martes, 19 de febrero de 2013

RACHID BOUSSAD [9352]



Rachid Boussad  (Jenifra, Marruecos; 1983), tengo un Máster Especializado en Traducción y Comunicación (Casablanca);  Diploma del Centro Pedagógico Regional-Tánger “Formación de profesores de español”; Diploma del Centro Superior de Lenguas Modernas de la Universidad de Cádiz- España; “Curso de formación metodológica y actuación lingüística”; Licenciatura en estudios lingüísticos-Universidad-Sidi Mohamed Ben Abdellah Facultad de Letras y Ciencias Humanas- Fez; Diploma de Estudios Universitarios Generales en Estudios Hispánicos.
Desde 2010 soy Profesor de Español en el Instituto Ibn Toufail- Beni Mellal.
En 2012 gané el Premio Cervantes Casablanca de Poesía
Tengo varios poemas publicados en las revistas Tántalo, Almiar, Ahazar, Archivosdelsur…



El vate…

              «El Poeta es un pequeño Dios»
                        Vicente Huidobro

Es un nómada infatigable, 
Y un ubicuo movible. 
En todas partes presente
Acá y acullá siempre oyente
Por cuestas abajo y por arriba sudando. 
¿Qué vientos terribles lo arrastran más allá de sí…, y de los mares? 
¿De dónde hubiera sacado lo divino en él abrigado?
Dos veces cantor:
Versos de miel, de cara a la aurora, 
Y aquéllos de hiel, con el crepúsculo platicando. 
En su balanza encinta de seda y marfil,
Van desparramadas sus quimeras y sus inquietudes. 
Soñador de soledades, misterios y madrugadas. 
Fontanar de aires y aguas incesantes.
Relámpago de suspiros alumbrando abismos.
Dueño de fuegos encendiendo patrias sin visado. 
Las sombras persigue de amores fugaces,
Y el hálito de las brisas nocturnas acompaña. 
¡Alma cándida y oficio ahogado en las penumbras
De su ocio hortelano y duradero!

¡Oh bajel de alegrías hacia puertos nebulosos!
¡Oh jardinero llorando por árboles deshojados,
Sus almas dolidas, y sus rosas mustias y polvorientas!
Ensánchate y aférrate a tu voz ¡oh Poeta! 
Yo te tiendo la mano y yo te pregunto: 
¿Qué sería de los paisajes tétricos, 
De los pajaritos lúgubres, 
De las sonrisas lánguidas, 
 De los rostros héticos,
De los corazones taciturnos, 
De las lágrimas derramadas,
De los mares embravecidos,
Y de los cielos entristecidos, 
Si de mis orejas viniesen a faltar tus sombras sonoras y quijotes?
¡Ay de ti, demiurgo de tinieblas y recovecos!
¡Ay de ti si te acaban en basura de dejamientos y olvidos!
Si tú te murieras en soledad y sin testigos, 
¿Qué sería de las voces “escasas”, 
Pletóricas de orfandad mortuoria 
En aquellos oídos nutridos de sombras y fantasmas de arena?






El heraldo deseado

                    A las santas piedras,
                    A las manos atrevidas. 

Mientras las palomas vuelen intrépidamente
Entre balas y cohetes;
Mientras las manos impávidas e impertérritas luchen
Con piedras y hondas y tirachinas;
Mientras se vea que las flores se destruyan
Con sus sépalos y pétalos,
Sin que algo de nuestras callejuelas
Se mueva y se conmueva;
Mientras haya pueblo desflorado,
¡Habrá sombras sonoras y gritos ígneos!

Mientras se observe que los fusiles
Repartan muerte en perdidos arrabales;
Mientras los aviones dejen calles ensangrentadas;
Mientras los cañones arenguen al averno
En la franja aquélla,
Aquélla que los sucios vampiros defraudan;

Mientras haya cuerpos descuartizados:
Almas derruidas acá,
Y destinos envenenados acullá,
¡Habrá sombras sonoras y gritos ígneos! 

Mientras se ensanchen las piedras;
Mientras las vistas apunten,
Apunten hacia más adelante,
Y en los ojos haya lágrimas rebeldes y ufanas;

Mientras no se obstruyan las sendas;
Mientras haya madrugadas y ruiseñores, siempre
¡Habrá sombras sonoras y gritos ígneos!







Iras y derrotas 

                          A Mohammed Kirsit

¿Cuántas pasiones fogosas
Yacen desgraciadas 
Bajo las medievales cenizas; 
Cenizas cretinas de la indiferencia y la displicencia?

¿Cuántos tesoros de glorias
Yacen inservibles
Bajo las medievales cenizas del descuido?

