miércoles, 3 de noviembre de 2010

1868.- CÉSAR AUGUSTO AYUSO



César Augusto Ayuso. Nace en Reinoso de Cerrato (Palencia) en 1954. Se licenció en Filología Hispánica en la Universidad de Oviedo y se doctoró por la misma universidad con una tesis sobre la poesía de Gabino-Alejandro Carriedo. Reside en Palencia.
A principios de los noventa publica numerosos artículos de crítica literaria en el suplemento "Artes y Letras" de El Norte de Castilla. Y otros de investigación de historia y crítica aparecen de continuo en diferentes revistas especializadas. También hace incursiones en la investigación antropológica en temas de literatura oral y religiosidad popular.
Ha traducido en distintas revistas a poetas franceses como Pierre Jean Jouve, Jacques Prévert, René Guy Cadou, Yves Bonnefoy, Jacques Izoard y Guy Goffette, italianos como Giuseppe Ungaretti y portugueses como António Ramos Rosa.
Funda y edita desde 2001 la revista de poesía Milenrama, cuya finalidad es ofrecer una muestra de la poesía española del momento publicando inéditos de los más destacados poetas en lengua castellana, sin olvidar a los de las otras lenguas hispánicas (gallega, catalana y euskera) o de la portuguesa, y con versiones de poetas extranjeros.

-POESíA:

1980: Afirmación del hombre.
1985: La noche ama su sombra.
1992: Las verdades del trigo.
1993: Compostela. (Plaquette).
2001: Luz de nieve.
2006: Variaciones de abril.
2008: Respirar de los días.

-ENSAYO:

1990: La poesía de Gabino Alejandro Carriedo.
1995: El realismo mágico. Un estilo poético en los años 50.
2000: Palencia en la literatura.
2003: El ala en la meseta. Antología de poetas de Castilla y León.




¿QUÉ bruñida moneda
o bóveda lijada
es el cielo
de restallante azul?

Ojo desnudo,
su arrogancia
nos mira.
¿Promesa
de dicha inalcanzable?

Música sin perfiles.

Enramada de asombro.

El silencio despliega
la cauda de su luz.

Tierra deshabitada
en pleno mediodía.

Mortalecidos,
con bocas de resina
a la hartura clamamos.

Quisiera a toda costa
alejarse el crepúsculo.

Mas si la luz durase,
eviterna,
insondable,
¿en qué Estigia de sal
sembrar de sol la noche?

Es el cielo el enigma.

(de Variaciones de abril)





(gorrión)

I

EN la fragilidad
siembra sus sílabas

ese gorrión que canta.

Su pío quejumbroso
se deshace
como cera muy dócil.

Insistente, me asedia.

En las tejas
es ley su arpegio,

cuarzo de lumbre cenizosa.

De pluma leve,
de ojo asombrado,

reja de arado es
que abre el desconsuelo.

La luz rompe
su rictus enigmático
de muy triste Gioconda.

Si de noche fuera
sería Aldebarán,

o flor cortada
de melancolía.

Solitario, resiste,

y si vuela se inflama

de más pálido azul.



II

SU hueco de algodón

una espina de leche
en el aire clavada.

¿Será la libertad
la odisea
de un pájaro que alumbra
su don en lo sombrío?

El eco en la alacena
vacía.
Su gracia candorosa
oculta,
extraña.

Así las horas
no salen de su error.

Se hace opaca
la visión de lo inerte.

Era bálsamo
la compañía de su silabario.

No sólo el cautiverio,

el precio de la vida
es el candor.

Es esta nieve que te falta.

(de Variaciones de abril)








Estoy amurallado.
Apenas hablo de otra cosa que del color del tiempo,
que es como dibujo los silencios de esta ciudad de lluvia.
Amo la soledad como el pájaro el nido,
y, cuántas veces, por tenerlas vacías,
poso mis manos sobre la flor del agua.
Amo la poesía para defenderme de todos,
de todo y de mí mismo.
Soy feliz cuando llueve. Y mucho más cuando crece la hierba.
Tercamente sueño para sobrevivir,
sin más cordialidad que las horas que pasan.

(de Compostela)







1

Libre como la luz
que se derrama en torno
yo no seré jamás.

¿Adónde nos conduce
el clamor de este otoño
que ha de pasar también?

Amarilla me duele
su tristeza, no el gozo
hacia la desnudez.

Lo que en la tierra cae
será un día el tesoro
para otra luz más libre.

(de Luz de nieve)




2

No ven mis ojos el esplendor de vuestra llama
amarilla, la crin que derramáis
al aire rizado de esta tarde
de junio, grácil como vosotras,
retamas incendiadas.

Bajo un arco de nieve
-la que el tiempo acumula a nuestra puerta-
llego hasta el día primero
en que os vi, adelanto jubiloso
de la belleza cambiante,
en cuyo alado reflejo
aparece la condición efímera del hombre.

Otros días, ceniza ya y aroma
de la nada, flotan en estos
en que volvéis a ser las mismas,
mas no conmigo. Y, en otro lugar
y con otra tristeza, os miro
sin entender el portento de florecer
al margen de nosotros, (aunque
para nosotros). ¿Para ser, acaso,
delectación de sombras?

Si, al menos, como una cabritilla
os comiese, ramonease en vuestro entorno,
en el mismo incendio ardería, y podría extinguirme
sin dolor ni memoria,
pero sólo puedo contemplaros
como el fastuoso emblema de la primavera
que sois, hiniesta grávida,
en estas tierras pobres.

Vuestra divina floración
enceguece mis ojos y en mí deja
un amargo consuelo:
Veros un año más,
soñaros como fui.

(de Luz de nieve)


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