domingo, 9 de junio de 2013

GRACIELA SUSANA PUENTE [10.080]


Graciela Susana Puente. Nacida en la provincia de Buenos Aires (República Argentina) en 1949. Doctora en Letras. Ex Decana de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Morón. Profesora titular del ISFD Nª 45, Haedo, Provincia de Buenos Aires. 

Ha publicado más de treinta libros: poesía, ensayo y teatro. Los poemas elegidos pertenecen a Legado de Venecia (Vinciguerra, Buenos Aires,2004) Alguno de sus poemarios: De calle y siempre, Almharad, Amalgama, In-valida, Desde las manos, Ocurrencia, Veces, Caída de nenúfares, Vaivén-Eros (con Ramón Canalis), Breve Saga necesaria, Habanía I y II. En 2006 publicó su ensayo más reciente: Miguel Hernández Poética Taurina (Botella al Mar, Buenos Aires). Ha recibido entre otras distinciones: Faja de Honor Almafuerte (SADE Oeste Bonaerense); Premio Noemí Vergara de Bietti (Gente de Letras); Premio Jorge D. Thevenin (Municipalidad de Morón); Corona del Eistedfood (Pcia. de Chubut); Premio Ensayo (Pcia. de San Luis); Academia de Letras (Puerto Rico) Dictó numerosos cursos en el exterior.



LEGADO DE VENECIA

Máscara y sueño.
El carnaval se asombra
de su sonrisa.





En medio de una calle
ilusionada,
dos arlequines se besan
con rumor de cascabeles.

Cada paseante está en lo suyo
y no registra
esa manera del milagro.





Apenas
pero incita,
pero alude
a la aventura de volar
con signos
desbocados.
Azul y negro
en gama con los grises
y un derramar dorado
en el espejo.





Un beso surrealista
y trascendente
anuncia eras del infierno.

Aunque debajo de la enmienda
maquillada,
existen labios para amar,
ocultos por el miedo.





Tiene de ave y hombre
en el espanto;
tiene el matiz burlón
de haber vivido.

Los ojos se columpian
en la máscara.





Sobre el declive de un puente
hay figuras
y existen rostros perfilando
la sonrisa.

Hay gestos y pinturas que se atreven;
pelucas y vestuario.

Una conquista de cromos
en las pieles
y esa necesidad de la alegría
con presencia.






Sin barca ajena

Como una voz varada en la niebla,
así se oía, sensible a otros recursos.

Tomó los remos y enfiló hacia el puerto
dejando sirenaicas en las sogas.

No pudo ver que hasta los peces se dormían
apacibuados por rumores y el silencio.

No pudo ver que se encrespaba la corriente
y los perfiles airados nutrían a las olas.

Sólo deseaba llegar al rumbo en lejanías;
tomar las redes y enhebrar los gestos:

los que parecen breves y son como refugios
que vencen a la voz varada en la niebla.


de su libro "Salir volviendo"









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