Por las mañanas y por las tardes,
Corren prisas y jadeos,
Caras ensucias de vidas,
Caras mustias, pálidas, 
Consumidas y sin sonrisas,
Y nunca jamás se sabe 
Con qué sedes salen,
De casuchas destartaladas, 
Con qué hambres menos pensadas se nutren,
Y con qué aires extraordinarios respiran. 
¿Qué neblinas vagan por sus entornos?
¿Qué luceros las iluminan y qué lunas?

Pintan sus días a lo suyo,
Las horas y los años.
Los atuendos, ni de majestad impregnados,
Ni de simplicidad saciados, ni calmas,
Ni de placeres amantes,
Ni sus parientes se atreven
A interesarse de si sus amores
Acontecen en primaveras, 
Éstas de goces, jazmines y azucenas, 
O en singulares febreros,
De sombras acuáticas y nevadas.
Las sendas por donde andan de por vida 
Se les ofrecen galantes y sin extremos,
Y más aún pedregosas y empinadas.
Quizás les sorprendan, o tal vez les estrangulen
Sus horas de últimas palabras 
Y mortajas.
Quizás les salga de repente el camino 
Llamando a chubascos, riadas y truenos.

¡Ay! Dense por bien firmadas,
Las postreras sentencias y con récord
Entre las innatas certidumbres y las dudas.

¡Ay de la muchedumbre desprovista de ilusiones!
Distraída y abstraída 
En el cavarse las mudas moradas,
Con los picos entristecidos y onustos,
Y con el hurgarse los dedos en las narices,
Se desgasta. 
¡Ojalá no desparrame
Su último brindis y trago
De su jarra impasible y silenciosa!
¡Ojalá no se hubiera enterrado
A sí misma desde tiempos longuísimos y envejecidos!

Quédense toditos sabedores
De que nunca jamás se sabía
Que a un tal señor de burro
Se le antojaba alguna vez
Darle a la buena de su noria heredada
Alguna vueltecita al revés.






La noche y yo    
  
Fatalidad, fatalidad...
No tengo tu amor
Nada si no tengo tu amor
Sólo un corazón envuelto en llamas
                    Miguel Mateos

La noche y yo,
Dos estrellas solitarias
En el inmenso e infinito firmamento. 
La noche y yo,
Un silencio cómplice y sensato, 
Silencio de mi esencia,
De su presencia,
Y de tu ausencia, amor mío.
La noche y yo,
Simetría y armonía entre lo real y ficcional, 
Hermanamiento emocional,
Homogeneidad y complementariedad incondicional.

¡Oh noche serena de abril!
En tus ojos diviso mi alma rota
Mas, tu venir aguardar me fascina,
Tu llegar imperioso al sereno tanto me consuela,
Para navegar cual barco 
En el océano de tus párpados,
Mirar y admirar tus palpitaciones rítmicas, 
Abrazar tu sombra y penumbra,
Escuchar tu mutismo absoluto…

Cierta vez, la noche el silencio rompió 
Era muy pero que muy atrevida
Tal vez, la curiosidad sus entrañas carcomía 
Para saber lo que yo padecía
Y a preguntarme se ponía:
 “¿qué te ha pasado, que aún no te veo sonreír?
¿Qué disgusto has traído? 
Un susto me has dado:
¿Qué tendrás?
¡Qué alicaído se te ve!
La tristeza se escapa de tus labios de fresa
Tu boca de rosa sabe a sinsabores, 
Tu voz de azucena huele a pesares, 
Tus dos soles; dos astros decrépitos y llorosos, 
Tu corazón, un río nostalgia fluir:
Cierto un idilio sufrir”. 
Desahógate.
Fíate. 
De mí, no tengas sospecha
Ama, ama y el alma ensancha. 

Yo siento,  
Yo siento en el alma un calvario truculento.
“Contigo platicar solicito
Contigo desahogarme necesito.

Ya no pido ni anillos ni castillos, 
Ni astros ni estros.
Serenidad espiritual tan solo deseo”. 

“Nada te turbe 
Alégrate  la cara
Tan linda está la vida
No te entristezcas. No te apenes. 
Yo soy el bálsamo de tu desdicha,
El elixir de tus congojas.
Ten anhelo. Tenlo más que nadie
El mundo es un pañuelo
No te salves. Lucha y además lucha
Ya volverás con tu muchacha”.






