viernes, 20 de mayo de 2011

4052.- DANIEL GARCÍA FLORINDO


Daniel García Florindo
Nace en Córdoba, en noviembre de 1973. Actualmente reside en Sevilla. Poeta, lingüista y crítico literario.
Licenciado en Filología Hispánica, ha sido profesor de Lengua castellana y Literatura en varios centros de enseñanza secundaria y universitaria en Sevilla (Escuelas Francesas, San Francisco de Paula, Centro Andaluz de Estudios Empresariales) y en Lisboa (IES “Giner de los Ríos”, Instituto de Lenguas de la Universidad Nova, Lycée Français “Charles Lepierre” o la plataforma digital “Escuela Móvil” de la Embajada Española en colaboración con el Ministerio de Educación portugués), así como del Instituto Cervantes de la misma ciudad. Ha cultivado la crítica literaria y ha sido asesor lingüístico y lexicógrafo. Actualmente, continúa su labor como autor y editor de diversos proyectos educativos relacionados con la enseñanza de la lengua y literatura española.

Como coordinador del Aula de Cultura (Filosofía y Letras de Córdoba, 1999) fue responsable de la antología El siglo expira (1995-2000. Última poesía en Córdoba), una muestra representativa del incipiente panorama poético que se desarrollaría en la ciudad cordobesa. Con Juan Carlos Reche codirigió el ciclo poético Noches de Can Can (1999-2000), así como la colección de poesía independiente "La nube de Goku", cuya nómina de autores ya anunció muchas voces hoy imprescindibles en el panorama actual de la poesía española (Alejandro López Andrada, Eduardo García, David González, Carlos Pardo, Luis Melgarejo, Luis Muñoz, José Antonio Mesa Toré...).

Como filólogo sus últimos trabajos los ha dedicado a la poesía de Juan Bernier, del que es prologuista y editor de su Poesía completa (Pre-Textos, 2011). Asimismo recientemente ha aparecido igualmente el ensayo La compasión pagana (Estudio-antología de la poesía de Juan Bernier), Universidad de Córdoba, 2011.

Sus poemas han visto la luz en diversas antologías (Poesía viva de Andalucía, Muestra del siglo XXI de la poesía en español) y revistas (La hamaca de lona, Zarisma, Navalá, Letra clara,…) y, principalmente, en la histórica Litoral (“Pasajeros”, “La poesía del mar”, “Arte, cultura y deporte”, “La ciudad en las artes y la literatura”) y en El maquinista de la generación (15). Publicó el libro Amanecer en Pennsylvania (Cajasur, Córdoba, 2001) cuya poética, titulada “Amanecer en Pennsylvania o la historia desplomada”, se encuentra en el libro colectivo Hace falta estar ciego. Poéticas del compromiso para el siglo XXI (Visor, Madrid, 2003). Su último libro de poesía se titula Cuadernos de Lisboa (Ediciones En Huida, Sevilla, 2011).







LA LUZ

Acaso sólo sean unas palabras rítmicas
que oscilan en tu campana vidriada,
que quisieran saber desde la espuma
quién escucha en su isla este antiguo mar,

que a sí mismas, extrañas, se preguntan:

Quién me habita al otro lado del mundo
hoy, colocando su índice en la línea,
dónde me llevarán, impávidos, sus ojos
profundos, la tempestad y el naufragio,
su expresión de tibia mansedumbre
después de la tormenta y tantos horizontes.

Dónde me llevarán, impávidos, sus ojos,
a qué amor entrelíneas vivido, revivido,
a qué dolor oscuro de otro tiempo tornado,

a qué luz,
a qué lúcida conciencia.

(2004)










EL MAR

Tantas palabras rotas como cristales verdes
destellan para ti, mar de las confidencias.

Dentro de la botella que contiene mi barco
navego y me deslizo por tus olas de tinta,
por tus íntimas crestas encendidas.
Con palabras privadas de cristal
descubro la esperanza reflejada,
el soliloquio vivo de un farero
que guía al bastimento entre la niebla,
caracolas que encierran otros mares,
caparazones que ocultan sus perlas
salvajes, el nácar de las palabras
y sus días, el corazón de un pez
palpitando,
sumergido en mi mente.

