,
membranas de la fiebre.



BUROCRACIA

Compañera, mi dosis anfetamínica:
La doctrina, el trabajo sórdido, más inútil,
por el pueblo explotado, para el pueblo ya libre.
Tú no sabes el daño que origina la luz
cenital del neón, las quemaduras
que causa en la mirada y en la piel
de quien trabaja inmerso en la parálisis,
de quien aguarda atención en las colas:
apenas serpentean las gentes con su turno.
Si conquistan un paso al frente, sueñan
que pronto llegarán a ventanilla.
Tienen aspecto de convalecientes
olvidados sin lástima en un gran almacén
de chatarra y papeles con sellos oficiales.
Mientras todos acuden a la cafetería,
en el lavabo llora un funcionario.




PATRIA

Los trabajadores no tienen patria.
Mal se les puede quitar lo que no tienen.
—C. Marx y F. Engels. Manifiesto comunista


Compañera, centro de gravedad:
Porque no existe más patria que tu imagen animada,
imperturbable a la nieve, a las campanas doblando.
Mi patria es una cochera donde amontono tu cuerpo
y los lobos carroñeros de un pasado cazador,
la ciencia dentro de ti, el suavísimo plumaje
con que cubres tu epidermis, lo inmaterial, los objetos,
un llanto helado de tumbas, tú y yo juntos, y las cosas
necesarias de un hogar sin santos ni funerales.
Ni un país ni una nación ni el Universo en vorágine,
nada me ha pertenecido, nada fieramente mío,
de ningún dios ni de nadie. Todos rivales en celo,
todos timando a los otros, hambrientos depredadores
en la estepa bancaria y la bolsa de Wall Street.
Pero si alguien busca el fuego. Pero si alguien grita patria,
me indica siempre la ruta correcta, las cerraduras,
la diana del corazón, el núcleo celular
donde duermes y comienzas.

Enero de 1991. A causa de una fraternidad que le salpica,
Alfonso Guerra dimite como vicepresidente del Gobierno:
Uno por el precio de uno.



MANIFIESTO

Y ya que no he completar la Historia, movilizar ejércitos,
perpetuar monumentos o convocar odiseas –nunca cruzadas,
amor–, déjame anidar fracasos en tu vientre, como un estratega
de la nieve que conduce trineos sin desvíos, agradecido
a los suburbios que le prestaron su fortaleza
para vencer a los icebergs.

Porque no queda sino este desalojo anónimo –manifiesto
del hielo–, déjame convencerte de la rocas acumuladas,
de las rosas que atrapé en los libros quemados por la furia.

Noche del 28 de octubre de 1982.
Elecciones generales. Triunfo socialista



IZQUIERDA / DERECHA

Compañera, hora en llamas:
A la derecha de Dios, las mujeres
con bella manicura, los banqueros
jugando al golf con palos enemigos.
A la izquierda, los niños, las termitas,
el oro falso, la vida en cupones
de riqueza aplazada. Nunca es tarde.
No hay más que fe en el centro.
El centro es Dios cansado y aburrido
de esconderse y estar siempre tan solo.
Dicen que ya no existe la hojarasca
cubriendo los caminos de otro mundo.
Pero la gente espera y compra suerte,
horas en el veneno de las horas.
Y mientras, el infierno sigue abajo,
la derecha construye un cementerio,
y la izquierda, un eclipse de emergencia.
Qué frágil y pequeño el pesebre del hombre.



CENSURA

Compañera, mis tijeras no cortan:

Tu piel es mi destino.
No dejaré que bajes las escaleras
y atisbes el dominio de las simas.
En sótanos se ocultan las guadañas
de quienes firman las penas de muerte.
Que nadie te adoctrine en los colores
ni el teléfono suene a medianoche.
Los enemigos crecen en lo oscuro.

Recorreré los cuartos de tu olvido,
los calendarios y sus fieros límites
con la libre conciencia del deseo.
Seré un escalofrío si presientes
detrás el sobresalto de una sombra.


Comienza abril de 1992.
La censura nunca ha terminado.



MOMENTO DORADO

Te conozco incluso mejor de lo que tú mismo
te conoces a ti mismo.

Ya no estaré cuando te llegue esta carta. Todo se derrumba.
Pequeños equívocos sin importancia, tinta o caligrafía de ayer,
hoy se recobran en espuertas de grandes errores.
El muro en el espejo antecede a la noche del decreto.
Mi casa de muñecas se vende como una reliquia.
Todo verdor o cualquier íntimo trópico perecerán en un instante.
Ya todo sugiere la segunda guerra fría alrededor,
ya lo privado se oculta en los latidos fin de siglo
y lo más público se dice en la escritura invisible. Sin leyes,
el pronombre personal alcanza el grado fiero de la escritura.
No me llames, no me alguiles, no me esperes en arbril;
rastréame más próxima y mestiza en el recipiente de mayo.
Porque sé que te pareceré una extraña que no estuvo allí,
en las armas secretas de tu tiempo y tus papeles,
porque fui también incómoda huésped en mi tiempo.
Me creerás una espía que surgió del frío,
rescoldo y ceniza entre las cenizas rojas de Gramsci,
presunta usurpadora de Cándido o el optimismo,
pues cuánto dura cuanto , pequeño y grande amor,
corazón tuyo que late en el piano de mis costillas,
magma que abrasa y tintero como sangre de mi sangre
donde se moja el punzón de cuanto escribo,
fuego preso definitivamente mío sin que lo notes.


De Siberia Propia (Bartleby Editores)

(Córdoba, España, 1964)

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