La reclusión solitaria

                 "Le grand mal de la vie, c'est l'ennui".
                                       Stendhal

En aquesta serpiente de vapor, 
-Depredadora de carne humana,
Ávida de sangre inmaculada-,
Que tediosa su marcha reitera;
Cuitado yo y bien depredado,
Por ayeres de pesares y sinsabores.
Desollado de mi propio yo
Buscando incesantemente
pero no sé qué.
Vacíos me envuelven,
Me despedazan anhelos
Y carencias me transportan
Hacia no se sabe dónde. 
¡Qué descarrío flagrante!
¡Qué desorientación acompañada!
¡Qué mañanas tan amedrentadoras!
¡Qué sonrisas la mar de amonestadoras! 
Desesperanza, desesperanza, desesperanza.
La esperanza se va, se va, se fue.
Acaso Dios El Observador y El Todopoderoso,
Condenó a esta serpiente de vapor
A la misma imagen cotidiana y rutinaria; 
Y yo a la sempiterna reclusión solitaria. 






Oscuridades y caídas

                     A Majda Meskrot

Es un pecado capital ser:
Un ángel con alas de polvo, 
Una abeja neutra hallada
En un macón,
Un desierto con dunas espinosas, 
Y con oasis de sangre y veneno, 
Una charca de agua estancada,
 Y putrefacta… ¿!y sin más!?
Un ruiseñor enmudecido
En un árbol imperio de arrugas,
Un largo túnel preñado  
De promesas yacentes, 
Ausencias perniciosas, sonoras y silencios; 
Un inmenso ponto colmado 
De estelas engorrosas,
Y Baratarias de congojas.

¡Ay! ¿De qué otros pecados,
Sí, sí, otros más capitales guardar el bulto?
Vivencias sin la miel de tus presencias, 
Convivencias con la hiel de tus ausencias.





Gritos silentes

                     “Écrire, c’est hurler en silence !”
                             Pénélope Damman


 En los pómulos de la luna, 
El firmamento populoso de estrellas infinitas,
Dibuja sarcásticamente…injustamente…
Tu óbito escamoteado. 

En la cuna de estas sombras sonoras
Saltan y resaltan mis desmadres,
Nacen y fenecen mis manantiales,
Y mora mi vida sufrida, desdicha imperecedera. 

¡Ay, qué ayeres y qué hoyes tan reñidos
En este mar de bramido proceloso!
¡Ay, qué bravías luchas huérfanas entabladas! 
Todo falta do faltan las fragancias de tu palmeral. 

En el santuario de mis noches de insomnio,
Deseos suicidas el alma entona. 
Recuerdos de arco iris y relámpagos 
Yacen sin soliloquio. 

En el umbral de mis hoyes insurgentes,
De rayos y truenos sobrantes,
El céfiro circula asaz curioso
Queriendo rastrear mis silencios sonantes y tonantes

Y con voz urgente me echa a la cara: 
¿! A quién embalsamas decentemente
Estos gritos callados, estos barrancos amigables!?
A Majakech, eterno nombre. Idilio sempiterno. 





Un festín de lágrimas

                “las lágrimas son la sangre del alma”
                                    San Agustín 
En esta noche pluviosa,
El frío desmesurado y la cruel tortuga
Envuelven tenazmente mi alquería. 
Los trozos de un ayer idílico 
Tan desazonadamente recojo. 

Párate y óyeme ¡oh Grandeza y Poderío!
Mis pensares en flor y apesadumbrados
Estrangulan sus penas 
En gestas bailarinas,
Gestas de caras y máscaras.

Párate y óyeme ¡oh Potente mano!
Mi hoguera nívea
De retrato ebúrneo 
Te pregunta tan dolida
Sobre un día estival    
Que huérfano quedó de un reflejo. 
Y te interroga tan afligida
A lomos de un sueño risueño
Que, asesino de lo mismo repetible, 
Salió a paseo,
Sin consultarlo con sus diáfanos diablillos,
 Y tragándose la plenitud de los sudores,
Sudores jadeantes y sus fiebres.  

Párate y contéstame, Sustentador del universo 
¡Clemencia y más clemencia!
¿Con qué culpas he nacido
Con este infalible poema,
Poema airado y ufano además?

Con carne viva he aprendido:
¿Qué cosa sentencian que es un ósculo,
A qué llaman recuerdo,
Y entre sollozos
Cómo dormirse a todas anchas?





