miércoles, 14 de noviembre de 2012

SANTIAGO KOVADLOFF [8493]





Santiago Kovadloff
Santiago Kovadloff nació en Buenos Aires, Argentina el 14 de diciembre de 1942. Es ensayista, poeta, traductor, antólogo de literatura de lengua portuguesa y autor de relatos para niños. Se graduó en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires con una tesis sobre el pensamiento de Martín Buber titulada El oyente de Dios. Algunas de sus obras fueron traducidas al hebreo, portugués, alemán, italiano y francés y otras se han difundido por España.
Es profesor honorario de la Universidad Autónoma de Madrid y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES). Desde 1992 es miembro correspondiente de la Real Academia Española, desde 1998 es miembro de número de la Academia Argentina de Letras y desde 2010 de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas y también de la Academia Nacional de Periodismo. Integró el Tribunal de Ética de la Comunidad Judía de la República Argentina hasta su disolución.
Se desempeña profesionalmente como profesor de filosofía y conferencista. Es colaborador permanente del diario La Nación. Además integra un trío de música y poesía con Marcelo Moguilevsky y César Lerner.
Es suya la primera versión completa al castellano del Libro del desasosiego (2000), de Fernando Pessoa. Asimismo, es autor de la traducción de Ficciones del Interludio (2004), del citado autor. También tradujo, del idioma portugués al español, textos de los poetas Carlos Drummond de Andrade, Manuel Bandeira, Ferreira Gullar, João Cabral de Melo Neto y Murilo Mendes, Vinicius de Moraes, Mário de Andrade, Manuel Bandeira, Murilo Mendes, Carlos Drummond de Andrade, João Cabral de Melo Neto, Machado de Assis, João Guimarães Rosa, Noemia de Souza, Mário de Sá-Carneiro.
En los años ochenta tradujo al portugués a numerosos poetas argentinos y muchas de las composiciones de Joan Manuel Serrat, así como, una década antes, uno de los espectáculos del conjunto humorístico musical argentino Les Luthiers, presentado en San Pablo, Brasil, en 1975.

Distinciones

Faja de Honor en Poesía y Ensayo por la Sociedad Argentina de Escritores (1986 y 1987).
Primer Premio Nacional de Literatura de Ensayo "Común Presencia" de Bogotá. (1991).
Primer Premio Nacional de Literatura de la República Argentina, como ensayista (1992).
Premio Konex de Platino, categoría Ensayo literario. (1994).
Lector Emérito de la Biblioteca Nacional de la República Argentina (1995).
Premio Esteban Echeverría otorgado por la agrupación Gente de Letras por su labor como ensayista. (1997).
Primer Premio de Poesía de la Ciudad de Buenos Aires (2000).
Premio Konex de Platino, categoría Ensayo filosófico. (2004).
Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires (2009)
Premio Pluma de Honor otorgado por la Academia Argentina de Periodismo, por la tarea que desarrolla en la prensa escrita. (2010).

Publicaciones

Ensayos

El silencio primordial (1993)
Lo irremediable (1996)
Sentido y riesgo de la vida cotidiana (1998)
La nueva ignorancia (2001)
Ensayos de intimidad (2002)
Una biografía de la lluvia (2004)
Los apremios del día (2007)
El enigma del sufrimiento (2008)
El Miedo a la Política (201

Cuentos para niños

República de evidencia (1993)
El tobillo abandonado (1994)
Agustina y cada cosa (2001)
La vida es siempre más o menos (2005)
Natalia y los queluces (2005)

Poesía

Zonas e indagaciones (1978)
Canto abierto (1979)
Ciertos hechos (1985)
Ben David (1988)
El fondo de los días (1992)
Hombre en la tarde (1997)
Ruinas de lo diáfano (2009)
Líneas de una mano (2012)





La música es un mal

Llevo meses así. No quiero música.
La música es un mal,
al muerto le da vida, reabre lo cerrado.
Expone el corazón a sueños rotos,
destapa lo acallado, catástrofes y tedios
y pasos hacia nada.
Es estofa que sobró, son restos tibios,
ceniza de emoción que eterna parecía
y ahora, en su miseria,
opera como espejo,
se ríe de nosotros,
retrata calaveras
donde antes hubo rostros y tan bellos,
resplandores, labios vivos,
piel tan plena.





Última hora de luz

No hay hora más riesgosa
que esta última hora de la tarde.
Algo se dibuja en todo lo que toca
que no sólo delata mi ausencia venidera
sino mi ausencia de siempre,
mi eterna ausencia actual,
los vacíos que anudan mi cuerpo compacto,
lo que jamás remontaré con las palabras,
lo mucho que deshice,
días inhabitados,
lo que ya no tolero recordar.
Sólo mis muertos vuelven mansos a esta hora.
Sólo ellos saben acercarse y repetir,
con sus voces consumidas,
que ser es siempre a medias;
fervor, estertor, haber podido a medias,
agotarse con las manos extendidas.





Claridad

Mientras subo en ascensor cierro los ojos.
¿Yo soy este hombre?
¿Esto hice de mí?
Encerrado en esta caja
de metal y de madera,
ya no me amparan
ni los pasos presurosos
ni el laborioso vértigo del día.
Un hombre sin rumbo
marcha hacia lo alto;
carga portafolio,
mi nombre lo atormenta.
El espejo no refleja: lo denuncia;
atrás quedan los pisos,
abrazos que no di,
puertas perdidas
y cada vez más cerca
las palabras que golpean,
la miseria que sembré,
lo que sé y ya nada aparta
mientras sube el ascensor,
disipa la penumbra
y los ojos con que no miro
todo lo pueden ver.





Paisaje en el café

Él acaricia la mano
que ella tiende sobre la mesa.
Ella oye sin fe. Sus ojos
lo miran con dulce descreimiento.
Sus ojos, en los de él,
buscan ánimo, asidero,
una evidencia que no saben
encontrar en sus palabras
ni en la suave vehemencia de sus gestos.
¿Lo crees? ¿Es así? ¿Realmente así?
¿Acaso yo podría?
parece preguntar, pedir, querer,
súbitamente envuelta
en ese golpe de luz azulada y fugaz
con que el invierno la inviste
para mi solo
deleite de intruso.





Fin de un día

El agua llega y bebe ávida
del cuenco verdoso que desborda.
Saciada, alza la cabeza
y se echa luego al pie
del hombre que le ha dado de beber;
de ese hombre que, otra vez,
es todo lejanía,
sumido en su silla sola,
absorto en el residuo de otros días,
rescoldo donde su pena
interrogaba y revolvía,
una vez más, imágenes deshechas
cuando la perra ladró arrancándolo
a esa ceniza que, ahora,
de nuevo remueve su memoria,
encallada en lo que fue,
quizá sin saber ya
qué busca, qué buscó.






Retrato de una hija

Ha crecido pero
no ha dejado de creer.
En sus ojos puede verse
que en todo lo que mira
-esa botella oscura, el pan,
la luz del alba en su mano-,
reconoce un resplandor
que no proviene
de las cosas consumadas,
dichas, hechas,
sino de lo que ellas
quieren ser,
suplican, piden ser,
al ojo que las mira.





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