(2004)







TRAS EL CRISTAL

El extranjero sabe que ha llegado
a la tierra de nadie, a su tierra baldía.


Sabe habitar su olvido,
y, sin embargo, sigue, es un río que avanza
en el desierto. Allá, lejos, un hombre solo
cubre con su mirada, indolente,
la vida, contemplando
cómo tras el cristal del poema han pasado:
montañas, campos, árboles… recuerdos
de una Ítaca vencida para siempre.


Tras el cristal confunde, se equivoca,
lo real es deseo que acaso mueve el tren,
piensa por un momento, distraído,
fiel al firme propósito de no volver jamás.


El río que ahora avanza en el desierto
fue un hombre llamado Luis Cernuda.


Cuadernos de Lisboa, Ediciones En Huida, Sevilla, 2011










Reproduzco aquí el poema ganador del XVII
Premio de Poesía Luz de Tarifa:



ORNITOLOGÍA

I

El ruiseñor que canta en el poema
una mañana eterna —dice Keats
descansando la pluma en el tintero—
se oirá también ahora, si hay silencio
y el tiempo de la música se expande
en el hueco concéntrico de un sueño.

Los ruiseñores, digo, que Juan Gelman
echó a volar de nuevo en Buenos Aires
una mañana igual, pero con sed inversa
siguen volando y cantan, cantan, cantan…

Ahora bien, cuidado con el símbolo
de especies que no cantan, ya sabéis:
el buitre que devora el alma de Unamuno
el cuervo que tortura la conciencia de Poe
o el albatros que vuela majestuoso en el cielo
y en tierra es Baudelaire humillado y maldito,
muerto quizás a manos del viejo marinero
que escribió Coleridge en su balada.

Con sus sombras a veces sobrevuelan
la nieve de las hojas que buscan un sentido
a los cisnes salvajes en la Irlanda de Yeats,
al cisne incuestionable de engañoso plumaje
y cuello retorcido que inventó el gran Darío.

Todos los cisnes flotan en la nieve —invisibles,
lo sabemos—, incluido el que refiere
libre y triste René Char tras la ausencia.



II

Ya vuelven las oscuras golondrinas
que Bécquer liberó de la memoria
(Libro de los gorriones) manuscrita
aquella noche antigua de Toledo.

Ya el gorrión de José Emilio Pacheco
bajó a las soledades de un jardín mexicano.

Ya graznan en la China de Li Po
los cuervos por la tarde dibujados
y regresan las aves de Cracovia
en una primavera que Szymborska anticipa.

Una bandada cubre la nieve del espacio.

Yo, oculto en el envés de las palabras,
distingo cada canto y sus llamadas,
observo el movimiento de sus alas,
la forma de los picos y el color de las plumas,
con qué gracia se posan en las líneas escritas.

Pero esta vez decido un fogonazo,
un disparo hacia el aire
que dibuje una elipse caligráfica,
que levante una auténtica estampida:
y un huracán de negras palomas abandonan
el Nueva York de Lorca, se equivocan,
chapotean las aguas de un poema de Alberti,
cambian de rumbo y buscan otra rama,
otra aurora en el verso de Aleixandre
donde graciosos pájaros se copian fugitivos.









NEBRASKA


Harvest

Neil Young


La de aquel año fue una buena cosecha. Trabajamos
duro el cereal, y construimos nuestra propia casa.

¿Recuerdas, Alabama, las canciones de Neil Young
cuando vivíamos en Nebraska? Las solíamos cantar en el cobertizo,
mientras el campo se mojaba con las primeras lluvias del porvenir.

Después nació Tommy. Sueña, sueña, déjame llenar tu copa
con la promesa de un hombre. Te prometí hectáreas, Alabama,
hectáreas de amor

con aquella lluvia, aquella cosecha, …en Nebraska.


Amanecer en Pennsylvania,
Cuadernos de Sandua, n.º 69, Córdoba, 2001




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