Muertes y despertares

                 A Mohammed Karsit

“Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos”
                                   (Mateo 8, 22)

¿Qué me demandaba aquella paloma?
¿Qué vueltas eran, eran 
Aquéllas que se daba?
A la orilla del riachuelo distraído, 
Y sobre mi peñasco me había sentado. 
Alejado de mí, y sin sombra,
Recorría mis selvas, me fugaba,
Regresaba a mis puntos de partida,
Me borraba las huellas, y mis andares
Reanudaba. 
Cuando de verdad atrapé
Por la garganta lo que ella deseaba,
Cuando pese a mi le di de espaldas,
Y de mí, desgarrado, me hube alargado,
Hacia donde ni siquiera vislumbraba,
La pobre con su amargada blancura
Con su orgullo superando el de la nieve;
La nieve más fría.
Pero, en un rebelde santiamén
Ella y su monumento del horizonte 
Sin previo aviso habían desaparecido. 
Un imperio de pareceres y preguntas
De mí, desenfrenado, se había apoderado.
¿Cuántas leguas de pésames y torbellinos
Había recorrido?
Un ángel de éstos de la vida a secas me detuvo,
Y con los ojos en los ojos me amonestaba
Por aquel indispensable paraíso   
De cuyas rosas y jazmines
Había yo desterrado a la majestad altiva 
De su rama, sacudiéndose aún,
Y los mutismos albañiles de mi montura. 

Lejos me iba de mi piedra,
Tanto como abandonaron
A Moisés la suya y su ropa. 
Y soplaban por mis cuernos,
Enderezados por detrás de los cementerios,
Vientos de hambres sedientas y codicias.
Mezclas compactas de querencias y odios,
De luces amargadas y sombras refulgentes…

A mis viajes, de noche, libertaba
De sus argollas nocturnas,
De aquéllas nefastas y aseguradas.
De entre los méritos de estas noches,
Éste que bien recordaba al bueno de Lisipo,
A su presuntuosa y glorificada estatua,
A las felicidades oscuras
Regaladas por sus oscuridades,
A aquellos santos y fieles
Añorados por los pueblos telúricos y celestes,
Y que de sus árboles verdes y lozanos
Extraen fuegos desdoblados y llamas.

¡Ojalá supiesen irse acompañados
Y a manos los guías y los guiados
Los derechistas lúcidos y caminantes,
Y los izquierdistas miopes y encaminados!
¿Quién mantenerse podría inmóvil
A lomo doncel de un gentil dromedario, 
Y envuelto además en pañales 
De humos blanquecinos y azucenas?
¡Cuán opuestas van ambas voces, 
La una llamando a la plenitud rescatadora,
Y la otra al buen desfiladero,
Y al magno vacío estruendoso!

¡No os olvide agredirles los ojos
Al olvido a la humillación y al desgaste
Con la soldadesca de vuestras iras y tornadas!

Sellad, compañeros de idas y vueltas,
Con las primeras angustias y descontentos del alba,
Los pactos de intervención seria y asidua y de confianza
Antes de que a llamaros se dispongan 
Con las bocas puestas en las orejas,
Ya que desde lejos,
Esto les es más que nefando…

Antes de que por el tiempo airado 
Os vayan muy cortos,
Por detrás, los abrigos. 
¿Qué corajes, qué valentías, qué ufanías
Por las vastas arenas
No se habrán dicho derrotados 
Por sus lenguas pendientes y sangres derramadas?
¿Qué certidumbres cegadas
Magas y posesas,
Celestes y oceánicas,
No estarán recorriendo gloriosas 
Sus lucientes tinieblas y cavernas?

¡Ojalá hubieran podido
Hadés, Venus y Afrodita
Quitarle la caja a Pandora
Antes que con sus ansias intrépidas 
Cumpliese! 

Y aun de cara a esta caja abierta,
No te fugues avergonzado y humillado y extenuado.
No te salves nunca jamás.
Muérete honrado, amante de descensos y subidas.





Algunas nostalgias

Aquí estuvo en otro tiempo, 
Una flor indomeñable.
Tenía pétalos que me encandilaban,
Y a mi vera mariposas soltaba,

Nadie puede imaginar, imaginaría,
El increíble Mandato Ineluctable, 
El incendio atroz de las rosaledas,
El remate de los rescoldos. 

Se desvaneció la flor,
Solita y derrumbada,
A espaldas de un jardinero. 
¡Ay paloma lumbrosa! 
¡Ay ángel, el muy por encima del pensamiento!
Ten por bien sabido
Y escucha buen sonido:
Las plumas para el cielo posee la paloma,
Y pétalos para las narices la rosa. 
¿¡Cuán paladina es la desemejanza!?
Del aire se nutren las plumas,
Y de mis cenizas los pétalos. 





Azucena inmaculada y rocío dolorido

Tu pénsil sabe a albahaca y hierbabuena,
Y tu fragancia huele a flores amadas. 
Éstas nos hacen cómplices amadores.
La mariposa de tu rostro encendido,
Una promesa de placeres tan deseados.

