domingo, 30 de junio de 2013

ENRIQUE BACCI [10.173]


Enrique Bacci (Uruguay, 1960), Entre sus libros interesa destacar: Midland (2002), publicado íntegramente en Pulir huesos, Veintitrés poetas latinoamericanos (1950- 1965), selección y prólogo de Eduardo Milán (Barcelona, Galaxia Gutenberg- Círculo de Lectores, 2007); temprana bocanada (2004), Valdirio, maquinista (2006) Isabelas (2008), Lejanías (2009), Cimental, la culpa (2009), abrA(2011) y  aguas de Te Aroha (sello editorial Fuga, 2011). 

Obra suya se ha publicado en revistas de crítica literaria de México y en la reciente antología País Imaginario, escrituras y transtextos selección de poetas latinoamericanos hecha por Maurizio Medo, (Ecuador, octubre 2011). 



De Isabelas


1

pero los patos pueden lo que pueden
digamos
las palabras dicen lo que dicen y no más
que las uñas muestran
sin peinar diadema y lumbre


2

no más que silencio peinan
los ves? vienen del lago del medio
de la tierra
(la luz de allí tiene curva inmensidad)
uno de ellos va diciendo qué lugar
cuando con eso los patos logran
viajar por el silencio


3

del río crestan
la vera confluencia del negro y el azul.
Los patos pueden
lo que pueden. Las palabras
veces huecas que se encuentran
o no
oscura nada en vuelo.


4

alas
a tiempo
abiertas
la fémina palabra de la parra del desorden
intriga que en tu vuelo desvariado
lo que aventa está sin luz.


5

Te sucede horizontal
el día
su vertical perpetua en amaranto
ave maría!
ellos que detrás
de efímera embestida sin razón
dialecto ansí   volado
silbo sin quietud. Círculo
y estambre.








De Lejanías

Desde la capital a Paso de los Toros
hay doscientos setenta y tres
gritos colgados en los postes
(saludan los ojos de un malacara)
desde la capital a estación Menéndez
hay doscientos noventa y cuatro temblores
en la horqueta de un rabdomante,
cansado de tensar el alma como a un arma
(saludan las sábanas de un sueño)
desde la capital a estación Francia
hay trescientas catorce campanas calladas,
esperando una voz que santigüe
este silencio
(saluda un gurí de honda en el cuello)
desde la capital a Tres Árboles
hay trescientas treinta y cuatro piedras
de tahona ensangrentadas de trigo
y de verdad
(saluda un aperiá, ensimismado)
desde la capital a Merinos
hay trescientos cincuenta y cuatro
restos de mal tiempo
balando, asustados, yéndose
(saluda la cuarteada mano de un tropero)
desde la capital a Capilla del Carmen
hay trescientas sesenta ramas del paraíso elegido
para enmaderar el miedo
(saluda un perro flaco al costado del aljibe)






De cimental, la culpa

Hacer de cuenta que esto es una fundación. Desde una palpable intrascendencia hacer del viento que resuena
El Viento Que
Resuena.
Contado luego a gente que no hace de cuenta.
Contar en aquellas treinta palabras la carga inmanente de cómo han sido utilizadas en su
neutra colisión de brillo y sitio. Si es que cuando digas fundación
aparecen espadas y trompetas en su espacial
ajenidad. Si es que digo "decir" esto
es entendido como la irrupción del eco montado en cierta convención de la frase utilizada.








Esta imagen tiene pulsaciones. Olor a lisa asada lleva el aire desde la costa
los perros se revuelcan en los lobos que amanecen despanzurrados
un biguá termina una línea curva en el cielo, vísceras de lobo en su pico.
Cruje una chalana recién calafateada. Dentro de lo que me interesa está un rancho,
un mono ciego y una mujer que llora
a su costado los personajes centrales remedan a los perros en los lobos.
Afuera, la misma bahía de los bergantines hace escorar la dejadez del viento.
El perfil de la ciudad _la mía_ emite un ronquido de corvina negra
y esto da su pulso.







Azules de ultramar al final de la hoja, al fondo del corredor. Última pieza de un conventillo
acuoso
guarnición de gatos postreros para la hora temprana. Costa rugosa, desde el mar
adentro tablas
pez fuera
pez cado. El personaje que mira los movimientos muertos de la tierra por el sendero duro
de su silencio.
El horizonte es un remiendo, un collar de barcos, una línea que fabula desde el nervio.
Luego, aquí, es un motivo dibujado de una rama, una letra impronunciable
para ser llevada allí; en esto el papel
sin geografía
es un desagüe adoquinado, unas piedra ofuscada ante el oleaje. Azules cardinales
frecuente arrastre de una palabra a la sombra,
qué es decir al acecho de la pájara memoria cardinal
y roja.
Riña marinera del anónimo. Puerto alado
nombre en la boca de los primeros contrabandistas.








el sapo y la ceguera, miro las hiedras de las canteras y una birome desmenuza
lo que podría habitar allí, grabados de la piedra utilizada para hacer este lugar.
Torcimiento en el alcohol __estoy bebiendo__ el entorno en pegatina de verde
y más allá del gris tendido el cuerpo en escritor, tendido en esta piedra.

¿Qué hay debajo? Eso, ¿lítico?
Aquella piel fría, ¿una escollera?








Funda, narra, confunde,
hace del viento que resuena El Viento Que Resuena.
Mal encarna el verbo lanzar, junta un papel y otro. Los desanima, hace como si
termina diciendo
silencio
que empuja
y nos roza bajo los pies.
Un temblor.





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