¡Qué paisaje tan bien afiligranado!
Es más que un acto de fe,
Un don del Demiurgo Justiciero.

Tu pénsil, un poema tan sentido. 
Tu fragancia, un verso, 
Sí, un verso amadamente compuesto 
Para que en ti me mire
Y conmigo mismo me rime. 

¡Oh flor gauchesca, indomeñable e inmarcesible!
T me mueres de azucena inmaculada, 
Y me arrobas con tu rocío afligido.  






El néctar ponzoñoso de tu pasión
                      
“De la contemplación
                                                Nace la rosa;
                   De la contemplación, el naranjo
                                                Y el laurel:
    Tú y yo del beso aquél”.
                                                      Miguel Hernández 


¿Cuántos campos de recuerdos
Te guardas del ósculo aquél,
Socorrido por alambradas, ejércitos 
Y ametralladoras?

Y entre mis amorosos navajazos,
Te derretías cual rocío,
Rocío entre las densas arboledas,
Agredido por los colmillos del sol. 

¡Ay princesa de los siglos y sus siluetas!
¿De qué sombras, de qué estrellas,
Amapola y gloria de verano,
Te olvidas y te escapas?

¡Oh, planta sagrada! ¡Ven a mí! 
Déjame regar mi cráter vulnerable
Con aquel néctar
De fuegos salvajes.  







Rosaledas y arboledas

He llegado al aeropuerto Benito Juárez.
Son las seis de la mañana de diciembre
Del nueve de 2012, en México. 
Viento frio, cielo nublado.
Yo tomo café y observo
Cosas y gentes,
El Castillo de Chapultepec,
Y barrigas satisfechas e indiferentes. 
Yo estoy jubiloso. 
Yo tomo café y observo
Quedándome atónito y absorto.
Bajo el clima de Acapulco,
Ósculos de albahaca,
“Amancias” de hierbabuena. 
Y querencias  en Coyoacán.

En los patios del tiempo
Te recuerdo, Texcoco,
Calzando yo estancia fugaz
De venturosos días.

En los balcones del espacio
Te evoco, Aguascalientes
Extrañando aquellas comidas picantes.

Y en las Pirámides de Teotihuacán
Ocultando lágrimas dolientes
Con mascaras de jade,
Mas gritando a los cuatro vientos:
“TE AMO, FLOR INMARCESIBLE”. 
                                         México, D.F 2012









Tiempo de migrar al pasado

“El pesimismo es un asunto de la inteligencia; el optimismo, 
de la voluntad”.
                                    Antonio Gramsci


La negrura se adueñó de la noche.
La nostalgia me ablandó impetuosamente. 
Me mortifican y me afligen sobremanera
Susurros de aquella doncella,
Aquella de aguas límpidas y rayos entusiasmados. 
¡Ay de mí! ¡Ay de mí!  
Que el fuego de mi Prometeo
Se puso a arengar a la luna,
A los cielos y a los ángeles además 
Mi imperativo esencial, 
Mi deseo  intrépido y cortesano.
¡Ay de los hoyes desnudos de luces y estrellas!
¡Ay de los hoyes que diseñan risas mefistofélicas! 
¡Ay de las mañanas surcadas de sangre cuajada!
¡Ay de las mañanas que estallan en carcajadas sardónicas!
YA ES TIEMPO DE MIGAR AL PASADO. 





Tacita de plata

                    A Majda Meskrot

Cádiz es más que un espacio geográfico, 
Es arte y parte ingente en mi vida. 
Aquí he dibujado una hoja de ruta idílica. 
¡Ay, Cádiz, Cádiz,
Cómo te tengo en alta estima!
Tu recordar en mi revive 
Las fisuras del espejo de un pretérito; 
Pretérito idílico esculpido
En estos remiendos viejos
Que en mi alma enamorada llevo.
                                         Cádiz, 2010. 






La calma y la tormenta
                               A Majda Meskrot

En el café Ouzoud estoy.
¡Qué calor tan vengativo!
Lejos de ti, algo soy:
Erebo pasional, o Edén fugitivo…

Una errante brisa de brasa
Las mejillas de mi memoria
Acarició tímidamente,
Sacudiendo terriblemente
El ponto aletargado
De mi amor desmesurado. 







Nuestro amor 

         A Majda Meskrot

Nuestro amor
Nació en febrero
Del ósculo aquél.
¡Febrero, febrero!
Mes del (des) amor,
Se va y se viene…
Mas nuestro amor,
(Mi  flor inmarcesible)
Que se fue
Ya (no) volverá 
Otra vez. 



                                          Rachid BOUSSAD







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